Planeta habitado
No soy el tipo de persona que oculta su ánimo detrás de una sonrisa, no soy el tipo de persona que porta máscaras de alegría cuando se deshitrada de tanto llanto interno. Prefiero no llorar en público, prefiero no saber nada. Prefiero ignorar mi realidad durante escasos segundos, inhalar entre el oxígeno que brotará en mis pulmones un poco de calma y escupir en el aire lleno de dióxido de carbono todo eso que me hace sentir mal.
Ojalá todo fuera tan fácil como respirar.
Ojalá todo fuera tan fácil como abrir la boca y dialogar, pero las miles de personas que hay en el mundo son cuerpos celestes incomprensibles a millas de distancia. Nunca los podrás tocar por completo, nunca los entenderás por completo, nunca los podrás conocer ni descifrar. Somos cuerpos celestes rotando en un mundo que a veces nos impulsa a saltar al vacío negro, al desdichado negro, al pozo donde parece encontrarse la muerte del alma en una posición fetal, cuando abrazas tus piernas porque nadie mas te abraza.
No soy el tipo de persona que deja libre su inseguridad, se me nota en la cara una barrera que me hace un cuerpo celeste aparentemente impenetrable, alguien con quien sería difícil dialogar. Sin embargo, pensándolo bien, hay muchas cosas malas conmigo, hay muchas cosas rotas; soy como un planeta incompleto luego de la erupción de un volcán, de esos que hacen temblar la tierra, de esos que quiebran la tierra, de esos que matan árboles y modifican la tierra.
Soy un planeta incompleto, devastado, que solo tiene ganas de llorar porque el lenguaje humano no parece ser suficiente para expresar qué tan devastado y gélido se siente estar a millas de distancia de esa persona que quieres apartar pero sigue habitando tu vida, porque hizo de tu ecosistema su casa por mas que le insistas de que ese no es un hogar. No soy un planeta apto para vivir ni para copiar, no debería haber nadie forzándome a dejarlo vivir en un lugar tan inhóspito. Las visitas no son bienvenidas pero nací,
nací con esa plaga dentro de mí. Soy un cuerpo celeste con un virus que lo está por matar. Ser humano no es excusa suficiente para querer dominar todo lo que hay a tu alcance. Y el humano indeseado que vive en esas praderas carnívoras lo sabe, pero su lenguaje es como una canción de sirenas que manipula el alma, te hace sentir como si el limbo fuera el paraíso y luego, cuando deja de cantar, cuando ya no lo escuchas, cuando las olas en las que te ahogas son tus propias lágrimas, ahí, es ahí, cuando más te deseas matar. Deseas tu propia muerte o la de ese virus letal, que poco a poco se come todo lo que prospera en tu venenosa atmósfera solo para su propio beneficio egoísta.
Quiere seguir viviendo. El virus desea seguir viviendo, por supuesto, como lo haría cualquier virus. Desea seguir viviendo así como lo desea cualquier ser vivo sin capacidad de pensar de forma racional. O quizás esos seres sí son capaces de razonar pero solo los vemos desde la altura de nuestro ego, como a todo lo que queda bajo la planta deshumanizada de nuestros dedos del pie.
Y estamos en una lucha constante, ese y yo, donde las palabras son armas y a veces la guerra se torna una guerra fría, llena de pasteles y pancartas. Te dan galletas y caramelos pero escondemos la cuchara con la cual nos vamos a apuñalar. Y la verdad ya perdí el rumbo de la metafórica, no sé si hablo del odio o de mi lado humano, no sé si hablo de mi feminidad o de esos ideales prestados, no se si hablo de tí o de mi mamá, o quizás ese humano viviendo en el ecosistema inhóspito que creé con mi propia mente, sea la representación de todo contra lo que estoy luchando, siendo entonces, este cuerpo celeste, la dualidad.
Un mundo doble, un volcán seco, completa soledad. No hay amor ni barreras, solo mares acumulados en mis ganas de llorar, porque a veces el dolor físico me asusta mucho y otras veces el dolor emocional duele mas. No sé de qué estoy hablando, pero es una bonita imagen mental
imaginarme recostada en la grama, siendo un gigante, siendo un dios en un mundo donde solo yo existo, con un pequeño ser humano de origen indefinido viendo hacia arriba. Viéndome, observándome. Ya sea alabándome o temblando de miedo. Quizás en poco tiempo me quiera matar así como yo deseo erradicar su existencia, pero asumo que eso no es posible porque ambos nos pertenecemos. Somos lo mismo, materia andante en un océano de vacío, a millas de distancia de otros cuerpos celestes incapaces de comprender lo que pasa dentro de este mundo, dentro de este planeta devastado y con ganas de llorar, pero que inhala y exhala el aire para calmarse un poco, porque apenas son las cinco de la madrugada.
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