Desechos inútiles
Te puse nombre y ahora no paro de pensarte.
Te puse nombre para reprocharte todo
y no odiarme, para descargar mi furia
intermitente en tu cuerpo intangible.
Te puse nombre porque al fin y al cabo
eres solo un producto de mi delirio.
(Eres lo único mío
y no deseo compartirlo)
Quiero exterminarlo. Manipular tus entrañas
hasta que vomites con agónicas ganas,
que pinte tu rostro el rubor del sufrimiento
y se desdibuje tu silueta en el espejo.
Me das náuseas.
¿Por qué no te mueres?
Quiero tomar un cuchillo
y hacer un corte vertical
desde tu cuello hasta tu panza
y luego amputar todas
y cada una de las costras
que te atan a este mundo intangible.
Quiere matarte para que ya no estés vivo
dentro de mí.
Hay relatos de mi sangre en la papelera
y no en el buen sentido.
¿A qué se supone que le tengo miedo?
Mi mente es un eterno vacío
que ruge cuando no hay música
en mis oídos
ni manwhas en mis manos.
Quisiera dormir un día de estos,
pero se me da mal hasta eso.
Tan solo me muero de frío
y escribo
con mis dedos volviéndose hielo,
se quebrarán dentro de poco.
Los dejaré crujir un día de estos.
La parte que mas me repugna de esto es que son cosas ya dichas en relatos previos y el hecho de que lo escriba en estos momentos es solo muestra de que no ha habido cambio alguno en mi trastorno mental. Caigo y siempre vuelvo. No sé si es porque me levanto o porque aún tengo miedo. Quizás siempre permanecí en el suelo. Entonces, ¿por qué mi marcha repetitiva durante la hiperventilación se siente tan dolorosa? Como una guadaña clavada en mi pecho, es la decepción de seguir estancado en la misma pieza faltante que me aleja de la cordura completa.
Supongo que no hay salvación para mi cuerpo.
Supongo que no hay salvación para mi cuerpo.
¿Por qué siento que no hace efecto el medicamento?
Quizás no es lo suficientemente fuerte, quizás la dosis es muy débil. Pero el miedo a la adicción me cohíbe y reprime estos pensamientos. Carajo. Me da miedo probar el alcohol por mas que me tienta porque presiento que mi lengua se volverá adicta a su desagradable sabor. Ni los cigarros ni la cocaína pueden salvarme. Creo que nada puede salvarme. ¿Por qué me sigo hundiendo? Caigo y no toco el suelo. Tan solo caigo y parece no haber un suelo.
Y me odio por eso. No conozco mis límites. Solo odio la lentitud en que se mueven mis dedos, no van al ritmo de mis ideas. No me gustan las ideas, a veces mi mente es muy ruidosa. ¿Cómo podría estar en silencio? Sin cortar mi yugular, sin depilar mis venas. Mi propósito se extiende por la página en blanco. ¿Quién soy? ¿Por qué sigo aquí? El rencor me mantiene respirando y me da ganas de morir al mismo tiempo.
¿Por qué? ¿Por qué a mí?
¿Por qué de todos los cables tuvo que fallarme ese? ¿Por qué siempre me estoy fallando?
Caigo.
Tan solo caigo
porque para mí no existe el suelo.
Es solo un viaje interminable,
un viaje hacia abajo.
El risco ya no es tentador, ahora solo hay oscuridad tragando mi metafórico cuerpo. Aceptar la tristeza de mi vida es aceptar que estaría mejor tres metros bajo el suelo, es aceptar la impotencia que frena y dispara al mismo tiempo. Trágame. Bah, para ti soy solo basura descartable. Para mí esto es solo una muestra de que mi condena se extiende aunque se aplaque durante días.
Malditos ataques de ansiedad, ¿por qué en mis letras se muestran tan realistas? Y en mi boca son un sollozo ahogado por los auriculares conectados al celular.
Y lo peor de todo esto no es la enfermedad que halló casa y se volvió el dictador de mi cuerpo. Lo peor es la biología, porque de esa no puedo escapar ni aunque me entierren con el vientre destrozado por el cemento. Esa siempre se restaura, es mi condena. ¿Por qué debo soportarla? Soy incapaz de controlar sus cambios, soy su títere mientras actúa prepotente como mi titiritero; sé que se burla de mí. Cada vez que aparece, se va al carajo cualquier progreso.
Y me hundo.
Y fallo.
Y no puedo
escapar de esto.
¿Por qué no fue Adán quien mordió la manzana en lugar de Eva? Nunca pedí esta anatomía ni sus discrepancias, pero al final es mi mente la que gobierna e incluso en ella mi existencia sigue siendo antropomórfica.
Durante los doce meses al año, mi futuro está condenado. Nunca tuve reparación, esta es la muestra de la devastación absoluta. La esperanza ya no existe, solo queda rendirse. ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Oh! ¿Por qué? Se supone que es la aceptación verdadera la cura absoluta al veneno de la fruta, pero saberlo y aceptarlo solo me genera mas dudas.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Supongo que si dejo de pensar en el "y si hubiera pasado" podría encontrar la solución a esta miserable disputa, aunque supongo que las respuestas solo se hallan cuando no se buscan. Ah, la coherencia que ahora ves fue una larga y nefasta lucha. Esto es solo otro concepto repetido, generado por el asco de recrear pinturas abstractamente expresionistas cuando sostengo en mi mano el sucio papel higiénico.
Pollocks creados
con mi sangre marchita,
son la ira de la tinta
de este lapicero.
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