Luján, provincia de Buenos Aires, Argentina


En los últimos años me he dedicado a mi pasión, los caballos y por eso terminé en Mercedes, provincia de Buenos Aires que de algún modo u otro estaría vinculada a esta historia. Nueva actividad; sin embargo no quise alejarme de mi profesión de abogado a la que tanto dediqué y mucho me ha dado y es así que terminé presentando mi CV en la Universidad de Luján, para concursar como profesor en el dictado de alguna materia vinculada al derecho.

Me presenté en la facultad de Ciencias Económicas pues aún cuando no es mucho el tiempo que pueda quedarme, por los años digo, siempre la tengo en la lista de las cosas que quisiera hacer, estudiar contabilidad. Eso me mantendría actualizado en un ambiente que quisiera me impulse a estudiar para contador.

Con esos pensamientos estaba en el año 2007. Vivía en Capital pero la mayor parte del tiempo la pasaba con los caballos, el trabajo con ellos es asaz enriquecedor. Se aprende a valorar al diferente y hasta en los juicios que llegué a emitir sobre temas candentes como puede ser la política, la religión, los temas familiares, el fútbol .... uno los mira con un criterio mas amplio. Eso creo. Nunca nadie me lo ha marcado como una mejora.

No hubo necesidad de concurso, mi CV es interesante y los proponentes con experiencia no son tantos. Fui designado titular adjunto en Derecho II que incluye a contratos y obligaciones. Sobre lo de adjunto no hice cuestión alguna, no buscaba abultar mi CV sino mantenerme en un ambiente académico que me tuviera al día en el derecho y me hiciera estudiar lo que desde hace tanto tiempo me propongo. 

Al principio viajaba en mi vehículo. Salida por Avenida Figueroa Alcorta hasta General Paz y de allí a suerte o verdad, tomar para el acceso Oeste o seguir por el acceso Norte y luego tomar el camino del Buen Aire, el que hicieran los militares para llegar rápido a sus bases de Campo de Mayo. Único camino privado que existe en Argentina. Aspecto un tanto extraño pero que estamos acostumbrados a tomarlo como normal. Luego de tales vías de salida de la ciudad, tomar la ruta 5 que pasa por Luján y seguir hasta Mercedes para disfrutar de mi haras.

Luján es un paso obligado en mi camino y se trata de una ciudad muy linda del Oeste bonaerense, presidida en lo espiritual y para los creyentes por la Virgen de Luján que concita gran culto y es además patrona de Argentina, Uruguay y Paraguay por Bula del papa Pío XI (año 1.930) . 

El mito o la historia cuenta que eran dos imágenes que viajaban para el norte, pero los bueyes de la carreta que la transportaban se negaron a pasar el río que da nombre a la ciudad. Bajaron un cajón y los bueyes emprendieron el cruce. Los caravaneros asombrados abrieron este y se encontraron con la imagen de la Virgen  Allí se quedó y su homóloga siguió viaje hasta la localidad de Sumampa, provincia de Santiago del Estero,  lugar donde escuche la historia.

Los viajes para atender mis caballos se comenzaron a hacer cada vez mas largos en tiempo, sea por el tráfico, las protestas sociales y los infaltables accidentes cotidianos que por horas nos mantenían parados, así que opté por el ómnibus, lo tomaba en la Plaza Once, por avenida Rivadavia al de la línea 152 y me bajaba en Luján o en Mercedes según fuera el caso. 

El tiempo en definitiva era el mismo y no sufría el estrés del manejo de lo que por otra parte nunca fui muy devoto. Algunas veces - muchas diría - tomaba en el mismo Barrio de Once el tren Sarmiento. 

Como soy de mirar el vaso medio lleno a tales viajes, peores de los que se puedan hacer en la India o en Tailandia, les encontraba la posibilidad del estudio sociológico para analizar la variopinta conformación de la población de parte del conourbano profundo. El mas pobre y alejado de la mano de los gobernantes. El ramal Once-Moreno–Mercedes tiene una extensión de 62 kilómetros y hace escala en las Estaciones: Moreno, La Reja, Francisco Alvarez, Pablo Marín, Las Malvinas, Gral. Rodríguez, La Fraternidad, Lezica y Torrezuri, Universidad de Luján, Jáuregui, Olivera, Gowland, Mercedes. No diré que el tiempo del viaje según lo informado de 70 minutos era el correcto. Lo correcto era una lotería donde se jugaban horas.

Entre los usuarios nacionales se dividían en partes iguales los del noroeste argentino y los del noreste y de los países vecinos también en partes iguales boliviano, peruanos y paraguayos. Cada uno con sus tonadas, aún cuando sean de tercera generación en Buenos Aires. Lenguas el aimara o el guaraní se disfrutaban y también había inmigrantes o con mejor decir sus descendientes de la gran ola inmigratoria de los años de las dos guerras mundiales. Por esos años se empezaron a ver algunos de la ex Unión Soviética. Un deleite sociológico si a uno le gustaba la sociología y a mi me gusta. Me precio de haber viajado mucho y con pocos lugares del mundo que me restan conocer.

Viajar en el tren era una tortura y en las horas pico ni contar, la gente se apretujaba al máximo y los que venían sentados ligaban los empujones y los del lado del pasillo, algunos golpes no sin cierta inquina por el privilegio que gozaban. El tren era mas que caprichoso con tendencia a pararse mucho (sin contar huelgas, piquetes y hasta suicidios que tienen su persistencia) y a viajar a ritmo de carreta. Pocas veces lo hacía normal. Pero no quedaba otra alternativa, paro de ómnibus, rutas colapsadas por los vehículos particulares que se incrementaban de manera exponencial y una inseguridad cuyo rostro perverso son los asaltos que por regla terminaban en muerte. Paciencia y ese botón anti pánico que nos hace creer que lo terrible está predestinado al otro.

Recordé a la India, bueno nosotros somos 40 millones y ellos 1.000 millones, pero en ningún lado se justifica viajar así hacia un destino común con el que coqueteamos para llamarlo anticipadamente, que nos hermana como especie, la muerte.

Como dije, me designaron profesor y la verdad que lo disfruté. Eran tiempos en que había efervescencia política, no me resultaba indiferente pero trataba de huirle a los temas espinosos. En los años de la dictadura militar sangrienta de la década de 1.970 había firmado Habeas Corpus por detenidos a disposición del Poder Ejecutivo y eso en cierto modo me granjeaba simpatía de tirios y troyanos.

Igual ante la insistencia sobre mi opinión, tenia a mano la respuesta del personaje encarnado por Woody Allen en la para mi una de sus mejores películas "Stardust Memories" una película de los 80' que aquí se llamó "Recuerdos" o "Memoria de un seductor". Le preguntaban en ese film donde hacía de director, por que en sus películas no había opiniones políticas, a lo que replicaba "tengo opinión política, creo en la defensa del individuo, la justicia, un gobierno honrado, leyes justas y creo posible que todo eso alguna vez lo tengamos en EE.UU". Pero debo decir que esos años que para mi pasaron con mucho respeto, este no fue una regla; hubieron colegas con los que me solidarice alegando la libertad de expresión que la pasaron mas o menos mal.

Yo insistía en lo mío, la verdad está en el medio, dijo el diablo sentado entre dos abogados mientras que por esos años tomé la costumbre de anotarme como estudiante, claro que hasta allí llegaban mis pasos hacia la contabilidad. Asistí a algunas clases, pero ni siquiera hice el tramite para revalidar las muchas materias que de la abogacía me la reconocían en la carrera. Nada diferente a la forma en que trato a mi hobby, escribir. 

Tengo en claro que mi desidia para escribir, creo que es el reconocimiento íntimo a lo mediocre que lo hago y lo de contador, bueno matemática fue siempre mi bête noir y el encararla era por mi ego mal manejado, que le decía a esa ciencia, no te temo. ¡Ja! creo conocerme. 

Me he detenido un poco en mis andanzas por Luján y en Mercedes, para mostrar en parte los años que anduve por allí, el ambiente que se respiraba, el uso del transporte público y esa paciencia argentina lastrada en años de padecer lo mismo, que toma como normal lo anormal pero que no nos deja sordos al contexto humano, al contrario, esa danza apretujada que realizamos los usuarios, al movimiento de los cascajos, ómnibus o trenes, nos acostumbra a registrar conversaciones y rostros, como una forma de competirle al agobio del tiempo y al modo infrahumano en que se nos coloca.


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