Icho Cruz, el ante infierno
El colega, con una sonrisa que adjudico a sus recuerdos inició el relato, que transcribo ahorrándome las comillas de los diálogos. Lo que sigue son sus palabras. Las que yo recuerdo como tales.
Por aquéllos años vivía en Catamarca con tres tías solteras y la abuela, todas de misa matutina la de las 6 am y de rosario vespertino. A veces vivían en el caserón familiar unos tíos igualmente solterones. Uno era ingeniero, tenía una camioneta studebaker bicolor a la que en los siete años que tenía de vida la tenía como propia, todo el tiempo trepado en la caja despertando la neurosis del tío que no se animaba mas que a unos bajate, por la presencia de la abuela.
Ese verano se decidió por las tía, la abuela y el tío ingeniero ir de vacaciones a Icho Cruz en la provincia de Córdoba. Un lugar en las estribaciones de las sierras. Habían alquilado unas dependencias con baño y cocina que patio de por medio los ubicaba atrás de la casa de los propietarios.
Icho Cruz era por aquellos años un pueblo serrano con muy pocos habitantes, estaba muy cerca de Carlos Paz, así que estimó era la opción mas barata para decir que se anduvo por esa zona que por aquellos años tenía un turismo de clase media alta. Refería a Carlos Paz.
Con gran risa aclaraba que tuvo la mala suerte de enamorarse. Estaba enloquecido detrás de una chica que para colmo tenía diez años, contaba mientras daba una sonora carcajada. El tema era que la chica le daba conversación y era una enloquecida por los caballos así que tuvo la buena idea de robarle a la abuela la plata suficiente como para alquilar un caballo por todo el mes, caballo en el que sacaba enancada a la niña de sus desvelos.
Eso por varios días. El tema fue que Icho Cruz tiene un balneario atravesado por un puente en altura. El no sabía nadar pero la niña si y en el colmo de los colmos sabía tirarse de cabeza.
Triste y humillado la miraba desde afuera del balneario y aún se le dibujaba una mueca de dolor por que su amiga le había dicho que allí iban los chiquitos, los que no saben nadar. La función fue entonces cabalgata a la mañana, y río a la siesta-tarde, el famoso balneario hasta donde la llevaba a caballo luego de buscarla en su casa (hasta casa propia tenía). Fueron unos días de tortura y a medida que transcurrían la niña ya tenía un séquito de admiradores de sus pericias de sirena por lo que tomó la decisión de emularla para sorprenderla. Había observado como era eso de tirarse de cabeza y había practicado la posición en seco, consideraba que eso era suficiente.
En ese día de ignominia espero en el puente que la niña lo mirara, adoptó la posición que había practicado en seco y se lanzó al agua. Allí aprendió lo que era un panzazo, que este dejaba sin aire y lo peor; que no solo era tirarse, sino que en el agua había que saber nadar. Mientras con el gordo se reían de buena gana diciendo el amor te vuelve tonto y loco.
Lo cierto es que lo rescataron semi ahogado y llamaron a las tías. En el bendito Icho Cruz todos se conocían, todo quedaba cerca. Terminó por consejo médico haciendo reposo que las tías la abuela y el tío acordaron que fuera de una semana. Esa fue su perdición. A mitad de semana vino el dueño del caballo alquilado (la niña ni se digno a preguntar y se martirizaba pensando en el papelón y hasta la veía que se reía de él) las tías, la abuela y el tío supieron de la aventura del alquiler y descubrieron el hurto de la plata que lo solventaba.
Del tío recibió una paliza (creía que el énfasis estaba dado por su falta de respeto a la studebaker) y aclaraba que no le guardaba rencor por eso ni por el hecho que le advirtiera que regresado a Catamarca iría preso por ladrón. Bien merecido se tenía los chirlos al igual que la prisión, mientras que por unanimidad tías y abuela acordaron que su destino era el infierno. El gordo se desternillaba de risa mientras que al colega lo vi dibujar una sonrisa con cierta tristeza.
Puso cara de ensoñación y recitó unos versos de La Divina Comedia de Dante Alighieri que pertenecen a El infierno (la segunda parte de la obra que consta de cuatro, Introducción, Infierno, Purgatorio y Paraíso); donde la palabra amor resulta a primera vista desubicada. Amor en el infierno?
"Giustizia, mosse il mio alto Fattore:
Feceme la divina potestate,
La somma sapieza e' il primo amore"
("La justicia movió a mi alto Hacedor: Soy la obra de la divina potestad, La suma sabiduría y el primer amor")
Seguramente debe haber visto mi cara de extrañeza al escucharlo, pues se apresuró a agregar. La abuela expresó que lo castigaban por amor. En sus pocos años no entendía el tremendo problema teológico que se le planteaba. Seguramente lo revivió cuando adulto la leyera y con las citas que se hacen de Santo Tomás de Aquino y su Suma Teológica. Dios castiga por amor.
Nada que no se hubiera leído en la biblia, "No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de Su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere." (Proverbios 3-11/12). El colega, sin lugar a dudas tenía una cultura notable. No habíamos conversado mas que el circunstancial "que pasó" cuando me desperté, así que di vuelta mi cara y lo dejé con sus recuerdos que tan hondo lo habían calado.
En el caserón donde vivía con las tías usaba un cuarto que daba al escritorio biblioteca del abuelo. No lo había conocido o no lo recordaba por su corta edad cuando aquél murió, pero todos los lugares que habían sido sus dominios eran ocupados solo por el vacío, así que utilizarlos no implicaban conflicto alguno en tanto no se rompiera o desacomodara nada.
Todas las paredes forradas de libro. Mencionó con orgullo que había escrito dos libros, "La historia judicial de Catamarca" y "La figura cívica de Esquiú" agregando con no poco empaque que ambas figuran en la Biblioteca Nacional que por entonces dirigía Jorge Luis Borges.
Entre esos anaqueles había uno que tenía llave y estaba vidriado pero se había dado maña para conseguirla sin que nadie la extrañara. Las tías eran metódicas y sabía cuando devolverla. El día que se haría la limpieza de la inmensa biblioteca. Allí estaba uno que llamaba la atención por su encuadernación de lujo y hermosos dibujos. "La Divina Comedia". Hablaba del infierno del purgatorio y del paraíso, no por que la hubiera leído sino por los dibujos que la ilustraban.
Pero agregó con énfasis, que con los años la leyó, como hubo leído el "Ulyses" de Joyce considerada una de las obras mas difíciles de comprender. Esto lo decía ante la cara inexpresiva del gordo. Imagino que esa parte le resultaba aburrida pero el destinatario era yo que lo había estado escuchando sin disimular y puesto cara de asombro cuando recitó en italiano los versos de La Divina Comedia. Debía tener como su escucha, una clara conciencia de sus muchos conocimientos.
El resto de los días en Icho Cruz son para el olvido. Eran un escabullirse constante de los lugares donde la gente se reunía así que a la niña de sus afanes no la volvió a ver nunca mas. Dos de las tías se fueron a la Ciudad de Córdoba. Estuvieron unos días y al regreso fue convocado ante la asamblea de tíos y abuela y se le comunicó la sentencia, que al comenzar las clases iría a estudiar como alumno interno en el Colegio La Salle de Argüello, Córdoba.
La noticia no le produjo tristeza alguna. Sabía que no había escapatoria del infierno ni de la cárcel. Eso ya estaba dispuesto. Gente mayor y tan creyentes como eran los del tribunal, no podían equivocarse, era como si Dios hablara por ese intermedio derramando sobre él todo su amor. Se refugió en las lecturas tenía una buena provisión para tenerlo y sentirse protegido. Sus preferidas eran las de Mark Twain y envidiaba a Tom Sawyer que haciendo mas perrerías que las que el visualizaba haber hecho siempre salía indemne y agregó mientras se reía esta vez de buena gana, libre porque la justicia es lenta.
Dele siga que llegamos al juicio de Dios, replicaba el gordo mostrando su interés. Mi colega comenzó a mencionar a Antonio Di Benedetto mientras entrecruzaba palabras o yo creía leer sus recónditos pensamientos. El Dante mencionaba un ante infierno, eso fue Icho Cruz, el infierno sería la cárcel primero y el alojamiento definitivo en el averno tras la muerte. Habló fuerte cuando le recordó al gordo las cartas que Di Benedetto cruzara con su abuelo y que por haber leído esas cartas de gente grande, le despertó el interés por descifrar lo que el diario Andes había publicado del amigo mendocino.
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