Ziggy la Zarigüeya
Posthumano
Su nombre era Huesos, era un esqueleto y un agente del Departamento No mágico. El cual, pese a su nombre, se dedicaba a resolver todo tipo de problemas, disputas y catástrofes relacionados con la magia.
Huesos entró en el Museo de Bellas Artes de la ciudad de A Coruña. Frente al Grito de Munch había una piara de policías bebiendo rosquillas y comiendo café. El comisario Luis, al verlo, se puso pálido. No le caía nada bien y quizás fuera porque era racista de los esqueletos o puede que todavía no se había olvidado de la vez en que ambos habían casado. Aunque Huesos solo lo hizo para disfrutar de los 15 días naturales de vacaciones y, terminada la luna de miel, le espetó el divorcio.
—¿No puede enviar el Departamento a alguien competente? —Luis ladró.
—Le dijo la sartén al cazo... A ver, menos tontería y explica de una forma sencilla y clara que pasa —exigió Huesos y se encendió un cigarro con tono chulesco.
—Ziggy la Zarigüeya se ha quedado encerrada en el cuadro y...
El cigarro salió disparado de la boca de Huesos y se incrustó en el ojo de Luis.
—¡¿Ziggy?! —gritó Huesos y lanzó la mirada al cuadro.
¡¡La zarigüeya se encontraba en el cuadro, tirada patas arriba en medio del puente!!!
—¡Dios mío! ¡Hay que sacarla de ahí cuanto antes! —gritó Huesos y se lanzó en dirección al cuadro, pero el comisario Luis le agarró del húmero.
—¡¿Qué haces, papanatas?! ¡Si entras, vas a quedar encerrado en el cuadro, como Ziggy!
—De nuevo me subestimas, Luis. Soy un profesional, ¿crees que entraría a lo loco? —preguntó con voz calmada Huesos, ajustándose la corbata de su uniforme.
Luis le soltó el brazo y el esquelético agente del Departamento No Mágico se lanzó al interior del cuadro. El comisario lanzó un gemido desesperado y se temió lo peor: que Ziggy falleciera. Y lo que era aún peorísimo: que Huesos lograra salir ileso de la situación.
Nada más saltar al interior del Grito, Huesos sintió una angustia existencial que le subía por el cuello. Recordó la soledad opresora de su existencia eterna y como toda la gente que quería, al final terminaba o muerta o cansada de su personalidad o una mezcla de ambas cosas. ¡Nada tenía sentido y la vida era un absurdo! ¿Por qué ducharse si a la noche vuelves a estar sucio? El vértigo se encendió en su estomagó y la boca se tornó un horrible grito mudo.
—¡Hola, Huesos! ¿Qué tal? ——le preguntó Ziggy.
Al contrario que el esqueleto, la zarigüeya se encontraba tan feliz como una bisectriz.
—¡Ziggy! ¿No estabas muerta? —preguntó Huesos.
—¡Me estaba haciendo la muerta! —gritó Ziggy y se rio a las puras carcajadas.
Entonces, Huesos se sintió bastante mejor.
—¡Ha, típico de ti! Ahora tenemos que irnos, ese sujeto nos está mirando mal —dijo y señaló con un movimiento de cabeza a un hombre que se llevaba ambas manos a la cama, la boca abierta a lo Culkin y que los miraba con demasiada atención.
—Da mal rollo, por eso me hice la muerta.
Los dos se dirigieron a la salida, la cual tenía la forma de un cuadro en el que se podía ver cómo los policías estaban tapando el cual usando martillos, clavos y tablones.
—¡Nos quieren encerrar, Ziggy!
La zarigüeya, que se encontraba encima de la cabeza pelada de Huesos, gritó:
—¡Qué hijos de mala madre! ¡Hay que hacer algo ya!
—¡No es valiente el león solo por la melena!
Huesos de cabeza al cuadro del museo y, nada más tocarlo, se rompió la barrera que separaba realidad y ficción. ¿Por qué no se había roto la primera vez? ¡Eso fue debido a la magia! De esta manera, zarigüeya y esqueleto escaparon del mundo loco de Munch. Caminando con chulería, y con Ziggy todavía sobre la testa, Huesos se dirigió a Luis y le dijo:
—Mira, rescaté a Ziggy y no he causado ningún mal. ¿Qué? ¿No te vas a disculpar? —le dijo Huesos con un orgullo desmedido, pero Luis miraba con ojos desorbitados el cuadro y gritó:
—¡¿Pero qué has hecho, desgraciado?!
Del cuadro salía el hombre del Grito, de más de tres metros de altura. Cogió a un señor llamado Mariano que pasaba por allí y le arrancó la cabeza de un mordisco. De inmediato, todos los policías comenzaron a disparar, pero las balas de nada servían. Huesos observó la escena, asintió con la cabeza, y dijo:
—¿Sabes lo que hay qué hacer, Ziggy?
—¡Hacerse la muerta! —soltó la zarigüeya.
Mientras el caos explotaba a su alrededor, Huesos y Ziggy se derrumbaron en el suelo e imitaron a los muertos. No fue sorprendente que les saliera bien, teniendo en cuenta que una era una zarigüeya y el otro un esqueleto.
FIN
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