Lunes, 30 de junio de 2014

Lunes, 30 de junio de 2014

El hombre sacó de su bolsillo un juego de esposas y jaló mis brazos juntándolos hacia atrás.

 —Espera, por favor—Le supliqué mirándolo a los ojos —¿Puedo tener un momento con mi hija?

El policía miró hacia el rostro lagrimoso de mi niña de cuatro años que luchaba por soltarse del brazo de la mujer de servicios infantiles y luego volvió la vista hacia mí.

—Solo un minuto.

Su mirada era severa. Asentí y caminé despacio hasta mi bebé.

La mujer que sostenía a mi niña dudó un segundo antes de soltarla.

 Annie corrió hacia mí y me agaché con mis brazos abiertos. Ella acurrucó su pequeña cabeza rubia cubierta de rizos en el hueco de mi cuello y yo la apreté contra mí como si la vida dependiera de ello.

—No me dejes, mami— Sollozó. Mi pobre bebé había pasado por mucho en su corta vida. No era justo.

La alejé de mí para poder verla a los ojos. Limpié las lagrimas que corrían por sus mejillas con mis pulgares para luego limpiar las mías.

 —Cariño, escucha. — Hablé en un susurro para que solo Annie me escuchara — Mamá tendrá que irse por un tiempo, pero voy a regresar por ti. Lo prometo.

Ella me miró con sus enormes ojos azules llenos de tristeza. Me partía el alma.

—No mami, no quiero que te vayas. Quédate conmigo.

Quería agarrarla y correr hasta el fin del mundo. Hacia un lugar donde nadie pudiera separarnos.

 —Tienes que estar lista. Vas a ser una buena niña hasta que venga por ti. Muy pronto. Pero cariño, esto es un secreto entre tú y yo. No le puedes decir a nadie que vendré a por ti. —Le di un sonoro beso es su frente. —Te amo, Annie. Juro que volveré.

—¿Lo prometes?

—Si cielo. Lo prometo.

El policía se acercó y me jaló con fuerza hasta que estuve lejos de Annie. Ella reaccionó corriendo hasta mí y abrazándose con fiereza a mi pierna.

 —¡Mami ¡No! ¡Por favor! ¡Mami!

La mujer de servicios infantiles se acercó corriendo y soltó sus pequeños brazos alejándola una vez más mientras me esposaban.

Las lágrimas se deslizaban por mis mejillas y Annie pataleaba y suplicaba para venir conmigo.

El policía me empujó dentro del auto y cerró la puerta de golpe. Miré por la ventana. Ahora mi bebé lloraba y agitaba sus manecitas hacia mí.

—¡MAMI!

Y el auto se alejó, separándome de mi alma.

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