Y casi sin saberlo, me mima el alma con sus poesías, hace a un lado el dolor y deposita esperanza para poder confiar en mí misma; sin darse cuenta me ayuda a sanar. Tan lento y sin prisa, como acostarse en el pastito bajo un árbol y que una suave brisa te acaricie la cara; así se sienten algunas personas.

Hace un tiempo hui, dejé de lado todo lo de él, sus poesías, sus relatos, sus canciones; esas historias de su trágica vida y cultura general. Su pasión, su hambre de saber, de enseñar y aprender; la libertad de su habla para empeñar palabras nunca antes escuchadas por alguien como yo, alguien que mucho no lee, y aunque le interese la historia, tiene un alma muy vaga, que logra llenarse de fantasía tras poder descansar doce horas al día.

Qué loco fuiste aquella vez que te despediste, tanto que en una parte de mí sentí mi alma desvanecerse, en aquellas noches de canciones donde la melancolía recorrió mis vías, mis túneles y mis puentes; agudicé el fracasar. No pude acompañarte en tus solitarias noches de tristezas, malditamente el tiempo vale oro dicen, y no se puede volver atrás; por un momento...nos perdimos a nosotros mismos.

No fueron agradables sucesos los que surgían de la enajenación por el tabaco, por el alcohol, y quizá, ¿por algo de amor? Aun así, me haces querer la naturaleza, los pedazos de territorio; me recuerdas toda esa historia, que, aunque esté llena de injusticias entre corrupción y mentiras, enaltecen las costumbres y la autenticidad de los pueblos.

Permíteme entrar en tu mente, en tus pensamientos, conocimientos y planes; permíteme desenterrar tus secretos, conquistar tus misterios, calmar tus miedos, saciar tus deseos, apreciar tu filosofía; permite a mi ser el permanecer en tus sueños y navegar en ellos; solo así sabré sí estás aquí...