REDENCIÓN
Brisas lentas y virulentas, semblante amorfo de la necrosis más endiablada; es su mirada fría como un témpano y su rostro grasoso como el ambiente en verano. Qué vehemencia, qué arrebatada inclemencias, de su rápida apatía; más que anomalía, era un sindicato menstrual.
Caminos repletos de toxinas, envueltos por los gases más repulsivos y vomitivos que han existido jamás; es el meollo dravidiano de lo morboso e instintivo, un colágeno resistente a la eclesiástica.
"Mojitos, besitos. Estrecha tus ojitos", exclama la soberbia con incalculable estupor. Necio manjar de un Dios lovcraftniano; apunta a mi yugular con hambre y manchado, las gramas rojas enverdecen por el que no aprieta.
Regadera de vergüenza al oírla, envidia al verla y frustración al contemplarla; es una vigilancia de mi espíritu al suyo. Me da coraje, cólera y ultraje, no soporto a esta absurda versión mía que sigue hablando con su verdugo.
Qué ganas de que por mi boca salgan estruendos peyorativos de incalculable presión, qué ganas de hundir sus mermadas esperanzas a un cataclismo de los más insólitos y atrofiados; es la ira acumulada que se deja contraer por el desecho marginal de mi corazón.
Pero la promesa está hecha, pacté con Lilith para concederte tiempo; espero aproveches esa indigna filantropía que reposo en ti con maniobras versátiles. Despedida a la dama insufrible, una maniaca depresiva que padece por la ambivalencia de su círculo vicioso; una fiera que fue enjaulada por la vida y con razón.
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