Viajero


Un día de invierno llegó hasta mi puerta,

un mendigo herido buscando consuelo.

Le ofrecí mi casa y mi mano abierta,

para que olvidara todos sus tropiezos.

Andaba el amor ahogado en desdicha,

preso entre las sombras, sin norte ni guía,

como desterrado de un reino perdido,

había olvidado toda la poesía.

Mi hogar fue su mundo, su jardín secreto,

de largos silencios en dorados sueños.

Y así fue pasando, lentamente el tiempo,

de las cicatrices, germinaron versos.

Amor, que curado, se fue una mañana,

ingrato inquilino del alma sufrida,

me dejó el vacío rondando en la casa,

y esa herida suya, se quedó en la mía.

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