—Hola ¿cómo estás?  Quería contarte, no se si te acordás,

pero el naranjo del patio ha florecido, y con perfume de azahar,

se cubrió el aire, las cortinas, las sábanas de percal.

Flores blancas caen del cielo, de amarillo corazón,

¡respiro hondo y te siento, ensanchando mi pulmón!,

pero el hueco de mi pecho, sigue sufriendo el dolor,

por el vacío que guarda, allí dónde estabas vos.

¡Mejor te sigo contando!

¿Recordás el viejo perro, que llegó en el aguacero?

se recostó bajo el árbol y se entregó muy sereno.

Fuimos dos triste fantasmas, sobreviviendo al recuerdo,

del que un día juró amarnos y apenas llegó a querernos.

Mientras me envuelven azahares, la nostalgia se hace carne,

si supieras como duele, no me harías extrañarte.

Aquí estamos solamente mis recuerdos y el naranjo,

y le cuento confidencias recostada sobre el pasto.

El tronco guarda un secreto,  oscuro como el carbón,

dos iniciales grabadas, iguales y un corazón,

 que es lo único que queda, de lo que fue un gran amor.

—Hola, hola... quién habla.

—¡Perdón, equivocado!

Solo quería escucharte...