La tristeza
Dama intransigente, que no aceptas tratos,
en cualquier esquina, la tristeza espera,
irrumpe en las cosas, invadiendo espacios,
y si alguien la invita, ya nunca se aleja.
Lánguida princesa, de pasos pequeños,
zapatos de espuma, que avanzan sin ruido,
y al fin se acomodan a la hora del sueño,
plantando bandera al corazón herido.
Mira de reojo transcurrir la vida,
se siente a sus anchas, si cree que ha ganado,
con gesto altanero luce una sonrisa,
festejando el triunfo de su arduo trabajo.
La mente que no duerme y el alma que solloza,
en un gris remolino, de sueños imperfectos,
se deshacen al aire, como frágiles rosas,
ocupando el vacío de cruel desconcierto.
Pero pronto, comprende, que el dolor no es eterno,
que sufrimos, es cierto, que rogamos la muerte,
y un día despertamos, sorprendidos y atentos,
despedimos las nubes y el ahogo se pierde.
Es entonces que emigra, la inquilina molesta,
en busca de otro cielo, tormentoso y oscuro,
derrotada se arrastra, su valija está presta,
cuando el duelo pasó, solo queda el futuro.
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