Guardado en mí


Obligo a mis labios que muerdan tu nombre,

para que se quede, muy dentro de mí,

¡qué nunca se muera, qué nunca se vaya,

toda la ternura que un día sentí!

Le niego al olvido, verdugo implacable,

llevarse las tardes doradas de sol,

si nunca hizo frío cuando te entregabas,

al fuego sagrado, que fue nuestro amor.

Vivir un instante al calor de tu aliento,

es premio infinito del pobre existir,

que el camino traiga, perfume en el viento,

de tu piel ausente, que ayer recorrí.

No quiero dejar que la noche te cubra,

con su negro velo de olvido y rencor,

quiero verte siempre al cerrar los ojos,

compañero eterno de mi corazón.






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