Volando muy alto por Cee Strongville (CMStongville)

—¡Muévete, enana!

Leonel la empuja y la hace tropezar con sus propios pies. Evanelle, siendo tan carente de equilibrio, se podría considerar como torpe. Ni siquiera necesita algo más que sus propias extremidades para sufrir accidentes y caídas. Sus rodillas nudosas aterrizan con fuerza sobre la alfombra y se apoya sobre las manos para frenar un poco el impacto, sin embargo el material rugoso la raspa y causa quemaduras sobre su piel demasiado sensible, la cual se enrojece y comienza a arder.

Sus hombros tiemblan. Odia que la humillen. Si tan solo Joel estuviera ahí, entonces la historia sería diferente. Él la cuida. Siempre está protegiéndola y haciéndola sentir mejor. Joel no entiende por qué la gente la hace sentir menos y ella lo adora por eso. Por quererla. Por ser el único en quererla.

Escucha reír a su hermano burlón cuando se aleja y luego Arturo, su otro hermano, sale por un lado sin verla y pisa los delgados dedos logrando que truenen.

—Quítate, gusana. Estorbas —masculla.

Evanelle hace una mueca de dolor, se sienta sobre sus rodillas y lleva la mano lastimada a su pecho. Sus dedos punzan. Los mueve un poco para revisarlos y se siente aliviada al ver que ninguno está roto. Soplando el mechón de cabello que cae sobre su rostro, se pone de pie y alisa la horrible y cuadriculada falda azul del uniforme. Sus piernas lucen como dos mondadientes, delgadas y pálidas, como si en cualquier momento fueran a partirse a la mitad si sostienen demasiado peso, pero no puede hacer nada para cubrirlas.

Tiene dieciséis años y considera que sigue teniendo cuerpo de una niña de once. Sus hermanos suelen molestarla y decirle que tiene cuerpo de mago.

«Nada por aquí, nada por allá.»

Sin embargo ya se ha acostumbrado a las burlas. Medir casi un metro ochenta y pesar poco más de cincuenta kilos la han convertido en el blanco principal de algunas bromas crueles, de rumores y miradas. El acné en su rostro no ayuda tampoco a que mengüe la tortura escolar.

—Deprisa, chicos, se me hace tarde —grita su madre desde la entrada, luego, sin prestar atención a nada más, vuelve con la llamada que tiene en curso.

Ev se da una última mirada en el espejo y observa su rebelde cabello seco atado en una coleta. Cree necesitar un corte de puntas, aunque no quiere. Las del salón nunca entienden lo que es «solo las puntas» y terminan cortándolo más de lo necesario. Lo odia.

Se acerca un poco más al espejo y se da cuenta de que una espinilla ha comenzado a crecer en la punta de su nariz. Genial. Justo cuando su cutis parecía mejorar. Toca la pequeña protuberancia y hace una mueca al ver que es dolorosa. Resoplando molesta, toma su mochila y la acomoda sobre su espalda para luego encaminarse a la puerta hacia su primer día de escuela en el primero año de bachillerato.

Solo espera que con Joel a su lado, este sea diferente.

***

—Era Evanelle el reno, que tenía la nariz... —La voz de su mejor amigo cantando aquella melodía navideña para burlarse de ella, la hace desviar la vista del partido de fútbol que se desarrolla frente a sus ojos.

—Ya, no digas más, sé que es horrible —murmura tapando su nariz con una mano. Joel ríe y Ev frunce el ceño al ver que las vacaciones le han sentado bien.

Parece que los frenillos han hecho su sonrisa más bonita, que su problema de acné ha disminuido notablemente y que ha ido al gimnasio; sus hombros se ven algo más anchos. Continúa siendo algo escuálido, tal y como ella, pero sigue siendo atractivo para sus ojos. Desvía la mirada cuando este pensamiento llega a ella.

Se siente atraída por él, lo ha hecho desde bastante tiempo atrás. No sabe cuándo fue que dejó de percibirlo como un amigo y comenzó a verlo como algo más. Un día apenas y notaba al chico alto, flacucho y desgarbado, demasiado tímido para su propio bien, y al siguiente no podía despegar sus ojos de él. Lo quiere en una manera más que amistosa, sin embargo planea morir con ese secreto sin revelar.

La única vez que planeó decírselo, confesarle lo mucho que pensaba en él y lo fuerte que latía su corazón cuando lo veía sonreír, ese mismo día él le dijo que había iniciado una relación con otra chica. Fue su primer novia. Su primer beso. Su primer amor. Y Evanelle había soñado, fantaseado más bien, con que todo eso pasara con ella; con que un día él despertara y se diera cuenta de que la quería a ella nada más.

—¿De qué te ríes? —cuestiona Joel. La morena sacude la cabeza tratando de despejar esos pensamientos y luego mira hacia el cielo. No notó que estaba sonriendo burlona hacia ella misma.

—Me acordé de un chiste —miente.

Él observa el perfil de su amiga y sonríe levemente al ver el pequeño granito que ha brotado en la punta de su nariz. La sonrisa se le desvanece poco a poco hasta que solo queda un fantasma de ella persistiendo en sus labios. Se pregunta cuándo será que se animará a confesarle los sentimientos que le profesa. ¿Cuándo va a ser que se atreverá a contarle que, cuando la tiene cerca, siente que puede volar?

La respuesta se reproduce en su cabeza una y otra vez: Nunca. Lo que menos quiere es echar a perder lo que tienen ahora. Si llega a confesarlo y ella lo rechaza, sabe que no podrá seguir igual. Le dolerá demasiado que ella marchite su esperanza; por eso prefiere quedarse callado y tener esa pequeña ilusión parpadeando en su interior.

—Creo que deberíamos entrar —dice ella. Parpadea un par de veces hacia él y ladea el rostro con una sonrisa extraña pintada en los labios. Joel, conociéndola tan bien como lo hace, sabe que está algo tensa. Lo ha estado cada vez más, incluso cuando están juntos.

¿Será que ya se dio cuenta de lo que siente por ella? No puede evitar preguntárselo en el interior.

—Pero todavía tenemos media hora libre —refunfuña él.

Evanelle ríe al ver la disensión de su amigo, causando así que sus ojos se achiquen y que el corazón de Joel se salte un latido. O eso es lo que siente él al verla reír así, tan libre. No le cabe en la cabeza cómo es que ella no se considera bonita, cuando para él lo es. Evanelle es la criatura más pura que le ha tocado contemplar en la vida. Brilla. Lo encandila. Lo seduce sin intentarlo. Lo tiene maravillado.

En un loco impulso que no sabe controlar, se acerca a ella y le barre un mechón de cabello de la mejilla. Evanelle da un pequeño respingo al sentir el contacto, pero no se aleja. Sus ojos se abren solo una fracción más con sorpresa... y Joel no retira la mano. En cambio separa sus dedos y los pasa en una suave caricia sobre la piel aterciopelada.

—Siempre he querido hacer esto —admite en un susurro. Acaricia con delicadeza aquella pálida piel y Evanelle pasa saliva con dificultad, sintiendo que el corazón se le saldrá del pecho en cualquier momento. Se dice que debe estar soñando, que aquello no le puede estar pasando a ella...

—¿Hacer qué? —cuestiona en voz baja. Aquellos ojos achocolatados bajan a sus labios y Ev los relame sin pensar dos veces en ello, sin darse cuenta de la inmensa tentación que le está presentando al castaño.

—Esto —murmura. Y entonces, en un segundo, Joel cierra la distancia que los separa y besa los labios de su mejor amiga, de la chica de la que ha estado enamorado por años, de su primer amor.

Es extraño para ella. En un principio siente estar como en un sueño. No puede ser real. La sensación de estar flotando, de estar volando muy alto, la tiene temblando entre los brazos de su mejor amigo. Espera la caída. Espera el golpe de la realidad. Espera...

—Perdón, no pude aguantar más —dice él separándose de sus labios solo un poco. Le sonríe y acuna su rostro entre ambas manos—. Quería hacerlo desde hace tanto tiempo...

—¿De verdad? —cuestiona ella esperanzada, rodeando las muñecas masculinas con sus delgados dedos. Él asiente y cierra los ojos pegando sus frentes juntas.

—Como por mil años. —Sonríe de nuevo al escuchar la risa femenina.

—Entonces somos dos —admite Evanelle.

Y se acerca para volver a besarlo.

***

—Siempre pensé que te gustaba Brenda —murmura ella.

Joel la estrecha aún más entre sus brazos al escucharla y suspira contra su cabello. ¿Cómo puede ser que nunca haya notado la manera en que la mira? Se siente tan obvio cada vez que está a su lado, le sorprende que ella no notara sus sentimientos desde mucho tiempo atrás.

—Siempre me has gustado tú. Siempre, Ev, solo que parecías a veces... Pensé que no me querías tú a mí —murmura riendo nervioso—. Por eso decidí darle una oportunidad a Clara cuando se me declaró.

Ella frunce el ceño al escucharlo.

—¿Siempre te he gustado? —cuestiona sin poder creerlo.

—Siempre, Evanelle.

La manera en que lo dice, hace que todas sus dudas se evaporen. Debió haber imaginado que sería así. Ambos comprendiéndose siempre, siendo incondicionales hacia el otro, ayudándose, alegrándose la vida mutuamente... No podía terminar de otra manera.

Se siente tonta al darse cuenta de ello. ¿Ese era el peculiar brillo en los ojos castaños de Joel cuando la miraba? ¿Amor?

Trata de recordar la primera vez que lo vio, pero no puede hacerlo. Han sido tantos años de amistad, tantos años pasando buenos momentos juntos, creando maravillosos recuerdos, por lo que no puede recordar un instante tan trivial en su vida adolescente.

¿Cómo iba a saber que llegaría a enamorarse de él?

Lo que no sabe es que Joel atesora con su vida ese segundo, cuando la vio entrar al aula con la cabeza gacha y ella elevó el rostro para perforarlo con esos inolvidables ojos violetas que lo flecharon de inmediato... Él sonríe.

Sabe que es solo el principio de su relación. Ahora sabe que si se hubiera atrevido a hablar antes, las cosas serían diferentes; pero no importa. Todo irá bien, eso siente, al igual que siempre lo ha sentido, desde el primer día.

Recuerda la sensación que le provocó aquella vez, la misma que le sigue produciendo día con día con su cercanía. La sensación de volar, de planear por las alturas... Y de no importarle la caída que vendrá a continuación.


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