Orgullo y prejuicio en el set

Por GisyRipoll14


I

La noticia tenía emocionado al medio artístico en Londres: tras el estreno de la película Persuasión, Netflix había anunciado una nueva adaptación a la gran pantalla del clásico Orgullo y Prejuicio, la obra más célebre de Jane Austen. El elenco sería británico, y las grabaciones debían comenzar ese otoño con el objetivo de que la película se estrenara en 2024. Tras una Persuasión polémica y transgresora, los productores buscaban brindarle al exigente público una versión más apegada a la novela y a la estética de Austen.

El entusiasmo general se había elevado cada vez más, luego de conocer que el conocido actor, Brandon Keats, era el seleccionado para darle vida a Fitzwilliam Darcy. Un gran peso caía sobre sus hombros, ya que probablemente Darcy fuese uno de los personajes más queridos de la literatura. Si bien Keats era un hombre atractivo y seductor, su experiencia se hallaba en las películas de acción y de suspenso, no en la ficción histórica. Su elección había sido un tanto sorpresiva, pero el público lo apoyaba. Por otra parte, su contraparte femenina no había sido elegida aún, así que con el objetivo de hallar a una encantadora señorita Bennet, se estaba realizando un riguroso casting que aún no terminaba.

Wendy Porter se enorgullecía de ser una actriz de teatro y de pertenecer a una compañía dirigida por su padre. Wallace Porter era un hombre de setenta años quien, tras dedicarle toda su vida a las tablas, estaba atravesando por una crisis económica que ensombrecía el futuro de su compañía. Sin embargo, por su experiencia en los grandes clásicos, resultó convocado como asesor del casting para Elizabeth Bennet.

—Aún no hemos hallado a la indicada —comentó el hombre aquella noche frente a su familia durante la cena—. Y el tiempo se agota. Ninguna ha logrado convencernos, y las que han estado más próximas a ello, tienen pésima química con Keats.

—¿No será Keats el del problema? —preguntó su esposa.

—Es un buen tipo, algo egocéntrico, pero es buen actor.

—Jamás lo hubiese pensado como un Darcy —comentó Wendy, quien no se dejaba seducir por su encanto, a pesar de no haberlo conocido nunca—. He visto algunas de sus películas y son más de lo mismo. La tendrá difícil. Intentar igualar a Colin Firth o Matthew Macfadyen es todo un reto.

Sus padres concordaron, pero Wallace era más optimista. Acto seguido le comentó a su hija que al día siguiente su amiga Caroline tendría una prueba con Keats. Tras haber pasado las primeras rondas, querían ver qué tal funcionaba con él.

—¿Sabes quién hubiese sido una excelente Elizabeth? —le preguntó de pronto—. ¡Tú!

—Estás delirando, papá. —Rio la aludida, ignorando a su mamá, quien también había apoyado la idea—. Déjame donde estoy, así soy feliz.

Su padre no insistió más, sabía que Wendy tenía sus recelos acerca de la televisión y el cine y que prefería estar refugiada en las tablas. Su hija, en cambio, le pidió que al menos le permitiera acompañarlo al casting al día siguiente. Quería brindarle su apoyo moral a Caroline y darle la sorpresa, pues, deseaba, desde el fondo de su corazón, que le dieran el papel a ella.

II

Caroline estaba sentada en una mesa, con el guion en las manos, aguardando por Keats. Del otro lado de la mesa se hallaba Michelle, la directora de casting, así como Wallace, el director del filme, y par de asistentes. Wendy se encontraba al fondo del salón, sentada en una silla a cierta distancia para no incomodar.

Unos minutos después, apareció la alta figura de Brandon Keats: un hombre imponente de unos treinta años, de cabello castaño, ojos azules y una expresión seria. Aunque lo había visto algunas veces en la pantalla y en los tabloides, debía reconocer que era atractivo y que quizás no fuese una mala elección. El recién llegado no se percató de su presencia, ya que sus ojos se centraron en Caroline. A pesar de la distancia, Wendy advirtió cómo fruncía el ceño al mirarla. ¿Acaso se conocían?

—Ella es Caroline Smith, la actriz que hará contigo la prueba... —apuntó Michelle.

Los ojos de Keats miraron con dureza a su compañera, pero terminó asintiendo y se dejó caer en el asiento contiguo.

—Bien —prosiguió Michelle—, yo voy a leer los parlamentos de la señorita Bingley, y ustedes, por favor, sigan la conversación. Espero que conozcan sus líneas. —Caroline y Brandon asintieron—. Empieza en la página cinco, Brandon.

El actor se aclaró la garganta, releyó las líneas y luego apartó el guion para comenzar a hablar con un tono calmado y bien timbrado que a Wendy le pareció correcto para su personaje.

Disto mucho de tu observación, estimado Bingley, acerca de las damas en general. De todas las que he conocido solo creo haber hallado a una media docena que sean realmente perfectas.

Entonces debe ser que su concepto de mujer perfecta es muy exigente —habló Caroline al fin.

Sí, es muy exigente —respondió el actor mirándola con desagrado.

Michelle iba a continuar con su parlamento, cuando Brandon Keats se paró de su asiento como impulsado por un resorte.

—Lo siento, con ella no me siento cómodo. No sirve para el papel —añadió antes de dar media vuelta y alejarse del salón dejando a todos desconcertados. Ni tan siquiera con las anteriores actrices había sido tan odioso.

Caroline se llevó las manos al rostro y soltó un sollozo. Wendy, quien había observado todo desde la distancia, se sintió mal por ella en el acto. Debatiéndose entre ir a consolarla o darle su merecido a aquel engreído, se decantó por lo segundo. Sin pensarlo dos veces, lo siguió hasta su camerino y lo encontró justo antes de entrar, acorralándolo en el pasillo.

Wendy era mucho más baja de estatura que él, pero tenía un rostro ovalado muy bonito, una figura bien torneada y una cabellera oscura que destacaba. Brandon se quedó mirándola por un momento, confundido...

—¿Qué sucede? —lo retó ella—. ¿No estás de humor para continuar con la prueba? Nunca creí que serías una persona tan arrogante al punto de dejar a una compañera con la mitad de su parlamento por decir. Para ti puede que sea un empleo más, pero para Caroline es importante. Tú no decides en esto, ¡déjala hacer su trabajo!

Wendy sintió que el corredor se volvía cada vez más estrecho. Cuando terminó de hablar, los ojos oceánicos de Brandon estaban posados sobre ella y una sonrisa sarcástica se dibujó en su rostro.

—¿Quién te has creído que eres para hablarme así? —inquirió airado.

—Una amiga de Caroline, que sabe reconocer su talento —respondió—. Al menos se merecía una oportunidad, pero eres tan poco profesional que...

Brandon, molesto, dio un paso hacia Wendy y ella retrocedió. El actor la retuvo contra la pared apoyando sus palmas en el panel de madera a cada lado de su rostro. Estaba tan cerca que, si no hubiese sido una situación tan tensa, Wendy hubiese pensado que intentaba robarle un beso.

—Podrá ser la mejor Elizabeth Bennet del mundo, pero ya dije que con ella no trabajo y punto —respondió con decisión.

Wendy se quedó sosteniéndole la mirada, irritada, e iba a replicar cuando el director y Michelle los interrumpieron, asombrados ante la escena. ¡Estaban tan próximos que por un momento pensaron que tenían algún tipo de relación! Sin embargo, al advertir que Brandon se apartaba de la joven y cerraba la puerta de su camerino, comprendieron que tal vez no fuera así.

Michelle conocía a Wendy desde hacía mucho tiempo y le propuso que leyera las líneas de Darcy con Caroline, con el objetivo de que pudiese completar su prueba. Lo más seguro es que, luego de la pésima situación, no la escogieran, pero al menos la producción estaba intentando actuar de manera profesional con ella.

III

Caroline no había querido decir ni una palabra. Wendy la había llevado a un Starbucks en New Oxford Street, esperando a que se relajara un poco. Quería respetar su silencio, pero lo sucedido le había parecido demasiado extraño.

—Es un arrogante. ¡Qué comportamiento tan absurdo!

—Debí haberlo imaginado —lloriqueó Caroline.

—Espera un momento —la interrumpió Wendy sorprendida—. ¿Se conocen de antes?

—¿Recuerdas que te comenté que estuve una vez a punto de casarme?

—Sí.

—Fue antes que nos conociéramos. Pues bien, Brandon Keats es el mejor amigo de mi exprometido.

—¡No lo puedo creer! ¡Parece una actitud de niños! —exclamó Wendy—. Además, es muy poco profesional de su parte.

—Yo también lo creo. Lo peor es que por su culpa Justin perdió un papel muy importante en una de sus películas. Debí suponer que conmigo pasaría lo mismo. Sin embargo, algo dentro de mí deseaba que fuese diferente.

Wendy conocía al actual novio de Caroline, Justin. Él también era actor. Sabía que, tras enamorarse de él en una filmación, la joven había terminado con su compromiso con Nick Porter a poco tiempo de llegar al altar. De cualquier forma, creía que la actitud de Brandon Keats seguía siendo inmadura y ególatra.

El teléfono de Wendy vibró sobre la mesa: era su padre. La joven tomó la llamada y, a medida que lo escuchaba, su rostro fue mostrando gran sorpresa. Caroline no pudo evitar escuchar par de frases, por lo que, cuando su amiga colgó, ya imaginaba sobre qué había versado la plática.

—Te quieren a ti, ¿cierto?

—Lo siento —le dijo Wendy mientras tomaba la mano de su amiga por encima de la mesa—. El director me vio cuando confronté a Keats y dice que tengo química con él. ¡Qué estupidez! —Rio con amargura—. También dijeron que les había gustado leyendo los diálogos y que... Oh, Caroline, no te preocupes. ¡No pienso volver!

—Serías una tonta si no lo hicieras...

—Sabes que mi mundo es el teatro. Además, no podría hacerte algo como esto. Fui a apoyarte, no a robarme tu puesto. ¡Eres muy talentosa y el trabajo es tuyo!

—Te lo agradezco, pero estás equivocada. El papel no es mío —le recordó con tristeza—, solo era una prueba. Sé que no tengo oportunidad alguna, así que prefiero que sea una amiga mía quien la tenga. ¡No dejes de tomarla, Wendy! Al menos inténtalo. Estamos hablando de Jane Austen. ¡Es una gran película! Y si te lo dieran, estarías inspirando a nuevas generaciones, a leer los clásicos y a sumergirse en un mundo maravilloso... ¿Qué te detiene?

—Odio a Keats —le recordó—. ¿Qué te hace pensar que a mí no me rechazará también?

—Olvídate de Keats. ¡No te niegues esta oportunidad! ¡Inténtalo!

Wendy lo pensó por unos segundos y finalmente asintió. Tomó su teléfono y llamó a su padre: volvería para hacer la prueba. ¡Lucharía por ser Elizabeth Bennet!

IV

Todavía no podía creer que hubiese sido seleccionada. Tras un par de pruebas, el papel era suyo. Todo en la producción la tenían fascinada: el vestuario, las locaciones, las coreografías que habían tenido que aprender durante días... Por fortuna, las primeras semanas de rodaje las había compartido con los miembros de la familia Bennet. Eran muy agradables y excelentes actores: tanto quienes fungían como sus padres como sus hermanas. El papel de Jane lo había asumido Felicity Graham, una actriz muy talentosa que de inmediato se volvió su amiga.

Durante los días en los que estuvieron grabando el período de convalecencia de Jane en Netherfield, la actriz le preguntó por sus escenas con Keats. El actor mantenía relaciones estrechas con el elenco, pero era notorio que Wendy no formaba parte de aquel círculo íntimo.

—¿Se llevan mal? —le preguntó cuando tuvieron más confianza.

—Es buen actor y lo respeto, pero la verdad es que no me simpatiza mucho. Creo que es recíproco —confesó Wendy mientras compartían una mañana al aire libre, fuera del set.

—¿Estás segura? Yo sé que todos lo dicen, pero el otro día, luego de que terminaran la última toma del baile, lo descubrí mirándote... ¿Es posible que el romance esté en el aire?

Wendy rio tan alto y con tanta fuerza, que temió que fuese a romperse las costillas. Le parecía en extremo difícil que aquello sucediera, así que dio por terminada la conversación.

Esa tarde grababan una escena en Netherfield entre Elizabeth, Darcy, y los hermanos Bingley. Era la segunda toma. Wendy, quien estaba ataviada con un vestido en tonos claros, descubrió que, en efecto, la mirada de Brandon estaba sobre ella. Se sintió incómoda en el acto, aunque imaginó que tal vez se estuviese concentrando. Cuando el director dio la voz, cada uno se centró en lo que le correspondía decir.

—Estoy plenamente convencida de que el señor Darcy no tiene defectos. Él mismo lo reconoce claramente —añadió Wendy mirando con ironía al aludido. Por un momento, Brandon tomó la sutil crítica para sí mismo y las palabras de Darcy le sirvieron para defenderse.

No he pretendido decir eso. Tengo muchos defectos —aseguró—, pero no tienen que ver con la inteligencia. De mi carácter no me atrevo a responder; soy demasiado intransigente. No puedo olvidar tan pronto como debería las insensateces y los vicios ajenos ni las ofensas que contra mí se hacen. Mis sentimientos se borran por muchos esfuerzos que se hagan para cambiarlos. Quizás se me pueda acusar de rencoroso. Cuando pierdo la buena opinión que tengo sobre alguien, es para siempre.

Wendy no pudo evitar recordar por un instante a su amiga Caroline.

Ese es realmente un defecto —replicó—. El rencor implacable es verdaderamente una sombra en el carácter. Pero ha elegido usted muy bien su defecto. No puedo reírme de él. Por mi parte, está usted a salvo.

Creo que en todo individuo hay cierta tendencia a determinado mal, a un defecto innato, que ni siquiera la mejor educación puede vencer.

Y ese defecto es la propensión a odiar a todo el mundo —recalcó ella.

Y el suyo —respondió él con una sonrisa—, es el interpretar mal a todo el mundo intencionadamente.

Cuando terminaron de grabar, Brandon se le acercó. Por lo general evitaban las conversaciones privadas, así que su presencia le sorprendió un poco.

—Quería felicitarte —dijo él con las mejillas encendidas y la voz ronca—. Has estado magnífica. Yo... —se sintió estúpido ante su poca elocuencia—. Quería disculparme por la manera en la que nos conocimos. Creo que eres la mejor elección para interpretar a Elizabeth.

Se había quedo realmente sin palabras.

—Gracias —contestó al fin.

—¿Es tu primera película?

—Sí, mi mundo es el teatro, pero está siendo una excelente oportunidad para mí.

—Para mí también. Estaba algo encasillado. Trabajé mucho para obtener este puesto.

—Pensé que te lo habrían regalado —bromeó ella.

—Pues no. En realidad, yo era la segunda opción.

—Eres un buen actor —reconoció ella.

—¡Vaya! —exclamó Brandon mientras la acompañaba a su camerino—. Es el primer elogio que te escucho decir.

Wendy no pudo evitarlo y se ruborizó por completo.

—No te acostumbres —le contestó—. En realidad, todavía me caes mal —añadió con una sonrisa antes de cerrar la puerta en sus narices.

Brandon se echó a reír, pero no sabía si era una broma o Wendy lo decía en serio.

V

La producción se había trasladado para grabar las escenas en la espléndida mansión de Lady Catherine de Bourgh y en la casa del señor Collins. Tras unos días de armonía y acercamiento entre los actores protagonistas, las cosas se habían torcido cuando Wendy se negó a salir con Brandon una tarde a por unas copas.

Se habían quedado solos, y la invitación partió de manera natural. Wendy lo pensó por unos instantes, pero luego lo rechazó con cordialidad. Cuando Brandon insistió, la joven —como su personaje—, le había dicho abiertamente que no podía salir con alguien que le había hecho daño a su amiga y al novio de esta. Brandon se sintió ofendido y, tras ese momento, no le había vuelto a hablar.

Para colmo de males estaban a punto de rodar una escena desgarradora. Probablemente, fuese el momento cumbre de la novela: la declaración de Darcy. Dieron la voz, y Wendy se levantó de su asiento cuando un enardecido Brandon hizo entrada. Su mirada inquietante la dejó paralizada, como si aquellas palabras fuesen en verdad para ella. Saliéndose un poco del guion, le tomó ambas manos y la miró a los ojos antes de expresarle con vehemencia:

He luchado en vano. Ya no puedo más. Soy incapaz de contener mis sentimientos. Permítame que le diga que la admiro y la amo apasionadamente.

El director no mandó a cortar, la secuencia seguía. Wendy soltó sus manos y se dio la espalda. Tras caminar brevemente por la estancia, lo encaró sin titubeos:

En estos casos creo que se acostumbra a expresar cierto agradecimiento por los sentimientos manifestados, aunque no puedan ser igualmente correspondidos. Es natural que sienta esta obligación, y si yo sintiese gratitud, le daría las gracias. Pero no puedo; nunca he ambicionado su consideración, y usted me la ha otorgado muy en contra de su voluntad. Siento haber hecho daño a alguien, pero ha sido inconscientemente, y espero que ese daño dure poco tiempo. Los mismos sentimientos que, según dice, le impidieron darme a conocer sus intenciones durante tanto tiempo, vencerán sin dificultad ese sufrimiento.

La escena salió a la primera. Todo el equipo aplaudió cuando terminaron, pero Wendy y Brandon tenían sentimientos encontrados. Estaban exhaustos, exasperados, como mismo debieron haberse sentido Elizabeth y Darcy en una situación como esa.

Wendy salió directo a su camerino, moría por cambiarse de ropa y tomar algo. Sin embargo, Brandon la interceptó a mitad de camino.

—Caroline le fue infiel a mi mejor amigo —le confesó—. Con Justin. Discúlpame si soy poco profesional al no querer trabajar con ellos. Nick se sintió muy humillado. Justin también era su amigo y lo descubrió de la peor manera. El día que los encontró en la cama estaba tan alterado que tuvo un accidente. No creo que seas una amiga tan antigua de Caroline o estarías enterada de estos detalles. Nick y yo nos criamos como hermanos. Estuve a su lado los meses que requirió de fisioterapia para volver a caminar y recuperar su carrera. Y en cuanto a Justin, no vale nada y Caroline no tardará en darse cuenta.

Dicho esto, se marchó. Wendy quedó muy sorprendida con sus palabras, pero no respondió. Como si de un ejercicio de clarividencia se tratase, Caroline la llamó esa tarde, llorando, y le confesó que Justin la estaba engañando y que se separaron. La joven no pudo más y le preguntó por las circunstancias en las que se había roto su anterior relación. Caroline, aunque sorprendida, le terminó confesando la verdad. Wendy quedó consternada al comprender que Brandon había sido sincero con ella y que Caroline no era una amiga tan cercana como ella creía.

VI

Pese a saber la verdad, Wendy consideró que era mejor no involucrarse con él. Las grabaciones avanzaban, y pronto se trasladaron a un nuevo sitio para continuar con el rodaje: Pemberley. No podía controlar los deseos de descubrir el lugar elegido para grabar aquellas escenas. Como si de la propia Lizzie se tratase, Wendy quedó sin habla cuando bajó del auto y descubrió la extraordinaria mansión que se alzaba en una propiedad privada de Surrey.

—Dios mío, ¡es perfecta! —exclamó.

—Vaya que su familia tiene dinero —comentó Felicity echándole una ojeada.

—¿A qué te refieres?

—¿Qué? ¿No lo sabías? ¡En qué mundo vives, Wen! —le reprochó su más reciente amiga—. Esta es la casa de la familia Acton, los abuelos maternos de Keats. Lord Acton ha preservado esta casa durante generaciones. Se dice que el director terminó decantándose por Keats no solo por su talento sino porque, con el contrato, tendría garantizado grabar aquí gratuitamente.

Wendy se estremeció. ¡Era propiedad de su familia! El interior estaba muy bien conservado, brindándole al visitante el esperado viaje al pasado. Los miembros de ambientación y utilería, en cambio, verificaban que no hubiese ni un solo detalle que rompiese la atmósfera.

Wendy recorrió el piso inferior de la casa. Tras una puerta entreabierta, descubrió a Brandon sentado en la biblioteca con el guion en las manos. Ella se quedó mirándolo en silencio por algunos segundos, hasta que la voz de Brandon la tomó desprevenida:

—Sabes que puedo verte con mi visión periférica, ¿cierto?

Wendy sintió que los colores llegaban a su rostro. Sin pensarlo dos veces se dio la vuelta para intentar marcharse, pero Brandon la detuvo.

—Hola —le dijo con una sonrisa—. Lo siento, no quise descubrirte.

—Yo lo lamento —repuso ella aún ruborizada—. Quise saludarte, pero te veías tan absorto que no deseaba interrumpirte.

—Leía nuestra próxima escena, una muy parecida a esta, donde yo te descubro en Pemberley y te saludo luego de tu frío rechazo... Me las ingenio para ser cortés y demostrarte que no soy una persona arrogante, como una vez me llamaste. Oh, cierto, no fue Elizabeth quien me llamó así, fue Wendy... —bromeó.

Ella continuaba sumamente sonrojada.

—Lo siento, no debí haberte llamado así —reconoció—. Tu actitud no fue la correcta, pero comprendo tus motivos. Hablé con Caroline y me contó toda la verdad. Estabas en lo cierto cuando dijiste que no soy una amiga antigua, pues de algunas cosas no estaba enterada. De cualquier forma, no me corresponde juzgarla.

—Tienes razón. Sin embargo, no hablemos más de ella. ¿Quieres dar un paseo por la casa esta noche luego que terminemos de rodar?

—Sí, me gustaría. Es una casa muy bonita.

—¿Una cita entonces? —Ella se rio ante sus palabras y no contestó.

Brandon la dejó marchar con una sonrisa, esperando que, en lo adelante, todo entre ellos estuviese bien.

VII

Wendy estaba convencida de haber juzgado mal a Brandon. Como Darcy, él era un hombre bueno tras aquella coraza de arrogancia que aparentaba. Lo cierto es que, a medida que avanzaban en las grabaciones, estaban más cerca el uno del otro. Habían tenido dos citas maravillosas tras bambalinas. Le había sorprendido mucho la profundidad de pensamiento de Keats, y lo mucho que le gustaba hablar. Sobre su vida conocía ya casi todo, y la propia Wendy le había confiado también algunas cuestiones íntimas que quizás no hubiese compartido con nadie más: como su temor a las cámaras, los problemas financieros que enfrentaba su compañía, y el miedo que le tenía al público.

Sin embargo, su buena opinión sobre él se desvaneció una tarde cuando escuchó una conversación entre Brandon y el director. Harris, con una mano sobre su brazo, lo felicitaba, complacido, de que hubiese seguido su consejo de "acercarse a Wendy en un plano más íntimo. Un romance fuera de la pantalla era el mejor marketing". La joven no pudo seguir escuchando, pues se sintió estúpida. ¿Acaso aquel acercamiento se debía a una estrategia de publicidad? El estómago lo tenía por completo revuelto, así que se alejó.

Esa tarde, cuando Brandon la procuró al finalizar las grabaciones, ella lo rehuyó. Al preguntarle lo que le sucedía, la actriz no dudó en mirarlo a los ojos y confrontarlo:

—No conozco mucho de cine —le dijo—, pero sí de ética. Tus razones para acercarte a mí son tan cuestionables y horrendas que siento lástima de la persona en la que te has convertido. Si ese es el precio de la fama, no lo quiero.

Brandon la observó perplejo, sin saber a qué se debía aquel arranque suyo.

—Te escuché hablando con Wallace —le explicó ella antes de alejarse.

Brandon la retuvo por el brazo y la obligó a mirarlo.

—Si hubieses escuchado lo suficiente, sabrías que mandé al director a la mierda. Es cierto que me lo propuso, pero no me he acercado a ti por publicidad. Pensé que me conocías mejor, Wendy. En todas estas semanas que hemos pasado juntos, ¿es esa la impresión que te llevas de mí?

La pregunta quedó flotando en el aire y la joven no contestó. Brandon finalmente se retiró, decepcionado.

Wendy estaba de pésimo humor cuando llegó a casa, pero la sonrisa de su padre le llamó mucho la atención. Se acercó a él, esperando conocer los motivos de su alegría, y fue entonces que él le confesó la buena noticia: tenían el dinero ya para montar su nueva obra, y un poco más para sacar a la compañía adelante. Wendy no podía creerlo, se abrazó a él, feliz, y le preguntó sin cesar de dónde había salido aquella suma tan extraordinaria.

—Prometí que no te lo diría, ya que él no quiere que lo sepas por ahora. Sin embargo, teniendo en cuenta que será nuestro nuevo socio y que incluso participará como actor en la nueva obra, no veo razón suficiente para ocultártelo.

Wendy se sintió un poco incómoda. Tenía un presentimiento.

—¿De quién estás hablando, papá?

—De Brandon Keats —contestó—. Estaba enterado de nuestros problemas financieros y me ha hecho una magnífica propuesta.

—Tengo miedo de los objetivos que persiga con todo esto —confesó ella—. ¿Sabes que el director le pidió que se acercara a mí para tener mayor publicidad?

Su padre frunció el ceño.

—No me extraña, pues Harris acostumbra a hacer estas cosas. Sin embargo, no creo que Brandon esté haciendo esto por el director. La primera vez que me lo presentaron me sorprendió hablándome muy bien de nuestra compañía. En par de ocasiones fue a ver nuestras puestas. De hecho, fue él quien te recomendó con el director luego de aquel encuentro que tuvieron. Te reconoció de tu papel de Julieta en nuestra última temporada y creyó que tenías las condiciones para hacer de Elizabeth.

—Pensé que fueron la directora de casting y Harris los de la idea —añadió confundida.

—Eso te dije, es verdad, porque ellos enseguida estuvieron de acuerdo, pero fue Brandon Keats quien te quiso desde un primer momento. Creo que lo estás juzgando mal, querida.

Wendy asintió. Para rematar, Caroline la llamó esa noche para contarle, entusiasmada, que tenía una oportunidad magnífica en una película sobre la Segunda Guerra Mundial. Fue el representante de Brandon quien la llamó, creyendo que ella haría bien el papel. Y aunque aún debía pasar por la prueba, Caroline le agradecía aquel gesto de buena voluntad.

VIII

No había tenido oportunidad de disculparse con él y la tensión podía sentirse en el aire. Se hallaban en el prado, a punto de rodar una de las escenas más hermosas del libro. El director dio la orden. Wendy y Brandon comenzaron a andar por el camino uno al lado del otro.

Señor Darcy, soy una criatura muy egoísta que no me preocupo más que de mis propios sentimientos, sin pensar que quizás lastimaría a los suyos. Pero ya no puedo pasar más tiempo sin darle las gracias por su bondad para con mi pobre hermana. Desde que lo supe he estado ansiando manifestarle mi gratitud. Si mi familia lo supiera, ellos también lo habrían hecho.

Si quiere darme las gracias, hágalo en su propio nombre. No negaré que el deseo de tranquilizarla se sumó a las otras razones que me impulsaron a hacer lo que hice, pero su familia no me debe nada. Les tengo un gran respeto, pero no pensé más que en usted. —Brandon hizo una pausa y la miró a los ojos—. Es usted demasiado generosa para burlarse de mí. Si sus sentimientos son aún los mismos que en el pasado abril, dígamelo de una vez. Mi cariño y mis deseos no han cambiado, pero una sola palabra suya bastará para silenciarme para siempre...

Wendy se ruborizó de verdad.

Mis sentimientos han cambiado por completo —afirmó—, y son los mismos que los suyos...

Brandon se acercó y acarició su mejilla por un instante, con adoración. El guion había previsto un primer beso entre ellos. Sin embargo, cuando el actor se inclinó sobre sus labios, ella se separó.

—¡Corten! —gritó el director—. ¿Qué diablos está sucediendo? ¡Estaba estupendo!

—Lo siento, necesito un momento... —Wendy se alejó un poco y se refugió tras un abedul. Brandon la siguió.

—¿Te sientes bien? —inquirió preocupado.

—Sí, yo... —La voz le temblaba un poco—. Mi padre me ha dicho que quieres entrar de socio a la compañía y actuar en la próxima temporada.

Brandon se agitó el cabello con la mano.

—Diablos, le pedí que no te dijera nada por ahora... No quería que nuestra relación se afectara aún más de lo que ya está si te enterabas.

—Me alegra que me lo haya dicho —contestó ella—. Gracias a eso sé que me he equivocado contigo varias veces. Eres una buena persona. Te agradezco también por recomendarme para el papel...

—Te vi actuando hace un año, me pareciste fabulosa —respondió—. Creo en la compañía y pienso que, con un poco más de publicidad y montando nuevas cosas, se podrá salir adelante. Sin embargo, mentiría si dijera que no estoy haciendo esto por ti... —No pudo evitar sonreír—. Me has hechizado en cuerpo y alma, Wendy, pero si tus sentimientos por mí son los mismos que hace unos meses, por favor, dímelo. Una palabra tuya bastará para que me concentre solo en los negocios y no vuelva a exponerte mi corazón como ahora.

Ella, totalmente ruborizada, sonrió un instante.

—¿Sabes por qué me detuve hace un momento en el rodaje?

—No —reconoció.

—Me parecía horrible que el primer beso que nos diéramos fuera delante de una cámara y rodeados de extraños, fingiendo ser otras personas. No quiero besar a Darcy, quiero besarte a ti.

Brandon exhaló el aire que estaba conteniendo, lleno de felicidad, y la sostuvo entre tus brazos. Wendy se estremeció en ellos, y levantó el mentón para mirarlo.

—Mis sentimientos ya no son los mismos, Brandon.

Él se inclinó sobre ella y la besó lleno de ternura. Wendy lo correspondió de inmediato, temblando junto a él, convencidos de que la magia de Jane Austen los había seducido por completo, regalándoles un amor que, sobre todas las cosas, trascendería más allá de la pantalla. 

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