Descubriendo la galaxia (extra)
Por: Dalianegrawtp
Extra de: "Descubriendo la galaxia". Contiene spoiler. Puedes leer la historia en el enlace externo.
*
Will solía no preocuparse por su cumpleaños, pues le parecía algo banal al igual que muchas otras cosas. Para él, un cumpleaños, era como el ver pasar una hora más, así que era tedioso. Sin embargo, su madre, como siempre, se emocionaba por un año más de vida de su hijo.
Él sabía que se emocionaba y llevaba unos días preguntándole sobre qué regalo quería, pero se limitaba a responderle que le daba igual. En su mente sabía que para esa fecha no iba a estar, sabía que, para esa fecha, todas las cosas ya estarían ocurridas y no le preocupaba demasiado. Las probabilidades le habían dado los posibles escenarios de lo que iba a ocurrir y, al ver que un gran por ciento significaba decirle adiós a algunas cosas, simplemente decidió aceptarlo. No tenía muchas cosas a las cuales decirle adiós que le pudieran dificultar las cosas, pero cuando vio aparecer al pelinegro en la esquina, pensó que tal vez sí había algo.
Soltó un suspiro y lo vio caminando con sus amigos de siempre y con Liam. Pensaba que, para algunas personas, el fingir ser ovejas, cuando en realidad eran lobos, les era demasiado sencillo. Había conocido a muchas personas en su vida, algunas demasiado peligrosas a las que, un niño normal, jamás habría sobrevivido, pero nadie era como Liam. Lo vio riendo con Billy como si nada, como si no lo estuviera llevando a un barranco donde pensaba empujarlo sin más y sin darle importancia al hecho de que, en el fondo, no había nada más que la muerte misma.
No quiso mirarlo, pero el quitarle la mirada a Billy le era un tanto complicado a veces. Siempre estaba con ese rostro de: soy guapo, lo sé, las mujeres se calientan...
Era un presumido, pero le gustaba.
Hace un tiempo había dejado de importarle el hecho de que era un chico igual que él, no recordaba el día exacto, pero solo se despertó pensando en él. Lo vio pasar su mano por su cabello pelinegro rizado y un poco largo. Reía y sus ojos azules, a pesar de la distancia, se veían brillosos. Entonces, todos se separaron. No pudo evitar no cruzar miradas con Liam que, al ver que Billy le daba la espalda, mostraba un rostro serio y cero amigable. Se veía como lo que realmente era, un traidor que había metido a Billy en demasiados problemas por tener una obsesión con él y querer convertirse en su salvador. Will desvió la mirada pensando en qué era un idiota. Lo podía leer con demasiada facilidad. Entonces, Billy se cruzó en su camino y se centró en él.
—¿Qué haces aquí sentado tan solito? —preguntó.
Sintió que se perdía en su mirada azul e intensa. Luego, bajo la mirada por unos segundos para responder:
—Solo pasaba por aquí.
—¿Solo pasabas a una cuadra de mi casa? —preguntó divertido mientras sonreía—. Se me hace que querías verme, no que solo ibas pasando.
No obtuvo respuesta y volvió a sonreír mientras observaba a Will jugar con sus manos.
—Ven, vamos a casa y luego vamos a jugar con la pelota un poco.
Lo tomó de la mano y Will quedó viendo cómo sus dedos se entrelazaban.
—¿Otra vez jugar a la pelota? ¿No te cansas?
—Claro que no, es mi deporte favorito. Por algo soy el número uno en el equipo. Ah, y también en matemáticas —agrego mirándolo sobre su hombro.
—¿Si no pudieras jugar fútbol que otro deporte elegirías?
—Voleibol —respondió seguro —. Y, ¿tú?
—Ninguno, es una pérdida de tiempo.
—Claro, olvidaba que a ti nada te gusta, todo te estresa y todo lo odias.
Cuando llegaron a su casa. La madre y hermana de Billy los saludaron.
Billy y su madre se quedaron hablando un poco, pero Will se quedó hablando con su hermana. La vio decaída y triste. Estaba enferma y las quimioterapias no ayudaban mucho, pero pensó en que, en unos días más, tendría la solución a sus problemas. Le acaricio el cabello y observó sus ojos azules casi apagados. Era idéntica a Billy, así que le daba lástima el verla solo sentada cuando, en otras ocasiones, lo sacaba de quicio.
—Tengo algo que mostrarte. Lo compré ayer —le contó Billy mientras lo hacía caminar hacia las escaleras.
Al saber que iban a su habitación, se puso nervioso. Su corazón, de forma inmediata y sin darle tiempo de nada, se aceleró. Habían hecho muchas cosas en la habitación el pelinegro, así que le daba miedo el estar solo con él porque era capaz de nublar su sentido con un simple beso. Quiso aferrarse a la baranda de la escalera para no subir, pero no tuvo tiempo de nada.
Cuando entraron, vio su habitación patas arriba igual que siempre. A veces no sabía si dormía una persona o un cerdo porque era idéntico a un chiquero.
Lo vio quitarse la polera para cambiarse de ropa y desvió la mirada nervioso. Intentó pensar en algún versículo de la biblia, mas no se sabía ninguno y, el rezar el padre nuestro una y otra vez, no funcionaba porque solo pensaba en cómo se sentía tocar su cuerpo y en cómo se sentía él cuando Billy lo tocaba o lo besaba. Aclaró su garganta y se quedó viendo la pared como si fuera la cosa más interesante. Intentó contar en ruso, alemán y chino, pero sus palabras se terminaban enredando para solo formar el nombre de Billy. Decidió recordar el código binario, pero tampoco funcionaba. Sintió su rostro caliente cuando se dio cuenta de que su mente estaba imaginando cosas sucias y formó puños rogando que Billy no se diera cuenta, mas no era así.
Tal vez Billy aparentaba no hacerlo, pero siempre se daba cuenta de sus reacciones. Lo quedó mirando unos segundos mientras se colocaba una polera limpia y vio su rostro rojo. Se veía dulce y tierno, como siempre, y dio un par de pasos para tomar lo que le iba a mostrar.
No era algo de otro mundo, pero era un gran póster de sus películas de Marvel. Salían los cinco originales de las películas de Los Vengadores. Will lo examinó por unos segundos, pero retrocedió un paso porque el pelinegro estaba demasiado cerca.
—Está genial, ¿verdad?
—Sí —respondió.
Vio la pared detrás de Will y solo tomó el cartel con sus dos manos para avanzar y lo sostuvo contra la pared a la vez que la espalda de Will choco con ella.
—Había pensado en ponerlo aquí, así para entrar y verlo de inmediato.
Bajó la mirada para verlo con los ojos pegados en el suelo. Era más bajo que él, así que podía esconder su mirada muy bien. Entonces, con el único fin de ponerlo más nervioso, le susurró en su oíd:
—¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan rígido? Estás casi como un pequeño cubito de hielo, ¿no quieres que te caliente?
Lo escuchó soltar una respiración entrecortada y lo quedó observando un poco. Pudo ver su piel erizarse. Y acercó sus labios a su mejilla para dejar un beso. Lo vio cerrar sus ojos y alejo el cartel con una mano para dejarlo en el suelo porque, a pesar de que le había costado dinero, ahora mismo le daba igual. Rodeó su cintura con una mano para, con la que estaba libre, acariciar su mejilla. Alejó algunos mechones rubios de su rostro y volvió a dejar otro beso en su mejilla.
Lo observó un poco y vio cómo Will solo estaba esperando que lo bese. Aunque, al verlo de aquella manera, con sus mejillas rojas y dulce, no pensó en solo besarlo, sino que en hacerle muchas otras cosas más que sabía que le iban a quitar un puesto al lado del todopoderoso.
Will pensó que el tiempo se volvía eterno. Sintió su respiración en su mejilla y eso lo llenó de nerviosismo. Su corazón estaba el límite y fue cuando sintió sus labios, pero solo fue un pequeño toque y lo noto alejarse. Abrió sus ojos con tristeza y Billy pudo sentirla más que bien.
—¿No quieres besarme más? —preguntó en un susurro.
Vio al pelinegro soltar una pequeña sonrisa que le erizo la piel porque su mirada le quemaba. Esos ojos azules estaban cargados de perversidad y la podía sentir sin problema alguno.
—Le prometí a Dios que esta semana me iba a comportar por tener tantos pecados.
Vio al rubio sonreír.
—Tonto.
Cuando salieron de casa, se fueron a la misma pequeña cancha de siempre que había en el parque, donde había arcos de fútbol y también aros de basquetbol. Mientras Billy le contaba algunas cosas de la galaxia, lo veía dominar a las mil maravillas la pelota con sus pies. No sé cuánto tiempo llevaba la pelota sin tocar el suelo, pero el pelinegro no se cansaba. Le daba algunos cabezazos, la levantaba del suelo y más cosas.
Pensaba en que era un presumido, pero de esos presumidos que sí tenían cosas para serlo, no como otros que no tenían nada e inventaban para verse interesantes. Billy sí era bueno en el fútbol, sí era bueno en matemáticas y sí era el número uno en la clase dejándolo a él en el número dos del que no podía salir. Ni siquiera porque estaban sentados juntos en el aula era capaz de superarlo.
—La gravedad de un agujero negro es tan fuerte que ni siquiera la luz puede escapar —oía como le contaba —. Incluso si una estrella brillante está al lado del agujero negro, no se verá. En vez de reflejar la luz como lo hacen otros objetos, los agujeros negros se tragan toda la luz estelar. Además, también tragan toda materia que se acerque demasiado a ellos sin darles tiempo de nada.
—Aterrador —comentó Will.
—¡Sí! Aterrador, pero genial, como todo lo es. Es solo parte de ir descubriendo la galaxia.
—Cuéntame más —pidió, porque oírlo contarle sobre la galaxia le daba tranquilidad.
Billy asintió y siguió jugando con la pelota.
—La mayoría de los agujeros negros son el fantasma de una estrella que agotó su energía —continúa —. Aunque no todas acaban convertidas en uno. Ese es un destino reservado solo para aquellas estrellas muy grandes, las más masivas, así que nuestro Sol se salvaría de eso.
—Pero el Sol es muy grande, ¿por qué se salvaría?
—Sí —dice con su respiración agitada —, pero si es una estrella con una masa cinco veces la del Sol, entonces, en ese caso, es bastante probable que esa estrella se convierta en un agujero negro.
Asintió porque, una vez más, Billy le había enseñado algo genial. Lo vio cansado, pero no se detenía. Luego, lo vio comenzar a lanzar tiros al arco. La pelota entraba siempre y era capaz de hacer que, en el aire, tomara una curva. Cuando lo vio levantar su polera para pasarla por su rostro por haber sudado un poco, vio parte de su abdomen trabajado y tragó saliva porque se veía más que atractivo. No pudo evitar pensar en el por qué de que Billy se hubiera fijado en él. Después de todo, al principio lo había hecho sentir mal por no saber lo que realmente sentía.
Algunas veces, recordaba cuando Billy lo había besado y pensaba en que, si pudiera regresar el tiempo atrás, entonces nunca le habría dicho esas cosas y lo habría herido.
Cuando la pelota cayó al suelo dando una rebotes, Billy soltó una respiración profunda porque ya se había cansado demasiado. Le dio una breve mirada al rubio que estaba sentado en el suelo con su mirada perdida muchas veces. No sabía lo que pasaba por su cabeza, pero a veces era capaz de darse cuenta de que Will le ocultaba cosas.
Se acercó a él y se sentó a su lado. Vio como el rubio le entregaba su botella de agua y sonrió. Levantó su mano para acomodar su cabello y se quedó viendo sus ojos color miel para pensar que eran los ojitos más lindos. No eran verde si azules como los suyos, pero eran perfectos.
—No me mires tanto, me voy a gastar —bromeó.
Lo vio poner los ojos en blanco y desviar la mirada. Luego, sintió cómo se acercaba un poco a él en un intento de ser disimulado, pero, Billy, al darse cuenta, rodeó su cuello y besó su mejilla un par de veces.
Will intentó zafarse de su agarre, pero luego solo se quedó quieto porque solo quería que le dé muchos abrazos y besos.
—Juguemos en el arco un poco —le animó.
—¿Otra vez? ¿No te quieres ir a casa?
—¿Para qué me quieres llevar a casa William? —escuchó que le preguntaba con una sonrisa llena de cosas sucias.
—Bien, ganaste, tú primero —habló de forma rápida poniéndose de pie.
Lo vio correr al arco para ganarse y atajar él primero. Lo había visto muchas veces hacerlo, así que era capaz de saber a dónde, cómo y con qué fuerza lanzar para hacer un gol. Por otro lado, Billy se preparó esperando como siempre. Pensaba que la iba a tirar fuera, con poca fuerza o que iría justo a sus brazos, así que no se preocupó mucho y el no preocuparse, era darle la ventaja a Will sin duda alguna. Y, el darle ventaja a Will en algo, era crucial para la otra persona.
—¡Vamos, lanza!
—Siempre quieres jugar a lo mismo. ¿Qué sentido tiene si siempre ganas?
—Vamos, anímate, hagámoslo hasta que puedas decir: el alumno se convirtió en maestro.
Lo vio de mala gana viendo la pelota.
—¡Vamos, lanza! ¡¿Acaso tienes miedo de..?!
No terminó de ejecutar la pregunta cuando se detuvo de golpe y abrió sus ojos a más no poder. Solo sintió una brisa a su lado izquierdo que movió su cabello y escuchó la pelota rebotar por haber chocado en la red al haber entrado al arco. Ni siquiera fue capaz de mover un músculo y continuaba en la misma posición.
—Uno a cero —habló Will con una sonrisa.
Miro el suelo para ver la pelota porque todo había ocurrido demasiado rápido que ni siquiera había tenido tiempo para procesarlo. Había sentido que había pasado con tanta fuerza la pelota a su lado que, si le hubiese dado en la nariz, se la podía ver quebrado.
—¡Eso fue trampa! —exclamó tomando la pelota para tirársela —. Además, estaba distraído, así que no cuenta.
—¿Trampa por qué?
—Porque no estaba listo.
—Yo te vi muy listo, además, siempre que te gano en algo dices que hago trampa —le recordó acomodando la pelota en el suelo para volver a tirarla.
—Porque siempre haces tus cosas raras para ganar.
Lo vio prepararse para tirar nuevamente y, esta vez, se lo tomó en serio. Pensó en que solo había sido un tiro de suerte y nada más, pues Will siempre era torpe y tiraba la pelota para cualquier lado excepto al arco.
Se concentró casi al 1000 % y, nuevamente, antes de poder reaccionar del todo, la pelota choco en la red. No supo qué había pasado porque solo había cerrado los ojos para pestañear y la pelota ya estaba dentro.
—¡Trampa! —gritó.
—¿Otra vez?
—Sí, me estás distrayendo.
—¿Distrayendo yo? Parece que no sabes perder —habló riendo.
—¿Me estás provocando?
—Claro que no —respondió —. Solo analizo la situación, obtengo una cierta cantidad de probabilidades y tomo la que me da mayor porcentaje de éxito. Tu lado izquierdo es mucho más lento que el derecho, así que solo la lanzó allí y ya. No es muy difícil encontrar la debilidad de alguien si lo examinas bien un par de segundos.
Billy pestañeó un par de veces porque siempre decía cosas como esas que le daban a entender que Will era demasiado inteligente cuando quería.
—Otra vez —pidió decidido y se ganó en posición para detener la pelota a como de lugar.
Y fue gol.
Gol.
Gol.
Gol.
Gol.
Y más goles.
Will jamás le había hecho un gol y ahora le había metido la pelota hasta por el culo. Estaba agotado y se había raspado ambos codos por tirarse al suelo en un intento de atajar la pelota.
—Quince a cero, ¿quieres seguir? Te ves cansado.
Se encontraba tirado en el suelo viendo el cielo nocturno. Sintió que había sido humillado totalmente y no por cualquier chico, sino que por Will. Cerró sus ojos con fuerza y, cuando escuchó sus pasos, los abrió para verlo parado a su lado.
—¿Estás bien? —le preguntó mirándolo desde arriba. Tenía sus mejillas rojas y su pecho subía y bajaba con fuerza.
Sintió que lo miraba con enojo.
—¿Eres un brujo o algo? Siempre dices cosas extrañas de las probabilidades, qué escenarios, qué opciones y más y me doy cuenta de que cada vez van tomando más sentido.
Lo vio levantar sus hombros.
—A veces hay que usar un poco más el cerebro, de preferencia, más del diez por ciento.
—Claro, claro, no entiendo nada de eso, las probabilidades son de matemáticas, pero tú las ocupas de otra manera extraña. Mejor háblame de posiciones en la cama y...
No pudo seguir hablando cuando sintió la pelota impactar en su estómago. Soltó un quejido y el golpe no había sido tan fuerte, pero sí que le había quitado un poco de oxígeno de sus pulmones. Se sentó de golpe tosiendo con fuerza y Will sintió preocupación al ver cómo abrazaba su estómago. Había dado por hecho que no había utilizado nada de fuerza, pero, al verlo de aquella manera, se dio cuenta de que no era tan así. Siempre se preocupaba de no sobrepasarse porque, a pesar de que se veía débil, no lo era en lo absoluto y tenía mucha fuerza escondida.
Se arrodilló a su lado para observarlo, pero vio que no dejaba de toser y que su rostro estaba rojo.
—Billy —habló con urgencia y tomó su rostro con cuidado para mover su cabello que casi cubría sus ojos—. Billy, lo siento. Perdóname. No querría golpearte en serio.
El pelinegro lo escuchó preocupado, pero pensó que asustarlo un poco por haberlo humillado no estaría tan mal.
—No, espera, tienes que respirar —susurró acariciando su rostro—. Perdón, ¿sí? No lo volveré a hacer.
Dejó un beso en su mejilla y luego besó sus labios de forma lenta. Pensó en que se había quedado sin aliento y la culpabilidad lo invadió.
—Me gustas, ¿sí? Me gustas mucho, nunca querría golpearte así —murmuró y volvió a besarlo.
Billy sintió cómo acariciaba su rostro y se arrepintió de no haberse hecho el muerto en otras ocasiones al ver que recibía una muy buena atención con besos incluidos y todo. Casi de cinco estrellas.
De forma lenta, fue comenzando a respirar. Pensó en que era un muy buen actor y que esperaba que lo llamaran de Hollywood en algún momento porque actuaba mejor que el mismísimo Brad Pitt. Abrió sus ojos por unos segundos para ver cómo lo besaba de forma dulce y tierna, igual que siempre. Tomaba su rostro con sus manos como si fuera algo preciado y en su rostro solo se veía reflejado amor.
—¿Te gustó mucho? —preguntó en un susurro Billy, añadiéndole un poco más de dramatismo al dolor que se reflejaba en su rostro.
—Sí, me gustas mucho.
—Bésame un poquito más, ¿sí? Me duele el estómago.
Vio a Will asentir con rapidez para acercarse de nuevo.
—¡Sí! Te beso todo lo que quieras —susurró porque se sentía culpable de haberle causado dolor.
Ya lo había golpeado una vez por accidente y le había sacado sangre de su nariz, así que el saber que le había causado dolor de nuevo le provocaba dolor en su corazón. La razón es que, esa vez Billy se había metido en la pelea para ayudarlo, pero cuando Will lo golpeó casi rompiendo su nariz y dejándolo hablando por poco en chino mandarín, fue que se dio cuenta de que su bebé no necesitaba ayuda en lo absoluto y, que en realidad, se había metido como estorbo.
—¿Pasa el dolor?
Lo vio cerrar sus ojos con fuerza y su rostro lleno de dolor.
—Me duele el estómago un poco, creo que es una costilla.
—¿Qué? No puede ser, déjame ver —pidió alarmado para levantar su polera y verificar su cuerpo. Toco con cuidado su piel y alzó la mirada para preguntar—: ¿Duele aquí?
Lo vio asentir y sintió más preocupación. Ejerció un poco de fuerza y lo escuchó soltar un quejido, pero sabía muy bien como se sentía una costilla rota, así que respiro en paz porque estaba todo bien, solo era el dolor.
—Perdóname, Billy. ¿Quieres más besos?
—Sí, un poquito más.
Asintió y se acercó. Le daba pequeños besos que Billy se estaba aguantando para no besarlo bien realmente.
—Si me abrazas me sentiré un poco mejor.
Will no perdió tiempo en acercarse a él para rodear su cuello. Estaba arrodillado a su lado y dejó algunos besos en su mejilla con cuidado. Billy movió su rostro para besarlo y fue aumentando la intensidad del beso. De forma lenta fue tirando de él para que se siente a horcajadas en él. Sintió cómo abrazaba su cuello y su respiración agitada. Soltó una pequeña sonrisa porque el rubio ya estaba atrapado.
Siempre era demasiado inocente, caía en cada uno de sus juegos sin tener forma de escapar de sus brazos después y solo se dejaba consumir por sus besos. Introdujo su lengua en su boca y lo escuchó gemir. Tenía sus manos en su espalda, pero de forma lenta fue bajando hasta llegar a su trasero y apretarlo contra él con ganas.
Will entendió que, una vez más, había caído en sus juegos, pero no dijo nada. No se sentía capaz de decir algo porque, cuando lo besaba, lo hacía feliz. Sintió cosquillas en su estómago y como la lengua de Billy acariciaba la suya de forma lujuriosa igual que siempre. Igual que todas esas veces que lo tenía en su cama y lo dejaba sin respiración. Sintió su corazón latiendo con fuerza y que el calor le recorría el cuerpo.
—B-Billy... —gimió en sus labios.
—Aún me duele, Will, solo un poquito más.
Las clases avanzaron de forma lenta. Estaban sentados juntos, pero en el aula no hablaban mucho. Billy se pasaba ayudándole en matemáticas como siempre, explicándole cosas de la galaxia, haciéndole dibujos de planetas, y enseñándole películas. Will odiaba las películas, odiaba muchas cosas, pero cada cosa que el pelinegro le enseñaba le gustaba. Cuando Billy le enseñaba algo, se daba cuenta de que no todo lo genial se debía limitar a las cosas que había vivido con su padre en el tiempo que estaba vivo.
Cuando Billy le susurraba cosas al oído sobre las estrellas, sentía que sus enfermedades se esfumaban de golpe. Sentía que, nunca más sentiría un ataque de pánico y que nunca más volvería a vomitar la comida.
Con Billy, para Will, era ir descubriendo la galaxia, pero también ir descubriendo los sentimientos que tenía por él y el ir descubriendo que, entre todo lo malo, las cosas podían mejorar. A pesar de que sabía que, el mejorar de sus enfermedades no lo iba a mantener vivo por mucho tiempo porque, más pronto que tarde, la muerte lo iba a venir a buscar. Sin embargo, él estaba feliz porque, sus últimos días los había pasado con Billy y que no le molestaría en lo absoluto morir por él.
Algunas veces se tomaban de la mano bajo la mesa y eso era todo lo que ambos necesitaban. Billy tomaba su mano de forma lenta y cuidadosa en un intento de hacerle saber que estaba bien todo y que no tuviera miedo de nada, ni siquiera de un ataque de pánico porque él nunca lo iba a dejar solo. Pensaba que estaba haciendo bien las cosas y que se había esforzado para tener la aprobación de Will con sus sentimientos. Pensaba en que estaba siendo un buen chico al darle felicidad, pero no era capaz y no era tan inteligente como Will para darse cuenta de que lo estaba llevando a la muerte por las cosas a las que había sido arrastrado por alguien más.
Y que muy pronto, el ir descubriendo la galaxia, tendría un fin triste donde entendería que, las estrellas que más brillan, son las que mueren.
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