Calliope

Por: Sam_le_fou


Érase una vez —si uno creyera en el concepto del tiempo como una construcción lineal, real y cuantificable, en lugar de una conspiración intrincadamente enredada creada por restaurantes para hacer que beber por la tarde sea socialmente aceptable llamándolo "brunch"— vivía una mujer en un templo al pie del monte Olimpo.

Esta mujer tenía poca consideración por el brunch como concepto, ya que le gustaba pasar cada hora del día bebiendo vino, viendo reality shows con personas raras y grotescas, insultando a otro set de personas igualmente raras y grotescas, y garabateando pájaros y gatitos haciendo cosas humanas, como pagar impuestos, y llorar al darse cuenta de que la vida es un sinfín de acciones minúsculas y sin sentido que jamás tendrán repercusión en el gran esquema de un universo en constante expansión que no tiene tiempo ni energía para tomarse siquiera ínfimo microsegundo para afirmar su efímera existencia.

Y a veces, si estaba de buen humor, los dibujaba jugando tenis. Le daba risa pensar en pájaros que no tienen brazos intentando agarrar una raqueta.

Dicho desdén por el concepto de decencia pública podía definirse mejormente por la cruda placa de madera martillada en la pared de su habitación: "Más Vale Borracho Famoso Que Alcohólico Anónimo".

Sus siete hermanas, con las cual vivía, la llamaban muchos nombres, la mayoría de los cuales nos obligarían a hacer esta historia para +18. Para mantenerlo Pg-13, digamos que dicha palabra usada para describirla era "pendeja". Algunos la llamarían tonta, imbécil o necia, pero ninguna palabra podría describir su personalidad mejor que la palabra "pendeja".

Era el tipo de persona que les decía a todos que era vegana para darse aire de chic y moderna, solo para darse vuelta y atiborrarse un pollo frito entero cuando nadie la miraba. A menudo se la encontraban borracha en las gradas de los colegios locales cuando había partidos, donde gritaba insultos a los jugadores hasta que lloraban como los nenes que eran, y siempre se aseguraba de hacer todo lo posible para evitar acariciar a los perritos que encontraba en las calles, sin importar lo suaves y adorables que fueran.

Ella era una completa y absoluta pendeja. También era una diosa, y no en el sentido en que todas las mujeres lo son. Su nombre era Calíope, y era la musa de la poesía épica. También es, lastimosamente, la protagonista de nuestra historia.

A diferencia de sus hermanas musas que se reinventaron a lo largo de los siglos para inspirar nuevas e interesantes obras de arte, Caliope alcanzó su punto máximo durante la Edad Media y decidió que sus habilidades serían mejor utilizadas, dibujando gatitos gordos haciendo estupideces por un par de años para relajarse un rato y no pensar en sus responsabilidades celestiales... Los cuales se convirtieron en mil años. No entendía la nueva tecnología y no estaba dispuesta a aprenderlas a la tierna edad de 4000 años. O a los 3650, dependiendo si le preguntabas a ella. Siempre decía que era unos siglos menos de lo que aparentaba.

Siempre que alguien intentaba inscribirla en Facebook, la cual es la cosa tecnológica más básica que cualquier dios del siglo XXI debe tener, si quiere que alguien los adore, ella usaba sus poderes y los convertía en urracas durante un par de días, solo por diversión.

Cuando alguien le preguntó una vez por qué convertía gente en urracas, ella dijo, y repetimos en verbatin: "Porque parecen pájaros vaquitas, bonitas y gorditas," y, sinceramente, no podemos negar que si son bonitas y gorditas.

Pero no importaba que, mientras tuviera su vino y sus pájaros, Calíope era una pendeja feliz.

Eso estaba a punto de cambiar.

—¡Calliope! —gritó su hermana Euterpe, musa de la música, con su voz de cantarina de autotune que irritaba a Calliope con cada palabra, sobre todo porque hacía que hablar con ella se sintiera como si de repente la transportaran a un musical improvisado de Disney—. ¿Estás despierta?

—¡No! —gritó Calliope desde su habitación. Estaba bebiendo felizmente un merlot mientras dibujaba un avestruz que intentaba colgarse, pero era demasiado alto para ser suspendido de la cuerda.

—¡Está bien, perdón! —gritó Euterpe en respuesta. Le tomó un minuto darse cuenta de que le estaba tomando el pelo. Euterpe era talentosa, pero en vez de neuronas, tenía dos cucarachas jugando ajedrez, y ninguna de las dos sabía las reglas. El hecho de que tuvieran el tablero para jugar en primer lugar es un misterio que merece una historia por sí misma, pero no tenemos ni tiempo ni ganas de hacerlo— ¡Oye! ¿Cómo puedes responder si no estás despierta?

¿Soy sonámbula? —respondió Calliope.

—Oh, está bien. ¡Lo siento! —dijo Euterpe antes de que el repiqueteo de sus pies desapareciera en el pasillo, solo para regresar con toda su fuerza—. ¡Oye! ¿Por qué tienes que ser tan pendeja?

—¿Por qué tienes que ser tan incauta?

—¡Deja de insultarme con palabras que no entiendo! —dijo Euterpe—. Mira, vine aquí para decirte que Dionisio acaba de traer tu cargamento de vino para la semana, y-

La puerta se abrió antes de que Euterpe pudiera terminar lo que decía, azotándola en la nariz con toda la fuerza de un loco, comiendo mango a mordiscos como una manzana.

—¿Por qué no empezaste diciendo eso? Incauta, mequetrefe, papanatas —murmuro Caliope, empujando a Euterpe fuera del camino mientras corría hacia la entrada del templo con una botella de vino semivacía en la mano.

Calíope solo salía de su habitación por tres cosas: ir al baño, fastidiar con los mortales cuando estaba borracha, mayormente robándoles sus bolígrafos cuando más los necesitan, y asegurar su envío semanal de vino. Algo con lo que Euterpe contaba qué hiciera.

Tan pronto como Calíope llegó a la entrada, no se encontró con su deliciosa ambrosía semanal, sino con un hombre con un elegante traje de Versace sentado en una silla, rodeado por las hermanas de Calíope en círculo. El hombre, pensó Calíope, tenía una cara extremadamente golpearle. Tal vez era su sonrisa estereotipada de chico malo, o sus cejas maquilladas de forma poco natural, o el hecho de que sus dientes eran tan blancos que podían guiar a los barcos durante una tormenta. Fuera lo que fuese, sabía que si él estaba allí, algo estaba a punto de salir muy mal.

—Apolo —dijo Calíope, chupándose los dientes durante un tiempo ridículamente incómodo—, me alegro de verte la cara.

—Encantado de verte también, Calíope —dijo Apolo, líder de las Musas.

—No, quiero decir, es bueno ver que tu cara no está metida firmemente en el culo de papá, como siempre —dijo Calliope con una sonrisa picara.

—Ah —exclamó Apolo sin pestañear—, ahí está el veneno. ¿No te he dicho que deberías dejar la comedia a Talía? Esa es su área.

—Por favor, ella es la diosa de los chistes de penes y de suegras chismosas —dijo Calliope—. Deberías ver los chistes de mis cómics. Esos sí dan risa.

—Oye —dijo Talía, musa de la comedia—, tengo un chiste nuevo. ¿Qué es pendejo y borracho y está a punto de que le metan esa botella de vino donde no brilla el sol?

—¡Señoritas, por favor! —dijo Apolo, agitando las manos hacia abajo para tratar de calmar la situación, que, como dato curioso, nunca ha funcionado realmente para aliviar una situación. En todo caso, sirve como un buen mango para agarrar el brazo del idiota que lo intenta y usarlo como arma contundente en la inevitable pelea que su movimiento ha causado—. Recuerda por qué estamos aquí.

— ¿Por qué estás aquí, por cierto? —preguntó Calliope— Pensé que papá te tenía siendo la cara de "la compañía" como le gusta decir ahora. Como si vendiéramos algún producto.

—Vendemos milagros, Calíope —dijo Apolo—. O al menos, solíamos hacerlo. Lamento informarte que Zeus ha sido cancelado.

Todos en la habitación soltaron un aullido de sorpresa, excepto Calliope, que no tenía ni la menor idea de lo que significaba eso.

—¿Qué ha sido qué?

—Cancelado, #MeToo, funado en Twitter —dijo Apollo—. Al parecer convertirte en un cisne para tener sexo con humanos te convierte en un asqueroso y pervertido. Lastimosamente, las demandas empezaron a acumularse, y tuvo que dimitir de su puesto.

—Bueno, era cuestión de tiempo antes que mojara el meñique en algún lugar que no debía —dijo Calliope—. ¿Qué tiene eso que ver conmigo? ¿No podías dejar una nota o algo así? Verte la cara me vuelve sobria, y eso no me trae buenas vibras.

—Con Zeus fuera de la empresa, alguien tuvo que dar un paso al frente y tomar el control de la empresa.

—Y déjame adivinar —interrumpió Calliope—, ese alguien serías tú.

—Bingo —dijo Apolo, chasqueando los dedos—. Como nuevo director ejecutivo de Olympus Inc, estoy implementando algunos cambios nuevos.

—Todos los cambios son nuevos —dijo Calliope.

—Sí, lo sé.

—No parece que lo sepas. Solo estás siendo redundante. Es como decir agua mojada, o maldito Apolo. Ambos son lo mismo.

—¿Podemos avanzar adelante? Tengo cosas que hacer.

—Otra vez redundando —dijo Calíope, cruzando sus brazos regordetes cuál maestra de castellano.

Apolo tomó un respiro profundo, formando un puño apretado con su mano, solo para exhalar y relajar todo su cuerpo a la vez.

—Verás, Zeus estaba... pasado de moda, por decir lo mínimo. Haciendo milagros a diestra y siniestra, a la vieja usanza. Oráculos, sueños, un poco de deus ex machina, como siempre. Pero eso es tan de la Edad Media. ¡Estamos en una era de tecnología! Tenemos que llevar a los dioses directamente a la gente. Acabamos de firmar un acuerdo con Amazon para vender las obras de Hefesto. Epione está ofreciendo asesoramiento psiquiátrico en línea. Ha habido un aumento en la adoración que no se había visto desde los griegos!

—Okay, bien por ti —dijo Calíope—. Pero no sé qué tiene que... —comenzó a decir, cuando hizo clic, no solo en su mente, sino en las cerraduras de la puerta, cuando las musas comenzaron a cerrar todas las salidas.

No era una reunión para informar de la situación Zeus. Era una emboscada.

—Verás —dijo Apolo, con una sonrisa que no se reflejaba en sus ojos—, para que esta empresa funcione, todos necesitamos poner de nuestra parte. Con esto, quiero decir, que tú...

—No —susurró Calliope, agarrando su botella de vino como un gatito recién nacido.

—Necesitas...

—¡No!

—Actualizar tu currículum para la era digital —dijo Apolo finalmente.

Calliope rápidamente atacó a Apolo con un hechizo en un intento de convertirlo en un pájaro, pero lo esquivó justo a tiempo, hechizado a la silla en vez de a él, la cual se convirtió en un sillajaro. ¿Pajilla? Pajilla. Habiendo fallado, apuntó a Euterpe, quien recibió el hechizo justo en la cara.

—¡No puedes convertirnos en pájaros a todos! —gritó Apolo, escondiéndose detrás del Sillajaro, el cual apenas empezaba a captar la naturaleza de su existencia y la dualidad de su papel estático como una silla y su deseo de volar libre cual pájaro, entrando en conflicto con sus propósitos, causándole una depresión en su corta y accidentada vida.

Calliope rompió la botella de vino en el suelo, creando un cuchillo improvisado que comenzó a agitar de un lado a otro de forma defensiva.

—Atrás, perras. ¡Soy la diosa de los pájaros! ¡Los convertiré a todos en guacamayas, sí me da la gana!

Su momentáneo error de juicio le hizo darse cuenta de que había derramado su precioso vino en el suelo, lo que la hizo empezar a lamerlo cual perro sediento. Al menos hasta que Apolo pisó el charco. Aun así, no dejó de lamerlo, pero ahora lo hacía con rabia.

—Calíope —dijo Apolo, arrodillándose frente a ella—, esta es una intervención. Eres alcohólica.

—No soy alcohólica, soy fanática de las bebidas espirituosas. Si soy cualquier cosa, soy espiritual.

—Me gusta beber Fanta —susurró Euterpe, todavía en forma de urraca— ¿Eso significa que soy fantástica?".

—¡Esto no se trata de ti, incauta! —gritó Calliope entre lamidas

—¿Sabes qué? Lame todo eso. Cada gota. No dejes ni una —dijo Apolo—. Es el último trago de vino que tomarás por un buen tiempo. Le dije a Dionisio que no te vendiera más vino, y a partir de ahora también cortaré tus fondos.

—Lo siento —dijo Calíope—, creo que escuché algo increíblemente tonto. ¿Puedes repetir eso, pero más cerca? Quiero volarte los dientes mientras lo repites.

—No tendrás más vino hasta que pongas las horas —dijo Apolo, manteniéndose sospechosamente lejos del alcance de Calíope—. O sigues la visión de la empresa, o la empresa seguirá sin ti. Tengo varias diosas menores que matarían por tener tu posición.

—¡Pero yo inspiré la Ilíada! ¡Y la Odisea! —dijo Calliope.

—Sí, hace unos cientos de siglos —dijo Apolo, tomándola de sus amplias mejillas—. ¿Qué has hecho desde entonces? Nada. Zero. Zilch.

—Bueno, he estado ocupada —dijo Calliope—. Ya sabes, con mi-

— Cómics de pájaros y gatitos, sí —dijo Apollo—, lo recuerdo. Pero es hora de hacer algo con tu vida. Mira a tus hermanas, todas dieron el salto digital a la perfección. Talía tiene tres créditos de productor en los especiales de stand up de Netflix. Euterpe inventó esa cosa de Soundcloud que miles de personas usan para hacer música. Incluso Terpsícore, la musa de la danza, inventó esa cosa que los niños bailan. ¿Cómo se llama?

–Bailes de Fortnite —dijo Terpsícore.

—Sí, eso —dijo Apolo—. Hemos evolucionado. Tú no. ¿Quieres atragantarte con tu precioso vino? Haz tu trabajo. No soy Zeus para darte vino a ciegas, para mantenerte en un estupor.

Calíope movió la mano de Apolo de sus mejillas, usando el mismo impulso para limpiar su boca del vino que acababa de lamer. Su cara estaba roja de pena... o de vino, alguna de las dos. Lo único seguro es que sus ojos estaban llenos de furia. O vino. Difícil de saber.

—Primero, vienes a mi templo-

—La empresa es dueña del templo, en realidad —corrigió Apollo.

—Con tu traje de ñoño, siendo un ñoño y esas cosas.

—Lo que me recuerda —añadió Apollo—, tienes que ponerte algo de ropa. La desnudez estaba de moda durante la Edad Media, pero ahora se considera exposición indecente. No quiero que te funen a ti también.

¿Olvidamos mencionar que Calíope estaba desnuda, verdad? Mejor así. Los 4000 son años difíciles para las diosas.

—¿Quizás no has considerado que no soy muy buena con estas cosas? ¿Recuerdas cómo Pandora trató de convertirse en una Youtuber y trató de hacer un video de unboxing. Recuerdas cómo le fue?

—Sí, recuerdo —dijo Apolo.

—¿Y recuerdas Narciso se volvió adicto a publicar fotos en esa cosa de Instagram y tuvo que ser encadenado a un árbol hasta que se desintoxicara? ¿Hizo la transición como un buen chico?

—En lo absoluto —dijo Apolo.

—Y, sin embargo, me estás obligando a hacerlo —dijo Calliope.

—Sí.

—Eres el peor exesposo de todos —susurró Calliope.

Apolo le acarició la mejilla como lo haría con un venado asustadizo antes de darle un tiro entre las cien.

—También te quiero, boo. Ahora —dijo, sacando una carpeta de la nada—, esta es tu primera tarea. Una simple inspiración para un poema de amor. Elegí algo lo suficientemente simple como para que entres en calor. Considéralo un regalo, por los viejos tiempos.

¿Qué podía hacer ella? Era eso, o mendigar en la calle, donde los pájaros defecan. Asco. También donde caminan los humanos. Doble asco. Tal vez podría hacer trucos de magia a cambio de vino barato. Y si no le daban dinero, los convertiría en pollos. Así tendría como comer. ¡Brillante!

Pero... ¿Dónde vería The Bachelor? El final de temporada estaba a la vuelta de la esquina. Y solo en el templo tenía buen wifi.

Respiró profundamente, saboreando las últimas gotas de vino en su boca, como si ese acto fuera lo suficiente como para que el sabor durara más.

Por su propio bien, lo haría. ¿Qué tan difícil podría ser?

Le arrancó la carpeta de la mano a Apolo pensando que sería la cosa más fácil de la vida. Se dio cuenta rápidamente de que estaba infinitamente perdida, apenas abrió la carpeta.

—Espera, ¿qué carajos es un Wattpad?

*******

El día de Kike Calabrese comenzó como cualquier otro: miserable y lleno de dramas innecesarios.

Se despertó, hizo panqueques, quemó dichos panqueques, lloró mientras se comía los panqueques quemados sobre el fregadero, vio veinte minutos de lindas nutrias marinas haciendo cosas lindas, lloró un poco más porque nunca tendría una linda nutria marina, y fue a cepillar sus dientes mientras revisaba su perfil de Wattpad, como lo hacía en cualquier otro momento en el que no lloraba o arruinaba algo, para ver si ella había notado hoy. Nada. No hay mucho que decir sobre su día a día, aparte de que era completamente mundano y, de nuevo, innecesariamente dramático.

De hecho, entre menos se diga de la vida de Kike Calabrese, mejor, ya que sin duda sería un aburrimiento para todos los que lo lean. Nosotros recomendamos encarecidamente que, si quieres una buena historia sobre un chico que se enamora de la chica de al lado que obviamente está fuera de su alcance, a pesar de que puede ser considerado un papacito, le recomendamos que cierre este libro y lea cualquier otro, porque no lo encontrará aquí.

Lo que encontrará es un hombre cuya vida ha sido una serie de eventos desafortunados, y no del tipo divertido que podría generar una serie de libros cuantificables más exitosos, sino del tipo que la gente agrega a una lista de hechos en algún artículo de lista de algún sitio clickbait, junto con otras basuras en la vena de "Cómo limpiar su tercer tentáculo con solo trementina y una babosa de mar (con imágenes)" y "5 cosas para hacer en la cama que harían que su pareja explote en mil pedazos en éxtasis. (No creerás cual es la numero 3)".

Probamos el número 3 y realmente no lo podíamos creer.

Kike siempre decía que todos sus problemas existenciales comenzaron el día de su nacimiento, cuando hubo una confusión en el hospital y lo entregaron a los padres equivocados. Resulta que los bebés humanos son más o menos una masa retorcida de papilla cabeza blanda que se ven prácticamente iguales, y que ni siquiera son tan sabrosos para empezar. Saben a cacería vieja, si le preguntaras a cualquiera que haya comido ese manjar prohibido, ya que incluso el jefe de cocina de Warglblug's Gamma, el restaurante más popular del borde exterior de la galaxia, ni siquiera podría hacer que uno sepa decente si su vida dependiera de ello, haciendo que su restaurante perdiera una de sus estrellas después de que los críticos criticaran su plato "Human Calf Brulee con reducción de azúcar de salvia y romero" como una afrenta al buen gusto y la decencia.

Kike, siendo un bebé blando y de mal gusto, fue devuelto de inmediato al hospital, porque sus nuevos padres dijeron, y citamos, "hay algo raro con esa cosa". Se detectó el error, se llamó a los padres legítimos, y se intercambió a los bebés. Solo que sus padres regresaron una y otra vez, preguntando si podían devolver al otro bebé, ya que realmente hicieron clic con el otro bebé, encontrándolo más genial que el suyo. Tenía un aire cool, mientras que su propio hijo tenía un olor a perdedor.

Este fue solo el comienzo de la vida del joven Kike Calabrese. Había algo en él que desanimaba a la gente, y nadie podía precisar exactamente qué que lo hacía tan. Perdedor. Tal vez era la forma en que masticaba con esa boca suya, o cómo sus ojos necesitaban estar constantemente húmedos, o cómo pensaba que los fidget spinners eran una buena idea. Para ser justos, esa descripción podría encajar con cualquier humano. No, lo que diferenciaba a Kike Calabrese de cualquier otro humano es que tenía el hedor de un perdedor.

No era que fuera tonto, o que no estuviera en forma, o que sus habilidades motoras estuvieran por debajo de la media. Por el contrario, se superaba en lo académico, deportivo y en cualquier otra habilidad que se proponía. No era mediocre, ni malo, ni remotamente promedio. Pero era, sin duda, un perdedor, porque nunca podría ser el mejor.

Siempre era la dama de honor, nunca la novia. Excepto que nunca fue la dama de honor, porque eso significaría que era el mejor amigo de alguien, lo que nunca fue. Era una tercera rueda, en el mejor de los casos, y un conocido casual en el peor de los casos. Y sí, los hombres pueden ser damas de honor, como afirma el documental dirigido por el famoso historiador Patrick Dempsey, "Quiero Robarme A La Novia".

Dicha película, por extrema coincidencia, también era su favorita. Se identificaba con el protagonista, ya que también era la segunda opción de la heroína, y, sin embargo, logró superar su segundad para robar su amor.

De hecho, si tuviéramos que señalar un defecto en su carácter, además de pensar que los fidget spinners fueron un invento bastante ingenioso que ayudó al avance de la humanidad, diríamos que Kike Calabrese estaba enamorado del amor.

Tenía era un santuario dedicado a todas las películas románticas en las que podía poner sus sucias manos humanas. "El Diario De Bridget Jones", "Diario De Una Pasion," e incluso una copia de contrabando de "Glorpon El Shipley Conquista, Las Lunas De Saturno", una película tan galácticamente criticada que el director inventó el viaje en el tiempo solo para retroceder en el tiempo y tratar de detenerse así mismo, lo que lo llevó a autoexiliarse a la Tierra, donde tomó el nombre de Tommy Wiseu, reanudando una pequeña, aunque ridícula, carrera cinematográfica.

Si había amor en ella, a Kike le gustaba, incluso si la película no gustaba tanto de él. "A El No Le Gustas Tanto", por otra coincidencia universal, fue la película que decidió ver ese fatídico día antes de cepillar sus dientes. Quería sentirse extra miserable ese día, algo para retorcer el cuchillo en la herida de su vida amorosa que solo una película con la novia de la humanidad, Scarlett, hija de Johan, podría cumplir.

Cualquier cosa que pudiera mantener su mente lejos de sus dolores amorosos funcionaría, sobre todo si lo hacía olvidarse de ella por una tarde. "Ella", por otra pura coincidencia, era la película que veía cuando quería sentirse especialmente doloroso, y también tenía a Scarlett, hija de Johan, en ella. Ahora bien, no estamos diciendo que haya un vínculo directo entre Scarlett, hija de Johan, y el dolor humano, pero les recomendamos esperar nuestra tesis sobre ese mismo punto pronto.

Ciertos humanos, como el filósofo existencial Friedrich Nietzsche, una vez afirmaron que el dolor se relaciona con el significado de la vida, inspirando esa famosa frase de tatuaje que cada niño de fraternidad humano publica en las redes sociales después de su tercer accidente relacionado con la cerveza: Lo que no te mata te hace más fuerte. Al ver que las últimas palabras de Nietzsche fueron "Madre, soy tonto", nos inclinamos a ignorar cualquier pedazo de sabiduría que Nietzsche haya aportado a la conversación humana.

Ser el segundo en todo era lo normal y cotidiano. Incluso ser hijo único no pudo salvarlo de ser el segundo en su propia familia, ya que sus padres nunca dejaron de mencionar lo genial que era el primer bebé, o lo fuertes que eran sus heces, o lo suave que era su cabello. Tuvo que competir toda su vida por el cariño de sus propios padres con un bebé que solo tuvieron dos días hace décadas. Estaba más que acostumbrado. Era su normalidad.

Lo que no era normal era la mujer de más de dos metros escarbando su botiquín de medicina cual perro rescatista en una tormenta de nieve.

¿Hola? —dijo Kike, acercándose lenta y cuidadosamente a la gigante semidesnuda. No sabía si la kombucha casera sobrefermentada que bebió la noche anterior estaba mezclada de alguna manera con algún tipo de droga, o si un fantasma se había interesado repentinamente en sus productos de higiene, pero el ser que tenía frente a él solo podía describirse como celestial.

Es decir, era redondo, un poco quemado, y no se podía mirar durante mucho tiempo sin que sus córneas se dañaran de una forma u otra.

—Oye —dijo el ser, arrojando un tubo medio vacío de pasta de dientes detrás de ella—. ¿Tienes más alcohol? Bebí tu bebida verde, pero ni me hizo cosquillas. De paso, ¿quién Eres?

La botella desechada de Listerine le aseguró a Kike que no estaba drogado. De alguna manera, hubiera preferido estar drogado.

—Lo siento —dijo Kike, tratando de acortar la distancia entre él y el ser.

—Interesante —dijo el ser mientras lamía una barra de jabón. Incluso después de saber que no era comestible, continuó lamiéndolo, lo que asustó a Kike más allá de lo que debía—. Mis archivos dicen que tu nombre es @Gordito_Superbonito, no "Lo siento," ni siquiera sé cómo decir esa a ondulada.

—¿Ese es... mi nombre de usuario de Wattpad? —dijo Kike. Ahora estaba seguro de que una combinación de estrés y panqueques quemados se había manifestado en una aparición.

La aparición le dio un mordisco limpio a la pastilla de jabón antes de arrojarla hacia la bañera, donde se deslizó hacia arriba e hizo tres volteretas frontales antes de detenerse en el fondo. Su carrera como patinador profesional se detuvo tristemente.

—¿Me lo dices o me preguntas? —dijo la aparición. No solo era una aparición muy grosera, sino que también tenía el alma de un profesor de secundaria.

—Sí, ese es mi nombre de usuario de Wattpad, pero mi nombre es Kike.

—¿Eso es como un título? —dijo la aparición, limpiándose los dientes con hilo dental. Kike no tenía hilo dental—. ¿Kike el Súper Gordito? No te veo nada gordo, cariño. Pero si estás algo bonito.

Kike tuvo suficiente. La aparición no solo estaba insultando su cuerpazo de papa solterón, del cual estaba bastante orgulloso, sino también estaba comiéndose su barra de jabón favorita, una de las razones por la cual estaba algo bonito. Su piel era suave como terciopelo.

—Mira, espíritu mágico —dijo Kike con los brazos abiertos, como si de alguna manera pudiera contener al ser—. No sé quién eres, pero te pediré cortésmente en mi tono más severo que dejes de lamer mi desodorante.

—Pero dice Old Spice. ¡Me gustan las especias! ¿Y a quién llamas espíritu? Soy una musa. ¡Tu musa! —dijo el espíritu, agarrando la mano de Kike y sacudiéndola con la misma energía con la que agarraría un pez vivo que accidentalmente saltó a un bote: con asombro y miedo—. Mi nombre es Calíope, diosa de la poesía épica, y ¿podemos ir a tomar algo? La única forma de parar una resaca es seguir bebiendo.

*******

—Podría acostumbrarme a esta cosa del brunch —dijo Calliope, bebiendo una Mimosa mientras el resto de los clientes de "La Tasca Gando" comenzaban a echarles un vistazo.

—Entonces —dijo Kike, jugueteando con la pajilla de metal de su soda de dieta, porque se preocupa por las tortugas—, tú eres la Musa enviada para ayudarme.

—Calliope, a tu servicio. Estoy segura de que el placer es todo tuyo —trató de decir, pero salió como un largo e ininterrumpido eructo en Fa#. Los puristas dirían que en realidad era una E, pero no hablamos con esa gente—. Dioses míos, esta cosa gaseosa me está dando eructos.

—Encantado —dijo Kike. ¿Qué estaba haciendo almorzando con una Diosa? ¿Por qué el brunch existía en primer lugar? ¿Y quién iba a pagar por todo esto?

—Deberías estar agradecido. Fui la musa de la Odisea.

—¿El juego de Mario?

—Oh, por el amor de Zeus. ¡La Odisea es la mejor y más grande historia alguna vez contada!

—Sí, lo sé —dijo Kike—. Tienes que capturar como setecientas lunas. Es una locura.

—Sabes qué, olvídalo. Me estás dando migraña. Solo dime qué quieres hacer y acabemos con esto.

—Yo... no me siento tan seguro de decirlo en voz alta.

—Las musas no ayudan quién no quieren ser ayudados.

—Está bien, yo... quiero... un poema... chica... —dijo entre pequeños estallidos de murmullos.

—Vaya, veo muchos puntos suspensivos y pocas palabras. ¡Habla más fuerte!

Si la gente no estaba mirando antes, lo estaba haciendo ahora. Hubo, como decía la gente, un silencio embarazoso. Uno que se iba a poner de parto pronto, pero no lo suficientemente pronto como para entrar en pánico. Era una homeostasis de incomodidad y silencio que no provocaba pánico ni relajaba.

—¡Quiero intentar hacer un poema para recuperar a mi ex!

—Bueno —dijo Calliope, indicándole al mesero otra ronda de Mimosas—, tengo que admitirlo. Tus pulmones son asombrosos.

—Gracias. Pero sí. Eso es todo. Todavía no he superado a mi ex. A ella siempre le gustaron mis poemas, y me animó a registrarme en este sitio llamado Wattpad.

—Lo de los libros de chicos malos, ¿verdad? —dijo Calíope—. Entonces, ¿quieres un poema para conquistarla?

—Solo quiero ser lo suficientemente bueno para que ella lea mis cosas, una última vez.

—¡Bueno, tienes a la diosa correcta! —dijo Calíope—. ¡Vamos a hacer un poema tan bueno que ella se arrepentirá de haberte dejado, y hará que mi jefe deje su estupidez de mandarme a estos trabajos inservibles.

—¿Quién dijo que ella me dejó? —dijo Kike—. Tal vez la dejé.

—¿La dejaste?

—No, pero.

—¡Está decidido, entonces! Seré tu musa, si me aceptas.

Por alguna razón, Kike sintió una ola de sinceridad proveniente de la musa. Como si la totalidad de su sabiduría de repente descansara sobre él. Podía hacer cualquier cosa con ella de su lado.

—¡Sí! —dijo Kike, sin siquiera pensarlo dos veces—. ¡Considérenme inspirado!

—Excelente. ¡Oh, aquí viene la cuenta!

El mesero le trajo a Kike la cuenta por un sorprendente valor de $40 en Mimosas.

—Entonces, ¿tienes dinero, o? —Kike comenzó a decir antes de darse cuenta de que, en algún momento, Calliope se había desvanecido en el aire, dejándolo a él para pagar la factura.

—Me retracto —susurró Jack—, es una pendeja.

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