¿Misión cumplida? - Helkion

—Aleación, ¿cuánto hace que sacamos a todos del planeta para salvarlos de sí mismos?

Levanté la mirada de la consola y me encontré con la de mi compañera en ese momento en la sala de control. Hice memoria antes de responder:

—Tres meses. ¿Por?

Mi interlocutora, una joven resuelta, de pelo corto alborotado y traje ceñido en tonos azules, movía las piernas adelante y atrás sentada en el lateral de una mesa.

—Cada vez me agobian más las misiones. Paso demasiadas horas sola. ¡Nunca pensé que echaría tanto de menos a la gente!

—Tranquila, Nimbo. Cuando menos lo esperes habremos terminado y volverás a quejarte de ellos.

—Eso espero... creo —la chica se fijó en un extraño objeto que descansaba sobre la consola de seguridad—. ¿Qué es eso? —lo señaló.

—Es un detector de...

Una repentina implosión de luz atrajo nuestra atención, y una figura encapuchada, envuelta en jirones de oscuridad, se materializó.

—Adoro tus dramáticas entradas, Umbral —aplaudí con mi mejor sonrisa—. Y apuesto a que nos escuchabas justo antes de aparecer.

La silente teleportadora se dirigió a la máquina de café y empezó a prepararse uno. Divertido, miré a Nimbo y le guiñé un ojo. Ella sonrió.

—No puedo evitarlo, su elocuencia me cautiva.

La joven reprimió una carcajada. Sabíamos que el humor no era el punto fuerte de Umbral, pero no por eso dejaba escapar una buena ocasión para provocarla. De momento, sin éxito.

—Hay buenas noticias —dijo Sinapsis mientras irrumpía en la sala de control acompañada de Eco y Faro, otras dos componentes del equipo. Nimbo y yo dimos un respingo.

—Odio que haga eso —susurró la joven.

—Hemos cumplido un noventa por ciento del plan establecido —anunció Sinapsis—. Pronto traeremos de vuelta a los habitantes de la Tierra.

—No deberían regresar —objetó Eco mientras se encaraba con Sinapsis—. Todos sabemos que no nos creerán.

—¿A qué viene esto, Eco? —Sinapsis no había previsto semejante reacción—. Creía que estábamos de acuerdo.

—Conozco bien la naturaleza humana. Y me sorprende que tú seas incapaz de ver el peligro que corremos. Mucho me temo que en esto no hay término medio, Sinapsis. O nos sometemos a los caprichos humanos, o tomamos el control.

—¡Eso que propones condenaría a miles de millones de inocentes! —saltó Nimbo.

—Lo lamento, pero esta vez coincido con Eco —intervino Faro—. Seguramente nos acusen de haberlos engañado. Luego nos perseguirán y nos encerrarán... o algo peor.

—¡Afrontaremos todo eso cuando toque! —sentenció Sinapsis—. Ahora lo que importa...

El objeto comenzó a levitar brillando con una extraña luz verde y la sirena de alarma empezó a ulular. Me giré para atender la consola y, tras comprobar tres veces las lecturas, anuncié con total incredulidad:

—La red de satélites ha detectado una gran nave de origen desconocido.

—¿¡Cómo!? —soltó la telépata.

—En breve sobrepasará la órbita de Marte. ¿Qué hacemos? —pregunté.

No supo responderme. Su hermoso sueño de confraternización entre humanos y mutantes acababa de transformarse en una pesadilla. 

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