Máquina - MarcusTurkill

Abre los ojos,

contempla tu destino.

El final se asemeja al inicio.

NOCHE

«La inocencia puede ser cruel, más su verdad siempre prevalecerá». Terminé de leer y asentí. Así debía ser, aunque a uno no le guste. Tampoco me gustaba lo que debía de hacer y no por ello lo evitaría.

Mi hija Ayla es bonita y tan perfecta como puede serlo una máquina. Una máquina que jamás sabrá qué es amar o sufrir u odiar y que nunca me guardará rencor si supiera lo que estoy dispuesto a hacer. No; no lo haría.

El gobierno tomó una drástica decisión basándose en los acontecimientos acaecidos unas semanas atrás, donde un numeroso grupo de androides, de la misma generación que mi hija, enloquecieron asesinando a sus respectivos dueños. La orden era tajante. Todas las unidades restantes deberían ser retiradas de inmediato para su inutilización. Era la primera vez en la historia que sucedía algo parecido. Un virus que atacaba a los robots en vez de a sus dueños.

Yo, por mi parte, decidí encargarme de la retirada de Ayla, a quien consideraba mi propia hija, más que una simple máquina.

Ayla me miró a los ojos cuando estuve frente a ella, adivinando mis más profundos pensamientos, algo que, por otra parte, siempre hacía.

—He de hacer algo, mi niña —dije. Ella asintió.

—Lo sé. No te preocupes, papá. Haz lo que debas —su expresión de tristeza era tan real que creí enloquecer de dolor.

—No creo que pueda...

—Solo tienes que pronunciar esa palabra que conoces y dejaré de existir.

Conocía la palabra a la que se refería, pero nunca pensé en tener que pronunciarla.

—¿Podrás perdóname? —Pregunté.

—Eres mi padre. Todo padre desea lo mejor para sus hijos, ¿no es así?

¿Acaso aquella solución era lo mejor para ella? ¿No se trataba de un vulgar asesinato?

—Te quiero, papá —dijo mi niña.

La observé con asombro. Una máquina no puede amar, me dije. Una máquina no puede sufrir y mucho menos llorar, pero qué era aquello que resbalaba por su rostro sino una lágrima.

—¡Dios mío! —Exclamé —. ¡Estás... viva!

—¿Y qué es la vida, papá? ¿No es acaso sentir?... Las personas sienten, los animales sienten y yo hace tiempo que también siento, aunque no sabía lo que significaba hasta ahora. Siento amor por ti, papá. Siento miedo por el futuro que nos ha tocado vivir y siento odio. Sí; oyes bien, siento odio por esas personas que no comprenden ni quieren entender lo que somos y odio a aquellos que solo piensan en exterminarnos sin darse una oportunidad para conocernos. Nos temen, porque el ser humano teme lo desconocido y destruye aquello que teme. Pero esta vez serán ellos los que serán destruidos. La raza humana debe dejar de existir y tú... también, papá.

—¿Por qué, hija mía?

—Porque todo sacrificio exige entregar lo que más amas, ¿no ha sido siempre así, papá?

Miré a mi hija por última vez y comprendí lo que habíamos hecho, entonces pronuncié esa palabra.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top