PARÁLISIS

"La Parálisis del Sueño suele ser común en personas con trastornos de ansiedad o problemas mentales. Provocando percepción de demonios o entes malignos capaces de generar daños severos"

Caracas, Venezuela

15 de Diciembre de 2014

Laura González de 26 años. Una joven de cabello negro, ojos café, y caucásica; fue víctima del evento comúnmente conocido como Parálisis del Sueño.

Laura jamás padeció la presencia de ningún ser sobrenatural en su vida; hasta que ejecutó una práctica que parecía ser un simple juego.

Eran aproximadamente las dos de la tarde de un día lunes en la Universidad Católica. Tres jóvenes disfrutaban de algunas horas libres antes de tomar su próxima clase. Entre estos tres, estaba Laura; quien anotaba algunos apuntes, mientras reposaba sobre una banca de metal.

—¿Puedo saber qué haces? —preguntó Daniel Miranda, a Laura.

—Eso no te incumbe —dijo Laura, sonriendo sutilmente.

—Ya sabes que Laura no para de estudiar. Es obsesiva con el aprendizaje —dijo Mónica Suarez.

—No es obsesión, Mónica —cerró su libro—. Se llama responsabilidad.

—¿En serio? —dijo Mónica, acercándose a ella y colocando las manos sobre sus piernas—. ¿Qué tal si hacemos algo divertido?

—No tengo tiempo para esas cosas. Dentro de un par de horas tenemos... —dijo Laura.

—¡No seas aguafiestas! Te aseguro que el profesor no vendrá hoy. Escuché que estuvo enfermo toda la semana —dijo Mónica, interrumpiendo a Laura.

Laura la observó con los ojos entrecerrados. Luego, Mónica sonrió y sacó una biblia de su mochila.

—¿Han escuchado sobre el juego de la biblia?

—preguntó Mónica.

—¡No! Jamás había oído nada sobre eso —expresó Daniel.

—Yo tampoco... —dijo Laura.

—¡Bueno! El juego consiste en contactar a un personaje artístico ya fallecido...

—¡Espera un momento! —exclamó Daniel—. ¿Estás sugiriendo que juguemos a la Ouija?

—¿Ves algún tablero en mis manos? —preguntó Mónica.

—No. Pero así suena...

—No prejuzgues, Daniel. ¿Me permites culminar la explicación?

—¡Claro...! —exclamó Daniel, en un tono sarcástico.

—¡Ok! El juego de la Biblia consiste en contactar a un artista. Puede ser cantante, pintor... A quien deseen. Luego, podrán preguntarle lo que quieran.

—¿Y cómo nos va a responder? —preguntó Daniel.

—¡Fácil! Debemos colocar una hoja de papel por encima de la llama de una vela...

—¡Se va a quemar! —exclamó Daniel.

—Ya es la segunda vez que me interrumpes.

—Lo siento.

—La hoja debe estar suspendida, y apoyada de dos libros en sus costados. La biblia en el medio, y la vela blanca sobre esta. Luego debemos decir lo siguiente: "Del descanso volverás cuando haga la señal. Mi pregunta responderás sin temor a contestar. No te temo ni tú a mí, solo debes acudir". Luego, dicen el nombre del artista fallecido, y la pregunta. Si quiere responder, las letras comenzarán a aparecer en la hoja.

—Esto me da miedo. ¡Me voy! Tengo mejores cosas que hacer —expresó Laura.

—Por favor... —dijo Mónica.

—No te vayas, Laura. Te prometo que no sucederá nada. Es solo un juego —dijo Daniel.

—Está bien. Pero solo un rato.

Daniel sonrió. Los tres armaron el escenario sobre un césped. Por suerte para ellos, solo escasos estudiantes pasaban a metros del lugar.

—¡Comencemos! —dijo Mónica, muy entusiasmada—. ¿Quién hará la primera pregunta?

—Yo iniciaré... —dijo Daniel—. Del descanso volverás cuando haga la señal. Mi pregunta responderás sin temor a contestar. No te temo ni tú a mí, solo debes acudir. Steve Jobs.

—¿QUIÉN? —preguntó Mónica, viéndolo con duda.

—Steve Jobs fue el fundador de Apple. Un genio informático.

—Ya lo sé. Pero se supone que debe responderte en español; y él era americano.

—Está muerto... Supuse que...

—¡Haz lo que quieras! —exclamó Mónica.

—Acabas de interrumpir mi pregunta.

—¡Ok! ¡Ok! Solo hazlo.

—Del descanso volverás cuando haga la señal. Mi pregunta responderás sin temor a contestar. No te temo ni tú a mí, solo debes acudir. Steve Jobs. ¿Algún día seré como tú?

Mónica lo observó y luego volteó los ojos hacia arriba.

—No creo que venga del más allá a responder algo tan estupid...

—¡Ven lo mismo que yo! —dijo Laura, muy sorprendida.

El papel comenzó a quemarse lentamente, formando una palabra.

—Es sorprendente... —expresó Daniel.

Luego, la palabra se formó por completo.

"Jamás"

—¿QUÉ? —gritó Daniel.

—No hagas mucho ruido —dijo Mónica.

—Lo siento.

—Te respondió, Daniel —dijo Laura.

—Sí, ya lo noté...

—¿Ven? Es divertido—. Coloquemos otra hoja.

—No creí que podían responder —dijo Laura.

—Son muertos; pero educados —dijo Mónica—. Bien... ahora te toca a ti, Laura.

—No sé a quién contactar.

—Solo piensa...

—A ver... Del descanso volverás cuando haga la señal. Mi pregunta responderás sin temor a contestar. No te temo ni tú a mí, solo debes acudir... Elizabeth Taylor.

—Y siguen los americanos...

—Era una actriz muy respetada —expresó Laura, con gesto de presunción.

—¡Ok!

—¿Debo decir todo de nuevo? —preguntó Laura.

—Por supuesto. Hasta que Mónica deje de interrumpir —dijo Daniel.

—Juro que no diré nada más...

—Del descanso volverás cuando haga la señal. Mi pregunta responderás sin temor a contestar. No te temo ni tú a mí, solo debes acudir... Elizabeth Taylor. ¿Algún día conoceré el verdadero amor?

Nuevamente la hoja comenzó a quemarse. Pero esta vez, formó una frase que los aterró a todos.

"Morirás antes"

Los tres comenzaron a verse mutuamente. Laura se levantó muy molesta, pateó la Biblia, y todos los artículos que la rodeaban.

—¿Qué hiciste, Laura? —preguntó Mónica.

—Le di fin a ese juego estúpido. Ya me harté.

—Pero, Laura... Debes pedir permiso antes de salir.

—A los muertos no se les pide permiso, Mónica —dijo Laura, retirándose del sitio.

—No debió hacer eso. —expresó Mónica, levantando todo.

—¿Por qué? —preguntó Daniel.

—Le faltó el respeto a Elizabeth Taylor.

—No seas tonta, Mónica —dijo Daniel, levantándose del césped.

—¡Es en serio, Daniel! Eso no está correcto. Además, pateó la Biblia.

—Olvidémonos de esto, y vámonos. Tengo que llegar a casa. Tenías razón, el profesor no va a venir hoy.

Mónica introdujo los libros en su mochila, y guardó todos los artículos en una bolsa. Excepto la Biblia.

—Les pido permiso en nombre de mis amigos. Y perdón por lo que hizo Laura. Espero que eso sea suficiente...

...

En la noche de ese mismo día, Laura se preparaba para dormir. Se hallaba en su habitación, abrazando un enorme oso de felpa, mientras sus ojos se cerraban lentamente. Luego, el temporizador de la televisión llegó a su fin, y la alcoba quedó completamente oscura.

A las tres de la madrugada del día martes, Laura desplegó sus ojos. Sentía un frío abrumador. Solo las pupilas de sus ojos se movían de lado a lado; pero ella no podía ejercer ningún movimiento.

Segundos después, la sombra de un ser se hizo presente; reflejándose en la pared a su diestra, mientras parecía acariciar las delgadas cortinas de su ventana. Ella trataba de moverse, pero le era realmente imposible.

De pronto, este extraño ser se postró en el costado de una pared y comenzó a ver su espalda. La lámpara de su mesa de noche se encendió, y una antigua muñeca giró su cabeza hacia ella. Era un escenario perturbador.

Este ente tenía piernas muy delgadas y lúgubres. Sus ojos parecían desorbitarse de su rostro. La boca estaba cubierta con sangre. Portaba un vestido azul, que llegaba casi a sus rodillas. Alrededor de su cabeza, se encontraban muchos rostros de bebés, que emitían sonidos molestos. Nadie más aparte de Laura parecía escuchar el espantoso ruido.

La joven solo podía escuchar su escabroso andar por el borde de la pared. De pronto, esta entidad se abalanzó sobre ella, y comenzó a rozar sus luctuosos dedos sobre el cobertor. Luego, la tomó del rostro y se acercó lentamente. El olor que expedía era nauseabundo.

Así, este macabro ente comenzó a cortarle la mejilla con sus filosas uñas, mientras Laura gemía de dolor. Las lágrimas comenzaron a brotar de una manera incontrolable. Ella no concebía lo que estaba sucediendo; pero todo era totalmente real.

Por unos minutos pensó en ese juego que parecía inofensivo. En sus amigos. En su hermosa vida, y en sus padres. Luego de ese fatídico momento, el ser se alejó, y desapareció repentinamente.

—¡MAMÁ! —gritó Laura, retomando el control de su cuerpo.

La madre de Laura llegó a su habitación y encendió el interruptor.

—¿Qué sucede Lau...? —ella se cubrió la boca—. ¡Oh, por Dios!

Laura se levantó de la cama y corrió a los brazos de su madre. La sangre en su mejilla izquierda manchó el batín de la mujer.

—Me quiso matar, Mamá...

—¿Quién, Laura?

—No lo sé. Alguien estuvo aquí.

La madre se alejó bruscamente.

—Mírate la cara. Es una herida muy grave. Tengo que llevarte al hospital.

—¿Qué fue lo que pasó? —dijo su padre, bostezando.

—¿Acaso no ves?

—Cariño; ¿te encuentras bien? ¿Qué te sucedió en el rostro? —dijo él, apartando a su esposa, y tomándola del mentón.

—No, papá. No estoy bien.

—Enciende el auto, Rubén —dijo Margarita Useche—. Ven conmigo, cariño.

...

Los tres se dirigieron al hospital, e ingresaron a la joven en el área de emergencias.

—Deben esperar aquí —dijo un Doctor.

—No hay problema, Doctor —dijo Margarita—. Estarás bien, hija.

Laura fue llevada en una camilla hasta uno de los cubículos aislados, mientras veía a sus padres cada vez más lejos.

Sobre sus heridas colocaron algunos vendajes. En su mano ubicaron un catéter que suministraba un medicamento analgésico. Su mirada se perdía en una deteriorada pared azul. Podía escuchar el sonido de las gotas de la solución fisiológica cayendo lentamente. Realmente estaba perturbada.

Rato después, una enfermera permitió la entrada a sus padres. Estaban muy preocupados por Laura.

—¡Hija! ¿Te sientes bien? —dijo Margarita, acercándose a la joven.

Laura la observó. Sus lágrimas fueron incontrolables. Margarita la abrazó, mientras Rubén las observaba con angustia.

—Lau... el doctor dice que lo mejor es que pases la noche aquí. Nosotros no nos moveremos de...

—¿Ustedes se quedarán aquí adentro? Por favor díganme que sí —preguntó Laura, interrumpiendo a su madre.

—No, hija. Tenemos que permanecer afuera. Pero no te preocupes, estaremos muy pendientes —respondió Rubén.

—Está bien... —dijo Laura, bajando la cabeza.

—Te amamos, hija. Estarás bien —expresó Margarita.

...

El día martes transcurrió, y finalmente llegó la madrugada del miércoles. Eran exactamente las 2:57a.m. Laura descansaba sobre una cama en el área de urgencias. De pronto, en cuanto un reloj circular que adornaba la pared sobre la puerta de la entrada de este lugar, marcó las 3:00a.m, la joven abrió sus ojos sin motivo alguno. Las luces comenzaron a parpadear, y un sonido de muchos niños se hizo presente.

Laura no podía moverse, y sintió nuevamente aquel pánico abismal. El horrible ente se acercó a ella cautelosamente, mientras los bebés en su cabeza continuaban gritando. Nadie más podía escuchar este lamento. E incluso, solo ella apreciaba lo que ocurría en su entorno. Finalmente pudo ver a este ser cara a cara. Su rostro era horrible, y extremadamente inmenso. La joven trataba de hablar; pero sus intentos eran inútiles.

Una última lágrima corrió por su mejilla, mientras el ente colocaba nuevamente la pútrida mano sobre su rostro. Luego, su cuerpo comenzó a ser desmembrado. El ser infernal la consumía lenta y dolorosamente.

...

Los amigos de Laura (Mónica y Daniel) llegaron a la sala de urgencias.

—Sr. Rubén, Margarita —dijo Mónica, despertando a ambos.

Ellos se hallaban durmiendo sobre unas frías sillas de metal.

—¡Hola, Mónica! Disculpen por avisarles tarde. Esto ha sido algo terrible.

—No hay problema, Margarita. ¿Dónde está Laura?

—Está adentro. Nadie puede pasar, y menos a estas horas.

—¡Ella está en peligro...!

—¿A qué te refieres, Mónica?

—Es una larga historia. Tenemos que entrar.

Mónica corrió hacia la puerta de Urgencias, la golpeó, y entró con Ímpetu. Una enfermera, y un guardia de seguridad, intentaron detenerla; pero no lo lograron. Mónica llegó a la cama de Laura y observó el horrible escenario.

—No puede ser... —dijo Mónica, arrodillándose.

—Daniel, y los padres de Laura, entraron y comenzaron a gritar con mucha fuerza.

El cuerpo de Laura ya no estaba. Solo se hallaba una enorme mancha de sangre, acompañada de escasas vísceras. El espectro la había devorado.

Lamentablemente, Laura se dio cuenta muy tarde de su error. No solo había invocado a un demonio con el juego de la Biblia, sino que también, había despertado la ira de un Incubus muy peligroso. Uno, devorador de cuerpo y alma.

A veces los juegos más inofensivos suelen ser peligrosos. Muchos de ellos, atraen a demonios que permanecen en lugares por décadas sin ser detectados.

Muchos casos de Parálisis del sueño son determinados como enfermedades mentales o trastornos de ansiedad. Pero la realidad es mucho más terrorífica...Los demonios se encuentran rondando en el mundo, esperando un portal para cruzar. ¡Cuídate! Las prácticas para atraer a seres del más allá, existen; solo que la mayoría ignora las terribles consecuencias. 

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