La Tribu TAI

05 de Agosto de 2021

Carta de Violeta Martínez

Anny era mi mejor amiga. Juntas, todo era perfecto. Hasta que aquel día llegó. Ese fatídico momento cuando nos encontramos con el maldito lago en un poblado de San Juan. Ese que denominan: La Tribu TAI. Un infierno sumergido en aguas mansas.

Era el verano de 1995, cuando nuestro colegio organizó un paseo a San Juan de los Morros. Estábamos emocionados. Anny y yo subimos al bus, avistando aquel asiento doble donde pasaríamos las horas durante nuestro viaje. El camino se nos hizo corto, mientras retozábamos con un par de cuadernos donde describíamos nuestra vida. Esos que en muchos lugares le denominan diarios.

Luego de algunas horas, finalmente llegamos. Anny y yo nos tomamos de las manos y caminamos con todo el grupo para conocer el lugar; pero minutos después, nos llevaron a un sitio acordonado. Era un lago de agua muy azul. Sinceramente se veía lúgubre.

Una mujer anciana que portaba telas de seda sobre su cuerpo y cabello blanco con trenzas, se hallaba al frente de este lugar. Era la encargada de contarnos la historia del misterioso lago.

—Hola, niños. Bienvenidos a nuestro amado pueblo. Hoy quiero mostrarle un lugar lleno de misterio y que ha prevalecido durante muchos años. Detrás de mí pueden observar la memorable Tribu TAI —dijo la anciana, señalando hacia el lago con ambas manos.

—Yo solo veo un feo riachuelo —dijo Anthony; uno de mis compañeros, entre risas.

La mujer mostró facciones de enojo y expresó:

—En el fondo de este lugar, yace la antigua Tribu TAI. La leyenda dice, que la Tribu era la más poderosa de estas tierras. Tenía chamanes que conocían de magia mística. Pero una noche cayó el peor de los diluvios; provocando su hundimiento. Desde ese momento la tribu radica bajo estas aguas.

—¡Esas son solo mentiras! —exclamó Anthony.

—Todas las noches, el lago irradia una refulgente luz verde, permitiendo que podamos visualizar la Tribu en su máximo esplendor. Pero pocos logran aproximarse a verla; porque los que lo han intentado, han sido arrastrados al interior; extraviándose para siempre.

Yo tuve tanto miedo, que presioné la mano de Anny muy fuerte.

—Tranquila, Violeta —dijo ella, sonriendo—. Es solo un cuento para asustar a los visitantes.

—Bueno, niños, creo que fue suficiente del Lago TAI —dijo nuestra maestra.

—Se llama la Tribu TAI —expresó la anciana.

—Bueno..., la Tribu TAI. ¡Es hora de irnos! Hoy pasaremos la noche aquí, y mañana visitaremos la pista de Autos.

—¡SÍ! —Gritaron todos.

Mientras caminábamos, la anciana nos veía con ira. Era como si de alguna manera habíamos insultado su leyenda. Como si ella, formaba parte de ese infausto lago.

...

La noche llegó. Anny y yo intercambiábamos las historias plasmadas en nuestros diarios. Reíamos debajo del cobertor, iluminando las páginas con su linterna. Reíamos sin parar.

—Bien, ya es hora de dormir, niñas —dijo la maestra, dando ligeros golpes a nuestra puerta.

Anny y yo reímos y decidimos obedecer. De todos modos, nos esperaba un maravilloso paseo al día siguiente.

...

Yo desperté justo a las 3:00 a.m. Sentía mucha sed. Tenía la garganta tan seca como un desierto. En cuanto me levanté, noté que Anny no se encontraba en su cama. Supuse por un corto momento que me estaba jugando una broma; pero luego me pareció ilógico que supiera que despertaría casualmente a esa hora de la madrugada.

De pronto, noté que la puerta de la habitación se hallaba abierta. Caminé lentamente y me asomé al corredor.

—¿Anny?

Ese extenso pasillo se veía tan solo y oscuro que el pánico invadió todo mi cuerpo. Luego, observé una silueta del lado izquierdo; era ella. Tenía la mirada perdida en dirección a la puerta del recinto.

—¡Anny, ¿qué haces ahí?

Ella no respondía. Lánguidamente comenzó a caminar hacia el exterior. Yo me asomé a través de la enorme ventana del corredor, y noté como se perdía en la oscuridad de la noche. El miedo me envolvió; pero no podía dejarla sola, así que corrí hacia la salida y fui tras ella.

—¡ANNY! ¿A DÓNDE VAS? TODO ESTÁ MUY OSCURO.

—A lo lejos, pude observar su bata azul, mientras ella continuaba caminando. Solo la luz de la luna iluminaba tenuemente el camino.

—¡ANNY, DETENTE!

Segundos después, un gran brillo verde comenzó a deslumbrar el lugar. En ese momento, noté que Anny se hallaba justo en el borde del lago; y para mi sorpresa, ya no estaba acordonado.

—ALÉJATE DE AHÍ, ANNY —dije, mientras corría hacia ella.

De pronto, ella volteó, me sonrió y se arrojó de espaldas al lago con sus brazos abiertos.

—¡NOOO, ANNY!

Con el frío invadiendo todo mi ser, llegué al borde del lago y vi como mi mejor amiga se hundía. Luego, noté algo que me dejó sorprendida. Esa Tribu que denominaban: TAI, se hallaba bajo el agua. Aquellas casas puntiagudas irradiaban esa flamante pero aterradora luz. Anny fue halada por muchos brazos putrefactos de color oscuro, que parecían desgarrarse mientras se movían; atrayéndola al fondo del lago. Esa fue la última vez que la vi. Así, retrocedí unos pasos y me senté sobre el suelo a llorar. Jamás olvidaría su rostro mientras se hundía, y aquella Tribu maldita que yacía en el fondo de ese infierno con forma de lago.

...

El sol salió luego de un par de horas. Yo estaba en la orilla del lago, con la mirada perdida hacia la casa. De pronto, observé a la maestra corriendo hacia mí. Parecía que me hablaba, pero solo veía sus labios moverse. Estaba realmente segregada del mundo.

—¡VIOLETA, REACCIONA! —dijo, tomándome de los hombros—. NECESITO QUE ME DIGAS QUÉ SUCEDIÓ.

Yo la miré y mis ojos se inundaron en lágrimas.

—POR FAVOR, VIOLETA.

—No lo sé —respondí—. No recuerdo nada.

La maestra me soltó y retrocedió. Luego, se tomó la cabeza con ambas manos.

—Esto no puede estar ocurriendo.

...

Los días transcurrieron y la búsqueda de Anny no cesaba. Muchos pobladores se unieron, con la esperanza de hallarla con vida. Mis ojos no dejaban de llorar. No podía apartar la mirada del lago, mientras mi memoria se llenaba con los recuerdos de su última sonrisa.

Algunos rescatistas se introdujeron hasta el fondo, pero no encontraron nada; solo rocas y restos de hierbas. Los padres de Anny se hallaban sentados sobre un antiguo tronco, esperando que alguien dijera algo sobre ella. Las esperanzas disminuían con el pasar de las horas. Minutos más tarde, un policía llegó al lugar. Estaba muy agitado.

—Teniente; necesito que vean algo.

—¿Hallaste a la niña?

—No... Por favor venga conmigo.

Aparentemente algo extraño ocurría, y no era nada bueno. Todos los policías persiguieron al oficial que dio la alerta. Yo intenté seguirlos, pero mi padre me sostuvo del brazo

—Necesito que te quedes aquí con tu mamá.

—Pero, papá... ¿Qué tal si es Anny?

—Ya escuchaste que no se trata de ella. Por favor obedece.

Mi papá fue tras ellos. En cuanto llegó al lugar, observó un escenario realmente espantoso. La maestra se hallaba colgada de un árbol con una soga rodeando su cuello. Se sintió tan culpable, que decidió quitarse la vida; asediada por la culpa. Ese era otro duro golpe para todos.

Luego de enterarme de este atroz hallazgo, abracé a mi madre y lloré tanto como pude. Sentía una gran impotencia; sobre todo, porque para mí era muy difícil hablar de lo sucedido aquella madrugada. Estaba segura que nadie me creería. Pese a que era una historia conocida, todos imaginaban que era algo para asustar a los visitantes; tal y como creía Anny. Momentos después, me separé de mi madre y hablé con ella.

—La señora que nos mostró el lago...

—¿De qué señora hablas, Violeta?

—Una anciana nos habló sobre la Tribu. Ella contó la historia del lago en cuanto llegamos. No la he visto de nuevo desde ese día.

—Disculpen —expresó un hombre de cabello negro y ojos verdes. Portaba una camisa deslucida de color blanco y pantalones azules descoloridos—. Escuché que mencionaste a una anciana que les habló sobre este lago.

—Sí. Ella nos habló de la Tribu TAI.

El hombre guardó silencio durante algunos segundos, mientras observaba a mi madre.

—¿Qué ocurre? —preguntó mi madre.

—La anciana de la que habla su hija formaba parte de esa Tribu. No todos tienen el privilegio o la desgracia de verla.

—Eso no es posible, todos la vimos —dije.

—No quiero sonar pesimista..., pero me temo que la niña no volverá a aparecer. Esa anciana vino en busca de otra alma. La Tribu TAI estaba formada por caníbales.

La madre de Violeta le cubrió los oídos a su hija.

—Deje de hablar tonterías. ¿No cree que ya tenemos suficiente con todo lo que está ocurriendo? La está asustando.

—Es la verdad.

—Háganos un favor, y lárguese.

El hombre se marchó sin decir una palabra más. Luego, mi madre apartó sus manos de mis oídos.

—¿Estás bien, hija? No creas nada de lo que dice ese hombre. Los pobladores siempre quieren mantener esas historias vivas.

Yo solo asentí con la cabeza y luego volteé para ver en dirección al lago. Si lo que dijo ese hombre era cierto, entonces todas las probabilidades de hallar a Anny se habían esfumado.

...

Han transcurrido 26 años desde aquel día. El tiempo sanó algunas heridas, pero dejó una imborrable cicatriz. Vine de visita a San Juan solo para conmemorar el tiempo que he pasado sin ella; mientras las lágrimas recorren mis mejillas. He sentido la necesidad de regresar en la noche para ver nuevamente esa nefasta Tribu. La curiosidad recorre mi cuerpo desde que descubrí que esa nefasta anciana formaba parte de ella.

Hace 10 años regresé a este lugar y arrojé una de mis muñecas favoritas al lago. Tal vez aún mi niña interior espera que ella se encuentre ahí, anhelando jugar nuevamente. Pero mi parte adulta no se reconforta, porque estoy segura de que su alma sufre en ese pútrido infierno húmedo. Es por eso, que he decidido superar mis miedos y pernoctar en esa antigua casa una vez más, hasta que el lago me permita ver su brillo, o la anciana muestre su magullado rostro.

La casa aún era una posada. Su aspecto no había cambiado, solo estaba cubierta con pintura de diversos colores muy opacos Mientras recorría el pasillo, noté que el árbol donde encontraron el cadáver de mi maestra, ya no estaba. Imagino que el recuerdo de aquel fatídico momento residía en el lugar; sin embargo, las huellas de la muerte son imposibles de borrar.

La noche arropó el lugar de manera inclemente. Yo me encontraba en la misma habitación que compartí con Anny aquella última noche. Lentamente comencé a rozar mi mano sobre la antigua cama. La tristeza se apoderó de mí. Deseaba un poder para regresar el tiempo.

Sin darme cuenta me quedé dormida sosteniendo mi diario, y justo a las 3:00 a.m., escuché un ruido proveniente del corredor. Así que me levanté, introduje la mano en mi mochila y extraje la linterna.

—¿Quién es? —pregunté, pero nadie respondió.

Lentamente abrí la puerta y me asomé al pasillo, dirigiendo la linterna en ambas direcciones. De pronto, un sonido constante alertó mis sentidos. Era una especie de madera topando con el suelo del lugar. En cuanto direccioné la linterna hacia la izquierda, observé a la anciana. Se hallaba al fondo del corredor, sosteniendo un bastón en una de sus manos. Debo admitir que sentí un miedo de muerte.

—¡OIGAN! —grité—. LA ANCIANA ESTÁ AQUÍ.

Luego de decir esto, escuché una voz. Esa dulce e inesperada voz tan familiar, y que anhelaba tanto volver a percibir. Sin embargo, ese no era el momento preciso.

—Nadie te escucha, Violeta.

—Anny... —volteé hacia el lado contrario. Justo ahí estaba ella; sentada a mitad del corredor.

—No debiste regresar, Violeta.

Mi mano comenzó a temblar y la luz de la linterna se distorsionaba mientras la iluminaba.

—No vine por ti —dije, mientras dos lágrimas recorrían mi rostro—. Yo sé que estás muerta.

—No tan muerta como ella —dijo, señalando hacia arriba.

De pronto, el cuerpo de la maestra cayó desde el techo, con la soga alrededor de su cuello. Estaba totalmente putrefacto. En ese momento intenté gritar, pero mi voz no salía. Lo único que se me ocurrió fue retroceder e ingresar nuevamente a la alcoba, pero en cuanto intenté hacerlo, una fuerza extraña me haló de las piernas; provocando mi desplome contra el suelo. Sentí que alguien me arrastraba por el corredor. Mientras mi cuerpo era deslizado a través de la áspera superficie, observé a la anciana. Ella me veía, mostrando una aciaga sonrisa.

Luego, me encontré en el exterior. Mi cuerpo comenzó a sufrir daño, mientras rozaba con algunas piedras, troncos y fragmentos de vidrio. Momentos después, aquella luz verde emergió. En ese instante solo pensé que sufriría el mismo destino que el de Anny. Tal vez lo merecía, por ser tan cobarde y no decir la verdad que callé durante años. Mi vida comenzó a mostrarse ante mí, como una proyección de todo lo que viví con mi mejor amiga, y los bellos momentos junto a mis padres. Así, cerré mis ojos y decidí aceptar mi destino.

Rápidamente sentí como el agua me cubría. No pensaba abrir los ojos, pero sería absurdo encontrarme en el fondo de ese lago y no tener la imagen de lo último que presenciaría antes de morir. Mientras una fuerza extraña me hundía, decidí abrirlos y observé la Tribu TAI en todo su esplendor. Es tan difícil decir esto, pero... se veía tan sublime que no parecía tan repudiable después de todo. Inmediatamente, las pútridas manos aparecieron y me tomaron de las extremidades. Era el fin... Era mi final. En ese instante noté que estos brazos eran muy largos; parecía que salían del fondo. Luego, algunos seres de ojos brillantes aparecieron y comenzaron a observarme. Tenían mucho plumaje sobre su cuerpo y podía percibir sus infectos y delgados dientes. Pero mientras todo esto pasaba, algo mucho más extraño ocurrió; estos seres comenzaron a alejarse y las manos me soltaron repentinamente. Pronto, algo comenzó a halar mi cuerpo hacia arriba, y así salí del lago, respirando de manera agitada.

—¿Te encuentras bien? —preguntó alguien con un tono de voz quebradizo.

En cuanto me recobré, observé su rostro. Era un hombre anciano; pero no cualquiera. Se trataba de ese señor que mi madre descortésmente echó aquel día en 1995.

—Sí, estoy bien.

—Gracias a Dios. Casi te lleva la Tribu.

—¿Cómo supo que estaba en el lago?

—Llevo esperando este momento durante muchos años. La Tribu se llevó a mi hijo, tiempo después de la desaparición de tu amiga. Estuve muchas noches esperando ver su luz para recuperar su cuerpo al menos, pero no se mostró de nuevo, hasta esta noche con tu regreso.

—Lo lamento —dije, entre lágrimas.

—Ya es tarde para ellos, pero finalmente lograremos sepultar lo que queda de los cuerpos.

—¿A qué se refiere?

El hombre señaló hacia mi derecha. En ese instante mis ojos se desorbitaron y me levanté, aterrada.

—¡Por Dios!

En ese lugar se hallaban los cadáveres de Anny y el hijo del pobre anciano; uno sobre otro. A ambos le faltaban extremidades. Él aprovechó el momento para extraerlos del lago, antes de salvarme. En ese momento entendí que el misterio de la Tribu TAI no era algo que se debía descifrar. Tal vez, duraría eternamente.

Días después el lago de la Tribu TAI fue clausurado y no se permitía a nadie acercarse a menos de 200 metros del lugar. Sin embargo, las opiniones sobre esto eran diversas. Los creyentes decían que era lo correcto antes de que la Tribu cobrara más víctimas; los escépticos, alegaban que el cierre del lago era lo más sensato para evitar que los niños se ahogaran en sus aguas.

En mi caso, ya tenía una tumba a la cual llevar flores, en vez de viajar año tras año para fijar mi mirada hacia el funesto lago, mientras observaba a mi muñeca hundirse con el pasar del tiempo. Todos los domingos visito a Anny en el cementerio. Me siento sobre el césped, a leer las nuevas páginas de mi diario.

Mi vida jamás será la misma después de este evento paranormal que casi me convierte en una víctima más. Ahora solo quedan dos recuerdos en mi memoria..., el del maldito Lago de la Tribu TAI, y la sonrisa de Anny, que perdurará hasta que nos volvamos a encontrar.


El Lago de la Tribu aún persiste (no precisamente con este nombre), y su historia es conocida entre los pobladores. Muchos dicen que la leyenda es cierta y que miles se han perdido entre sus aguas. Yo tuve la oportunidad de conocer el sitio cuando era tan solo un niño, y ese recuerdo quedó plasmado en mi memoria para siempre; como en la de Violeta, que vivió para contarlo.

Hoy, luego de muchos años, te recomiendo visitar el lugar. Las historias más lúgubres suelen tener un misterio interesante por descubrir. Sin embargo, solo tú decides si lo haces de noche o de día.

Damián A. Black

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