LA PRIMERA NEVADA OSCURA - Este no es un cuento de Hadas

Basado en un famoso cuento infantil.

Los cuentos de hadas relatan historias maravillosas. Únicas en su estilo. Muchos, pueden imaginarse el entorno mágico que encierra cada universo. La mayoría desearía vivir adentro de estos cuentos. Pero si conocieran la realidad... ese deseo se transformaría en una pesadilla, de la que cualquiera quisiera despertar.

Zermatt, Suiza

06 de Septiembre de 1930.

En el interior de una cabaña, dos personas discutían a grandes voces. Ellos eran: Henry y Amelie Keller. Dos esposos que tenían problemas conyugales de manera recurrente. El hogar de ambos estaba distante al poblado de Matter; un lugar hermoso, repleto de excelsos jardines y frondosos pinos, que envolvían su entorno.

La cabaña de ambos estaba rodeada de nieve, y muchas montañas heladas. Solo ellos vivían en el lugar; y esto provocaba que las discusiones fueran más frecuentes. Henry era un hombre trabajador, pero debido a una grave enfermedad, solo podía cortar diariamente escasos trozos de leña para encender su chimenea. El frío cada día era más intenso. Amelie estaba embarazada, y a solo dos semanas de dar a luz.

—Ya no soporto más, Henry. Esta helada nos va a matar a los tres.

—No sucederá nada. Te prometo que mañana traeré más leña —dijo Henry, sentándose en un pequeño sofá de color pardo.

Amelie le tomó la cabeza con ambas manos, y lo miró a los ojos.

—Juro que si no haces algo ahora, me iré de aquí con mi hijo.

—¡Nuestro! Ya sabes muy bien que no me gusta que le digas "hijo". Aún no tenemos idea si será hombre.

—Cómo sea... Me iré. Juró que lo haré.

—No puedes dejarme solo, Amelie. Yo he trabajado duro —dijo Henry, soltando un par de lágrimas—, pero esta enfermedad no me ha permitido ser el mismo.

Amelie se volteó y quitó una pequeña cazuela de la estufa.

—¿Me darás algo para calentarme? —preguntó Henry.

—No es para ti —respondió Amelie en un tono cortante, antes de retirarse a su alcoba.

Henry quedó solo en la pequeña estancia. Sentado sobre aquel antiguo sillón, y sin decir una palabra más.

...

Horas más tarde, Henry se levantó del sillón y fue a la alcoba de Amelie. Se había quedado dormido.

—Amelie; discúlpame por no ser el hombre que merecen. Solo quiero lo mejor para ustedes —dijo, llamando a la puerta.

Nadie respondía. En ese momento, giró la manija y entró lentamente. Amelie no se hallaba en el interior.

—Amelie...

Había un antiguo ropero a su diestra. Estaba vacío. Amelie se había marchado. El pobre hombre no lo soportó, y se acostó sobre el suelo a llorar.

Pasaron un par de horas y el llanto cesó; e incluso, los latidos de su corazón se detuvieron. Ahora él se había marchado. No pudo despedirse de su esposa, ni conocer a su primogénito. Su mirada quedó fija hacia un oso de felpa que había comprado para el nacimiento. Sin duda alguna, era una pérdida irreparable.

Amelie caminaba sobre la nieve, mientras sus lágrimas parecían cristalizarse por el inclemente frío. Necesitaba llegar a Matter. Solo estaba a pocos minutos del lugar. Llevaba consigo una valija pequeña con escaso ropaje, pero repleta de recuerdos.

De pronto, ella cayó en la nieve y comenzó a pedir ayuda. Lamentablemente nadie se hallaba en las cercanías. Sus gritos eran muy tenues.

—Por favor, que alguien me ayude...

Luego, una mujer anciana apareció de la nada, se acercó a ella, y le tendió la mano.

—¿Quién es usted? —preguntó Amelie.

—He venido a ayudarte. Toma mi mano.

Amelie decidió confiar y tomó la mano de la anciana. Así, lentamente se dirigieron al poblado. La anciana llamó a la puerta de una de las casas, y pronto, una mujer abrió. Ahí, observó a Amelie, temblando.

—¡Dios santo! —exclamó la mujer—. Por favor, entra.

Amelie asintió; pero antes de entrar volteó, para agradecer a la anciana por socorrerla.

—¿Dónde está? —preguntó Amelie.

—¿Dónde está quién, hija?

—La señora...

—Pasa por favor. No pierdas más tiempo. Puedes sufrir una hipotermia.

Ella entró al hogar. La noble mujer la llevó a un sofá, y le ayudó a sentarse.

Por favor aguarda aquí. Traeré unas toallas calientes y un poco de té.

—¡Gracias! —dijo Amelie.

Algunos minutos más tarde, la mujer llegó de nuevo a la estancia, cubrió a Amelie con las toallas, le entregó una taza de té caliente, y se sentó a su lado.

—No te había visto en el pueblo —dijo la mujer.

—Solo mi esposo viene en ocasiones. Vivimos en la cabaña que está a las afueras del pueblo.

—¿Viven solos en ese lugar?

Amelie asintió, mientras tomaba un sorbo de té.

—¿Y dónde está tu esposo?

—Es una larga historia... No quiero hablar sobre eso.

—Bien... No hablaremos de eso.

—La anciana que me trajo hasta aquí. No pude darle las gracias.

—No sé de qué anciana hablas.

—Olvídelo... Tal vez se marchó, luego de dejarme afuera de su casa. ¿No me ha dicho su nombre?

—Mi nombre es Yara.

—Que gusto, Yara. Yo soy Amelie.

—Puedes quedarte el tiempo que gustes, Amelie. Bueno... Pueden quedarse. ¿Es niño o niña?

—Aún no lo sé. Espero que sea un hombre. Fuerte y valiente.

—O tal vez sea una hermosa niña. Una princesa.

—¿Una princesa...? —preguntó Amelie, en un tono irónico.

—¿No te gustaría que fuera una niña?

—Las niñas sufren mucho. Lo digo por experiencia. He llevado una vida decadente. Sé que un hombre soportaría más en este mundo tan banal. Jamás se convertiría en esa princesa de la que habla. Sería tratada como una esclava.

—No siempre suceden esas cosas, Amelie —dijo Yara, levantándose del sillón y encendiendo la estufa—. Cada uno tiene su propia historia.

—Espero que la de mi hijo... o hija. Sea de las buenas.

Ambas sonrieron y decidieron compartir una noche agradable.

...

Transcurrieron un par de semanas. Amelie se hallaba en una pequeña alcoba de la casa de Yara. Ella tenía conocimientos como partera; así que la ayudó a traer al mundo a su primogénito.

Luego de algunas horas de espera, nació una hermosa niña. Yara la sostenía entre sus brazos, mientras sus lágrimas emergían de felicidad.

—¡Amelie! Te presento a tu hija. Es hermo...

Pero algo que notaron sus cansados ojos, borró esa felicidad que la invadió por un momento.

—¿Amelie...?

Amelie se hallaba sobre la cama, con su brazo extendido, y los ojos abiertos. Ella había perecido.

—No puede ser... ¡No te puedes ir, Amelie! Aquí está tu pequeña —dijo Yara, acercando la niña a su rostro.

Yara no pudo contener el llanto. Así, cubrió los restos mortales de Amelie con una sábana, y se alejó de la cama.

Luego, observó a la pequeña, mientras la envolvía con sus brazos.

—No serás un alma sola en el mundo, pequeña. Mientras mi vida no se agote, serás mi hija. Te llamaré Alessia. Siempre quise una hija con ese nombre.

...

Pasaron los años. Alessia se convirtió en una hermosa dama. No existía hombre en el pueblo que no se deslumbrara con su belleza. Tenía 19 años, y gozaba de una corta cabellera negra, que siempre adornaba con un listón de color rojo. Sus ojos eran azules, y su piel, tan blanca como la nieve.

Una tarde, Alessia daba un paseo por el pueblo. Le encantaba caminar a través de los costados de sus calles, donde reposaban hermosas flores que olía mientras cerraba los ojos. Ella se maravilla con su sublime olor.

Su madre: Yara Lang, la esperaba en su hogar. Se hallaba preocupada, porque Alessia no llegaba de su acostumbrado paseo. De pronto, la joven cruzó la puerta, y se acercó a ella, dándole un gran abrazo.

—No creas que con eso me vas a convencer de no castigarte.

—Mamá; estaba paseando en el pueblo. Sabes que me encanta...

—Oler las flores... Lo sé.

—Alessia se separó de ella y la vio, mostrando una sonrisa.

Yara suspiró.

—Esa sonrisa es la que siempre me convence. Siéntate, te traeré la cena.

—Gracias, madre.

Mientras Yara servía la cena, una fuerte corriente de aire ingresó a través de las ventanas.

—Alessia, Alessia —dijo Yara, dirigiéndose hacia su hija.

—¿Sí, madre?

—Ayúdame a cerrar las ventanas.

—Desde luego.

Mientras hacían esto, un fuerte estallido se escuchó, y un área muy extensa del techo cayó sobre Yara.

—¡MAMÁ! —gritó Alessia.

La joven se acercó a ella, pero Yara estaba gravemente herida.

—Mamá; voy a ayudarte a salir de ahí.

Con su mano temblorosa, Yara acarició el rostro de Alessia. Luego, su brazo se desplomó sobre el suelo, mientras su mirada se perdía detrás de la muerte.

—¡NOOO! Por favor, mamá. No me dejes. Te lo imploro —dijo Alessia, sentándose sobre el suelo, e inundada en llanto.

—Alessia...

Ella levantó la mirada.

—¿Quién dijo mi nombre?

—La muerte actúa de formas misteriosas. ¿No lo crees, Alessia?

—¿De dónde viene esa voz...? —se preguntó.

De pronto, una anciana con una túnica de color rojo oscuro, descendió de ese agujero en el techo.

—Yo te hablé, Alessia.

La joven se alejó del cuerpo de su difunta madre, y se apegó a la puerta.

—¿Qué cosa es usted? Entró...

—Volando... Solo es un viejo truco.

La anciana se acercó a ella y comenzó a oler su rostro.

—Te esperé por años...

—Apártese de mí

La anciana se alejó. Luego, extendió sus manos hacia el suelo, provocando que una especie de espejo se formara bajo los pies de Alessia.

—¡Dios!; ¿qué está sucediendo?

Muchas manos salieron del interior del espejo, tomándola de sus tobillos y brazos. Reteniéndola completamente.

—Alessia —expresó la mujer—. Tú eres la indicada para dirigir a mis siete demonios. Solo un alma noble como la tuya, es capaz de mantenerlos bajo su control.

—¿Demonios?

—Mis demonios te han elegido. Ahora, yo les daré el hogar para que puedan coexistir en el mundo.

De pronto, estos siete demonios se manifestaron en el espejo. Eran horribles. Sus rostros mostraban facciones de calaveras, cubiertas con una especie de piel rasgada. Sus cuerpos eran pequeños, y estaban calcinados completamente. Esto provocó que Alessia entrara en pánico.

La anciana se acercó a ella, levitando nuevamente. Extrajo una manzana podrida del interior de su túnica, y la acercó hacia ella.

—Solo el fruto del pecado original, y un alma pura, permitirá la entrada a los siete demonios al mundo de los vivos. Aquí reinaran, y desatarán el peor de los infiernos.

—¡No! Esto no puede ser real.

—Muerde la manzana.

—No lo haré.

—¡QUE LA MUERDAS, TE DIGO!

—¿Por qué me hace esto?

—Porque eres su portal —dijo la anciana, señalando a los siete demonios—. Muerde... la... manzana.

Alessia se sentía perturbada; pero sabía que ante todo lo que había visto, no tenía escapatoria. Así, observó por última vez el cuerpo de su madre, y le dio un pequeño mordisco a la pútrida manzana. El rostro de la joven empezó a cambiar. Se comenzaron a formar enormes venas rojas en sus mejillas. Sus ojos, se tornaron amarillos de manera instantánea. Era la misma chica, pero con un aspecto demoníaco.

Luego, un manto oscuro envolvió su hogar, y este comenzó a hundirse lentamente. Los habitantes corrían aterrorizados. No podían creer lo que veían sus ojos. Minutos después, algunos se acercaron con recelo al enorme cráter, donde solo se podían contemplar los restos de la pequeña casa de Yara y Alessia. La incertidumbre comenzó a invadir a los pobladores. Principalmente a uno de ellos; quien se encontraba detrás de un árbol contemplando el terrible escenario. Un joven de veinte años de nombre Peter Meier. Este chico era uno de los vecinos cercanos de Alessia. La amaba en secreto, pero jamás se atrevió a decirle; y ya era demasiado tarde para hacerlo.

...

Pasaron exactamente seis días. El sitio donde estuvo la casa de Yara y Alessia, se encontraba custodiado por dos policías. Tenían órdenes de no abandonar el lugar, hasta encontrar una explicación lógica a este evento tan extraño. El cuerpo de Yara aún yacía bajo la tierra; pero se hallaba a más de 20 metros de profundidad. El inclemente hundimiento fue tan exorbitante, que alcanzó niveles extremos. Pese a la extensa búsqueda de los cadáveres, no lograron encontrarla. Los restos de Alessia no estaban en ningún lugar. Su destino fue mucho peor...

Transcurrieron las horas, y los policías cambiaron de turno. Ahora estaban: Benjamín Weber y Matías Meier; este último era el padre de Peter.

—Otra noche sin dormir con mi familia —dijo Matías, quitándose su casco.

—Considérate con suerte. Estás a metros de tu casa —dijo Benjamín, encendiendo un cigarrillo—. Hablando de suerte... una muy mala tuvo esa familia.

—Era una buena mujer. Vivía sola con su hija. Bueno... no era su hija. Pero la crio desde que nació.

—Es extraño que solo su casa se hundiera.

—Sí... muy extraño —dijo Matías, observando el agujero.

—No pensemos más en eso, amigo. Traje algo para calentarnos un poco —dijo Benjamín.

Matías lo miró con duda.

—Nos vas a meter en problemas.

—Nada de eso. Solo nosotros estamos aquí. Ya todo el mundo duerme.

Benjamín sacó una botella de licor de su abrigo.

—Toma un poco.

Matías sonrió y tomó un sorbo.

Minutos después, cuando los relojes apenas mostraban las 11:50p.m., aquella extraña mujer anciana apareció sobre una montaña helada, a kilómetros del lugar. Tenía esa flamante pero aterradora túnica de color rojo. Ella era una antigua bruja, que había sido expulsada del infierno hasta cumplir un cometido... propiciar la entrada de los siete demonios a la tierra. Según las profecías, solo un alma pura podía guiarlos. Y ahora, esa inocente alma estaba a punto de despertar, acompañada de estas deidades diabólicas.

Al cumplirse el tiempo para la media noche, una nevada comenzó a caer. Pero no como cualquier nevada. Los copos eran tan grandes como un trozo redondo de carbón, y tan oscuros como la noche más lóbrega. Era un evento nefasto.

—Está nevando... —dijo Benjamín.

Matías se separó del cráter y extendió su mano. Sobre esta, cayó uno de los oscuros copos de nieve.

—Esto no parece nieve —dijo.

—¡Maldición, es negra! —expresó Benjamín, con facciones de asombro.

Lejos del lugar, al frente de aquella antigua cabaña, se abrió un enorme hoyo. La joven Alessia apareció levitando, con ese aspecto tétrico y aterrador. Luego, un humo oscuro comenzó a emerger, y pronto, se manifestaron los siete demonios. Se hallaban detrás de ella, cual guardianes custodiándola.

Alessia abrió la puerta de la cabaña y comenzó a contemplar todo el entorno. Caminó hacia la alcoba que pertenecía a su madre, y ahí, observó los restos óseos de su padre. Luego se agachó, y postró su mano derecha sobre los huesos.

De pronto, la funesta bruja apareció al frente de ella.

—Ahora ya sabes de dónde vienes, Alessia. Tu corta vida siempre fue una farsa.

Alessia se levantó y la miró fijamente.

—La vida te arrebató a tus verdaderos padres.

—Tú me arrebataste todo. Convirtiéndome en esto —dijo Alessia.

La bruja acercó su rostro al de ella.

—Haré un trato contigo... Luego de que los siete demonios acaben con los habitantes de esta comunidad, todo volverá a la normalidad.

—¿Cómo sé que cumplirás con tu palabra? —preguntó Alessia.

—Porque... ya están aquí. Ellos se abrirán paso para terminar con todo lo que creó tu Dios. Dentro de 24 horas, serán completamente libres. Ya no serás su portal. Podrás continuar con tu miserable vida.

—Así que solo 24 horas...

—Sí. A la media noche de este día, serás libre. Pero...

—¿Pero qué?

—Solo si encuentras el verdadero amor. Él podrá desatar las cadenas que te mantienen unida a los siete demonios.

—¿Qué sucederá si no llega ese verdadero amor?

—¡Morirás! Es mi propuesta. ¿O prefieres ser su líder eternamente?

—¡No! Acepto tu propuesta.

—¿Sabes que es poco probable que lo del verdadero amor suceda? Este no es un cuento de hadas...

—Lo sé. Pero prefiero morir, antes de liderar a estos demonios.

—Es una lástima. Tienes potencial.

Alessia la observó con odio, se volteó, y caminó hacia el recinto principal de la casa. Los demonios aparecieron detrás de ella, sonriendo con sus pútridas y grotescas fauces.

—¡Es hora! —dijo Alessia.

La nieve se volvió más densa, y Alessia y los siete demonios, desaparecieron en una gigantesca nube de humo negro y rojo.

Cerca del cráter, ambos policías continuaban asombrados por la nieve.

—Es posible que sea ceniza. Tal vez un volcán o algo así —dijo Benjamín.

Matías comprimió la bola de nieve y, rápidamente se desboronó entre sus dedos.

—Me equivoqué... sí es nieve. Es una nevada negra. Esto no puede ser cierto.

Luego, mientras se miraban entre sí, un inclemente humo negro y rojo apareció frente a ambos. Ellos desenvainaron sus armas.

—¿Qué rayos es eso? —preguntó Benjamín.

En cuanto el humo se disipó, apareció Alessia; observándolos fijamente.

—¿Alessia? —preguntó Matías.

—Es un demonio... —dijo Benjamín.

—Se equivoca, oficial. Yo no soy un demonio... Pero ellos sí.

—¿Quiénes? —preguntó Matías.

De pronto, los siete demonios aparecieron detrás de ellos. En cuanto voltearon, ambos cayeron al suelo.

—¡Dios santo! —exclamó Matías.

Uno de los siete demonios extendió su brazo, e hizo levitar a Matías. Luego le habló:

—¡Matías! ¿Por qué no estás en la cama a estas horas? Eso me molesta mucho.

Matías estaba horrorizado; tanto, que no podía decir una sola palabra.

El grotesco demonio lo observó con ira y luego cerró sus garras. Esto provocó que el cuerpo de Matías se abriera en dos. Los trozos cayeron en la nieve oscura.

—¡MATÍAS! —gritó benjamín.

Luego, otro demonio se acercó a Benjamín. El hombre comenzó a disparar, hasta agotársele las balas de su arma.

—¿Qué rayos son ustedes?

—Demonios... Eso somos. Superiores a ustedes —dijo otro de ellos.

Este extendió ambas manos, y la piel de Benjamín comenzó a desprenderse de su humanidad, mientras él gritaba sin parar. Luego, sus restos cayeron al suelo.

Así, después de provocar su primera tragedia, los siete voltearon a ver a Alessia.

—¿Qué me ven...? Acaben con todo el maldito Zermatt. Solo una cosa antes de que se vayan... Este pueblo será su última parada. Necesito recorrerlo una vez más.

—Como ordenes, Alessia —dijeron todos a la vez.

Alessia era su guía. Solo recibían órdenes directamente de ella. No necesitaba estar con ellos cuando causaran caos; pero podían escucharla y observar sus movimientos, donde quiera que estuvieran.

Así, los siete demonios comenzaron a generar pánico y muerte en todo Zermatt. Las personas trataban de huir; pero era imposible.

Ella caminó por el oscuro pueblo, mostrando sus relumbrantes ojos amarillos, mientras las luces de las casas comenzaban a encenderse. El disparo de Benjamín alertó a todos.

En cuanto la mayoría de los habitantes salieron de sus casas, vieron a Alessia. Estaban confundidos y aterrados. Su aspecto los asombraba más, que el hecho de descubrir que estaba viva. Además, aquella nevada oscura, era un evento sobrenatural, que jamás habían presenciado.

—¿Qué es esto? —dijo una niña, mientras veía caer la oscura nieve. Pero su madre la tomó del brazo y la haló hacia ella.

—¿Alessia Lang? ¡Por Dios! —dijo Flurina Schmid de Meier, mientras trataba de proteger a su hijo Peter.

—No —respondió Alessia—. Alessia Keller.

—¿Cómo es esto posible? —preguntó un hombre entre las personas.

—¡He venido del infierno! Todos morirán hoy.

Una mujer muy enfadada se acercó a ella, e intentó propinarle una bofetada.

—Voy a darte un escarmiento, niña. Esa no es la manera de hablarle a tus mayores.

Pero a solo un metro de Alessia, la mujer se desintegró. Dejando solo una nube de polvo en el ambiente. Todos se aterraron y comenzaron a huir. Algunos entraron a sus casas y trataron de ocultarse en el sótano. Flurina tomó a Peter del brazo y corrió hacia un refugio blindado que había construido su esposo en el área trasera; especial para desastres naturales. Pero Peter se soltó, y comenzó a correr hacia el oscuro y denso bosque.

—¡Peter! Te ordeno que regreses. ¿Qué crees que haces? ¡PETER! —gritó Flurina; pero él no le hizo caso alguno.

El joven volteó en repetidas ocasiones. No sabía si después de lo ocurrido, estaría seguro en ese refugio. Así que huyó lo más lejos posible.

...

Los siete demonios hicieron estragos hasta en el más pequeño rincón de Zermatt, mientras esa inclemente nevada negra continuaba cayendo. Visitaron cada hogar para desmembrar a sus habitantes. Zermatt se convirtió en un verdadero cementerio. Las pieles de todas esas personas colgaban de árboles, cercas, y algunos postes. En otros lugares, se podían observar innumerables cabezas cercenadas. Ahora solo les faltaba un lugar por visitar; el poblado de Matter.

...

El relumbrante sol envolvió a Zermatt. Pasaron las horas de manera muy rápida, mientras Alessia caminaba por el poblado. Se acercaba a cada flor, como acostumbraba antes de su inevitable tragedia. Pero la maldición que traía consigo no le permitía disfrutar del eminente olor.

De pronto, al caer la noche, los siete demonios regresaron a ella. Alessia estaba reclinada sobre una pared.

—Alessia... —dijeron los demonios al mismo tiempo.

—Busquemos a un chico que huyó del pueblo. Debemos traerlo para acabar con todos al mismo tiempo.

Alessia tenía en mente otros planes; y recordando el trato con la bruja infernal, Peter podía ser ese amor que la liberaría de su maldición eterna. De todos modos, desde jóvenes él alegaba que ella era la niña más hermosa que habían visto sus ojos. Era su única y última oportunidad. Los siete demonios no lo matarían hasta recibir sus órdenes. Así que debía ocurrírsele algo al momento de encontrarlo.

De pronto, ella y los siete demonios desaparecieron en el interior de ese voluble humo negro con rojo. Los habitantes que se hallaban en sus viviendas, se asomaban constantemente por la ventana, mientras algunos copos de esa nieve oscura golpeaban los cristales.

...

Peter se hallaba en el interior del espeso bosque, oculto detrás de un frondoso pino. Se abrazaba a sí mismo, tratando de cubrirse del insaciable frío. Hallarse en un bosque como ese a altas horas de la noche, era terrorífico. La oscuridad se volvía inclemente; pero esa sobrenatural nieve provocaba que la penumbra se extendiera.

De pronto, el humo negro y rojo apareció frente a él. Los ojos de Peter se desorbitaron al ver este funesto escenario. Finalmente, Alessia y los siete demonios se mostraron. Ellos sonreían de manera grotesca.

—¡Peter! —exclamó Alessia, con una nefasta sonrisa.

—Ale-ssia —tartamudeó él.

—¿Cuánto tiempo creíste que ibas a ocultarte? —preguntó ella, acercándose a él, y tomándolo del mentón.

—Por favor, no me hagas daño.

—Repite lo que decías siempre cuando me veías pasar.

—¿Qué?

—¿Tengo que pedírtelo de nuevo?

—Es que... no entiendo para qué.

—¡NECESITO QUE LO DIGAS! —gritó Alessia.

Peter tenía demasiado miedo. Tanto, que por un momento su mente se puso en blanco.

—Olvídalo... —dijo Alessia, quitando la mano de su mentón y agachando la cabeza—. Maten a todos en el poblado. Él será el último.

Alessia se volteó y dio unos pasos en dirección a los demonios. Luego, un fuerte trueno se escuchó, acompañado de una risa malévola de mujer. La joven sintió un fuerte dolor en su pecho y cayó de rodillas sobre la nieve.

—¿Qué me ocurre?

—Estás muriendo, Alessia —dijo la bruja, apareciendo detrás de unos árboles—. El trato fue claro. No lograste tu cometido. Y no por falta de intentos... ja jajá.

Luego, un hoyo envuelto en fuego se abrió en la oscura nieve, absorbiendo a Alessia, mientras ella gritaba. Muchas manos calcinadas la tomaron de sus extremidades, hundiéndola, hasta que finalmente desapareció.

—¡ALESSIA! —gritó Peter, abalanzándose sobre el lugar donde la vio hundirse.

—Es inútil —dijo la bruja—. Se ha ido para siempre.

La bruja caminó en sentido contrario y les habló a los siete demonios:

—¡Bien! Es hora de acabar con el país entero. Vayan y propaguen su maldad.

Pero los demonios no se movieron.

—¿Qué les sucede? —preguntó la bruja.

—Alessia se ha ido. Ella era nuestro portal. No podemos hacer nada sin su presencia en la tierra —respondieron los siete demonios al mismo tiempo, con una voz infernal.

—¿Qué? ¡Eso no es posible!

De pronto, el Príncipe de las Tinieblas apareció frente a ella. Tenía aspecto de un hombre anciano, y portaba una gabardina de color negro.

—Me has fallado. Has condenado el alma de la única persona que podía liderar a mis demonios.

—¡Señor! —dijo ella, arrodillándose —Hice lo que me pediste. Ellos debían quedar libres.

—No tomaste en cuenta el pacto. Ese acuerdo con Alessia ha arruinado todo el plan.

—No, por favor. Jamás pensé...

—Nadie te pidió que pensaras. Vuelve a tu infierno, bruja.

Los siete demonios se acercaron a ella y la sujetaron.

—Otra oportunidad. Solo necesito eso.

—Ya se fue tu única oportunidad de ser libre —dijo el Príncipe de las Tinieblas antes de desaparecer entre la penumbra del bosque.

—¡NOOO! YO CUMPLÍ CON EL ACUERDO.

La bruja fue sepultada en la nieve, y los siete demonios desaparecieron con ella. Así, todo volvió a la calma. La nieve cambió de color. Ahora era completamente blanca.

Peter quedó abatido. Con gran dolor y tristeza, comenzó a ver a su alrededor, desorientado, y envuelto en llanto.

El joven decidió regresar al poblado. Los habitantes lo vieron, y comenzaron a salir de sus casas con recelo. Luego, observaron con alegría, como los hermosos copos de la blanca nieve caían sobre el poblado. Flurina escuchó la algarabía y salió del refugio. En cuanto vio a su hijo al frente de su hogar, corrió a abrazarlo.

—Pensé que no volvería a verte —dijo, con lágrimas en sus ojos.

—¿En algún momento te preguntaste donde está papá? —preguntó Peter.

Flurina se alejó y lo observó con tristeza.

—Seguramente está muerto. Y su compañero también —dijo Peter, dejándola sola en el lugar y caminando en dirección a su casa.

Ella corrió hacia el enorme cráter y se hincó.

—¡MATÍASSSS! —gritó, mientras comprimía la nieve.

...

El tiempo pasó. Peter se convirtió en un hombre. Decidió rehacer su vida y dejar atrás aquel fatídico suceso que lo marcó por años. Se casó con una bella mujer, tuvo dos hermosos hijos, y consiguió trabajo en un bello hotel fuera de Zermatt. Ahora su vida era perfecta. Pero jamás olvidaría a Alessia. Ella siempre sería su eterno amor. Tal vez... y solo tal vez... si él hubiera dicho las palabras que Alessia esperaba, ella se hubiera salvado. Pero no valía la pena revolver el pasado.

...

06 de Septiembre de 1991.

Un anciano se hallaba a las afueras de una cabaña, contando una historia a sus tres nietos adolescentes, mientras disfrutaban del calor de una fogata.

—Y esa es la historia de La Primera Nevada Oscura.

—Abuelo... —dijo uno de los chicos, sonriendo con ironía—. Ese se parece a un cuento de hadas que conozco. Solo que modificaste sus personajes de manera terrorífica.

El anciano sonrió y le contestó:

—Los cuentos de hadas son el reflejo de muchas historias ocultas. La mayoría de ellas, esconden terribles sucesos. Pero en estos tiempos siempre encuentran la manera de modificar todo a criterio propio. El dilema es... que en este caso no son personajes ficticios. Ahora vayan a dormir; ya es tarde.

—Claro, abuelo —dijo otro de sus nietos.

Este hombre anciano era Peter. Quien siempre recordaba el macabro evento. Para él era increíble, cómo sobrevivió aquel día.

De pronto, mientras apreciaba el hermoso cielo, algo extraño sucedió. La nieve oscura comenzó a caer.

—¿Pero qué rayos está sucediendo...? —dijo, mientras oprimía una pequeña bola de nieve negra entre sus dedos.

Luego, alguien apareció al frente de él. Era ella. Su aspecto continuaba siendo macabro; pero las facciones eran las mismas de aquella hermosa joven. A sus espaldas, se hallaban esos terribles demonios.

—¡Alessia! No es posible.

Alessia sonrió, extendió su mano, y le otorgó una manzana. Se veía brillante y maravillosa.

Él la tomó y se quedó observando por unos segundos su reflejo en ella.

—¿Qué hago con esta manzana?

—Tienes dos opciones... Si la comes, serás joven de nuevo y estarás conmigo eternamente. Si no... finalmente me olvidarás.

—Yo jamás te olvidaré, Alessia.

Peter regresó la mirada a la manzana, y luego la arrojó lo más lejos que pudo.

—Ya soy un anciano. He vivido lo suficiente.

—Buena decisión, Peter. Adiós...

—¿Te volveré a ver?

—Es posible. Cuando presencies la Nevada Oscura de nuevo. Pero ya no recordarás a que se debe.

Alessia despareció con los siete demonios. Luego de esto, la nieve regresó a la normalidad, y Peter quedó con la mirada perdida.

—¿Qué hago aquí?

Tal y como le había dicho Alessia, Peter la olvidó. El recuerdo sobre aquel evento se borró para siempre de su memoria. Realmente sería un adiós para él. El alma de Alessia no era del todo mala; pero morando en el infierno, posiblemente regresaría para hacer daño, acompañada de sus siete demonios.

Los cuentos que escuchamos recurrentemente, suelen ser reales; pero contados de otra manera. Hay verdades muy oscuras detrás de lo que a veces parece infantil. Como por ejemplo... la representación de estos seres infernales que acompañarán a Alessia eternamente. Ellos son en realidad, los siete pecados capitales.

La Nevada Oscura no se ha manifestado desde entonces. He incluso, no hay registros de aquel evento. Solo pocos tuvieron la desdicha de presenciar este aciago suceso; y la mayoría ya están muertos. Pero si alguna vez observas algo tan raro como un copo de nieve de color negro; huye... ella puede estar más cerca de lo que imaginas.

Recuerda que este... no es un cuento de hadas.

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