La Novia del Manicomio (Relato Corto)

01 de Abril de 2005

Milán, Italia

Bianca era una mujer elegante. Una dama en todo su esplendor. Pero justo el día de su boda, algo en su perfecta vida cambió. Mientras bajaba las escaleras de su flamante mansión, con el vestido soñado, y un enorme y frondoso buqué, una de las damas de honor se aproximó a ella.

—Bianca —dijo, con sus ojos empapados en lágrimas.

—¿Qué sucede, Antonella?

—Nico... Vaya, no sé cómo decirte esto.

—¡HABLA!

—Nico se marchó. Me informó su secretaria que tomó un vuelo a París hace un par de horas con una mujer.

—Esto es una broma, ¿cierto?

—Quisiera que así fuera. Sus padres tampoco llegaron. Se ha ido, Bianca.

Bianca arrojó el buqué a un lado, se alzó el vestido y bajó las escaleras lo más rápido que pudo. De esta manera corrió hacia el lugar donde se hallaban los invitados y el sacerdote que propiciaría su matrimonio. Ella estaba desorientada y abatida. Las lágrimas fueron incontrolables. No tenía sentido lo que acababa de ocurrir, pero era su trágica verdad. Su prometido se había marchado con otra mujer. El amor de su vida había tomado otro camino. De pronto, Bianca cayó al suelo y comenzó a convulsionar.

—¡HIJA! —gritó su madre: Fiorella Grosso, dirigiéndose hacia ella—. ¿POR FAVOR, REACCIONA?

—ALGUIEN LLAME A URGENCIAS, RÁPIDO —gritó Antonella.

Segundos después, la pobre mujer dejó de moverse, y sus ojos quedaron abiertos observando hacia el altar. En ese momento falleció; justo en el día que debía ser el más feliz de su vida.

...

12 de Octubre de 2018

Milán, Italia

La enorme mansión de Bianca fue clausurada en el año 2010, luego del fallecimiento de Fiorella Grosso Mancini y su esposo: Paolo Mancini; pero en el 2018, como conmemoración a la familia Mancini, este lugar fue transformado en un Manicomio. La inauguración fue esplendida. Todos los invitados estaban agraciados, porque finalmente habría un sitio lo suficientemente grande para sus familiares con problemas psicológicos, y que tendrían la atención necesaria para su enfermedad. Sin embargo, no todo fue como se esperaba, porque seis meses después, algunos de los pacientes entraron en pánico, alegando que alguien llegaba a los dormitorios y los atormentaba en horas de la madrugada. Lo que a muchos les pareció extremadamente raro, debido a que todas las habitaciones se hallaban clausuradas de manera electrónica.

El psiquiatra Luciano Martini, decidió vigilar en compañía de un celador los corredores del lugar. Necesitaba percatarse personalmente de lo que estaba ocurriendo. Claramente las dificultades mentales de alguno de los pacientes, acompañado de la medicación, podrían ocasionar reacciones extremas a visiones de algún tipo; pero el problema, era que la mayoría alegaba exactamente lo mismo.

Ambos caminaron durante la madrugada por el extenso corredor, revisando de cerca cada una de las recámaras; pero no lograban percibir nada. Luego de un rato, y entre risas, tomaron la decisión de retirarse. De pronto, todo el lugar quedó en penumbras y un ruido al final del pasillo los alertó. Era el sonido de unas ruedas aparentemente oxidadas.

—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Luciano.

El celador estaba tan asustado que no contestó. Luego, una silla de ruedas cayó desde lo alto y quedó a solo centímetros de ambos. Esto provocó que el celador huyera despavorido.

—¿A DÓNDE CREES QUE VAS? ¡MALDITO COBARDE!

Luciano caminó lentamente, iluminado con la linterna todo el entorno, pero el lugar estaba muy oscuro. En cuanto llegó a la mitad de este corredor, una de estas recámaras se abrió, y en el interior, se hallaba una de las pacientes hablando en dirección a la ventana.

—¡Oye! ¡Vuelve a tu cama!

Ella no le hacía caso alguno.

—¿No me escuchaste?

En ese preciso momento, esta mujer se volteó; sonriendo lánguidamente. Luego, señaló justo detrás de Luciano. En cuanto volteó, notó como las luces del corredor parpadeaban sin parar. Un frío mortuorio comenzó a apoderarse del ambiente, y una mujer vestida de novia apareció. Su traje estaba rasgado y sucio, y los brazos, se notaban putrefactos.

—¡DIOS MÍO! ESTO NO PUEDE SER CIERTO —dijo Luciano, cayendo de espaldas y soltando su linterna.

La novia se aproximó lentamente, mientras la mujer que se hallaba cerca de la ventana, reía sin parar.

De pronto, con su pútrida mano se levantó el velo, y en ese momento, Luciano sintió un escalofrío de muerte. Los ojos de este espectro parecían dos globos negros, su nariz estaba desviada hacia el lado derecho y su boca derramaba mucha espuma.

—¡NO TE ACERQUES!

La novia se aproximó al hombre y con su infecta mano lo tomó del traje. Luego, el rostro de Luciano empezó a descomponerse, lenta y dolorosamente. Comenzaron a aparecer hoyos en su cara, que expedían un líquido púrpura de olor nauseabundo.

—¿QUÉ ME HACES? —preguntó él, tocando los restos de su rostro.

Luego, entre gritos y dolor, el cuerpo de Luciano cayó al suelo, mientras continuaba descomponiéndose. Así, la puerta de esta habitación se cerró, con la novia, la mujer y el cadáver del Psicólogo en su interior.

...

Al día siguiente, y antes de entregar su guardia, el Celador caminó por el corredor. Le parecía muy extraño que el Doctor Luciano no se hallaba en su lugar de descanso, ni en otro sitio del Manicomio.

—¿Doctor? ¿Está aquí?

La puerta de aquella habitación se abrió repentinamente. En cuanto el celador se asomó, notó a aquella mujer vestida de novia, sentada sobre una silla de ruedas y observando hacia la ventana.

—¿Quién es usted? —preguntó él.

La novia se volteó lentamente, mientras las ruedas de la silla emitían un estridente sonido. En ese momento, el celador comenzó a retroceder, porque justo en el regazo de la novia, estaba la cabeza putrefacta de Luciano, repleta de grotescos gusanos que salían de cada agujero.

—Padre nuestro que estás en los cielos... —expresó el celador.

Luego, corrió en dirección a la salida, pero la novia apareció frente a él, mostrándole su fúnebre apariencia y provocando que el celador comenzara a convulsionar. Así, ambos desaparecieron en el interior. Las puertas de los demás pacientes se abrieron, y todos huyeron del lugar. Algunos de ellos, ocasionando destrozos.

...

Luego de algunos meses y tras investigaciones, descubrieron que, entre todos los pacientes que escaparon aquel día y, que luego fueron retenidos, debería estar una mujer de 36 años; pero nunca apareció. Ella era Michelle Marroni; la amante de Nico, quien, a causa de alucinógenos, cayó en decadencia, y posteriormente perdió la cordura.

En el caso del Celador y el Psicólogo, descubrieron que ambos eran hombres casados que, en ocasiones, tenían relaciones íntimas con dos pacientes del lugar. Lo hicieron durante un largo tiempo, sin que nadie lo notara.

En este plano la venganza y la justicia van de la mano. El tiempo puede transcurrir; pero las vueltas de la vida son bruscas, sobre todo, cuando un ente maligno se encuentra vigilante.

Damián A. Black

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