LA ESGRIMISTA
Julio 30 de 2021
Tokio, Japón
Los Juegos Olímpicos en la Ciudad de Tokyo habían comenzado. Margot Morales, una joven de 23 años, alta, de ojos miel, cabello oscuro, y rizado; estaba a solo minutos de iniciar un duelo de Esgrima. Su oponente: Aiko Nakamura, una mujer de 28 años, de cabello corto, y ojos negros, la observaba desde una zona opuesta.
Venezuela y Japón se enfrentarían para obtener la anhelada medalla de Oro. Pero había algo que mantenía inquieta a Margot. Aiko Nakamura, era una de las mejores esgrimistas. Había sido merecedora de dos medallas de oro, y una de plata. Sin embargo, Margot no gozaba de ese privilegio.
Pese a que era una joven con gran experiencia en Esgrima, se sentía nerviosa; pero a la vez, tenía la obligación de enorgullecer a su país.
Finalmente, aquel duelo dio inicio. Nakamura pasaba los dedos por la hoja del florete, tratando de intimidar a Morales. La joven Venezolana la observaba con desprecio. Luego, ambas se colocaron sus caretas, y así comenzó el encuentro.
...
Margot perdía el duelo. Tenía una diferencia de puntos de 12 a 3. Nakamura estaba a solo 3 puntos de ganar. En ese instante, mientras transcurría el minuto de descanso, Margot habló con su entrenador.
—No voy a lograrlo. Ella es una dura en esto, Marcos.
—Si no tienes fe, Margot, jamás lograrás nada —dijo su entrenador—. Solo concéntrate. No te hubiera traído hasta aquí si no creyera en ti.
—Lo sé... Espero no decepcionarte. Aunque todo va mal.
—Es hora de regresar, y demostrar quién eres. Acaba con ella.
Margot sonrió sutilmente, se colocó su careta, y dijo las siguientes palabras en su mente:
—Otorgaría todo para ganar este duelo.
De pronto, el tiempo se detuvo por completo. Mientras mantenía la posición de ataque, notó que su oponente no se movía. Luego, se quitó la careta, y observó a su alrededor.
—¿Qué demonios sucede? —preguntó.
Marcos, su entrenador, había quedado a un lado de la plataforma, con su boca abierta parcialmente, y sus puños cerrados. Parecía estar animándola; pero no movía un solo músculo.
—¡Marcos! ¿Qué sucede...? ¡Marcos, respóndeme!
De pronto, alguien subió a la plataforma de duelo con una vestidura de esgrima de color negro.
—Margot...
—¿Quién eres? Por favor dime... ¿Qué está ocurriendo?
—Dijiste que otorgarías todo para ganar.
—Sí, eso dije. Realmente no quiero perder.
Pero ya es tarde. Tiene muchos puntos a su favor.
El misterioso hombre se acercó a Nakamura, y colocó el dedo en la punta del florete.
—Si haces lo que te digo, no solo ganarás... acabarás con ella. Serás la mejor del mundo —dijo, mientras se volteaba y se quitaba la careta—. Eso puedo asegurártelo.
Él parecía un hombre joven. Tenía el cabello negro en punta, y sus ojos eran de color gris oscuro.
—¿Quién eres tú? —preguntó Margot.
—Yo puedo ser quien tú desees, Margot. Tu entrenador si es preciso. Tengo muchas facetas.
Margot lo vio fijamente.
—¿Eres el diablo?
—Ese ha sido un seudónimo por siglos. Pero sí —respondió, mientras sus ojos se comenzaban a mover de manera extraña.
—Ya no quiero ganar. No me importa. Necesito que te vayas.
—Por favor, Margot... Eso es algo dramático.
Margot cerró sus ojos, y cubrió sus oídos.
El demonio se colocó a sus espaldas, y la tomó de los hombros.
—Abre tus ojos, Margot.
—No quiero que me hables... ¡VETE!
—Ábrelos, y verás tu realidad.
Ella abrió sus ojos, y quitó las manos de sus oídos. Ya no estaba sobre la plataforma. Ahora se encontraba en su casa, y podía verse a sí misma sentada sobre el suelo, mientras era azotada con un cinturón por su padrastro.
—¿Recuerdas, Margot? —preguntó él.
—¡Sí!, lo recuerdo.
—Ese fue tu pasado. Momentos tristes y dolorosos. Los causantes de que cambiaras de vida bruscamente.
—Mi infancia fue muy cruel —dijo Margot, mientras brotaban sus lágrimas.
—Huiste de casa, seis meses después de esto.
—Comí de la calle. Tuve que hacer mucho para llegar hasta aquí.
Luego, regresaron al lugar del duelo. Margot pudo presenciarse a ella misma, perdiendo, mientras era juzgada. Quedando nuevamente en la calle. Volvería a ser una víctima más del mundo.
—Muy pocos logran entender tan rápido, Margot. Si pierdes, este será tu destino. Volverás al lugar donde empezaste. Todos tus esfuerzos serán en vano.
—¿Qué debo hacer?
—Solo decir que sí quieres ganar. Que lo anhelas en el fondo tu alma...
Margot estaba cegada. Se sentía atraída por caer en la trampa del demonio. Si aceptaba el trato, su vida sería de honores y gloria; pero su alma estaría condenada para siempre.
—¿Qué pasará conmigo cuando muera?
—Eso no debe preocuparte ahora.
Margot cerró sus ojos, y dijo con todas las fuerzas de su alma:
—Deseo ganar este duelo. Anhelo ser la campeona.
—No digas deseo. Eso solo se le dice a los genios.
—¿Existen los genios? —preguntó Margot.
—¡No! Son seres de fantasía.
—¡Bien...! Aquí voy de nuevo. Anhelo ganar este duelo. Con todo mi ser, quiero ser la campeona.
—Eso está mucho mejor.
De pronto, todo volvió a la normalidad. Margot tenía su casco puesto, y el duelo comenzó nuevamente.
La joven venezolana atacó como nunca antes. Estaba por derrotar a su oponente. Todos gritaban con algarabía, mostrando la bandera de su país con orgullo.
Así dio el último toque. Margot había completado su cometido. La medalla de oro finalmente era de ella. Su entrenador la abrazó como nunca antes, y muchos esgrimitas de otros países, la elevaron, y elogiaron por minutos.
Horas más tarde, Margot se sentó en una banca dentro de los vestidores. Besaba su medalla sin parar. Estaba muy feliz. Sabía que su mundo cambiaría en torno al éxito.
...
Pasó el tiempo. Dos años para ser exactos. Ella se había convertido en una celebridad. Ahora vivía en Madrid, donde estrechaba manos con altos representantes del mundo del Esgrima, e innumerables medallistas olímpicos. Usaba su medalla siempre que salía a eventos especiales.
Aparecía en las portadas de las revistas más memorables del momento. Era feliz. De pronto, mientras salía de un evento, un vehículo pequeño colisionó contra un auto policial, y la puerta de este, fue directo hacia Margot. La degolló en el acto. Su cuerpo quedó en el piso, y su cabeza en otro lugar. La medalla viró por el suelo, y fue detenida por un hombre con su bota de color negro. Él portaba una gabardina, gafas negras, y fumaba un habano.
El alma de Margot estaba a un lado de la vía. Se sentía desorientada.
—Un fatal accidente. ¿No lo crees, Margot? —dijo él.
—Eres tú...
—Vine por lo que me pertenece.
—Yo no puedo morir aún. Mi vida es exitosa.
—Fue un acuerdo. Yo te di lo que pediste. Lo que anhelabas en lo más profundo de tu ser. Ahora, me toca a mí. Por cierto... ¿recuerdas a Nakamura?
—Por supuesto. Es el motivo por el cual estoy aquí. Yo gané.
—¡Sí! Acaba de morir también. Pero en un tren.
—¿Cómo es eso posible?
—Te explicaré algo, Margot —dijo él, acercándose a su alma—. Los humanos son incomprensibles. Nakamura clamó por mí, horas antes del duelo. Ella fue mucho más directa, claro está.
—Sigo sin comprender.
—Ella era una de las mejores esgrimistas, eso es cierto; pero no estaba satisfecha. El Esgrima nunca fue lo suyo. Los caprichos de su padre la llevaron a seguir ese camino. La cultura japonesa se basa en el honor a sus raíces.
—Pero se veía muy decidida, e incluso amenazante.
—Era solo una fachada. Ella hizo un pacto conmigo. Necesitaba perder a toda costa.
—¿Y por qué no solo perdió? Estuvo cerca de ganarme. Si no hubieras aparecido, me habría derrotado.
—¡Ese es el punto! Ella no podía perder ante alguien que no llevara una medalla, porque sería la deshonra de su padre; así que pidió mi ayuda. Cuando tú dijiste que querías ganar... bueno... maté dos pájaros de un solo tiro. Yo iba a concederle la derrota a solo un punto de ganar. Quedaría descalificada con una falta grave.
—¡Me engañaste!
—¡No! Tú pediste ganar, y ella quiso perder. Dos almas en un solo duelo. Este es el fin de la línea, Margot. Este, es tu eterno destino.
En nuestra vida, siempre ansiamos algo con toda el alma. El problema, esa quien develamos ese anhelo.
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