EL ALMA PERDIDA DE MEGAN MURPHY

Era una fría noche en el barrio Lincoln de New York. Megan Murphy de 21 años; una chica caucásica, de cabello rojo, y ojos verdes, se dirigía a su hogar, luego de sufrir un fatídico accidente en una vía adyacente de la localidad.

La joven estaba ensangrentada. Presionaba con fuerza una herida en su pierna izquierda, producida por un fragmento de cristal. Mientras caminaba, se observaba aquella mancha de sangre en la nieve, que mostraba la gravedad de su lesión.

Megan vivía con sus padres en un pequeño departamento de Lincoln. Era la menor de tres hermanos; quienes se encontraban cursando estudios universitarios en California, mientras ella desperdiciaba su vida, sumergida en la droga y el alcohol.

Llegó a su casa en horas de la madrugada, con la esperanza de que sus padres no escucharan su andar. Sería un momento incómodo si se enteraran de lo sucedido.

La joven se quitó el zapato que le quedaba, y subió lentamente a su recámara. Pasó cautelosamente por la alcoba de sus padres, y echó un vistazo a través del umbral. Afortunadamente, ambos estaban dormidos.

Llegó a su habitación, y lo primero que observó fue su foto sobre una mesilla, llena de flores, y muchas velas. Ella no entendía que sucedía. Se sentía confundida y adolorida. Sin prestar mucha atención, decidió acostarse, y descansar un poco. Sabía que estaba muy mal herida, y debía ir a un hospital urgente; pero tenía miedo de que sus padres le dieran nuevamente el acostumbrado sermón, o que tomaran peores acciones.

Un rato más tarde, escuchó un llanto afuera de su alcoba. Se levantó lentamente, y se dirigió hacia el corredor. En el oscuro pasillo, podía observar a su madre apoyada sobre una pared. Estaba envuelta en llanto, mientras su esposo la tomaba de los hombros.

Megan comenzó a llamarlos; pero al parecer ninguno de los dos la escuchaba. Ella empezó a correr hacia ellos con una gran desesperación. Sin embargo, le fue imposible. De pronto, un enorme hoyo se abrió justo al frente de ella. Mostraba un abismo rodeado de cenizas.

Megan estaba asustada, así que decidió regresar a su alcoba; pero sin que ella se diera cuenta, un grotesco ser la vigilaba. Era muy alto, con abundante pelaje, ojos grises, y con la esclerótica de color amarillo. En cuanto volteó, se encontró frente a esta entidad.

—¿Quién eres? —preguntó Megan, alejándose de este ser.

—Tardaste mucho en llegar. Estuve esperándote.

—¿Esperándome? —preguntó—. No comprendo que es todo esto.

—Te mostraré.

El ente colocó su grotesca garra sobre el hombro de Megan, y pronto se transportó hacia un lugar vacío, que le mostraba imágenes de su vida, llena de rebeldía y lujuria.

—Esta fue tu vida, Megan —dijo el ser—. Hiciste solo lo que se te vino en gana.

—No es posible. ¿Estoy muerta?

—¡Sí!

—¿Cómo pasó?

Luego, él la llevó al momento del accidente. Ella vio con tristeza, su cuerpo y el de su novio destrozados dentro del vehículo.

—Esto no puede ser. Yo salí del auto, y vine a mí...

—Tu alma se liberó del cuerpo, y fuiste a tu casa como un espectro. Penando, y esperando el perdón.

—Pero la herida está... —dijo mientras tocaba su pierna—. Ya no está.

—La herida fue solo un reflejo espontáneo de tu alma escapando del cuerpo.

—Mis padres están sufriendo.

—Su vida continuará.

—¿Estoy sepultada?

—Fuiste incinerada. Tus restos yacen en tu alcoba.

Megan lo observó con un gesto de confusión.

—¡La foto! —exclamó—, ahí están mis cenizas.

—Creo que ya es hora de irnos. No suelo conversar con las almas que me pertenecen.

—¡Dios...! ¿Qué hice?

—Yo soy tu Dios ahora. Y responderé a tu pregunta. ¡Tienes lo que mereces!

De pronto, un abismo se abrió frente a ella, y sus ojos se transformaron en cenizas. Momentos después, despertó en un lugar similar a una carretera; pero totalmente oscuro en sus extremos. El auto se hallaba intacto, y su novio parecía estar en el interior esperándola. La joven entró al vehículo, con miedo.

—¿Jonathan?

—¡Amor! Es hora de dar un paseo.

Ella se bajó del auto, y comenzó a correr en dirección a la nada. Se sentía perdida. Luego, apareció nuevamente este funesto ser.

—¡Megan!

—¿Qué es esto? Por favor, necesito salir de aquí.

—Este es tu destino, Megan. Es el destino de tu alma. Revivirás tus últimos minutos, por toda la eternidad.

Después de estas terroríficas palabras, el ser desapareció, y Megan quedó en el borde de la nada; volteó, y vio el auto de su novio nuevamente. Sentía un enorme miedo. Ya no vería jamás a sus padres. No tendría la virtud de ver a sus hermanos graduarse. Su alma estaba perdida en el infierno que ella misma creó.

En ocasiones, el ser humano cree que en la vida se pagan todas las malasacciones. Pero la realidad es peor que eso; porque el alma, también sufre unacondena eterna.

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