ABISMO DEL AVERNO

Envié contra vosotros una plaga, como la plaga de Egipto, maté a espada a vuestros jóvenes, junto con vuestros caballos capturados, e hice subir hasta vuestras narices el hedor de vuestro campamento; pero no os habéis vuelto a mí. Amós 4:10

Gracias a ella; una viajera en el tiempo...

25 de Marzo de 2025.

Seattle – EE.UU

Pasaron años para que finalmente nuestro planeta viera la luz. Aquella plaga cesó; y muchos decidieron comenzar a vivir, como un nuevo renacer. Ese, fue el mayor error...

Una joven de 19 años de nombre Madeleine Anderson, llegó a su departamento a las tres de la madrugada; luego de disfrutar de una agradable jornada de películas en casa de una de sus amigas. Ella vivía en el tercer piso de un lujoso edificio en Lake Street. La hora había transcurrido tan rápido, que olvidó que tenía que llegar antes de la medianoche. Trataba de generar el menor ruido posible. Sin embargo, los intentos por introducir la llave en el cerrojo provocaban un molesto sonido.

La joven logró ingresar a su residencia. Luego, se dirigió a la cocina para tomar un vaso de leche fría. Todo parecía perfecto. Al parecer sus padres continuaban dormidos, y no había indicios de su llegada fuera del horario establecido.

Pasó el extenso corredor, hasta un área destinada para las visitas

En ese momento, notó algo realmente extraño. En el sofá de esta estancia, se hallaban dos sombras sumamente raras. Parecían ser sus padres; pero no hacían ningún movimiento.

—¡Papá! ¡Mamá! ¿Son ustedes?

Nadie respondió.

—Lamento llegar a esta hora. Me distraje mucho —dijo la joven, mientras se dirigía al interruptor.

Luego de encender la luz, estas siluetas desaparecieron. No había nadie en el sillón.

—No es posible...

Madeleine caminó hacia su alcoba tratando de olvidar ese acontecimiento. Sin embargo, en su memoria revoloteaba la duda. Así que decidió salir nuevamente.

Sin despegar la vista del sofá, colocó la mano sobre el interruptor. En ese instante, cuando las luces se apagaron, las sombras aparecieron de nuevo. Pero esta vez, se hallaban apoyadas en un enorme bar de madera. La chica comenzó a temblar. Era algo totalmente inexplicable.

Luego de encender la luz nuevamente, decidió dirigirse a la alcoba de sus padres. Esta se hallaba levemente abierta. No era algo común en ellos dejarla de esa manera.

Madeleine entró con sumo cuidado. La ventana se hallaba abierta, y una brisa helada envolvía el lugar. Vio hacia la cama, y pudo notar como el cabello de ambos sobresalía del cobertor. De pronto, un funesto olor comenzó a impregnar el recinto. Era realmente repulsivo.

Ella se acercó, y con su mano temblorosa levantó el cobertor. Mientras continuaba descubriéndolos, el olor parecía extenderse. Así, notó que ambos se hallaban acostados; pero por la inclemente oscuridad no podía apreciarlos. Retrocedió unos pasos, y decidió encender el interruptor. En ese momento, el pánico se apoderó de su ser. Sobre la cama, reposaban los cadáveres de Morgan y Lucy Anderson. Estaban en avanzado estado de descomposición.

—¡Dios! Esto no está pasando.

Madeleine salió de la habitación y comenzó a vomitar afuera de esta. Las náuseas fueron inevitables.

Luego de reponerse, entró a su alcoba y le marcó a su mejor amiga; pero no respondía. De esta manera, comenzó a llamar desde su teléfono celular a todos sus conocidos. Sin embargo, nadie atendió a su llamado.

Madeleine se colocó su abrigo, tomó sus llaves, y salió de su departamento. Decidió bajar las escaleras, y caminar hasta la entrada del edificio. Pero en ese momento, algo nefasto sucedió. Un ser con una forma extraña parecía dirigirse hacia ella, arrastrándose por el suelo; cual gusano en lodo.

La joven quedó petrificada por el miedo. De pronto, un sujeto la tomó de los hombros y la haló hacia una habitación de limpieza, ubicada a la diestra de los elevadores; provocando que ella comenzara a gritar.

—No grites... Te suplico que te calmes —dijo Ethan Taylor, cubriéndole la boca—. Te acabo de salvar de esa cosa.

Él era un joven de 26 años, de baja estatura, cabello negro, y ojos color café.

—Mmmm —expresó Madeleine.

—Voy a quitar mi mano de tu boca. Pero prométeme que no harás ruido.

—Mjum...

—¡Bien!

Ethan apartó su mano de la boca de Madeleine.

—¿Quién eres tú? ¿Y qué está ocurriendo?

—Yo soy Ethan Taylor. Vivo aquí. De hecho... somos vecinos.

—Jamás te había visto.

—Es porque no le prestas atención a nadie. Eres una chica muy arrogante.

—Me estás insultando.

—No. Estoy diciéndote la verdad.

—¿Te parece si dejamos de hablar sobre mí...?

—Disculpa.

—¿Qué sucede?

—Es una mutación.

—¿QUÉ?

—Deja ya de gritar.

—Esto es alarmante.

—Sí que lo es. Pero debemos calmarnos.

—¿Cómo sabes que es una mutación?

—Supongo que es así.

—¡Oh! ¿Supones...?

—No soy científico. Pero vi muchas cosas que tal vez tú no.

—¿Cómo cuáles?

—Estaba en mi auto con una chica...

—Típico en los hombres.

—¡Era mi chica!

—No me importa. Continúa.

—...Muchas personas estaban en ese lugar.

Luego comenzaron a retorcerse, y caían al suelo. Ambos salimos del auto, pero mi novia fue alcanzada por uno de ellos, y rápidamente la consumió. Ella quedó tendida en el suelo. Se convirtió en un cadáver rápidamente. Fue horrible.

—¿Y qué tiene que ver esto con una mutación?

—Hace poco fue levantada la cuarentena universal. Nadie respetó el lapso establecido. Incluyéndome.

—¿Entonces tu hipótesis es...?

—No eres nada astuta.

—Oye, amigo. Estoy muy agotada. Llegué a mi departamento a las 2:30a.m., y encontré a mis padres muertos sobre su cama. Salí de ahí, y ahora estoy conversando con un idiota que me habla de mutaciones.

—¿En qué condiciones los encontraste?

Madeleine comenzó a llorar.

—Eran cadáveres muy horribles. ¡Un momento! ¿Tal vez les sucedió lo mismo que a tu novia?

—Es posible...

—Entonces el virus sí varió. No había terminado del todo.

—No. Y ese ser que se encuentra allá afuera, está infectado.

—¿Es un zombi?

Ethan sonrió.

—No le veo la gracia.

—Los zombis no hacen esto. Eran personas revolcándose en el suelo como gusanos. De sus bocas salía un líquido blanco.

—Esto parece una pesadilla.

—Espera un momento... ¿Tus padres estaban solos en el departamento?

—A decir verdad, estaban con... ¡Maldición!

—¿Qué sucede?

—Mi sobrina. Ella se quedó en casa la noche anterior. Tenía mucha fiebre.

—¡Dios! Ya estaba infectada. Seguramente acabó con tus padres...

—Y luego huyó por la ventana —dijo Madeleine con su mirada pérdida—. ¿Cómo pude olvidar que estaba en el departamento?

—Es lo que te dije. No prestas atención.

—Tal vez tengas razón.

—Tuviste suerte de no toparte con nada mientras regresabas al edificio.

—No me siento afortunada. Mis padres están muertos. Mi sobrina está en algún lugar consumiendo personas. Y ahora yo estoy atrapada en un cuarto de limpieza con alguien que solo supone lo que sucede.

—Ahora tengo más claro lo que pasa. Luego de saber lo de tus padres.

—¿Ahora cómo salimos de aquí?

—Voy a abrir la puerta con cuidado. Tengo que ver dónde se encuentra ese ser.

Ethan abrió la puerta lentamente, y vio los alrededores; pero no se hallaba nadie. Sin embargo, notó un enorme hoyo en la puerta de vidrio del edificio.

—Creo que salió.

—No estamos seguros en ningún lugar —dijo Madeleine.

—Tal vez... pero tenemos que hacer algo.

El joven tomó a Madeleine de la mano y corrieron hacia la puerta principal del edificio. Ya en el exterior, notaron la muchedumbre de personas deslizándose por el suelo. Esto incluía a Maggy (La sobrina de Madeleine).

—Es ella... —dijo Madeleine.

—¡Ven, debemos correr!

Ambos comenzaron a huir; pero de pronto, uno de los repulsivos seres se abalanzó sobre Ethan. Así, comenzó a consumirlo lenta y dolorosamente, mientras Madeleine lo observaba con los ojos empapados en lágrimas.

A la chica no le quedó más opción que continuar. Sin prestar atención a los gritos de auxilio del infortunado joven.

Madeleine parecía haber quedado sola en el mundo. Mientras corría, estas criaturas repulsivas la perseguían por toda la calle. Su memoria se sumergía en una laguna de recuerdos.

En realidad, aquellas sombras que veía Madeleine, eran sus padres despidiéndose de ella. A su vez, le advertían del inmenso peligro que corría. Pero Madeleine jamás lo sabría. Es posible que se olvidara de ese evento. Sus problemas ahora eran mayores.

Así, el mundo se envolvió con una nueva plaga, como consecuencia de la inconsciencia generada por celebraciones absurdas. Por personas que pensaron que el mundo había regresado a la normalidad.

Es por este motivo que jamás debemos confiar. Los virus recorren el mundo; pero en ocasiones pasan a mayor escala, sin que podamos notarlo. Se postran sobre la humanidad, como un demonio provocando estragos.

Una viajera en el tiempo me dijo: "Este es el fin. Es el castigo de la humanidad por tanta ignorancia. Es una plaga... eso es cierto. Pero esta vez, escomo un enviado del infierno".

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