3. PERFECTA MELODÍA
Por BadReputation18
"No me importa quién eres, si tocas exitosamente las cuerdas de mi corazón, te amaré."
"Amor" solo son cuatro letras, ¿no? Es increíble cómo puede haber tanto en tan poco.
Todavía recuerdo cuando la vi de la mano de otro, cinco meses después de haber terminado nuestra relación, dolió tanto, se sintió en lo más profundo de mi corazón; fue ese instante el que me hizo dar cuenta de que aún la amaba con la misma intensidad, quise olvidar todo lo que pasamos juntos, pero internamente había decidido continuar venerándola.
Era otoño, y su abrigo color miel contrastaba perfecto con el chocolate de sus ojos, las hojas naranjas caían alrededor creando el ambiente ideal para una cita en pareja, claro que ella ya la tenía, mientras que mi compañía consistía en un libro, su favorito, si soy preciso.
El suave aire originaba que su cabello se balanceara, y juraría que mis dedos añoraron sentirlo de nuevo, acariciarlo mientras sus labios se unían a los míos. Y ahí, justo en ese instante, cuando mi boca rememoraba todas las palabras lindas que algún día le dije, volteó, fijando su mirada en mí; todo, absolutamente todo revivió, las caricias, los susurros, los «te amo», dejándome en el aire, flotando por un segundo.
Rose pestañeó, y una lágrima cayó de sus bonitos ojos, rompí mi burbuja preocupándome de inmediato. Bajé la vista al agarre de su mano con la del joven a su costado, no era algo que ella quisiera, claramente se notaba que buscaba zafarse.
Sin saber que sería lo mejor que pude haber hecho, caminé hacia ella, focalizado en lo que estimulaba la caída de esas lágrimas.
Mientras más me acercaba, más oía la discusión.
—Déjame, por favor —imploraba.
Sus sonrosadas mejillas fueron oprimidas con fuerza por los dedos del sujeto, se veía doloroso y de alguna manera también me dolía a mí.
—Dijo que la sueltes —intervine, sus dulces ojos se posaron en mí, y fue suficiente para saber que sería capaz de interponerme entre ella y una bala.
Cuando su rostro se comprimió en una mueca de dolor empujé al tipo haciendo que la suelte, apuesto a que quiso golpearme pero puse una mano en su pecho, deteniéndolo.
—No intentes acercarte de nuevo, ella dijo que te vayas y eso vas a hacer —indiqué seriamente—, aquí hay cámaras y debe haber al menos un par de testigos, además de mí, que digan que estabas lastimándola.
Se retiró sin chistar, no le convenía ganarse un lio de este tipo. De inmediato puse toda mi atención en Rose.
Su muñeca estaba roja debido a la fuerza que emplearon al tomarla. Sus ojos llorosos y su naricita roja, al igual que sus mejillas.
Sin que siquiera lo esperara enroscó sus brazos en mi cuello, aferrándose a mí, rodeé su cintura y la dejé mojar mi saco. Su aroma se penetró en mis fosas nasales arrancándome un suspiro, ¡cómo la extrañaba!
—Lo siento —susurró cuando se alejó.
Negué con suavidad.
—¿Estás bien? —inquirí, necesitaba oírlo.
Suspiró, cómo si se armara de valor para decir algo.
—No, no lo estoy, te extraño mucho, Aiden —vale, eso no fue lo que pregunté, pero no iba a mentir y decir que no me agradó oírlo.
La conocía demasiado bien, cuatro años de noviazgo no habían sido en vano. Cuando la vi morder su labio inferior supe que ansiaba una respuesta.
—Fuiste tú quien terminó con esto, Rose, y te amo lo suficiente como para no insistir en continuar cuando no vas a ser feliz a mi lado.
Otra gotita se escapó de su ojo derecho, me encargué de secarla. Era un contacto de piel con piel, mi mano con su mejilla; ladeó su rostro apoyándose en mi palma y cerró los ojos, se le veía tan angelical.
—Quiero creer que oí bien y dijiste que me amabas —susurró—, no me gustaría saber que mi cobardía hizo que me odiaras.
—Ro —llamé y ella abrió los ojos ligeramente—, te amo, no dejé de hacerlo, ni por un instante, elegí amarte aun si tú no lo hacías.
Seguía sin conocer el motivo de nuestro rompimiento, hasta donde sabía no había hecho algo que la impulsara a terminar conmigo, así que mi única respuesta fue la falta de amor.
—No terminé contigo porque haya dejado de amarte, lo hice por cobarde, me dijeron que planeabas proponerme matrimonio y tuve miedo —confesó, mirándome con los ojos llorosos otra vez—, Aiden, te he amado mucho antes de que me correspondieras, ese amor no se ha evaporado, te adueñaste de cada fibra de mi corazón, tuviste el poder de deshacerme en mil pedazos y nunca lo hiciste, me amaste con la misma intensidad y eso no lo logra cualquiera; hiciste de mí la más perfecta melodía, solo rozando las teclas adecuadas.
Sus delgadas manos tomaron las mías y las llevó a sus labios.
—El chico al que echaste iba a ser mi prometido, es hijo de un amigo de mamá, ella planea que me case con alguien de "nuestro nivel" para así mantener la pureza en la familia. ¡Dios! A mí no me interesa eso, ¿de que serviría que mi futuro esposo tenga millones y millones si no lo amo? Yo te amo a ti, solo a ti, y eso ella lo sabe, temí que te hiciera daño.
Rose Rellow es hija de una mujer multimillonaria, de las más poderosas del país y yo vengo de una familia humilde. Nos conocimos en la universidad, yo ingresé gracias a una beca, ahora trabajo y tengo un muy buen sueldo, pero eso para la señora no es suficiente.
—Yo no le temo a tu mamá, Ro, he soportado sus malas miradas por años, y no soy el joven indefenso al que ofreció dinero con tal de alejarse de ti. Fui valiente en ese entonces y lo soy ahora. Eres esa persona por la que daría todo lo que tengo, arriesgaría hasta mi vida por ti, sin dudarlo, lo haría.
Tras eso, la besé, saboreé sus labios a mi gusto, le di a mis dedos el placer de tocar su cabello otra vez, fundí mi alma en la suya nuevamente y le repetí de manera no verbal lo mucho que la amaba. Rose me correspondió con la misma intensidad, y solo Dios sabe cuánto amé sentirla tan cerca de mí después de tanto tiempo.
—Fue un error —soltó cuando separamos nuestros labios, me alarmé—, terminar esto fue el peor error que pude haber cometido, me haces muy feliz, ¿sabes?
El alma me regresó al cuerpo y besé nuevamente esa boquita que tanto había extrañado, esta vez fue solo un roce lleno de amor.
Cuando la miré tenía las mejillas sonrojadas, como cada vez que nos besábamos, era algo que ella no podía evitar y me encantaba, sonreí, ella también lo hizo.
Esa sonrisa tenía algo especial, si yo había hecho de ella la más perfecta melodía, Rose hizo de mí el mejor soneto, un soneto de amor que era únicamente para ella.
—Dime, por favor, que puedo remediar mi error —pidió, aún cerca de mi rostro.
—Siempre que quieras, amor —respondí, y fue esto último lo que ensanchó su tierna sonrisa.
***
Sentir sus dedos entrelazados con los míos era, sin duda, de las mejores sensaciones, y más si ella ajustaba el agarre con cada embestida que daba, nuestros jadeos inundaban la habitación.
Tras encontrarnos días atrás, ella empezó a quedarse en mi apartamento, y mentiría si dijera que dejamos nuestras manos quietas.
Nos amamos de una y mil maneras, en la cama, el sofá, la cocina; éramos fuego juntos, uno imposible de apagar.
—Aiden —me llamó, su cuerpecito desnudo se encontraba pegado al mío, bajé la mirada para verla—, te amo, y si aún quieres casarte conmigo, acepto.
Pestañeé dos y hasta tres veces antes de terminar de comprender el significado de sus palabras: había aceptado.
Me incliné sobre ella y abrí el cajón de la mesita de noche. Seguía ahí, la cajita que me acompañó en mis noches de llanto, estaba lista para ser entregada a la persona que más amaba.
Era negra, con una bella rosa roja en la tapa, dentro se encontraba un delicado anillo de oro, con un diamante adornándolo. No era millonario, pero mi trabajo me permitía costear esa joya.
Volví a sentarme en el colchón, la atraje a mi regazo, sus brazos rodearon mi cuello y besó mi mejilla con suavidad.
—Déjame hacerlo mejor —pedí, ella sonrió—, Rose Rellow, fuiste, eres y seguirás siendo siempre la dulce chica que me miraba intrigada, con esos ojos tiernos, sin decir palabra alguna. La misma chica que tras decir una palabra me enamoró, la que me consoló en mis peores momentos, quien me refugió entre sus brazos cuando todo se derrumbaba; la mujer a quien amé, y amo, con una intensidad inexplicable. Estuviste para mí y yo estuve para ti, quiero eso a diario, Ro, deseo amanecer y ver tu rostro sonrojado, tus labios entreabiertos y tu cabello enmarañado; poder tocarte y saber que eres real. ¿Quieres casarte conmigo?
Asintió frenéticamente y numerosas lágrimas cayeron de sus ojitos, pero sabía bien que eran de felicidad, me besó ansiosa y dejó reposar su mano en la mía, el anillo le quedaba exacto, Rose me regaló una bonita sonrisa antes de volverme a besar. Así pasamos esa tarde, llenándonos de besos y caricias.
***
Hoy es la boda, ha pasado medio año desde esos perfectos días de otoño, ahora espero ansioso en el altar al amor de mi vida.
El pianista desliza sus dedos por el teclado y la música empieza a sonar, me quedo quieto por fin y enfoco mi mirada en la hermosa mujer que camina hacia mí. El vestido se ciñe perfectamente a su cuerpo, me sonríe y le devuelvo el gesto, cuando está cerca de mí, bajo la gradita y extiendo mi mano hacia ella.
El hermano de Rose, y nuestro mejor amigo, es quien va a casarnos. Nos sonríe tranquilizándonos y procede a hacer la ceremonia con normalidad, claro que le pone algo de humor.
—Yo, Aiden Miles, prometo amarte, consentirte, ver series contigo y oír tus fangirleos locos cuando algo nuevo sucede en tus libros. Te prometo a ti, Ro, que estaré para ti siempre, nuestros corazones están unidos y voy a cuidarlos con mi vida; te amo desde hace mucho, y realmente dudo que algún día deje de hacerlo. Te entrego todo mi amor con este anillo, no importa si llegas a perder lo material, con tal que no pierdas lo primero estaremos bien.
Le coloco el anillo y ella sonríe empezando a hablar.
—Dios, perdónenme, estoy muy nerviosa —suspira—. Bien, yo, Rose Rellow, te amo, y prometo hacerlo hasta el fin de mi existencia, como te dije hace seis meses y cinco días —ríe—, si, conté los días; haces de mí la más perfecta melodía, y me voy a encargar de ponerle música a tu vida; va, no sé si esto tiene sentido, en mi cabeza si lo tenía. El punto es que te amo mucho, Aiden y este anillo es solo una insignificante pieza comparada con todo lo que en mi pecho habita —me pone el anillo y abre los ojos, como si recordara algo—, uh, y cuando este idiota termine de casarnos voy a mostrarte algo, me costó un poco lograrlo, pero ya lo conseguí.
No puedo resistir más y la beso, lo siento, protocolo al demonio.
—Bueno, ¡los declaro felizmente casados!, ya besaste a la novia así que omitiré esa frase.
Sonrío en medio del beso y sí, ya puedo llamar esposa a la chica entre mis brazos.
Oigo los aplausos y lentamente me separo de Rose. Ella ríe sonrojada y da una pequeña reverencia antes de jalarme hacia el piano.
—Por tercera vez, quizá la frase va a cansarte, espero que no, haces de mí la más perfecta melodía, cuando nos besamos hay música en mi cabeza, y he conseguido sacarla de ahí, quiero que también la oigas. Tardé un poco en identificar las notas, lo hice con ayuda, pero de verdad me esforcé, espero que te guste, esposo.
Me guiña un ojo y se acerca al piano.
La tonada me encanta desde el primer acorde, me llena enteramente, hace a mi corazón latir como loco, y la sonrisa no puede abandonar mis labios. Rose es mi perfecta melodía, la que le da alegría a mis días y pienso que será así desde hoy hasta que ambos estemos bajo tierra. Tengo nueva canción preferida y es Rose Rellow.
Fin.
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