Reflexión cristiana: La falta de perdón
Si hemos decidido hablar de revivir una generación, es porque nos hemos dado cuenta de que esta generación está muerta. Toda muerte, a menos que seamos insensibles, nos ocasiona una reacción de lamentación y tristeza. En ocasiones nos alarma y creemos que nos puede pasar lo mismo, reflexión que nos lleva a tener más cuidado con lo que hacemos, porque amamos la vida. Somos estos últimos los que hemos podido ser capaces de darnos cuenta que esta generación está muerta, y requiere ser revivida. Cito las palabras de Jesús en Juan 11, 25-26: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, 26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. Jesús es el camino, la verdad y la vida. Por lo tanto esta muerte en la que ha caído esta generación consiste en haberse apartado de Jesús, prescindiendo de él. Nosotros nos hemos dado cuenta, porque estábamos muertos con ella y por Jesús volvimos a la vida. Y sabiendo que esto es lo mejor que pudo pasarnos, también lo queremos para el resto de nuestros hermanos. El problema de esta generación es que cree tener vida, siendo zombies, y alguien necesita hacerles saber que están muertos. Me apunto para eso. Pero no hay que alarmarse. La mala noticia no viene sola. Viene acompañada de una buena noticia, aun mas grande: que esta muerte no tiene la última palabra. Jesús, como hizo con Lázaro, nos puede resucitar.
Ahora, si no está muerta, está muriendo lentamente. Todo doctor hace un diagnóstico y se da cuenta que un enfermo ha sido postrado por una situación especifica que lo ha hecho hundirse cada vez más en el abismo de su enfermedad. Se vuelve un esclavo de ella y hay cadenas muy grandes y pesadas que no lo dejan escapar. Dios viene a liberarnos y para eso entregó a su hijo amado, quien pagó con el precio de toda su sangre esa libertad. Es momento de hacer válida esa promesa que Dios quiere cumplir pero que nosotros no hemos firmado. Es como un cheque firmado que no hemos ido a cobrar. Para eso es necesario que identifiquemos cuál es la cadena. Hoy voy a hablar de una muy importante y que resulta ser la primera causa de nuestra esclavitud, tristeza y estancamiento espiritual, e incluso, de muchas enfermedades como el cáncer. Esa cadena se llama: falta de perdón.
Quería hablar de la oración porque ella es la primordial para elevarnos a Dios y recibir vida abundante, así como fortalecernos en la lucha diaria. Pero considero necesario hablar de la falta de perdón porque para reconocerla y enfrentarla está implícita la oración, Pero también es cierto que la oración es ineficaz cuando la hacemos sin haber perdonado o hecho las paces con el hermano al que le hemos hecho daño. Se requiere de dos pasos para recibir de Dios la bendición: pedir perdón y perdonar. Mateo 5, 24: Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
Quiero que te imagines esta situación: somos amigos, me conoces y sabes que detesto el calor. Lo sabes porque yo soy del norte donde hace mucho frío, tú eres de la zona caliente y estás adaptado, pero yo no. Bueno, pasa que me has invitado a tu casa y por cosas de la vida no pude regresar a casa y tuviste que recibirme en la tuya por mucho tiempo, más del esperado. Estás, sin embargo, apenado conmigo porque los tiempos se han puesto peores y la sequedad es muy grande. Las temperaturas altas son asfixiantes y me ves constantemente de mal humor por esa razón. Me conoces, soy tu amigo, sabes que no soy así y empiezas a extrañarme como era antes. Sabes que lo que más deseo en el mundo es que venga una lluvia fuerte para salir al patio semi-desnudo y dejarme empapar. Añoro con todas mis fuerzas que pase eso. Pues bien, sucede el milagro. Los dos estamos felices y decides venir conmigo a mojarte bajo la lluvia mientras danzamos al ritmo de nuestra canción favorita. Te hago una pregunta: ¿Qué pensarías si me ves salir con una sombrilla, porque de pronto me dio miedo mojarme y te empiezo a explicar mi postura sosteniendo que bastará mojarme los pies y un poco más? Seguramente estarías indignado con mi actitud.
Pues bien, eso es lo que pasa cuando acudimos a Dios pero no queremos perdonar ni pedir perdón. La falta de perdón es como esa sombrilla que llevamos y que no nos deja empaparnos de todo el amor de Dios, que como agua de torrente fluye hacia nosotros. Claro, el amor de Dios es tan grande que no podemos escaparnos de él, y así como los pies se nos mojan aunque usemos sombrilla, o un poco más, así también el amor de Dios llega a nosotros aunque no queramos perdonar. El siempre nos bendice, pero tiene mejores cosas planeadas para nosotros. Solo que no hemos permitido que las cosas buenas nos pasen por dejar que habite en nosotros el resentimiento. Analicemos, ¿cuánto resentimiento estamos guardando? ¿Cuánto resentimiento está guardando esta generación? Quizás haya que pedir perdón en nombre de ella y también perdonar. Porque puede que esta generación se haya sentido ofendida por el sistema social que nos oprime, nos agobia, nos lastima hasta más no poder, no nos deja crecer, no nos permite cumplir nuestros sueños, no confía en nosotros, nos roba nuestros derechos, nos impide gozar de beneficios que nos pertenecen por ser hijos de Dios y herederos de un reino no solo en el cielo, sino en la tierra. Puede ser que nos haga falta perdonar al sistema y empezar a amarlo para con ese amor cambiarlo, poco a poco y con la ayuda de Dios. Y así desde eso más grande hasta lo más pequeño. Me refiero al resentimiento que le guardamos a nuestro compañero de trabajo o de clases que nos hizo pasar un mal rato por el daño que nos hizo, intencional o no. Nos urge perdonar y pedir perdón, porque también hemos fallado, al no reconocer a todos como hijos de Dios, al creernos merecedores de mas amor o bendiciones que otros.
En conclusión, si queremos que esta generación reviva, hay que perdonarla, hay que pedirle perdón por el daño que hemos hecho y hay que amarla con todo nuestro corazón. Y así, cuando empecemos a orar por ella, las bendiciones fluirán y las obras de amor empezarán a sucederse una tras otra, multiplicándose como las flores que conforman una enorme y bella pradera.
Esta reflexión ha participado de una preciosa colección de reflexiones organizada en el perfil de LysaASanidad, llamada Reviviendo una generación.
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