La luna falsa

[Basado en una leyenda]

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Cuenta una vieja leyenda, casi olvidada, que existe una luna falsa.

Por supuesto, no se trata de una especie de copia de la luna, sino una criatura cuyo rostro se asemeja al del satélite de la Tierra.

Dicho ser- cuyo nombre real se desconoce-, aprovecha su apariencia para engañar a los niños que se extravían por el camino en el bosque, los atrae hacia sí para después devorarlos.

Se dice que la luna- la real- en sus cráteres más visibles se puede divisar una especie de cara sonriente, característica que la luna falsa comparte.

Pero, a pesar de esto, hay pequeñas distinciones que, si se perciben a tiempo, uno puede llegar a salvarse a tiempo.

El color de nuestra luna, por lo general, suele ser de un blanco brillante, mientras que el rostro de la luna falsa posee un color un tanto amarillento. Este dato, claro está, se vuelve inútil en las noches en las que coincide que la luna adquiere el mismo color que el rostro de la criatura, por tanto no es el signo más fiable del que guiarse.

El segundo detalle a tener en cuenta para diferenciarlas, es que se percibe mucho más cercana de los usual. La luna real, no importa que esa noche se encuentre más grande de lo habitual, siempre se verá a una distancia muy superior, mientras que la criatura, a pesar de su enorme tamaño, se sigue viendo más cerca de lo normal, como si la tuvieras frente a ti y con solo extender un brazo pudieses cogerla. Cómo no, esto también puede jugarnos una mala pasada, pues los árboles del bosque en el que la criatura habita son increíblemente altos, por lo que producen en el espectador una sensación de lejanía engañosa.

Por tanto, podría decirse que la única forma de saber a ciencia cierta si has tenido la mala fortuna de toparte con la luna falsa o no sería guiándose del propio instinto, desconfiando siempre de tus ojos. Los más prudentes prefieren no arriesgarse y optan por evitar siempre a la luna, ir en todo momento por el camino opuesto en el que se encuentra ubicada la misma. Cuanto más lejos la veas, mejor.

Mirko tuvo todos estos consejos presentes en su cabeza en todo momento mientras trataba de ubicarse en medio del espesor de aquel siniestro y oscuro bosque.

No recordaba cómo había acabado perdiéndose. Lo último que recordaba era que estaba caminando con sus compañeros de clase por el sendero hasta que un extraño y llamativo escarabajo que no había visto nunca llamó tanto su atención que terminó por alejarse del sendero en el que se encontraban los demás.

Recordaba que después... Se había tropezado... ¿Quizás se había dado un golpe y se había quedado inconsciente? No lo sabía. Lo único que tenía claro era que ahora se hallaba en las profundidades del bosque, solo, perdido, y el recuerdo de aquella aterradora historia no paraba de invadir sus pensamientos.

Aquella leyenda se la habían contado sus nuevos amigos de campamento Fiodor y Jenko, que se burlaron de su expresión de miedo tras escucharla, asegurando que no eran más que cuentos de viejas para asustar a los pequeños para que no anduviesen por la noche correteando fuera.

Pero su asustada e imaginativa mente no podía evitar revivir aquel cuento que, dado a la adrenalina del momento, hacía que se hubiese quedado petrificado en el sitio, atento a cada movimiento entre las hojas, cada sonido de crujir de ramas...

Sus ojos no eran capaces de adaptarse a la invasiva oscuridad que lo abarcaba todo, por lo que era tarea imposible para él hallar el sendero. No podía ni tan siquiera divisar las luces del campamento, o de las pequeñas farolas que había en los primeros tramos del camino, lo que demostraba que se encontraba muy lejos de la salida. Eso lo atemorizó aún más.

Trató de aclarar su mente y pensar en las escasas alternativas para salir de allí; no poseía una linterna, por lo que, si decidiese avanzar, tendría que hacerlo a ciegas, poniendo cuidado en casa paso que diera para no tropezar y provocarse un esguince. Por otro lado, la opción de quedarse donde estaba y esperar a que alguien lo encontrase era mucho menos alentadora que la primera.

Así que sabiéndose sin opciones- gritar tampoco era una alternativa, pues seguramente nadie le oiría, además de que corría el riesgo de que algún animal peligroso, u otra criatura, le oyese-, optó por comenzar a caminar, despacio, tratando de deshacer sus pasos, a pesar de que ni siquiera sabía en qué punto se encontraba.

Seguía maldiciéndose internamente por haber dejado su mapa en la cabaña, así como de haber perdido la linterna en la caída. Tampoco tenía una brújula para al menos tener una pequeña noción, pues sabía que el campamento se encontraba en el suroeste, más o menos.

Cuando llevaba caminando lo que para él parecía una eternidad, divisó al fondo una luz...

¿Una hoguera? No, la luz era blanquecina y apenas perceptible. Se acercó hasta la luz en cuestión y se topó con...

-¡Una linterna! Al fin. -Mirko agradeció para sus adentros a quien fuera que se le había caído. Comprobó que funcionara y la encendió, suspirando de satisfacción. No habría encontrado aún el camino, pero el tener a mano una luz para poder andar sin ir a ciegas ya era un avance.

Miró a su alrededor, y su felicidad se esfumó tan rápido como había venido. No se apreciaba ningún rastro del sendero, por lo que todavía se encontraba muy lejos de él mismo.

Estaba sin ideas, por lo que trató de hacer memoria como pudo para intentar adivinar dónde podía encontrarse el camino.

Lo malo de los bosques, es que no hay referencias, todos los árboles son iguales.

Entonces se percató de un detalle; donde había recogido la linterna, un extraño líquido rojo formaba una pequeña mancha en el suelo. Se puso de cuclillas y se horrorizó al descubrir de qué se trataba.

Alumbró un poco más arriba y unos trozos de tela rota aparecieron en su campo de visión. Una ropa que recordaba perfectamente a quién pertenecía.

Como si una fuerte descarga provocada por la caída un rayo hubiese asaltado todo su cuerpo, se levantó de golpe y echó a correr.

Mientras corría, el pecho le escocía tratando de coger aire entre jadeo y jadeo, y las lágrimas amenazaban con salírsele de los párpados.

Fiodor se había adentrado en el bosque, probablemente con intención de buscarle, y tuvo un encontronazo con algo- o con alguien- que lo había hecho desaparecer de la faz de la Tierra para siempre.

Si Fiodor había estado por ahí, entonces Jenko debía estar cerca- si no había muerto él también- pues esos dos prácticamente no hacían nada el uno sin el otro.

De repente, un grito hizo que se parara en seco.

-¡Mirkooo!

¡Era la voz de Jenko!

-¡Jenkoo, estoy aquí!

Trató de seguir el origen de los gritos, hasta que por fin distinguió una figura algo regordeta a lo lejos.

-¡Mirko, por fin! Salimos a buscarte, la jefa de acampada estaba de los nervios cuando desapareciste.

-Escucha, Jenko, tenemos que salir rápido de este bosque.

-Espera, ¿Y Fiodor? Él también vino a buscarte.

Mirko le dirigió una mirada de tristeza.

-No creo que volvamos a ver a Fiodor.

Jenko estaba a punto de decir algo cuando algo les asustó.

Una inesperada y enorme bandada de pájaros salió de entre los árboles volando hacia arriba, como si alguna cosa les hubiese espantado. Como si de una señal de mal augurio se tratara, Mirko agarró a su amigo del brazo y reanudó la carrera.

-¡Espera, Mirko! ¿De qué estamos corriendo? ¿Qué le ha pasado a Fiodor?

-¡Hay algo en el bosque, y creo que es lo que se ha comido a Fiodor!

El semblante de Jenko se volvió un tono más pálido de lo que de por sí ya era.

Su amigo trató de ponerse a su mismo nivel corriendo, pero entonces una raíz de árbol sobresaliente le hizo tropezar.

-Mierda.

Mirko le ayudó a levantarse, y una extraña luz llamó su atención.

Ambos niños miraron en dirección a la misteriosa luz, y en un inicio pensaron que se trataba de la luna. Mirko observó con pavor una cara con unos ojos con una mirada extraña y una sonrisa tan siniestra que estaba convencido de que aparecería en sus pesadillas durante el resto de su vida.

-Jenko, tenemos que salir de aquí rápido.

-¿Qué te pasa? Si solo es la luna, cálmate.

-No es la luna. -Hizo un esfuerzo descomunal por no soltar un grito-. Esa cosa... Esa criatura es la luna falsa.

Su amigo se giró hacia él y soltó una risa.

-Venga ya, Mirko, eso es un cuento. La luna falsa no existe.

-¿Es que no le ves la cara?

-Pff, los cráteres de la luna forman una especie de cara sonriente, eso no quiere decir que se trate de un monstruo.

Y como queriendo burlarse de su absurdo miedo, se movió en dirección hacia la "luna", cosa que provocó que Mirko lo observase con espanto.

-¡Jenko, aléjate!

-Por última vez, no-

No le dio tiempo a terminar la frase cuando una enorme y oscura mano de largos dedos le agarró por la cintura y lo levantó.

El niño presenció cómo la horrible criatura devoraba al chico, el cual soltaba unos horribles gritos de dolor en el proceso.

Su cuerpo, movido por el instinto de supervivencia, corrió lo más rápido que pudo, aún con la imagen de su amigo siendo masticado por aquella cosa.

Aún podía oír los desagradables y repulsivos sonidos de masticar de carne y huesos, que le ponían los pelos de punta, además de provocarle fuertes arcadas.

Pero contra todo, no quería detenerse ni un segundo, ni siquiera para coger aire, pues esa cosa ya podría estar buscándole, y teniendo en cuenta que él tenía las piernas más cortas que la descomunal criatura, tenía claro quién de los dos ganaría la persecución.

Cuando ya creía que estaba atrapado en ese bosque para siempre y condenado a ser el siguiente en ser comido, el sendero apareció frente a sus ojos.

Lo siguió en dirección contraria, con lágrimas en parte de miedo y en parte de felicidad, hasta que por fin unas luces en la distancia hicieron acto de presencia, y un grupo de personas apostadas en la entrada del bosque salieron a su encuentro.

-¡Mirko! -La jefa del campamento lo abrazó con fuerza, como si tuviera miedo de que se volviera a perder-. Menos mal, llevas horas desaparecido, ya había llamado a los guardias forestales para armar una partida de búsqueda.

-Jovencito, me han dicho que dos niños fueron en tu búsqueda. ¿Dónde están? -El guardia le dirigió una mirada seria, su mandíbula apretada por la tensión.

-Ellos... No pude... Esa cosa se los...

No sabía como explicar lo que había sucedido sin quedar como un lunático frente a todos.

Pero contra todo pronóstico, el guardia que le había preguntado parecía como si le hubiese comprendido, pues asintió con la cabeza una vez y frunció el ceño en dirección al bosque.

-Ya veo. Mañana a primera hora del día quiero que se desaloje el campamento, que se llame a los padres de los niños para que vengan a recogerlos. Señorita. -Esta vez se dirigió a la jefa del campamento-. Llévese a este niño a su cabaña, lejos de aquí.

-Vamos, Mirko, volvamos.

El niño volvió la vista una última vez hacia la negrura de aquel bosque. En la entrada del mismo, un tosco y viejo cartel de madera rezaba: "prohibido entrar al bosque de noche.". Sin dejar de pensar en sus amigos, se dirigió hacia el campanento donde le esperaban el resto de sus compañeros.

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Ojalá alguien crease un juego de terror con esta criatura, le veo potencial, la idea es siniestra a la par que interesante.

Creo que nunca había escrito una historia de terror hasta ahora, por lo que espero no haberme quedado demasiado corta (he tratado de extenderme lo más que he podido). ¿Qué os ha parecido el relato? Sin duda yo no me iría a una acampada en un bosque así ni loca. 😶‍🌫️

Pd: dejo otra imagen por aquí bien chula y siniestra sobre esta leyenda.

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