Carol of the... ¿has sido bueno?

¿Te has portado bien este año?
¿O has sido un niño malo?

Más te vale haber sido un niño obediente.

Porque sino estarás en la lista.

No, no esa lista que tú te piensas.

Santa Claus no es el único que está pendiente de ti.

Él también te observa. Atentamente.

Y si has sido malo, prepárate.

Porque nadie puede escapar de Él.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*

—¡Caroline, deja en paz al perro!

La niña no paraba de apresarlo en sus brazos, y el pobrecillo luchaba por escapar con todas sus fuerzas, sin éxito.

—Esque es taaan suave. —Hizo un puchero y lo soltó a disgusto.

Esa noche se encontraba toda la familia reunida, comiendo y celebrando las navidades. Mientras los adultos estaban en la mesa parloteando y bebiendo, los niños jugaban en el salón.

—¿Por qué no vas a jugar con tus primos?

La niña puso mala cara.

—No quiero, Ronny siempre me está tirando del pelo y Gabriel chilla mucho.

Entonces su abuela Marguerite entró en escena.

—Carol, ¿has sido una niña buena este año? Sino ya sabes que Santa Claus no vendrá a traerte los regalitos.

Para sorpresa de la madre, Caroline contestó:

—Santa Claus no existe. La Navidad es una tontería.

—¡Caroline!

—¿Qué pasa? Es la verdad.

—Niña, Santa Claus es real, y la Navidad no es ninguna tontería. —Dijo la abuela muy seria—. No deberías decir esas cosas, podría venir el Krampus y castigarte.

La niña puso cara de extrañeza.

—¿Krampus? ¿Quién es ese?

La abuela puso una expresión lúgubre.

—Es el hermano malvado de Santa Claus, y se encarga de escarmentar a los niños que han sido malos y han perdido el espíritu navideño. Sus esbirros le ayudan a castigar a los niños, por lo que debes procurar siempre portarte bien y nunca dejar de creer.

Aquella historia a Carol le sonaba al típico cuento que se les contaba a loa niños para asustarlos y que se portaran bien. Por supuesto no cayó.

—Qué tonterías. Santa Claus no existe y ese tal Krampus tampoco. No me engañáis.

Se fue corriendo a su habitación y cerró la puerta. No quería seguir escuchando cuentos de hadas ni soportar las broncas de su madre.

Estuvo jugando con sus muñecas durante una larga hora hasta que se cansó y decidió salir a jugar afuera, con la nieve.

De camino a la puerta la voz de su madre la intentó detener para decirle que se llevara a sus primos consigo si iba a salir a la calle a jugar, pero Carol no se detuvo y salió rápidamente de allí. Sus primos eran muy pesados, prefería jugar sola.

Caminó sin un rumbo fijo, pensando en si hacer un muñeco de nieve o ángeles de nieve. O quizás podría coger su trineo del garaje y subir a algún sitio alto del que tirarse con él.

Al final se decidió por el trineo, lo agarró de la cuerda que tenía atada al timón y lo arrastró en dirección a alguna cuesta lo suficientemente empinada para que el trineo fuese rápido.

Extrañamente, la calle se encontraba desierta, no se veía a ningún niño en kilómetros a la redonda, y apenas pasaba algún coche.

A medida que avanzaba, Carol se sentía cada vez más intranquila. ¿Dónde se habían metido todos? Se le estaban pasando las ganas de jugar en la calle.

*Cling cling*

Entonces el sonido de un cascabel la detuvo en seco.

Miró alrededor, pero no vio nada.

Estuvo unos segundos más quieta, pero al no volver a escuchar nada, reanudó la marcha, esta vez en dirección contraria, rumbo a casa.

*cling cling*

De nuevo sonó el cascabel.

La respiración de Carol comenzó a agitarse, nerviosa.

—¿Quién anda ahí? —Preguntó. No obtuvo ninguna respuesta.

El sonido del cascabel empezó a hacerse más constante, y a este sonido se sumó una melodía que conocía perfectamente. Se trataba del villancico "Carol of the bells", aunque esta versión era...

Niños, por favor tened cuidado.
Todo lo que habéis hecho
¡Vendrá a la carga!

¿De dónde venían esas voces? ¿Qué estaban cantando? Así no era Carol of the bells, o al menos no la versión que Carol conocía.

¿Has sido bueno?
¿Te has portado bien?
Los que no se entiende
Krampus vendrá
en busca de algunos.

¿Krampus? ¿Qué demonios?

Reanudó el paso, corriendo todo lo que podía empujando el trineo.

Si la estaban gastando una broma, no tenía ninguna gracia.

—¡Si me estáis tratando de asustar no tiene ninguna gracia! ¡Vale ya!

Pero nadie le contestó. En cambio las voces seguían cantando.

No estás a salvo
mejor que corras.
Estás en su lista
no es lo que deseabas.

Cada estrofa de la canción la aterraba más que la anterior. ¿De verdad estaba en la lista de niños malos? ¿Por qué? Había hecho alguna que otra trastada durante el año, pero no eran cosas lo suficientemente malas como para considerar que había sido una niña mala, ¿no?

Hay alguien vigilando todo lo que has hecho este año.
¡Mantén vivo el espíritu navideño!
Si quieres que te den el indulto
no pierdas la fé.
La Navidad es real
si lo olvidas tu destino está sellado.

¿Mantener el espíritu navideño? Era lo que le había dicho su abuela Marguerite...

Un mal presentimiento le recorrió todo el cuerpo.

Decidió abandonar el trineo, era demasiado pesado empujar por él, le quitaba velocidad para correr.

De repente algo en medio de la calle la obligó a detenerse.

Un regalo perfectamente envuelto estaba posado delante de ella. Las voces habían cesado de cantar, lo cual la inquietaba más aún si era posible.

Se acercó un poco, con cautela, lo suficiente como para leer la etiqueta del regalo, en la cual estaba escrito en letra cursiva "Para Carol".

¿Para ella? ¿Qué podía ser? Estaba dudosa sobre si abrirlo, pero siendo justos en el regalo ponía su nombre. Quizás se le cayó a su tía de camino a su casa.

Tiró del lazo que lo ataba con cuidado y abrió la caja. Dentro no había más que un cascabel, y una nota que ponía lo siguiente:

«Toca el cascabel»

Lo hizo sonar una vez, y de repente un sonido de unas pesadas pisadas hizo vibrar el suelo, como si se estuviese acercando un elefante.

Carol se levantó del suelo —cascabel en mano— y se giró lentamente, temblando, para encontrarse delante suya a una enorme y siniestra figura.

Era... ¿Un hombre? No, era una bestia, una túnica negra cubría su cuerpo y la capucha de esta misma ocultaba su rostro, mas no sus horribles fauces llenas de dientes. Unos enormes cuernos negros y retorcidos coronaban su cabeza, y sus manos de largos y grises dedos con uñas largas y negras eran como garras.

De la horrible boca de aquel ser salió una única palabra, pronunciada con una voz grave y rasgada, casi gutural.

Carol.

La niña se encontraba paralizada por el miedo, aunque temblando como un flan. Quería gritar, pero tenía la garganta agarrotada por el terror, y era incapaz de despegarse de su sitio para salir corriendo.

La criatura siguió ahí de pie, observándola. En la oscuridad de la capucha pudo entrever dos puntos rojos, sus ojos.

—¿Qui... Qui... —Intentó hablar, pero cada palabra le suponía un esfuerzo.

Le pareció percibir una sonrisa.

Ya sabes quién soy.

El Krampus. El hermano malvado de Santa Claus. Aquel que venía a castigar a los niños malos. Ella había sido una niña mala, y la iban a castigar.

¿Sabes por qué estoy aquí?

Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos.

—L-lo siento...

Cómo se arrepentía de no haber creído a su abuela, de cómo se había comportado con su madre, cómo le había contestado. Se acordó también de todas las trastadas que había hecho. Desde luego, se merecía cualquier castigo que el Krampus le impusiese.

El Krampus estuvo ahí quieto y en silencio lo que para Carol pareció una eternidad, hasta que por fin dijo:

Esta vez no te haré nada. Te has portado regular, pero no eres una niña mala. Que te sirva de advertencia. La próxima vez vendré a por ti.

Carol cerró los ojos con fuerza y asintió, nerviosa pero aliviada.

Se oyó el tintineo de unos cascabeles y cuando volvió a abrir los ojos, el Krampus había desaparecido.

El miedo había dejado de atenazar su cuerpo, por lo que salió disparada hacia su casa, y cuando entró a la primera persona que se encontró fue a su madre. Antes de que esta articulara palabra siquiera la niña se abalanzó sobre ella y le dio un fuerte abrazo.

—Lo siento mucho mamá, sé qué me he portado fatal y he contestado mal. Prometo que seré buena y me portare bien. La Navidad no es ninguna tontería.

La madre, al principio confusa, le dedicó una sonrisa a su hija.

—Anda, ve a calentarte un rato a la chimenea, debes estar congelada. Estoy haciendo chocolate caliente.

Hizo lo que le dijo su madre y se sentó junto a la chimenea.

Sacó de su bolsillo el cascabel que le había dado el Krampus y mientras lo observaba se hizo la promesa de que siempre lo conservaría como un recordatorio constante de que no debía portarse mal, ni tampoco perder el espíritu navideño.

Dirigió entonces la mirada hacia su abuela, sentada en el sofá, que le dedicó una sonrisa cargada de significado.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*

Cómo no, no podía no escribir un pequeño relato acerca de este ser tan famoso, todo un clásico el Krampus.

Me gustó mucho esta versión siniestra del villancico «Carol of the bells», así que no pude evitar aprovecharlo para mí relato, un poco breve, pero espero que os guste.

Felices fiestas, y recordad, no perdáis el espíritu navideño, o Krampus vendrá y os comerá. 😈😉

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