Una noche de brujas
Por: NaleJonas
31 de octubre, mansión Hamilton.
Hay un día del año en el que la puerta a lo increíble es abierta. Donde los hechizos y todo lo que nunca pensaste ver cruzan al mundo de lo "normal". Siempre creí en los cuentos de hadas, pero nunca pensé que este año también conocería el mundo dónde la noche de brujas, es eterno.
—¿Hola? ¿Quién anda ahí? —pregunté en voz alta cuándo el sonido de unos pasos hace eco en la pequeña oficina. Al no recibir respuesta, vuelvo mi atención al libro en mi regazo, hasta que vuelvo a escuchar esos pasos—. Gregg, si eres tú haciéndote el payaso, voy a golpearte con mi libro hasta dejarte moretones.
Esperaba su respuesta, porque mi hermano mayor no es tan tonto como para arriesgarse a que cumpla con mis amenazas. Sin embargo, no escuché su voz y a cambio recibí un frío viento golpear mi cuerpo. Me abracé a mí misma con miedo, pues no había ventana abierta, ni un conducto de aire acondicionado que haya podido ser el causante del frío que me recorre.
La alarma de mi teléfono sonó cuándo el reloj llegó a medianoche, indicando que ya era hora de dejar la lectura para ir a la cama y poder levantarme mañana temprano. Normalmente suelo ignorar la alarma y quedarme hasta las tres o cuatro de la mañana leyendo, pero esta noche no creía poder concentrarme en una bonita historia de amor.
Tomé mi teléfono y salí rápidamente de la oficina, respirando hondo en el intento de calmar los latidos apresurados de mi corazón. Estaba siendo muy tonta ¿no? Tal vez los ruidos son producto de mi cabeza o de la madera crujiendo por el frío de octubre. Si, eso ha de ser.
Aunque intentara convencerme de ello, el miedo volvió a mí cuándo observo el largo pasillo oscuro que tengo que recorrer para llegar a mi habitación. En las películas de miedo, siempre hay un pasillo maldito en el que la protagonista corre, huyendo del monstruo que la persigue y cayéndose en el proceso solo para que el enemigo la sujeté de los tobillos y comienza a arrastrarla. Me parece una escena muy tonta, al menos en esos momentos en los que estaba cómodamente en mi sofá, viendo la película mientras comía palomitas de maíz y Asheron me abrazaba. Ahora mismo me siento en la piel de esa protagonista...
—Vamos, Demi. Es un pasillo, no el camino hacia el infierno por haber leído tantos libros eróticos.
Aunque lo dije en voz alta para sonar más convencida, el temblor en mi voz delataba mi miedo.
La puerta de la habitación se entreabrió como si el viento la estuviera abriendo para mí. Si, el viento... estoy segura de que fue el viento. Pero de la habitación salía una extraña canción:
"Noche de brujas, noche de caza. Agarra tu alma, que te la arrebatan..."
Contuve el aliento al llegar a la puerta, inmóvil cuándo se abre de golpe y un grito sale del fondo de mi garganta cuándo la imagen de tres mujeres desfiguradas me atrapa entre sus garras, llevándome a la oscuridad.
—Maldiciones, maldiciones, repartimos maldiciones.
Tarareaba la canción mientras brincaba con cada paso que daba al recorrer el sendero entre los árboles del bosque. Mi cabello platinado resaltaba entre el sombrío ambiente del lugar, pero creo que todas las brujas resaltábamos gracias a nuestra pálida piel, el lunar sobre nuestro labio inferior y las largas uñas como garras.
Hoy era un día especial para mí, pues había encontrado a mi próxima presa gracias al ver por la bola de cristal. Había un hombre perdido deambulando por el bosque, buscando a una chica que parecía ser su amada. Pobre, pobre, no encontrará nunca a la chica porque no puedes buscar y encontrar cuándo ya estás muerto.
Me escondo detrás del tronco de un pino cuándo veo una figura moverse a lo lejos. Escuchaba su voz profunda llena de desesperación al gritar un nombre femenino. No lograba distinguirlo, pero se escuchaba algo feo. Estaba por lanzarle un hechizo por la espalda cuándo de pronto la niebla comenzó a despejarse hasta dejarme una mejor visión del masculino hombre.
Su espalda fue lo primero que vi, ancha como la de un hombre lobo musculoso, brazos apretados entre las mangas de su camisa y un trasero... bueno, un trasero que podía ser jugoso como una manzana fresca. Fue al ver su rostro que mi respiración se cortó. La belleza de tal hombre no podía ser la de un simple mortal, con solo ver su mandíbula bien marcada parecía ser mandado como el pecado de muchas mujeres y hombres.
Egoísta de mí, tuve el pensamiento de querer raptarlo para mi placer. ¿Quién me podría detener? Era eso o la muerte tras una maldición. Soy una bruja, insensible, disfrutando de la desgracia humana y jugando con la magia negra, no nos fijamos románticamente en los humanos.
—¿Grace? Mi ángel... ¿Qué te ha pasado?
En algún momento, entre mis pensamientos, había salido detrás de mi escondite para observar al castaño. Su rostro era de confusión, preocupación, de todo menos asco ante mi apariencia. ¿Por qué no huía como los demás?
—Deberías correr, salvar tu vida o intentarlo. Aquí no encontrarás nada además de tu muerte —digo con sinceridad, recorriendo su cuerpo con la mirada— o la eterna esclavitud.
—Te encontré a ti, eres a quién buscaba —dio un paso hacia mí, extendiendo su mano en mi dirección—. Vamos a casa, ángel.
—¿Pero...?
No pude terminar la frase cuándo ya había tomado mi brazo para atraerme contra su cuerpo, rodeándome rápidamente con sus brazos para no dejarme escapatoria. Podía escuchar los fuertes latidos de su corazón, los cuales iban al compás de los míos por alguna extraña razón. Estar en ese lugar, contra su pecho, entre sus brazos, se sentía extrañamente... familiar.
—Siempre voy a encontrarte, Grace. En la vida, la muerte, en otras vidas e incluso en distintas dimensiones —susurro en mi oído, acariciando mi piel con su suave respiración—, siempre encontraré mi camino hacia ti.
Mi cuerpo se debilita con cada segundo que pasó entre sus brazos, pero sus palabras fueron las que comenzaron a derretir la capa fría en mi corazón. En ese lugar seguro, un nombre apareció en mi cabeza:
Asheron...
Ignorando el nombre desconocido y el tacto del hombre, doy cuatro pasos hacia atrás con firmeza. Mantengo mi mirada en sus ojos, pero ya no era tan fuerte como antes. Había venido con un propósito maligno, ahora ya no sabía qué hacer. Parecía dispuesto a cualquier cosa para llevarme con él.
¿Llevarme a dónde? No tenía idea. En este pequeño pueblo lleno de brujas, criaturas mágicas y demonios, no hay escapatoria. Una vez que entras, no hay vuelta atrás.
Recorrí nuevamente su cuerpo con mi mirada, observando a detalles los detalles de sus rasgos, pero ahora que estamos cerca puedo admirar la pequeña herida en su cuello. Al ver el mordisco en su cuello un jadeo de horror salió en contra de mi voluntad.
—¿Qué es eso? ¿Qué te mordió? —pregunté asustada, temiendo por mi vida... y la suya.
Llevó su mano a la mordida, haciendo una mueca de dolor ante su contacto.
—No lo sé, fue un tipo alto, robusto, tenía los ojos rojos y parecía furioso.
—Acabas de describir a toda la población masculina de este lugar.
Fruncí el ceño ante el olor a sangre cuando vuelve a acercarse a mí, pues estaba segura de que antes no lo había olido, salvo por el olor de su colonia. ¿De repente están apareciendo heridas en su cuerpo? No tuve tiempo de hacer la pregunta en voz alta cuando casi cae sobre mí, teniendo que hacer fuerza para no caernos contra el lodoso camino. Su camisa se encontraba limpia hace un momento, hasta que la sangre la fue manchando como si fuera tinta derramándose sobre su espalda.
Con cuidado de no lastimarlo, más de lo que parecía ya estar, levanto su camisa para comprobar lo que más temía: heridas de aruñones por toda su espalda, abriéndose con cada segundo que pasaba, cortes que no cesaban y una lenta muerte producida por el enemigo de las brujas.
—Tengo que sacarte de aquí...
No me detuve a pensar en las consecuencias de mis actos, solo vi el dolor en su rostro cuando ya me encontraba conjurando un hechizo para volver a mi casa.
¿Era solo su dolor o era también el dolor en mi corazón al verlo sufrir?
Había logrado acostarlo en mi cama con mucha ayuda de su parte, aunque la fuerza que hizo para caminar solo había empeorado sus heridas. Los hombres lobos eran los más feroces y despiadados, envenenando sus garras para que el dolor de sus victimas fuera en aumento, haciéndolos sufrir para darles la muerte más lenta y tortuosa. Si era doloroso para una bruja que aún podía usar hechizos para curarse a si misma, para un humano era como estar quemándose en el infierno.
—Necesito limpiar lo más que pueda de las heridas para intentar quitar el veneno, luego poner algo una mezcla curativa —murmuraba mientras rasgaba su camisa que en algún momento tuvo un color distinto al rojo, dejando al descubierto su ancha espalda con todos esos cortes que recorrían cada parte de su bronceada piel— y también tengo que mantenerte despierto o puedes tener alucinaciones...
—Te escuchas como si estuvieras recitando uno de tus tantos hechizos de Harry Potter —dijo en voz baja junto a lo que pareció ser una risa.
—¿Harry Potter? ¿Qué es eso?
—Es una saga de libros, tus libros favoritos...
—Te equivocas, mis libros favoritos son todos los de magia negra y ninguno se llama así. Deja de confundirme con quién sea que me estés confundiendo.
—¿Celosa, ángel?
Era absurdo. Su acusación, así como los "datos sobre mí" que estaba soltando, eran puras tonterías. Además, ¿celosa de qué? ¿De una tipa normal que lee cuentos infantiles de magia en un mundo donde no existe la magia? Ja... ¿Y yo como sé que son cuentos infantiles? Da igual.
—Será mejor que te quedes en silencio si no quieres que te deje desangrarte aquí —amenacé al tiempo que agarraba un paño mojado, pasándolo por su espalda con cuidado, aunque aun así se quejó del dolor.
Podía notar la tensión en su cuerpo con cada movimiento del paño sobre su piel, sintiendo algo de admiración con la forma que soportaba el dolor. No volvió a quejarse, aunque en ocasiones daba pequeños saltos o lo escuchaba gruñir, pero no dijo ni un "auch" menos suplicó para que parara. A veces me hace dudar entre si es un humano u otro hombre lobo...
—Si sobrevives a esta noche, podrás sobrevivir a cualquier cosa... —susurré de forma tranquilizadora al ver como el sangrado había parado lo justo, al menos por un momento.
—Voy a sobrevivir, porque prometí nunca abandonarte.
¿Y ese complejo de príncipe encantador queriendo rescatar a la princesa? No quise decir nada en voz alta, pero conmigo no necesitaba hacer ese tipo de promesas... pero me gustó. Muy en el fondo de mi corazón.
Solo necesitaba curar directamente de las heridas y esperar que la curación hiciera efecto, pero la magia negra de las brujas no era lo mejor para eso. Tal vez no pueda tener la oportunidad de salvarlo con mi magia, pero es posible que su fuerza sea suficiente para que pueda sobrevivir. A veces las ganas de vivir es más efectiva que la misma medicina.
Es solo que... irónicamente, la vida no siempre quiere que sigas viviendo.
—Suelta eso, bruja, y aléjate de mi comida.
Las palabras salían junto a gruñidos entre esa voz ronca que buscaba asustar. Por un momento quise apartarme del camino del hombre lobo que había entrado como si fuera su casa, pero me mantuve frente a la cama, protegiendo al desconocido.
—Está en propiedad, lo que lo hace mío.
La palabra "mío" quemó en mi garganta. Soy una bruja egoísta, amo la belleza masculina, pero esta posesividad parecía salir de otro lugar.
Al monstruo frente a mí no le gustó la respuesta, él no miraba el romance que mi corazón parecía ver y lo único que quería era terminar con la muerte del hombre en mi cama.
—A un lado o a ti también te comeré —amenazó enseñando sus colmillos juntos a sus otros dientes afilados, babeando con gran hambre cada que respiraba y olía la sangre de la piel desgarrada—. Hoy habrá festín doble.
Intenté usar un hechizo para empujarlo cuando corre hacia mí, queriendo mantenerlo lejos de ambos el tiempo justo hasta poder conseguir energía suficiente para herirlo de alguna forma, pero mis hechizos no eran lo suficientemente fuerte contra él. Esquivé a duras penas de sus garras, tropezando con la mesa llena de pociones que cayeron sobre el suelo de madera. Había trocitos de cristal esparcidos por el lugar, haciendo que me cortara cuando me arrastro hacia el lado contrario, donde tenía un hacha que una de mis compañeras siempre mantenía cerca por si alguien quería robar alguna de sus pociones.
Me puse de pie con el hacha entre mis manos al tiempo que el lobo de casi dos metros volteaba a verme con sus ojos rojos como una luna llena de sangre.
—Ven acá, perro apestoso.
¿Estaba loca? Posiblemente. No tenía la fuerza para luchar contra él, pero aun así levanté el hacha con el objetivo de cortar cualquier parte de su peludo cuerpo. Sujeté el palo de el hacha con ambas manos cuando golpeo su hombro, queriendo sacarla para volver a golpearlo, pero de un movimiento con su brazo me mandó a volar hasta que mi espalda chocó con fuerza contra la pared.
Mi visón se volvió borrosa debido al dolor que me recorría por oda la espalda y parte trasera de mi cabeza. Creí sentir un líquido caliente deslizarse por mi nuca... Confirmé que era sangre al ver al monstruo aullar llamando a sus compañeros de manada para que viniera a disfrutar de una buena comida: bruja a la descuartizada.
La madera crujía ante el peso de las pisadas, mis ojos estaban cerrándose lentamente como para poder ver algo más salvo la figura inconfundible de la bestia. Lo único que me mantuvo despierta fue el grito de dolor que pareció escucharse en todo el bosque.
El hombre, el desconocido, rodeaba el cuello del lobo con un brazo mientras que mantenía la estaca de plata clavada en el corazón. Ambos luchaban, uno para librarse y el otro para ejercer más fuerza, volviéndose cada vez más violentos al tener en mente que la vida estaba en juego.
Y así como mis ojos iban perdiendo la fuerza para mantenerse abiertos, pude observar como el humano perdía la fuerza debido a la perdida de sangre causada por sus heridas previas.
Solo un segundo... un poco más de fuerza...
Solo tenía que terminar de meter la navaja del cuchillo...
Sus ojos buscaron los míos y aunque me costaba mirarlo con claridad, pude comprender las palabras que salieron de sus labios: Te amo, ángel.
Vi su cuerpo desvanecerse, la sangre manchando la madera del piso y los últimos momentos de vida en los ojos de Asheron.
Asheron...
—Asheron... Asheron...
—Aquí estoy, Ángel.
Sentí la calidez de su mano sujetar la mía, haciendo que mi mente se despejara lentamente conforme abría mis ojos. Lo primero que vi fue su rostro, atento a cualquiera de mis movimientos, pero llamó más mi atención el lugar en el que estábamos. Las paredes blancas, las luces cegadoras y ese aroma tan inconfundible...
—¿Por qué estamos en el hospital? —le pregunto en voz baja, frunciendo el ceño al darme cuenta de que, en una esquina de la habitación, Hollie estaba leyendo un libro mientras que Zac leía el periódico—. ¿Por qué ellos están ahí como dos estatuas?
—Porque llevas inconsciente por 24 horas y ya nos entumecimos —responde mi primo con su tan reconocido humor, haciéndome rodar los ojos—. Acepta nuestra presencia como una disculpa.
—¿Por qué se disculpan?
Los hermanos apartaron la mirada de sus textos para mirarse uno al otro antes de volver a mirarme, luciendo solo un poco avergonzados.
—Comiste algo en la fiesta de Halloween... —comienza a explicarme Ash con dulzura, y cierta burla al ver la reacción de mis primos— algo que no estaba muy bien cocinado.
—Deja de adornar los accidentes —lo corta Hollie con molestia, pero sus mejillas sonrojadas delataban su vergüenza y nerviosismo—. Papá te intoxicó su pastel de calabaza, ¿bien? Y lo sentimos. No debimos haberte dado nuestras porciones solo por miedo a rechazarlo.
¿Derek Tomson intoxicando con su comida? Esa es nueva...
—Al menos díganme que no quemó la cocina está vez.
—No, tal parece que la tercera es la última.
—¿Qué no íbamos ya por la cuarta? —interroga Asheron pensativo, tal vez contando todos los accidentes que mi tío ha causado.
—¿Quién las cuenta? Lo importante es que no ha matado a nadie... aún. —susurra lo último para sí mismo, pero todos entendimos porque siempre decimos lo mismo.
Aunque ya tuve una respuesta coherente del porqué tuve esos "sueños", seguía teniendo esa sensación de que había algo, alguien, unos ojos pendientes de mí...
Sujeté con fuerza la mano de mi novio, sonriéndole cuándo besa el torso de esta y acaricia mi mejilla con ternura usando su mano libre.
¿Y qué más dan las brujas o los hombres lobos cuándo tengo la fortuna de siempre encontrar al amor de mi vida rescatándome incluso en las más extrañas pesadillas?
Aquí, allá, siendo monstruos o fantasmas... sé que siempre acabaré en los brazos de Asheron Gates.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top