Una maldita promesa


Por: MyCherryBomb


30 de octubre, 2018

Era un día como cualquier otro.

Estaba sentado en una de las mesas de una pequeña pastelería, disfrutando que el calorcito de los días primaverales de finales de octubre dejaban a las preciosas mujeres andar en short o vestidos, dejando sus piernas largas y suaves al aire. Podrán decirme que soy un pervertido, pero solo estoy admirando la belleza femenina.

Una mesera se acerca para tomarme el pedido, y le ofrezco mi mejor sonrisa conquistadora. Tiene un cartel en el delantal con su nombre, "Olivia".

—Hola, bella Olivia —la saludo. Pone sus ojos azules en blanco.

—¿Qué vas a pedir? —me pregunta. Bufo, qué modales que tiene con sus clientes.

—Tu número. —Me encojo de hombros y arquea una ceja—. Mi nombre es Andrés —expreso estirando mi mano para estrecharla con la suya, pero ni siquiera hace ademán de acercarse.

—Tengo novio —replica.

Miro a mi alrededor y me encuentro con un muñeco sumamente extraño sobre el mostrador. Es un duende con cara rara, y me sorprende porque creo que se mueve y me saca la lengua.

—¿Esa cosa es tu novio? —cuestiono divertido. Mira al duende y hace una mueca.

—Yo que vos, no hablaría mal de él, está maldito, y si se enoja... —me dice cruzándose de brazos. Esta vez soy yo quien rueda los ojos. ¿Cree que me asusta un muñeco con pilas?

—Ja, ja —suelto con ironía—. A mí no me puede hacer nada esa cosa horrible, le doy una patada y lo hago volar hasta China.

—¿Qué vas a pedir? —repite ya cansada de tanta charla.

—Un café con leche y una porción de torta bombón.

—Bien.

Se aleja para comenzar a preparar mi pedido y comienzo a guiñarle el ojo a cualquier chica que se me cruce. Todas se hacen las que no me ven o me ignoran y eso comienza a frustrarme. Así que, en cuanto veo entrar a una hermosa dama, le hago un chistido y levanto la mano para que se siente en la silla vacía que tengo frente a mí.

Frunce el ceño, pero sus ojos verdes me observan con interés mientras se acerca. Es obvio que ya le gusté.

—Te invito a un café a cambio de tu número —comento.

Suelta una carcajada y tira su cabello lacio y negro hacia atrás. La miro de arriba abajo, tiene un vestido violeta que la cubre de cuello a tobillos y unas botas negras que me hacen pensar que son muy calurosas. De todos modos, sé que debajo de esa horrible vestimenta se esconde un cuerpo de ensueño.

—Tengo dinero, así que ese intercambio no me conviene —expresa aceptando sentarse en donde le indiqué. Esbozo una media sonrisa y me estiro sobre la mesa para hablar en su oído.

—Me gustan las chicas difíciles, como vos —le digo. Vuelve a reír.

Olivia trae lo que pedí y le toma el pedido a mi acompañante.

—En realidad, vengo porque alguien me llamó —afirma ella. La pastelera la mira interrogante mientras la chica señala al duende. No puedo evitar ahogarme con la risa.

—¿Esa cosa te llamó? —inquiero divertido—. ¿No será que fue mi admirable belleza?

Me mira con seriedad y trago saliva con fuerza al darme cuenta de que no puedo mover más mi boca para hablar. Me desespero, hago muecas y respiro con agitación mientras las dos chicas me miran como si me hubiera vuelto loco. De repente, siento que mi lengua vuelve a tener sensibilidad.

—¡Vos, bruja! —exclamo mirando a la mujer. Ella arquea las cejas—. Mejor me voy de acá —agrego poniéndome de pie y saliendo corriendo.

—¡Andrés! —me llama la desconocida, siguiéndome. ¿Cómo sabe mi nombre si nunca se lo dije? ¡Tengo miedo!—. ¡Esperá, nene!

Mis pies se quedan clavados en el suelo y cierro los ojos con expresión asustada. Esto no puede estar pasando. La veo ponerse frente a mí y hace una mueca burlona.

—¿Así que debajo de mi horrible vestimenta debo tener un cuerpazo? —quiere saber. ¿Cómo demonios sabe eso si lo pensé? ¡Debo estar soñando! ¡Esto no puede ser real!

Entonces su rostro se transforma en una mueca oscura y monstruosa, esboza una sonrisa y agarra mi barbilla para darme un beso. Su boca tiene gusto a fruta pasada y no puedo evitar escupir cuando se aleja de mí. Suelta una carcajada al verme hacer arcadas.

—Ahora, como trataste tan mal al pobre duende, y teniendo en cuenta que a las mujeres las tratas peor, como si fueran tu juguete, te maldigo —pronuncia con seriedad, haciendo un baile extraño con sus manos.

El cielo se oscurece de inmediato y sigo sin poder creer todo esto. Debe ser una broma, una cámara oculta para un programa de televisión, ¡alguna explicación sensata! Entonces me río y me acerco a ella con expresión arrogante y seductora. Detengo su baile y la agarro de la cintura.

—A ver si nos entendemos, bella. ¿Se supone que sos una bruja? —inquiero. Esboza una pequeña sonrisa.

—Soy más que una bruja, mi amor, y él me buscó.

—¿Quién? ¿El muñequito? —interrogo con tono sarcástico.

—El muñequito vas a ser vos a partir de la medianoche. Tenés veinticuatro horas para recapacitar, darte cuenta de tus acciones y dejar de usar a las mujeres.

—¿Ah, sí? ¡Qué miedo! —Suelto una risa irónica—. Y si no, ¿qué?

—Vas a quedar así durante toda tu vida. —Me guiña un ojo y vuelve a darme un beso—. Nos vemos, precioso.

Mis ojos no pueden creerlo cuando desaparece en una milésima de segundo. Me froto la cara, me pellizco y corro hacia mi casa para ver si no es una broma de mi hermano o de algún amigo. Mañana es Halloween, así que seguro que es mentira, debe ser un show. No lo dudo.

Apenas son las seis de la tarde, pero el cansancio llega hasta mí como una bofetada, así que entro a darme una ducha y me acuesto. Un minuto después, me dejo llevar por el sueño.

31 de octubre, 2018

Tuve una pesadilla horrible, en la que el duende y la bruja me perseguían por un laberinto. No tenía escapatoria, estaba sudado y las risas malignas resonaban en mi cabeza como ecos sin final. Luego, las mujeres a las que usé y herí aparecían detrás de mí, uniéndose a más figuras horribles y deformes que se reían de mi temor.

Seguro que tuve fiebre, ya que despierto empapado en sudor y creo que hasta lloré. Un escalofrío recorre mi espina y muevo mi cuello para relajarme. Bostezo y se me escapa un gruñido extraño, pero no le doy importancia. Probablemente estoy enfermo.

En cuanto salgo de la habitación, mi hermano me ve, suelta un grito cargado de horror y se desmaya. ¿Y a este qué le pasa? Me encojo de hombros mientras aprovecho para tomar su café y luego salgo a buscar el disfraz para la fiesta de esta noche.

A medida que camino, me doy cuenta de que la gente me mira de manera extraña. Algunos salen corriendo, otros se quedan con la boca abierta y varios me felicitan porque mi careta se ve muy real. ¿Qué careta?

—Solo estás reflejando lo horrible que sos por dentro —expresa una voz femenina a mi lado. Me sobresalto y me doy cuenta de que es la bruja.

—Grr...grr... —Se supone que estoy hablando, pero solo me salen sonidos horribles e inentendibles. Ella suelta una estruendosa carcajada y me mira divertida.

—Te entiendo, Andresito. Podrás insultarme todo lo que quieras, pero eso no va a hacer que vuelvas a tu físico escultural y sonrisa matadora. Es más, te recuerdo que tenés... —Mira su reloj—, dieciséis horas para remediar lo que hiciste.

—Grr... grr...

—¿Todavía no sabés lo que hiciste? ¡Ya te lo dije! Trataste a las mujeres como juguete, intentaste conquistar a cada una sin importar romperle el corazón y para colmo te burlaste de mi papá.

Trato de reírme, pero el sonido parece una tos. ¿Dijo que el muñeco ese es su papá? Si pudiera, ahora estaría tirado en el suelo muriendo a carcajadas. Creo que estoy drogado, de otro modo, no entiendo esta situación. Suponiendo que sea real, ¿cómo hago para redimirme en tan poco tiempo? Ella lee mis pensamientos, así que espero que me responda.

—Mi papá es el duende de las promesas, y en este momento vos sos él hecho carne —dice. Arqueo las cejas sin entenderla—. Bien, casi toda la gente hace promesas. De hecho...

Y en ese mismo momento, comienzo a sentir un dolor de cabeza horrible, y muchas voces con tonos de distintas edades y género retumban en mis oídos, pero solo puedo distinguir una sola palabra entre todo lo que escucho. "Prometo, prometo, prometo".

Me agarro las sienes y caigo de rodillas al suelo mientras la bruja se ríe de mí.

—Terminaste siendo un debilucho —comenta agachándose a mi lado—. En fin, todo eso que estás escuchando, son las promesas que se están haciendo segundo a segundo. Para poder liberarte de esta maldición, debés elegir una y ayudar a cumplirla. Hoy mismo.

Tengo ganas de gritar, llorar y al mismo tiempo reír. Me estoy volviendo loco.

¿Cómo pretende que ayude a esa gente a cumplir una promesa? ¡Ni siquiera sé por dónde empezar! Intento pedirle ayuda, que me explique algo, pero ella simplemente desaparece. Gruño y camino hasta casa de nuevo. No puedo permitir que me vean así. Al entrar, mi hermano sigue desmayado. ¿Y si le dio un infarto?

Le doy varios golpes en el rostro hasta que despierta, vuelve a gritar y desfallece otra vez. ¿Tan mal me veo?

Voy a mirarme al espejo y suelto un gruñido. De verdad, soy ese maldito muñeco en gigante. ¡Es un horror! Me pellizco la cara para ver si es real, y duele bastante. Entonces, simplemente me pongo un gorro y tapo la mitad de mi rostro para salir a buscar respuestas.

El primer lugar al que voy es a la pastelería, y otra vez comienzan a surgir esas promesas en mi mente que me provocan migraña. Encuentro al muñeco sobre el mostrador y lo golpeo, dando la casualidad de que me duele exactamente el mismo lugar.

—¡Eh! ¿Qué hacés? —dice un tipo que tiene un cartel con el nombre de "Kevin"—. Dejá al muñeco.

Trato de hablar, pero otra vez esos ronquidos extraños salen de mi garganta. El pastelero me mira como si estuviera loco.

—Andate o llamo la policía —pronuncia con seriedad, aunque le hago caso omiso.

Aprieto la mano del duende y lo siento en mi mano, entonces me doy cuenta de que es como una especie de vudú o estamos conectados. Sacudo la cabeza, si lo rompo, ¿me moriré o volveré a ser yo?

Respiro hondo y elijo hacer lo que la bruja me dijo. Tengo que ayudar a alguien a cumplir una promesa, pero debe ser para hoy, así que tengo que elegir la más simple.

Vuelvo a mi hogar y me encierro en mi cuarto para pensar, presto atención a los ruidos de mis pensamientos y logro comenzar a separar oraciones y frases. Rechazo varias y anoto las que me sirven. ¡Me puedo comunicar por escrito! Eso es bueno.

Termino eligiendo la más fácil: "Prometo proponerle matrimonio a Juanita esta noche en la fiesta". ¿Pero cómo voy a encontrar a esa persona? Como si fuera un superpoder, puedo saber el nombre, edad, género y hasta su vida entera.

Franco, 30 años, quiere casarse con su novia de hace años porque la engañó y esta vez quiere serle fiel.

Ruedo los ojos, yo sé que esa es la peor mentira del mundo, pero mientras se comprometa y cumpla su proposición, me da igual. A ver si su maldita promesa logra sacarme de esta pesadilla. Esta noche lo voy a ver, y como van a estar todos disfrazados, la pinta que tengo en este momento no me preocupa. Lo que más me inquieta es cómo voy a hacer para ayudarlo si ni siquiera puedo hablar.

Cuando la hora llega, me preparo para encararlo. Lo veo bajar de su auto con su pobre novia que no se ve muy feliz. Esto va a estar más difícil de lo que pensé.

Una vez adentro, hago de cuenta que estoy tomando una bebida y "accidentalmente" me choco contra él y derramo todo el contenido de mi vaso sobre su camisa. Me lanza un insulto y se va al baño para limpiarse, así que aprovecho para seguirlo.

—¿¡Qué te pasa, loco!? —inquiere al darse cuenta de que le puse traba a la puerta. Hablo con gruñidos y resopla—. Apenas empieza la fiesta y ya estás drogado.

Chasquea la lengua mientras limpia su atuendo y arquea las cejas al ver que me acerco con un papel.

"Pedile casamiento a Juanita o te mato", es lo que escribí. Luego estalla en carcajadas.

—¿Quién sos? ¿David, sos vos? Qué buen disfraz.

Como no respondo vuelve a quedarse serio e intenta sacarme la máscara. Suelto un sonido de dolor y él hace una mueca.

—¿Te la pegaste?

Gruño y lo agarro del cuello con una fuerza que ni sabía que tenía. Grita con horror y lo callo, señalándole de nuevo la hoja. Asiente repetidas veces, temblando.

—Está bien, está bien. Prometo que le voy a pedir casamiento a Juanita.

Lo suelto y me mira con espanto.

—¡Monstruo! —exclama.

—¡Solo andá a cumplir tu maldita promesa! —rujo con un sonido gutural. ¡Dios mío! Hasta a mí me dio miedo.

—Enseguida, señor —replica casi sin aliento.

Se va corriendo y lo sigo. Llega hasta Juanita, que lo observa con el ceño fruncido al ver que está nervioso y al borde de un ataque de histeria. No va a salir bien, estoy seguro. El tipo se aclara la voz y se arrodilla ante la chica, pero las piernas le tiemblan tanto que le fallan y termina cayendo.

—Perdón, estoy nervioso —comenta volviendo a una posición más cómoda. Vuelve a aclararse la garganta y toma la mano de su novia—. Juanita, ¿querés casarte conmigo?

La interpelada se queda en silencio por un momento, al igual que todos los que están mirando la escena. Al final, ella niega con la cabeza y sus ojos se llenan de lágrimas. Era obvio. ¿Quién querría aceptar casarse con un mujeriego e infiel?

Abro los ojos al ver a la pareja llorando y la cara de ella se convierte en el rostro de todas las mujeres a las que engañé, ilusioné y dejé.

Franco pidiendo perdón se transforma en un espejo de mí y ella se aleja con una expresión de sufrimiento y dolor increíble. Si en el futuro me enamoro de verdad, ¡esa chica no querría casarse conmigo! Trago saliva con fuerza y me desmorono sobre una silla. La pasé bien con esas mujeres a las que ilusionaba solo por una noche, no me importaba hacerlas sufrir, pero ahora, viendo esta escena y teniendo en cuenta que estoy convertido en un muñeco extraño, me doy cuenta.

El monstruo soy yo, es mi interior. No mi apariencia, sino mi espíritu. Soy un asco, y quizás, si vuelvo a mi cuerpo físico, voy a cambiar durante una semana y luego voy a volver a ser el mismo de siempre. Quizás debería quedar hecho un duende durante toda la vida.

—Si prometés que realmente vas a cambiar, te libero —dice la bruja apareciendo de repente a mi lado—, pero eso sí, las promesas hechas con el cuerpo de mi papá deben cumplirse sí o sí.

Bufo. ¿Volver a mi cuerpo sin aprovechar mi belleza como se debe? Es un aburrimiento, pero al menos voy a tener la oportunidad de socializar.

—Está bien, prometo dejar de ser un mujeriego y tratar a las mujeres con respeto —suelto con ese sonido gutural. Ella sonríe con suficiencia—. ¿Qué pasa si no lo cumplo?

—La próxima maldición va a ser perder lo que tenés entre las piernas —replica con tono serio.

¡Ay, por Dios! Voy a tener que cambiar de verdad.

Entonces, se acerca para darme un beso y en un instante me despierto con dolor de cabeza, metido en un flotador en una piscina, semidesnudo. La gente que me rodea me observa con expresión divertida cuando salgo corriendo y voy a verme al espejo. ¡Volví a ser yo! ¡Gracias, Dios! Entonces... quizás estaba tan borracho que todo fue mi imaginación. Sí, debe ser eso.

Intento acercarme a varias mujeres para seducirlas, pero el dolor insoportable en mi entrepierna me hace dar marcha atrás y me recuerda que todo fue y es real, voy a tener que dejar de ser mujeriego.

¡Noooo! ¡Maldita promesa!

***

¡Hola! Este relato es algo alocado, ¿Andrés convertido en el duende de las promesas? ¿Y encima prometiendo dejar de ser un mujeriego? Bueno, probablemente en "Dime que no" logre cumplirlo ;) ¡Gracias por leer!

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