Separaron sus caminos,
ya no se volvieron a ver.
A ella le sonrió el destino.
El, no sonrió otra vez.

Tal vez, piensa el,
para sus adentros,
un final feliz para uno
no es mal final para el cuento.

Es que una historia de amor
Con buen final, no tiene chiste.
Si es amor no tendrá final
y si lo tiene será triste.

Hoy va torpe, en depresión,
tan joven y tan viejo.
Cuando se rompe un corazón,
jamás se rompe parejo.

Sus ojos nunca volvieron a brillar
como hacían cuando la miraba.
La escribió en más de mil textos
y ella misma se borraba.

Hoy recita frente un público,
para liberar,
poemas que le hizo a ella
Y ella nunca va a escuchar.

Borracho y solo en la barra,
el amanecer lo va a encontrar.
No habla con nadie, solo bebe,
hasta el recuerdo anestesiar.

Los recuerdos malos son
los primeros que se eliminan.
Los buenos son ataques,
rastreros, que lo lastiman.

Perdió el sueño, el calor,
el color, el humor.
Se volvió dueño del ardor,
el dolor, el rencor.

Lo peor, es que sabe que sin el,
ella está mucho mejor
Y esa idea lo mantiene cuerdo,
a eso se le llama amor.

Le da terror,
volver a verle
Y saber que aún existe
afuera de su mente.

Desespera sus días
la sensación de perderse
y reencontrarse en un recuerdo,
del que no puede deshacerse.

Su vida es desarmarse,
para volver a coserse,
contenerse y olvidarse
que en memorias se retuerce.

Ella fue luz y color,
hoy es oscuro y gris.
Se cerró solo el telon,
El sigue ahí, pidiendo bis.

El rictus de su sonrisa
era su curva preferida,
También su cita favorita,
ya que se forman dos comillas,

A cada lado de sus labios,
sobre el filo de su orilla.
De dónde bebía el elixir
que lo dotaba de vida.

La última vez que se vieron,
ella estaba tan fria.
El la observaba atentamente,
sacando su fotografía.

Estudiaba cada detalle,
de su rostro y geografía.
Seguro de que nunca más
de nuevo la vería.

Se despidieron como extraños
y su reina se alejó.
Permaneció en aquella esquina,
observando lo que quedó.

No quiso ver cómo se iba,
por no se volteó.
La habría visto llamarlo,
pero no.