Capítulo 6 "Fortaleza de dolor"
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ANTIGUAS Y NUEVAS ESTRELLAS
Capítulo 6 "Fortaleza de dolor"
No era común que soñara... para él, las noches pasaban como un parpadeo, pero aun así haciéndole sentir repuesto del día y con la energía suficiente para continuar moviéndose, para llevar acabo su objetivo.
Había avanzado mucho...
En todo ese tiempo se había hecho con la confianza y el seguimiento de la gran mayoría de terratenientes del mundo. Tal vez... contar con la ayuda de nobles y los campesinos que estos tuvieran a su disposición cual esclavos con paga, no fuera realmente el ejercito que necesitaba para enfrentarse al Imperio Humano, pero era mejor que nada... Ya que los mismos humanos se habían confabulado con la oscuridad de aquel sitio prohibido... y lo sentía dentro... Las palabras de la Clérigo Mayor no menguarían en su ser. Como último de los Caballeros de la Integridad que aún recordaba su verdadera esencia y compromiso. Haría lo que fuera por recuperar el control... de lo que una vez fue... La Iglesia Axioma.
Era su deber sagrado, por lo que ni reparó un segundo en notar los rostros cansados y menguados de aquellos trabajadores oprimidos por la tiranía de esos nobles, quién era él para cuestionar lo que mantuvo la paz por más de 300 años en el mundo.
Ese día, las actividades le habían orillado a permanecer por más tiempo del requerido en el pueblo, tras cenar y beberse el último sorbo de su vaso con aquel toque alcoholizado, se levantó del banco frente a la barra del bar y caminó hacia afuera ante el seguimiento de vista de los presentes, como de costumbre ocultado su rostro bajo aquel parche metálico y la capucha que le brindaba cierta tranquilidad al desplazarse. No estaba muy seguro de porqué se sentía tan exhausto esa vez... pensaba solamente en encontrar un lugar para descansar, por lo que tal vez... lo mejor sería aprovechar el ofrecimiento del posadero, con suerte, tal vez tendría aún la habitación disponible.
Demasiado tarde...
Al saber de su presencia, los ciudadanos de poblaciones vecinas habían acudido a su avistamiento... era hasta ridículo pensar que por reunirse con él le habían dejado sin lugar para reposar. Aunque no le llamaba la atención quizás... terminaría durmiendo al aire libre.
Se quedó parado por unos minutos en la plaza del centro, dispuesto a marcharse hacia el bosque, cuando a lo lejos, observó como una leve llama se acercaba cada vez más a él.
La presencia que sostenía el candil no le era grata... pero decidió apretar la mandíbula y escucharla, después de todo, mientras más personas estuvieran de su lado, sería mejor para su plan de ascensión.
—Llevo... un par de horas observándolo ir a más de un tiro de piedra de aquí... por allá... —mencionó la mujer tratando de cubrirse de la intemperie. Pero aún así, notándose ante los ojos del caballero de armadura oscura su delicada figura tramada entre telas suaves y cortas. Sabía a la perfección que el índice que deseaba proteger rezaba a favor de la integridad... tanto de la forma de vida como de las acciones que se llevarían a cabo día con día... por lo que lo que tenía frente a él... no podría ser más que el castigo de un noble.
— ¿Dónde está la casa?... —preguntó con cierta pesadez, de pensar que podría haber más como ella... pero debía averiguarlo. No era su deber levantar el castigo, pero sí notificar de la sanción... en ese punto hacia sí mismo como el único representante que quedaba... pero para ejemplificar más adelante ante el mundo... el poder jerárquico de la nobleza como obligación de cumplir mandatos.
—Está a unos metros más allá... las noches... son frías... —se frotó las mantas contra los brazos, con el cuidado de no perder su propio velo. — ¿Viene?...
El cansancio no lo dejaba, por lo que asintió, siguiendo el camino trazado por la mujer que le guiaba. No estaba seguro si al entrar en un lugar como ese... donde las mujeres brindaban sus servicios como paga al noble que habían perjudicado serviría solo para pasar la noche... o tendría que yacer con alguna...
La entrada lucía como un bar cualquiera, sin embargo el ambiente se tornaba cálido... tal vez por la chimenea encendida a todo su vapor.
— ¿Ya cenó?... —preguntó la mujer al verlo quedarse parado tras de ella. —Aquí adentro hace más calor... podrá quitarse la capucha si gusta... —mencionó mientras ella misma se sacaba las mantas que la cubrieron para llegar hasta él, dejando así expuesto su estado, sorprendiéndolo. ¿Un hijo?... ¿Había engendrado un hijo en ese lugar?... —temblaron sus orbes platino—azulado, al pensarlo. El castigo de los nobles... estaba rebasando lo que pensaba podría llegar a suceder en una casa como aquella... pero la pregunta era por qué...
Al sentirse observada se llevó una mano al vientre al sentir la mirada de condena sobre ella nuevamente.
—Esto no... —apretó los párpados.
—No es necesario... —mencionó ahorrándole el sufrimiento, liberación que llevó su mirada de zafiro hacia él. —no me incumbe.
—Pensé... que lo que se decía en el pueblo era verdad... y usted... era uno de los caballeros de la integridad... que tal vez... —se le derramaron las lágrimas nerviosa. —Si lo traíamos aquí... y observaba con sus ojos lo que está sucediendo... podría....
— ¿Ayudar?... —sonrió por lo bajo. —El castigo impuesto por los nobles es bien merecido por no cumplir con los mandatos dados... No está dentro de mis prioridades evaluar su desempeño...
— ¿Cómo puede?... ¡¿Cómo puede decir eso?! —se le tiró a puñetazos contra el pecho, perdiendo en el ajetreo la manta que cubría sus cabellos, mostrando los rojizos mechones que poseía. — ¡Lléveme con el Principal—dono! ¡Kirito—senpai jamás permitiría este atropello!
— ¡No, Tieze! —la alejaron de él rápidamente las otras mujeres.
Escuchar aquel nombre lo llevó a parpadear, cual le pareciera extraña la sensación que le provocó.
—Por favor... acompáñeme... —le reverenció otra de las mujeres, a la que siguió, en busca de lo único que había ido a buscar a aquel lugar, una habitación en donde reposar su cansado cuerpo.
—Enseguida estaré con usted... o prefiere la compañía de otra... —no acabó de preguntar, al verlo empezar a sacarse la capucha.
—No es necesario... los únicos servicios que requiero son una cama caliente... y una comida por la mañana.
—Como mande... —reverenció sin darle la espalda en ningún momento y cerró la puerta, asustada al haber visto la vestimenta de caballero bajo la manta oscura.
Una vez estuvo solo, se sentó sobre la cama, jadeante por el esfuerzo. ¿Qué le estaba sucediendo?... No se había sentido así nunca... desde el momento en que fue convocado desde el mundo de los dioses, casi 7 meses atrás.
Se sacó el parche y lo tiró al piso, cual le pesara demasiado llevarlo en el rostro para esas horas del día. Lo mismo que el resto de la armadura. Empezaba a sacarse los protectores internos cuando, cual fuera un rayo, el que le atravesara el cerebro y la columna tirando de él hacia atrás, llevándolo a arquear la columna, cual convulsionara al recibir los símbolos de la Diosa Stacia en ambos ojos.
Círculos blancos que lo privaron de movimiento.
— ¿Qué?... —trataba de moverse pero le resultaba imposible, apenas y logró colocar la espalda nuevamente sobre el colchón, quedando con las ropas desordenadas al haber desfajado su camisa. — ¿Mi diosa?... — la calidez de la diosa al haberla visto desde tan cerca, era la misma que le invadía en ese momento, era su arte sagrado.
No podía ser...
¿Qué clase de pensamientos oscuros e impuros se habían filtrado hacia su cabeza al entrar en aquel lugar de perdición?
Estaba perturbado... dejando ir a su ser consciente entre las sensaciones que de algún lugar lo alcanzaban.
¿Dónde estaba?...
No parecía el mismo lugar... todo... era más intenso... ¿En qué momento había cerrado los ojos?...
Aún acostado en aquella cama recién arrendada en el burdel, movía las piernas con inquietud y suavidad, desde los pies que aún con las botas puestas buscaban apoyo en el piso alfombrado, las rodillas que batallaban entre cerrarse o abrir el espacio entre sus piernas y su cadera que conjugada a su columna, parecía batallar contra los espasmos que acudían a su centro como oleadas placenteras desbordantes.
¿Era un sueño?
Pero si él... nunca soñaba...
¿Pero a qué podría atribuirle entonces todo lo que le estaba ocurriendo?... Si al abrir los ojos... la tenía encima suyo... sintiendo la calidez infinita de su cuerpo..., la forma y presión de sus pechos contra el suyo... sus manos entrelazadas... y su intimidad rozándolo con tanta fuerza que pareciera atravesaría la tela para tocarla. Todas sensaciones que no había tenido jamás en su haber...
Su propia respiración lo traicionaba, cerrando sus ojos en intervalos seguidos en cortos segundos, buscando borrar su imagen; pero al mismo tiempo, su cuerpo respondía a ese pecaminoso deseo que lo envolvía de cálida manera.
¿Por qué?...
¿Por qué, si su deber era protegerla?...
¿Por qué soñaba con estremecerla contra su cuerpo y atravesarla con su ser?...
— ¡Aghh! —Profirió en la realidad, al encontrarse tumbado en aquella fría cama mundana, apenas habiendo caído a las orillas de la misma.
Su respiración agitada se mezclaba entre pujidos con la incomodidad que se apoderaba de su ser poco a poco. Deseaba con el alma poder levantar por lo menos la mitad de su cuerpo para observar que le ocurría de cintura hacia abajo, pero le resultaba imposible, la vivencia lo consumía una y otra vez, llevándolo a aquel lugar con su Diosa, hasta el punto en que no pudo regresar la consciencia a sí mismo, dejando su ser entre temblores abundantes y los quejidos que ya no pudo controlar.
La tela oscura normalmente tapada con la armadura ahora solo guardaba el cinturón puesto, dando los pliegues del pantalón una apariencia más ceñida a la figura imponente entre sus piernas.
No logró percatarse de los pequeños golpes a la puerta.
— ¿Kishi—sama?... —La peliroja que servía como mesera en el lugar, venía con una charola, por lo que volvió a tocar antes de tomar la manecilla y girarla al notarla abierta. —Con su permiso... traigo... —Se detuvo al observarlo en aquella posición sobre la cama en medio de los sonidos fuertes de su respirar. — ¡Disculpe! ¡Por favor disculpe! La puerta estaba... —el nerviosismo la llevó a soltar la bandeja derramándolo todo, a lo que enseguida y con el cuidado que su estado le pedía, se agachó a limpiar.
El hombre no había reaccionado ni a su voz, ni al ruido que provocó, extrañándola, por lo que mientras limpiaba, le dirigía la mirada tratando de entender qué sucedía, cuando notó que lo que en un inicio sonaba como los quejidos del placer que se había acostumbrado a escuchar en aquel lugar... más parecían molestias exhaladas al aire, cual luchara para no sentir.
— ¿Se encuentra usted bien?... —se levantó del mismo modo en que se dirigió al suelo, caminó despacio hasta la cama, viendo como a los pies de la misma, yacían los ropajes de caballero.
Perdóname Eugeo... Pensó al tener que acercarse a la cama de un hombre, pero debía cerciorarse que se encontraba bien.
— ¿Kishi—sa...?.... No pudo terminar su pregunta al ver el rostro de aquella persona que respiraba agitado sobre la cama. —No... no es posible... ¿Kirito—senpai?...
Lo examinó entonces con más detenimiento, los ojos rodados en blanco con la presencia de los círculos, marcas de la Diosa en ellos y su estado errático, debían significar algo más... ¿Pero por qué no la reconoció al llegar?... ¡¿Por qué usaba esas ropas de Caballero?!
Le colocó ambas manos en el rostro, encontrándolo afiebrado por lo que salió en busca de agua fría.
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Era como si... la calma de los alrededores lo mantuviera estático, solo sintiendo el leve roce del agua tibia contra su cuerpo, empapando su vestimenta, sus oscuros cabellos... piel... alma... Tal vez... permanecer en aquel lugar... en aquella situación sería lo mejor que pudiera pasarle.
¿Qué estaba haciendo ahí?... ¿Dónde estaba ese lugar?...
Preguntas que se hacía cada cierto tiempo, pero que perdían importancia con el pasar de los segundos, mientras flotaba en medio de la inmensidad. No recordaba nada... Pero el cerrar los ojos le daba tanta tranquilidad, que prefería permanecer así. Sin notar como poco a poco su blanca camisa se iba manchando de carmesí... entre cortadas imperceptibles a su ser, cual fueran provocados por la rayadura de un alfiler a gran velocidad.
Una más pasó rozando con furia su mejilla, dejando correr la sangre al agua.
Pero no dolía, la extraña tranquilidad con la que recibía las heridas que se dibujaban una a una sobre él, fueran nada, solo pincelazos rojos rayando un cuerpo cansado, que solo necesitaba quedarse ahí... en completa soledad...
Pero aquel corte feroz sobre su rostro, cual fuera una singularidad, se había representado en el cuerpo del caballero, cuya herida de igual magnitud se abrió en el rostro, corriendo un hilo sangriento sobre su mejilla clara.
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Misma agua que entre la bruma había consumido a la joven de largos cabellos de atardecer, cual sintiera su cuerpo enredado en un enorme peso que buscaba anclarla al fondo de la marea, golpeada y arrastrada entre los movimientos violentos del agua, cada vez más oscuro y hondo... cual se fundiera con una caída sin fin, ferozmente lenta, en medio de las palabras, que como relámpagos aparecían de a poco entre sus pensamientos.
"Esto no es un duelo... a este hombre... ¡A este hombre voy a matarlo!"
"Debo aprovechar... el camino de esa bala que en realidad no existe..."
"Más rápido, ¡Debo ser más rápido!"
"Beater... exactamente eso es lo que soy... He llegado mucho más lejos que cualquiera de ustedes"
"¿Naru...saka?"...
"Entonces... debes enfrentarte a mí por tu Alice..."
"¡Eres más fuerte que yo, Eugeo!"
"Mi vida te pertenece... Asuna... Puedes hacer conmigo lo que quieras"...
"Si... la toco... ¿Va a desaparecer?... ¿En verdad estás aquí?... Asuna..."
—...Kiri...to—kun... —cerró despacio los ojos al sentirse envolver entre la furia del agua que la inundaba entre vivencias, perdiendo de vista el atisbo de luz que reflejaba la salida hacia arriba, estiró su brazo como último recurso pidiéndole a su cuerpo que se moviera. —Por favor... déjame ir contigo... — era una súplica, dentro de la mente de su amado, ningún poder que hiciera bastaría, era él quien debía guiarla.
Pero era tanto el dolor por el que su corazón ha pasado, que todo se arremolinaba hacía él como un eje —había cargado tanto sufrimiento—
La fuerza de los dedos desesperadamente estirados hacía él, se iba perdiendo a medida que se sumergía más... hasta que su mano fue tomada por otra, pero su consciencia se estaba perdiéndose entre los pensamientos que la acribillaban.
—Solo vi... una estrella fugaz en mi vida... jamás... pensé encontrarme con otra igual de hermosa... o más... en este lugar... como me gustaría que se convirtiera en la luz que nos ilumine a todos...
¿Algún día podré decírselo?...
Fue entonces cuando alcanzó a verlo... a la distancia... muy... muy lejos de ella... flotaba en medio del agua con aquella camisa blanca y pantalón negro, tal como la vestimenta que llevaba cuando todo el ritual inició.
Pero no pudo más que dejarse ir... cerró finalmente los ojos al perder las fuerzas.
Para entonces volver en sí, al devolver toda el agua que había entrado en sus pulmones de forma abrupta, tosía tratando de despejarse, mientras sus cabellos, ropas y rostro escurrían con fuerza.
Estaba fuera del agua...
No....
— ¡No! —corrió a la orilla brumosa nuevamente y metió la mano en el líquido, al sentir la desesperación de haberlo avistado, pero no poder hacer nada por llegar hasta él. ¿Cómo iba a llegar hasta ahí?... Jamás... iba a poder alcanzarlo...
—Por favor no lo haga... es peligroso... Mi diosa...
La voz tras de ella, la obligó a voltear, el sonido había sido cálido y genuinamente preocupado. Era verdad que alguien había tenido que intervenir... ¿Pero cómo?... ¿Acaso esa persona había atravesado como ella por el comando de invasión con permiso del usuario?... Era posible... ya que el Core Protection seguía desactivado... y ella no había podido colocar el módulo de protección de la campana de Stacia...
¿Quién era?... ¡¿Qué quería?! Sacó su espada y la apunto contra el intruso que le salvó la vida.
—Jamás levantaría mi espada ante usted... — mencionó bajo, pero audiblemente.
—De nuevo... esa voz... es... es esa persona... —lo miró con desconfianza al haberse presentado ante ella con una capucha larga y oscura, como la última vez que lo vio, tal vez... por eso mismo no lograba hacerse una figura de él, al no tener un recuerdo que remembrar. Más que esa voz... — ¡¿Qué está haciendo aquí?!
—Vine a... —su mirada plata azulina la miraba bajo la capucha, sintiendo la terrible culpa del camino que tuvo que recorrer hasta llegar con ella, por lo que se arrodilló y agachó la cabeza demostrándole su absoluta devoción, sin poder desaparecer el dolor en su rostro de faltarse a sí mismo al pensarla de tal forma. Aún tenía muy presente todo lo que sintió y las reacciones de su inexperto cuerpo al sentirla, aunque se lo imaginara... o lo que fue ese escenario al que fue llamado... No podía permitirse sentir ningún tipo de deseo lascivo por ella... La Diosa Stacia...
Mientras más lo pensaba, más dolía su orgullo de caballero de la integridad.
Pero aquello lograba por momentos ganarle a su propia voluntad, tratando de reprimir con fuerza esos deseos, cerraba con fuerza sus ojos bajo el alero del anonimato.
—Vine a hacer todo lo que esté en mis manos por procurar su bienestar... sin importar lo que suceda en el proceso...
Cual sus palabras reflejaran las injurias que acudían a los cuerpos y los pintaban cual acuarelas de muerte, dos cortes veloces más atravesaron la carne del espadachín principal en el agua, sobre su hombro y costilla derecha.
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Idénticos lugares que se abrieron en heridas derramadoras en el cuerpo real del Caballero de cabellos oscuros.
— ¿Pero qué?... —posó un paño sobre la sangre recién expuesta, Tieze.
Ya no bastaba con los paños húmedos que había colocado en su frente y el cobijo que le había brindado para procurar su recuperación. ¿Qué era eso?... ¿De dónde provenían esas heridas?...
— ¿Senpai?...
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—¿Mi bienestar?... —preguntó la que veía como diosa, sin comprender nada de lo que mencionaba.
—Este lugar... —se levantó para apreciar los alrededores. —Es tan... espantoso... puedo sentir el dolor en el aire...
—¿Dolor?... —no quería limitarse a preguntar por cada cosa que decía, pero sus palabras no dejaban de sorprenderla. A decir verdad... podía decir exactamente lo mismo, desde el momento que entro se apoderó de ella una inmensa tristeza y deseos de llorar, que disfrazó con la preocupación de adentrarse más en la búsqueda incesante de su amado.
—Pero es solo su propio metal...
Esa vez no preguntaría, esperaría la explicación, aunque creía haberlo comprendido. Toda esa hostilidad y sensaciones que la repelían no podían durar para siempre... tal vez, si lograba atravesarlo, lograría finalmente adentrarse a su característico calor, donde todo lo importante la aguardaba... donde encontraría aquel recuerdo mejor guardado y amado, donde colocar el módulo de protección.
Cerró los ojos tratando de resistir la ansiedad apoderándose de su temperamento, mientras recordaba el momento en que vio a su amado sumergido en las aguas, muchos metros más adelante. Esa agua que la atravesó con cientos de pensamientos... era tal vez una parte de su conciencia... en todas ellas la desesperación lo embargaba, por lo que tal vez... no era recomendable volver a entrar en ellas... hasta que fuera extremadamente necesario.
—Debo llegar hasta él... —mencionó finalmente a su acompañante.
—¿Volverá a entrar al agua?... —caminó a su lado. Pero solo recibió una negativa de movimiento de cabeza de la chica de largos cabellos claros.
—Siempre... he corrido... sin pensar —sonrió por lo bajo. —Cuando pienso que alguien está en peligro y puedo ayudar... salgo corriendo desenfrenada... Y esta vez fue igual... Kirito—kun me lo ha dicho... que aunque yo corra... él siempre correrá tras de mí...
Sus declaraciones llamaron la atención de los ojos azul platino bajo la capucha, haciéndole sentir extrañamente comprometido con tales palabras.
—Pero cuando Kirito—kun no está... no soy así... —sonrió más animada. —Corrí... porque desde el momento que entré aquí... pude sentirlo junto a mí... en todas partes. Por lo que... debo creer en él...
—¿A... qué se refiere?... —la miró asustado al verla caminar a la orilla nuevamente.
—A que él jamás me dejaría pasar sin un plan... —estiró el brazo hacia el agua cual buscara tomar algo, localizándolo en la nada y acercándolo hacia ella a la orilla, materializándolo en el proceso. Un bote de remos al que sin pensarlo saltó, tambaleándose de a poco.
—¡¿Pero cómo?! —pegó un pequeño chillido el Caballero.
—Debo agradecerle por salvarme, nuevamente... pero ahora ya conozco el camino... —Lo miró sin intenciones de dejarlo, a pesar de parecerle confiable en esos momentos, cómo había accedido y el por qué... no lo tenía demasiado claro, no podía quitarle los ojos de encima por la seguridad de su amado. Así que le enseñó el camino a sentarse en el bote, con la mano.
El encapuchado caminó hasta sentarse frente a ella, tambaleando de a poco el transporte.
—¿Cómo lo supo, mi diosa?...
—No es algo... que se pueda comprender con facilidad por cualquiera. —Respondió desviando la respuesta y el rostro, hacia el cause que seguía el agua.
Mientras a su mente acudía el momento vívido que le brindó la clave.
—Yyy... ¿estás segura que es completamente seguro?... —la mirada de Iskahn le sacó una sonrisa a la chica que tomaba de la mano al espadachín principal, aún sobre la cama.
—Vamos... que pareces más preocupado tú que las mismas Ronye y Liena—senpai... que ya se fueron—rio también el de cabellos negros.
—No es por eso... tenemos muchas cosas que tomar en cuenta... ¿Cuánto durará?... ¿Qué pasará el tiempo que no estés?, de por si ya se están dando malentendidos... venía justamente a reclamártelo, se supone que las entradas turísticas al Imperio Humano estaban aprobadas... ¡pero mucha de mi gente fue rebotada por un hombre de pelo negro y espada negra... vestido de negro!
—¿Eh?... —lo miró extrañada la de cuenta de Diosa. —¿Te dijeron algo más?
Se cruzó de brazos, tratando de entender por si mismo que lo que iba a mencionar no podía ser cierto. —Dijeron que era el Principal—dono...
—¿Sabes que eso es imposible, cierto?... —preguntó el aludido.
—Lo sé... Scheta me dijo que dejara de pensar esas tonterías y viniera por ti... pero ahora no puedo llevarte al Dark Territory estando así... si tan solo hubiera una manera de saber que estás bien...
—Estoy bien...
—¡Las personas que están bien no se desmayan a media calle!
—¡Eso fue! —trató de seguir respondiendo, pero se dio cuenta que el Campeón tenía razón. Hasta que su amada interviniera no podría hacer nada.
—Iskahn tiene razón Kirito—kun... esto me hace sentir a como cuando tenía el control de tu corazón en mi mano... podía verlo... y sentirme tranquila... —le sonrió, recibiendo la misma respuesta de él.
—¡¿Qué tú qué?! —se espantó el guerrero.
—¡Nada! —respondió por ella su amado, arreglándose la garganta sabiendo que no sería fácil explicarle. —A lo que se refiere es... que ella... es capaz de encontrarme donde sea... como si pudiera oír mi corazón... ¡Son cosas de parejas! ¡Yo no te ando preguntando por tu matrimonio!
—¡Nadie pidió que me contaras!
—Jajaja... baka... —apretó la mano de su amado, Asuna.
—Es como si... él estuviera a las afueras tras el río... yo me subiría en una barca para ir en su búsqueda y lo encontraría sin dudar.
La sonrisa de su amado al escucharla, se transfirió a ella misma, que miraba esperanzada el curso del agua hacia el frente. Mientras el Caballero la miraba expectante ante su expresión que la embellecía aun más de ser posible.
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Por un momento la peliroja, en medio de la frialdad de la noche que ella misma había advertido, pensó que los cortes espontáneos de los que estaba siendo víctima su amigo encontrado en aquellas extrañas circunstancias habían cesado, por lo que cerró levemente los ojos por algunos segundos, mientras pasaba con cuidado la mano sobre su vientre. Tanto movimiento había puesto inquieto a su bebé.
—No te preocupes... —le decía cuando al abrir los ojos mostraba lágrimas inminentes. Ya que la persona en la que confiaba para poder salir de aquel lugar... para ser liberada... parecía estar fuera de sí... ¿Qué habría pasado con su senpai para terminar así?... ¿Tanto habían cambiado las cosas tras el final de la guerra que recordaba?...
¿Jamás podría liberarse de su yugo?...
Tal vez... era momento de empezar a aceptarlo... porque si de eso dependía el poder permanecer al lado del hijo de su amado... pasaría por tal calvario todas las veces que esta vida y las siguientes se lo reclamaran.
—Eugeo... —se abrazó a sí misma, pidiendo fuerzas.
Sin notar como el rubio, en una tenue presencia la observaba, al estar sentado a la orilla de la cama donde reposaba el Caballero, al que volteó a ver con aquella expresión indescifrable.
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El recorrido de la balsa parecía adentrarlos cada vez más al lugar que buscaban, surcando en su camino con varios caminos grisáceos que no parecían tener fin, hasta que al pasarlos, lograba ver algunas memorias de su amado al fondo, quizás recuerdos no muy frecuentemente evocados.
La balsa pacífica hasta el momento, se tambaleó, una vez la senda gris quedó atrás.
—¡Qué es esto! —se puso en pie el caballero, desenvainando, dejando a la Diosa a sus ojos, con la sorpresa estampada en la mirada al reconocer la espada de hoja plana y brillantemente negra. No había duda... Era la Night Sky Sword.
—¿Cómo?... ¡¿Por qué?! —preguntó sin poder argumentar más, sin importarle el movimiento de la balsa, caminó hasta llegar a su lado y tomarlo por el cuello de la capucha. Sorprendida al ver su ojo derecho colorearse de dorado o por lo menos lo que pudo ver, ya que la tiró al lado mientras se cubría el mismo con la mano por el dolor.
Mismo que compartió con su yo recostado sobre la cama, que se retorció hacia atrás por el impacto, sorprendiendo a Tieze que se levantó a verlo. Y el Espadachín Principal del Imperio Humano que abrió la boca bajo el agua, dejando escapar algunas burbujas.
Espacio mundo en que la figura encapuchada saltó de la balsa y desapareció entre la bruma y la molestia de la que llamaba su diosa, que indignada se acercó a la orilla de la balsa intentando ubicarlo pero era imposible, todos los escapes se cerraban entre la bruma al pasarlos, por lo que terminó dirigiendo su mirada al agua, lo que le brindó esperanzas al ver que lo que había causado el movimiento de la balsa en un principio, era Tonky.
Si una proyección como tal estaba cerca... significaba que pronto encallaría en los recuerdos más dulces... o por lo menos eso esperaba.
No mucho tiempo después, entre la suavidad del agua conduciéndola, llegó a tierra firme al frente. Era extraño... a la derecha bruma... a la izquierda, bruma... era el único camino por el que realmente podía seguir.
Se bajó y caminó adentrándose en lo que parecía un bosque...
Lo conocía... ¿Acaso no eran... las afueras de Rulid?...
Quitó un par de ramas hasta asomarse a la planicie, cubriéndose los ojos por el estrepitoso reflejo del sol pegando fuerte a esas horas del mediodía. Para cuando bajo el brazo llevarse la mano esa vez a sus labios, tratando de superar la sorpresa.
Un pequeño de cabellos oscuros yacía sentado no muy lejos de ella. Llevaba una fresca camisa azul atada con una faja a la cintura, típica vestimenta de los aldeanos.
—¿Kiri...to—kun?...
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Continuará...
UFFFFFFFFFFF moríiiii hay tantas cosas que planeamos para esto que van saliendo poco a poco y que me llevan a la luz jajajajajajaja.
Gemeeeee estoy muriendo en cada línea, siento que esto es tan bello que exploto!!!
Muero con tantos Kiris jajajajaja
Ufff Millones de gracias por betearme geme, en serio que me da mucha alegría pero a la vez confianza que todo estará perfecto si pasa por tus bellas y talentosas manos!!!!! (aunque haya sido a poco más de la mitad del cap, luego si hay horrores es mi culpa)
Gracias por leer!!!
xD no sé para cuando el siguiente pero si mi musa sigue así, muy pronto jajaja.
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