Capítulo 20 "La identidad del caballero"
Los movimientos de su respiración exhalada con fuerza se sobreponían a los temblores de sus hombros por el llanto que caía sigiloso sobre sus pómulos, cual fuera obligado a despertar luego de una larga noche cansada en la que apenas y pudo conciliar el sueño.
La luz de la realidad parecía centellas cegadoras para sus pupilas, mientras la voz amada arremetía intensa en la necesidad por traerlo de vuelta a su lado. Pero no quería despertar... sabía dentro de él que, si trataba de tomar aquella luz entre sus manos, terminaría por explotar entre colores en una despedida que conocía con inmenso dolor taladrado hasta lo profundo de su pecho.
Pero no podía negarse al llamado...
No a esa voz...
—Asu...na... —pareció finalmente reconocerla.
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ANTIGUAS Y NUEVAS ESTRELLAS
Capítulo 20 "La identidad del caballero"
Sintió como si hubiera sido expulsada con una onda expansiva que la tiró hacia atrás en la realidad. En la que al recuperar un tanto la ubicación de su ser enfocó al caballero que yacía aún arrodillado y con el rostro hacia arriba mientras los círculos blancos que la representaban habían desaparecido de sus ojos, pero a cambio, el módulo purpurino luminoso se asomaba de a poco sobre la frente, estaba expulsando el módulo de devoción.
—¡Kirito—kun! —se levantó con rapidez hasta llegar a él, que al escucharla llamarle de tal forma dejó rodar dos lágrimas aún en sus orbes platinos perdidos en la transición del control de Administrator sobre su ser, mientras sus cabellos flotaban sobre su frente por la emanación de poder.
—No... mi Diosa... —pareció dudar por unos segundos sobre su verdadera identidad, a pesar de haberla sentido como su igual, al saberla cerca suyo, no podía más que pensar en el inmenso respeto que la deidad le despertaba.
—No... ¡No! ¡Tú eres Kirito—kun!... —apretó los dientes al ver la expresión de duda constante en su faz. —¿Lo recuerdas?... El espadachín negro... Kirito doble espada... —ante sus palabras las cejas del caballero se perturbaron... ¡El padre de Yui—chan!
—Yui... —repitió mientras el cúmulo de sentimientos envueltos en el recuero de su pequeña hija pareció rodearlo, embonando a la perfección con su yo descrito en los labios de su amada, recordándose a sí mismo vestido de negro al empuñar su Elucidator y Dark Repulser... junto a su amada, Destello veloz... Su cabaña en el piso 22... Despertar y verse solo... —¡AGGHH! —se llevó ambas manos a la cabeza y apretó los párpados, la mezcla de recuerdos despertaba un remordimiento enorme en su ser, al saberse un asesino y tan amado a la vez... —No quiero esto... ¡No quiero nada de esto!... ¡No lo merezco!
—Nada de lo que dices es verdad... —entrecerró los ojos, culpable de despertar en él, aquellos sentimientos nuevamente, el complejo de culpa en su amado era tan grande que debía imaginar iba a interponerse al abrir los ojos... —Eres nuestro héroe... mi héroe... —sus lágrimas llamaron la atención del joven que en todo momento parecía enfocar su mirada a la nada.
—A...su... —volvió a reconocerla por unos instantes, mismos a los que la reina se aferró.
—Esa tarde... tenía miedo... y lo notaste... me dijiste que no importaba posponerlo... —el módulo brilló aún más en la frente del espadachín al ser reclamado el recuerdo. —Siempre es así contigo... eres tan dulce y gentil... poniendo a los demás por encima de ti... Kazuto—kun... —la carta más poderosa había sido mencionada y lo observó expectante, nadie más que su prometido entendería tales palabras, vio entonces con sorpresa como el módulo perdió su brillo y se deslizó sin delicadeza sobre su frente para explotar en colores diamantinos con su caída, dejando al caballero observando el piso ante su mirada baja, mientras su respiración se volvía poco profunda y los sollozos invadieron su voz.
Pasó de ver el piso alfombrado a sus rodillas, deteniéndose unos segundos en sus manos, poseía ambos brazos... sin embargo se llevó una mano al hombro derecho cual doliera demasiado, un remanente de las últimas memorias que se guardaron en su fluctlight.
Debía estar soñando... movía los dedos de su mano con extrañeza, para levantar despacio la mirada a los alrededores. ¿Dónde estaba?...
El terrible dolor de la reciente pérdida de su mejor amigo según sus últimos recuerdos lo invadió, el deseo de morir yacía justo al lado, doblegándolo cual metal en la hoguera. Recordaba perfectamente haber caminado hacia la consola... había hablado con Kykuoka... y entonces... ¿Qué había ocurrido después?...
Su cansada mirada recorrió el poco espacio que le hacía falta, hasta encontrarse con la visión que revolvió todas sus memorias llevándolo a comprender de inmediato lo que sucedía, causándole un impacto mental que le llevó a sentir presión en el pecho al darse cuenta que el caballero número 33 seguía vivo dentro de él, como el ente que lo mantuvo andando durante todo ese tiempo, al no recordar su verdadera identidad... su Diosa... era su amada... ¿Asuna estaba ahí?...
Llevaba más de cinco años ahí... —el pensarlo le dificultaba cada vez más la respiración que se tornaba rápida y angustiada.
Eugeo no acaba de morir entre sus brazos... llevaba cinco años muerto... apareciendo en sus pensamientos y le había dejado un hijo a Tieze... Pero dolía tanto... tanto.
Mientras él... el rey...
No podía más... aunque tratara de calmarse el aire que apenas atrapaba no era suficiente. —Asuna... Eugeo... —trataba de enfocarse en su verdad, pero no lo logró, ante la reina que se llevó una mano al pecho tratando de soportar lo que acababa de presenciar. Lo había regresado a sus sentidos... Se acercó rápidamente y observó con incredulidad su rostro que parecía iba a ahogarse si no lograba tranquilizarse.
—Kirito—kun, respira despacio... mírame... —le tomó de las manos, pero encontrar su mirada con la de la reina solo lo perturbó más, él... no era la persona que ella amaba... a quien recordaba... ¿o sí? ¿Cómo podía no serlo? Si hace nada le había propuesto matrimonio... dos años... hace dos años...
Las lágrimas, la falta de aire, los sollozos y el dolor cual aguja penetrándole el pecho no lo dejó continuar pensando, solo sintió perder las fuerzas al atenuar su vista a la oscuridad, sin percatarse que fue recogido entre los brazos de la diosa en el momento que desfalleció, recostado sobre su brazo, despeinando sus cabellos hacia atrás, despejando la visibilidad de su frente de la que recientemente observó asomar el módulo antes de destruirse en el aire.
Todo el tiempo había pensado en él como ese ente extraño al que debía deducir su aparición... sabiendo que estaba estrechamente vinculado con su amado, pero jamás pensó que la realidad fuera esa... era él mismo... una copia de su Fluctlight... al que se le había realizado el ritual de Synthesize... ¿Pero cómo?... ¿En qué momento?... eran cosas que aún no tenía claras, pero si era él... ¿qué tendría que hacer de ahí en más?... De ninguna manera podría alejarlo de ella... pensarlo le estrujaba el alma... Sin embargo... su amado rey... le había prácticamente rogado que no más... que sus intenciones inciertas podrían afectarlos... Pero ahora que ya no había dudas...
—No te preocupes... todo estará bien... —lo abrazó contra su pecho, al haber perdido el distanciamiento que se autoimponía con el caballero, mismo que despojado de su armadura parecía tan indefenso. Las cosas habían cambiado para siempre. Reflexionaba cuando el sutil aroma de las rosas llegó a sus fosas nasales, su poder sagrado había crecido tanto que era capaz de detectar los cambios de recursos a los alrededores sin la necesidad de grandes emanaciones, por lo que levantó el rostro aún lloroso y miró a los alrededores despacio. —¿Estás aquí?... ¿Eugeo...—kun?... No te preocupes, Kirito—kun estará bien... después de todo... él tiene el corazón más grande que conozco...
Se agachó nuevamente sobre él, sin poder evitar que sus palabras la llevaran a pensar de inmediato en su rey.
Mismo que se encontraba aún de pie sobre el aire, en aquella nada que había creado su propia encarnación... o tal vez, un poder mucho más allá... no era momento para ponerse a analizar pero sin duda, el tiempo, el espacio y su propia vida se habían adaptado a su mandato, puede que la sensación desesperante lo llevara a buscar en su interior su propio poder y seguridad, tal como aquella vez... cinco años atrás, donde con el liberar de su comando de poder absoluto en su máximo nivel tiñó el cielo con su alma, podía notar el acontecimiento surgiendo desde su interior nuevamente, al haberse desprendido de las ramas de aquella forma etérea, mientras los millares de estrellas que le adornaban parecieran recubrirlo por completo, dándole a su misma figura la apariencia de un cielo nocturno, mientras sus ojos dorados enfocaban el árbol maldito. Y cual película que se desprendiera de su piel en forma de capullo, su faz y vestimenta se despejaron de la luz al batirse hacia atrás sobre su espalda en la forma de dos enormes alas oscuras y resplandecientes provenientes de la gabardina negra que lo identificaba como el espadachín negro. A la vez que sobre los lados de su cabeza lo que parecía la formación de un halo de picos estelares cual corona radiada apareció entre sus cabellos, lo que fuera en lo que se había transformado... iba más allá de lo antes experimentado.
No había pasado un segundo al pensar en moverse cuando había aparecido frente al árbol retorcido congelado en el tiempo y espacio.
Había pasado por tanto por su culpa... pero toda aquella ira que alguna vez sintió había desaparecido, cual se evaporara con el despertar de su majestuosidad. La profundidad de los ojos dorados pareció engullirlo en un estruendoso gruñido que de inmediato lo transportó a su interior, localidad oscura y siniestra en la que, las miles de ramas que antes le apresaron, rehuían a su paso luminoso. Aquel lugar... por un momento le recordó a si mismo... y como su amada al entrar en su búsqueda le regresó la vida, por lo que se llevó una mano al pecho y sonrió con suavidad. Todos poseían por lo menos una esquina oscura dentro de sus almas... y seres como ellos... podían yacer plagados de ella, pero siempre había una esperanza para redimirse...
Entonces lo comprendió... todo ese tiempo el asesino se lo había mencionado... La esperanza que él representaba sería la última en extinguirse, pero de ninguna manera permitiría que eso ocurriera...
—Vassago... —su llamado directo pero tranquilo revistió con el polvo estelar la estancia en un segundo, iluminando la zona con delgados filamentos de luz, alumbrando a su paso la sangre que adornaba la estancia, en un camino profundo que le condujo hasta un pequeño niño de ojos cuyo color se asemejaba a un durazno pálido.
Lloraba desconsolado sujetándose la espalda.
El rey se detuvo frente a él, llamando la atención del pequeño que lo miró con aquellas cuencas oscurecidas ¿Cómo era posible si hace nada había visto el color de sus ojos?...
—¿Tanto duele?... —preguntó sin obtener respuesta, ya que la conocía, en su interior... al observar al pequeño los recuerdos de su enemigo lo asaltaron en todas direcciones cual intentaran romper su estabilidad al revelarse ante él. —Lo sé... lo sé.... —mencionó comprometido con la idea de ayudarlo, cual su más profundo deseo no fuera otro que el dejar de sufrir. Colocó la mano sobre la cabeza del niño que de inmediato se tradujo al árbol de cedro negro que yacía estancado en el tiempo detenido de aquella cueva subterránea, explotando en segundos y repeliendo con eso la madera y corteza en todas direcciones.
Con el disipar del polvo, la figura del hombre, yacía arrodillada frente al rey de alas resplandecientes.
—Kirito... —las lágrimas se le derramaron, incrédulo. Se llevó una mano a la espalda donde aquel dolor perpetuo hubo estado punzando hasta momentos atrás. —¿Qué... qué me hiciste?...
—Te ayudé... a perdonarte... por todo... y por nada... La realidad es que no eres el hijo del demonio... aunque te lo hayas creído... el niño que vi no tenía la culpa de nada de lo que le ocurrió... y era injusto que acarreara sobre su cicatriz el dolor de perder una parte de si mismo... mientras guardaba la esperanza de algún día ser reconocido como lo que era... por quien era... y yo lo vi... —sonrió
—¿Qué estás diciendo?... Si... el momento en que tú murieras... ese sería el momento en que ese dolor...
—No se trataba de mí... nunca se trató de mí... —ante las palabras del rey, el criminal bajó la cabeza, con la mirada temblorosa, el amor... la desesperación que sentía por él se había tranquilizado también en su interior, dejando a su paso solo un enorme agradecimiento... después de todo lo que le había hecho... —cayó de cabeza contra el piso, sin embargo no se trataba de ninguna reverencia cual títere cuyos hilos fueron cortados, cayó al piso sin vida.
Su cuerpo se desmaterializó entonces, fluyendo con el viento ante la mirada dorada que se entrecerró al estar aparentemente adolorido. Las estrellas dispersas a los alrededores corrieron como listones a gran velocidad regresando a su interior, mientras la luz parecía escapar de los orificios de sus cuencas y boca, cual su propio poder lo hubiera desbordado.
Gritaba solitario en la cueva subterránea.
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Dolor que se transmitió a la reina, que mientras preparaba una taza de té, dejó caer la porcelana al suelo, al llevarse una mano al pecho con gran sofocación.
—¡¿Ki...Kirito—kun?! —apretó con fuerza los párpados.
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—¡No! ¡Nooo! ¡Comenzó! —corría entre los pasajes de Centoria la figura de aquel hombre encapuchado. —¡Sys, Connect Portal! ¡Clone place! —la voz profunda de aquel comando, dejó observar su procedencia en la mirada platinada azulina de la persona, frente a la cual de inmediato se abrió un portal circular, que atravesó al instante, saliendo directamente en la habitación real de la Catedral Central.
¿Cuánto tiempo hace que estuvo ahí por última vez?... Sus ojos acerados navegaron en la estancia, observando los cepillos de la reina sobre el buró, no pudo evitar tomar uno y observar que aún tenía un par de cabellos color del atardecer enredados en las hebras. Sin poder retener el recuerdo que aquello le trajo a la mente. A pesar de que había visto una y otra vez los momentos grabados junto a ella... eran tantas... pero una cantidad inmensa de recuerdos que lo asaltaban cada vez, que terminaba apretando los labios mientras buscaba tranquilizarse.
—¿Co... cortarte el cabello?... —los ojos del rey miraron horrorizados hacia el espejo, donde su amada lo veía a través del reflejo.
—Oh mo... no pongas esa cara, tampoco estoy diciendo que sería más corto que el tuyo... que por cierto los cabellos de Su Majestad necesitan un corte urgente... —sonrió al verlo sonrojarse al mirar su propio reflejo en el espejo, sus cabellos oscuros llegaban un tanto más abajo que su nariz y orejas mientras los cabellos de su nuca se corrían sobre la parte baja de su cuello con ligereza.
—No... lo había notado... —sopló sobre su propio flequillo ladeándolo con el aire, despejándose así el rostro. —Lo ves, no es problema.
—Pues... no es que ese peinado te quede mal... pero seremos unos reyes peludos...
—¿Peludos?... jajajajaja, de todo había escuchado en la vida y eso me tomó por sorpresa. Aunque la verdad... es que me encanta tu cabello largo... lo adoro... —sujetó la mata de largos cabellos castaños entre sus manos y cepilló una vez más, siento que son mi casa...
—¿Tu casa? Ya ves... hasta puedes construir un techo con ellos...
—Si es con tu calor viviría bajo ellos sin pensarlo... renunciaría a todo y me arroparía de ellos...
—O sea que estarías desnudo cubierto por mi cabello...
—Exactamente...
—Es una imagen que he visto antes... —sonrió divertida, para enternecerse al verlo por el espejó inclinarse sobre ella y abrazarla, colocándole la mano sobre el vientre, evidencia del paso del tiempo en su amada espera, difícil de ocultar a esas alturas.
—¿Crees que tenga el cabello como el tuyo?... —preguntó su amado con un beso sobre su hombro.
—Espero que lo tenga igual al tuyo... que sea idéntico a ti...
—No, que aburrido... debe ser como tú... divino... hermoso...
—¿Más divino y hermoso que mi rey?... imposible... —volteó sobre su hombro, buscando hacer contacto con el rostro de su marido, encontrando sus labios en el momento que lo esperaba. Beso que deseoso y anhelado creció en intensidad, haciéndola voltear por completo, siendo sostenida por la cintura por él, aún sentada sobre la silla.
—¡Mm! —se detuvo, separándose la reina.
—¿Qué sucede?... —la preocupación acudió a él en el momento que la vio llevarse ambas manos al vientre.
—Me pateó... —sonrió, para entonces entrecerrar los ojos. —Ahí está de nuevo.
—¿Dónde?... ¿Puedo?... —la miró emocionado, a lo que ella tomó la mano de su amado y la colocó en el lugar. —¡Se siente! ¡Pum, pum!
—¿Pum pum?... —sonrió al verlo acercar el oído.
—Recuerdo la primera vez que lo escuché... me gruñó...
—Baka... —le acarició el cabello a su amado, que cerró los ojos contra su abdomen, apoyando su mano y oído. —¿En qué piensas?...
—En que ya quiero verlo...
—Creo... que yo no puedo parar de pensar en eso tampoco... —con su comentario, los ojos azul acerados la buscaron. —Quiero que me escuche decirle cuanto lo amo... y ver su sonrisita... tomarlo de sus manitas...
—El bebé lo sabe... sabe que su mamá y su papá están locos por él...
—¿Lo crees?... —no pudo evitar sentir su mirada inundarse en lágrimas de alegría, seis meses viendo su vientre crecer la hacían sentir plena y entusiasmada.
—Lo sé... tanto como que el día de hoy habrá un cielo precioso...
—No hay manera de que puedas saber eso...—lo miró extrañada.
—Pruébame... —sonrió con seguridad. —Cierra los ojos...
—¿Eh?... —asintió y juntó despacio los párpados, sintiéndose cargada entonces entre los brazos de su amado, que al salir de la habitación cual se hubiera elevado del piso, inundó su pijama con una brisa fresca, nocturna...
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—Abre los ojos, Asuna... —escuchó la suavidad de la voz grave que tanto amaba sobre su oído, por lo que así lo hizo, maravillándose con la enorme luna que rodeada de la infinidad de estrellas se apreciaba desde el punto en que las veían.
El mirador de las estrellas en el piso 95 de la Catedral Central. Parecía haber sido inundado de la luz estelar por todos los alrededores, sin notar donde iniciaba y terminaba el cielo.
—Kirito—kun... —buscó su mirada entre lágrimas.
—Feliz aniversario vicecomandante... —mencionó con suavidad sobre su oído.
—¿Aniversario?... pero... es mañana...
—Ya es mañana... —sonrió con la alusión al paso de la media noche. Y este... será el último aniversario en que estaremos solo nosotros dos... bueno no... ya estamos aquí los tres...
Pasó su boca del oído, a encontrar los labios de su amada, quien le colocó la mano en el rostro y devolvió el beso con vehemencia.
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El rey de 200 años colocó el cepillo de la reina de vuelta en el buró y tras un suspiro, volteó hacia la persona recostada sobre la cama. El caballero que había mandado a protegerla... yacía inconsciente. Tal vez su único protector de ahí en más sería únicamente él mismo.
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Continuará...
OMG, yo quería escribir algo para el aniversario pero no pude más que meterlo acá xD. Tengo mucho en la cabeza.
Y bueno nuestro IK ha reaccionado a su verdadera identidad... mientras nuestro rey yace perdido en su propio poder, mientras el rey de 200 años buscará la manera de ayudar...
Fumadez vez a mí...
xD
Gracias por leer!!!!!
Gracias por todo gemeeeee!!
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