Golden mira en uno de los tantos puestos de juego un enorme peluche de oso, que es café, con brillantina en las orejas y por ojos unos botones de color plateado. Se veía tan suave y de repente tenía tantas ganas de tener uno igual.

—¿Lo quieres? —la pregunta de Freddy confunde a Golden, que se da cuenta que se refiere al peluche.

—Es bonito —dice, viéndolo por última vez—. ¿Quieres un helado?

—No, Golden, ¿te gustó el peluche?

¿Realmente le gustó? Sí ¿lo necesita? No. Es solo un capricho y ya está demasiado grande para tener peluches en su cuarto.

—Es bonito —repite el rubio.

Freddy lo mira entre frustrado y confundido, haciendo esa mueca que tanto le molesta a Golden, indicando que está molesto con él.

—Golden, mírame a los ojos y dime si de verdad te gustó ese peluche

La orden pone nervioso a Golden, ¿se está burlando de él porque le gustó un peluche? De cualquier manera observa a los ojos a Freddy y suspira, rendido y avergonzado.

—Sí, sí lo quiero —dice Golden, apenado—. Pero ya estoy grande para eso.

—¿¡Disculpa!? Pero nunca eres lo suficientemente grande para llenar tu estúpida cama de peluches —vocifera Fred.

De pronto, Fred lo agarra de la mano y se dirigen al puesto por ese peluche.

—Voy a conseguir ese maldito peluche y lo vas a amar.

Golden se ríe, ya desde antes lo ama.