Sus labios recorrían cada rincón de mi cuerpo, dejaba castos besos sobre éste haciendo que por mi piel pasara una descarga eléctrica que me hacía desearlo más. Mis piernas temblaban con la misma intensidad con la que él me hacía suya, estaba deseando tanto que éste momento llegará y ahora que había llegado, lo estaba disfrutando al máximo. Con sus manos fuertes y grandes, tocaba mis pechos con suavidad haciendo que mi pezón se endureciera de inmediato, lo deseaba demasiado y eso solo aumentaba mi placer.

Sus besos siguieron hasta llegar a mi cuello donde dejó pequeñas marcas marcando su territorio, yo era de él y él era mío. Después de unos segundos, sus labios se volvieron a unir con los míos ahogando mis escandaloso gemidos, su mano derecha estaba en mi cabeza jalando un poco mi cabello sin hacerme daño y su mano izquierda, estaba sobre mi pierna mientras la alzaba para que su miembro pudiera estar más y más adentro.

—Eres exquisita mi pequeña. —susurró en mi oído haciendo que mordiera mi labio inferior, ese hombre sabía cómo prenderme— quiero que seas mía para siempre.

—Siempre seré tuya —susurré de la misma forma que él—. No quiero estar con nadie más.

—Tampoco te lo permitiría —sonrió con superioridad— ¿Te gusta? —pregunto entrando más en mí.

—Oh Dios, sí —gemí—. Lo haces muy bien para ser tu primera vez.