~CAPÍTULO 28~

Jeison

La culpa atacaba mi corazón de mil maneras diferentes, temía por mi vida y la de Shanea ¿Acaso fue una buena idea haber hecho ese trato? Me preguntaba una y otra vez al ver como mi cuerpo se iba deteriorando poco a poco sin razón alguna. No quería dejar sola a mi pequeña, la podrían lastimar, podrían tomar venganza de ella por el asesinato de mi padre, lastimosamente ya no podía hacer nada, era demasiado tarde para empezar a hacer las cosas bien, mi final se acercaba y nada ni nadie podía tenerlo. Solo me queda rezar, si es que existe un Dios.

No sabía cuantas botellas llevaba, solo veía la cantidad en el suelo totalmente vacías, estaba empezando a perder la razón, todo a mi alrededor daba vueltas y los dueños del lugar empezaban a enojarse, mi comportamiento se estaba tornando agresivo y todos en el lugar parecían estar en mi contra.

—Por favor caballero, debe irse. —dijo uno de ellos— ya está demasiado tomado.

—¡Yo me iré de aquí cuando se me de la gana! —grité golpeando la mesa.

—Llamaré a seguridad y también un taxi. —aseguró el hombre tomando su celular.

—¿Acaso no sabe quién soy? —pregunté irritado mientras me acercaba al hombre—. Yo puedo hacer que cierren este lugar, así que más le vale tratarme bien.

Antes de que pudiera volver a sentarme, los guardias de seguridad llegaron para tratar de sacarme del bar. Yo no me dejé tan fácil, empecé a golpearlos con todas mis fuerzas, aunque parecía haberse ido debido al alcohol, ni siquiera se movían un poco y eso me enfurecía más. Los dos hombres hartos de mi berrinche, me tomaron de los brazos para sacarme de una buena vez, pero yo seguía resistiendome, uno de ellos golpeó mi rostro haciendo que cayera al suelo totalmente noqueado, no volví a saber nada.

Sentía algo frío caer en mi rostro, rápidamente me levanté y me di cuenta que aún seguía en la calle al frente del bar, aquellos hombres me habían tirado allí como si fuera un animal. Ya era de noche y la lluvia había empezado a caer, mi frente sangraba y me sentía realmente mal, era un completo idiota. Estaba a punto de irme hacía mi coche, pero una voz chillona hizo que frenara en seco.

—¡Nataniel! —gritó ella acercándose a mí— ¿Pero que te pasó? Te vez terrible.

—Solo estaba aprovechando la lluvía. —dije irónicamente para luego seguir caminando.

—¿Vas a manejar en ese estado? —preguntó ella.

—Mira Aurora, no es la primera vez y no será la última. —odiaba a esa mujer, era como un parásito. Sé muy bien que no debo hablar mal de las mujeres, pero por Dios, es Aurora.

—Yo manejaré. —negué— no fue una pregunta querido, además alguien debe curarte esa herida y dudo que tu querida esposa lo haga.



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