Capitulo 41

Janette...

Simón y Matteo no tardaron en indagar. He estado pasándola mal desde esta mañana y no he podido concentrarme. Varios clientes se han quejado y Tamara también. Me preguntó que me sucedía y le dije que solo estaba distraída pero que no iba a pasar.

Me encontraba limpiando los baños, ya que  no podía hacer nada y estaba siendo un peligro para los clientes del local. Tamara me asignó que lavara los baños y siento que fue la mejor decisión porque así podré llorar un poco mientras nadie me ve.

Los tres nos sentamos en el muro largo de los lavamanos. Les estaba contando la razón de mi verdadera distracción y ellos no quitaron su atención de mi mientras hablaba.

Les conté todo. Tenía que de alguna manera sacarme esa espina que me atravesaba el corazón. Lloré desahogándome y ellos me abrazaron hasta que me sentí mejor.

—¿Esta es tu primera relación Benavides? — preguntó Matteo.

Suspiré y me aparté las lágrimas, lo miré cuando chistó los dientes con preocupación.

—Tienes que terminar esa relación antes que acabe contigo— me dijo simón y sentí un hueco profundo en el estomago —. Te lo digo por experiencia propia. Mi primera relación fue un desastre y me ocurrió lo mismo que a ti, ella había pasado por una ruptura y no tardó en tener una relación conmigo, si me hubiesen dicho que eso no se debe hacer hubiese esperado un poco mas, era un inexperto y yo no sabia que no se debía hacer, y la situación era la misma, estábamos juntos la pasábamos bien pero cada vez que el ex aparecía ella desaparecía, lo acepté porque la amaba mucho y me confié en su palabras, en su amor, pero eso no era amor ella solo estaba llenando el vacío que le dejó aquel chico. 

Matteo colocó una mano en su hombro y yo apreté su mano para consolarlo.

Su voz salía quebrada y sus ojos se cristalizaron.

—Quedé con el corazón destrozado —apreté los labios con pesar, podía verse que aun le dolía — .Nadie me lo advirtió y creí que con mi cariño lograría ayudarla, pero es mentira, uno no es centro de rehabilitación de nadie. Esas personas así, que sufrieron una ruptura fuerte tienen que sanar primero antes de empezar una relación nueva y eso tiene hacer Ezequiel. Sanar. Ir a terapia y le ayuden superar todo eso que le atormenta, cuando el haya sanado por completo, tanto de mente como de corazón, pueden continuar. 

Asentí y esas palabras quedaron grabadas el resto del día. Terminé la labor que Tamara me impuso y salí del trabajo unos minutos antes de lo habitual. Me dolía la espalda y mis manos ardían. Aprecio y respeto el trabajo del equipo de limpieza. Dios. No es nada sencillo.

En el estacionamiento me estaba esperando Zequi. Mi corazón se aceleró y en ese momento recordé las palabras que tuve con Matteo y simón. Me acerqué con pasos lentos y sin el mismo entusiasmo de siempre. Él levantó la cabeza y tragó despacio cuando su mirada y la mía se conectaron. Me observó por un momento y después me envolvió en sus brazos. 

—Discúlpame jul —dijo apretándome a su cuerpo —. Estoy jodido y no quiero seguir lastimándote.

—Lo sé zequi —cerré los ojos — .Lo mejor es darle una solución a esto.

Su cuerpo se tensó y sus brazos perdieron la fuerza pero no me soltó y me mantuvo envuelta en un abrazo que no parecía tener fin.

Escondió su rostro en mi cuello y escuché cortos sollozos.

—Zequi —lo apreté con fuerza antes de quebrarme. Ni siquiera habíamos dicho una palabra pero ya lo sabíamos todo.

No sé cuánto duramos abrazados hasta que la lluvia nos hizo separar. 

—Tenemos que hablar — le dije con dificultad.

—Todavía no, jul — me suplicó

—Zequi.

—Jul no vamos hablar de monoplazas,  películas o quién es el mejor doblaje al español —bajé un poco la cabeza de su mirada — . Sé perfectamente de que quieres hablar y antes de hacerlo. Antes que me digas lo que seguro me va a doler. Disfrutemos está noche como si fuera la última.

Alcé la vista y pegó sus labios a los míos.

—Antes de cortar y de irte quiero decirte que eres lo mejor que se me ha cruzado en la vida —acunó sus manos en mis mejillas  —, y sé que esto funcionará pero en el momento adecuado.

—Así será Zequi —me incliné para besarlo, me detuve para apreciarlo un momento y susurrarle mirándolo a los ojos; —. Te quiero.

Sonrió de lado mostrando una sonrisa alegre y juntó sus labios con los míos con profundidad.

Es la primera vez que le digo que lo quería y se siente tan extraño pero al mismo tiempo muy bonito.

—Yo también Jul —me envolvió entre sus brazos y mi corazón se aceleró — . Te quiero mucho.

Sonreí con nostalgia contra de su pecho lo abracé muy fuerte.

Él me quiere.

Estoy impactada. Y no sé le oyó forzado, fue sincero y me hizo felíz. Demasiado feliz.

Subimos al auto después ver cómo la lluvias nos enpapó. Ezequiel estiró el brazo hacia atrás y colocó sobre sus piernas un maletín negro. Extendió hacia mi una toalla blanca pequeña y con ella me sequé lo más que pude.

—¿Quieres cambiarte?

—¿Aquí?

—¿Quieres morirte de frío?

—Puedes poner la calefacción — sugerí.

—¿Te da pena desvestirte delante de mi?  —me miró con ironía.

—Estamos en un espacio abierto —señalé, apenada.

—Esta lloviendo jul, no se ve nada para afuera —observé y era cierto, no podía verse el exterior —. Anda cámbiate, yo haré lo mismo.

Y lo hicimos. Dentro de su coche cambiamos nuestras ropas mojadas. Por suerte el suéter me queda mas grande que los otros y me queda como un vestido.

Ezequiel observó mis piernas descubiertas y las aduló diciendo que son preciosas.

Agradecí con una sonrisa triste, suspiré y tomé su mano entre la mía. Él bajó la vista, acarició mi piel con su dedo pulgar sonriendo de costado y se volvió hacia mi. Me acerqué lentamente y nos dimos un beso largo.

—Vamos a casa — me dijo final del beso y asentí con la cabeza. Me recosté sobre su hombro y me hundí en mis propios pensamientos.

Cuando ingresamos a la casa esta se encontraba sola prendimos las luces y abrimos un poco las ventanas para que entrara aire. Pasé directo a la habitación para ponerme mi mono de uniforme. Me estuve un par de minutos dentro antes de salir. El corazón me palpitaba con mucha fuerza y las lágrimas no dejaba de correr por mis mejillas.

Crucé el pasillo, doble hacia la izquierda y me senté al lado de un Ezequiel de mirada perdida. Sus codos estaban apoyados sobre sus rodillas y las manos entrelazadas entre si. La suave brisa que ingresaba por la ventana chocaba contra mis mejillas humedecidas.

Quería hablar pero no podía. Tenía como algo en la boca que me impedía hacerlo. Lo miraba y no era capaz de acercarme siquiera.

Bajé la mirada hacia mis dedos y la levanté cuando sentí que me miró. Mis ojos vibraron y sentí un vacío en el estómago.

Habla ya, Jane, aunque no quieras.

Iba hablar pero me quebré y terminé llorando en sus brazos. Escucharlo llorar  hizo que mi corazón se hiciera pedazos. Estuvimos abrazados por un largo rato, su llanto y el mío no cesaba. Mi pecho ardía. Dolía muchísimo y dejar de llorar era nefasto.

—Esto es por el bien de los dos — logré decir y él asintió — no es un hasta nunca, esto es un hasta siempre.

—Disculpa July.

Lo apreté fuerte.

—No es tu culpa Zequi —le dije —. A ti lastimaron y es normal que te sientas inseguro aunque no quieras. Es por eso que lo mejor es pausar lo nuestro para que tú puedas sanar todo lo que te ha causado daño.

—Si, si eso me dijo Adrián después de darme una ostia — dice con un poco de humor y solté una pequeña rosita—. Te juro que no era mi intención, tu sabes lo importante que eres para mí, solo que me apresuré y no sané como debí hacerlo — solté aire que tenía retenido —. Discúlpame.

Me alejé de él y peiné su cabello teñido de amarillo tostado. No sé por qué eligió ese color, parece un pollo. Pero admito que se ve bien. Aunque me gustaba mejor su cabello castaño claro así rubio.

—Supongo que es el fin.

—No —besé la punta de sus labios —. Va ser el inicio de algo maravilloso.

Asintió y nos abrazamos otra vez.

—Va ser extraño verte como una amiga después de todo lo que hemos vivido — comentó en mi oído.

Arrugué la cara.

—Si lo va ser.

—Pero todavía puedo abrazarte.

—Eh.. si, si puedes.

—También molestarte.

—Eso nunca has dejado de hacerlo.

—Me encanta hacerte enojar — negué con una sonrisa — . Es como ver un Teletubbies enojado.

—Gafo.

Carcajeó.

—También podemos robarnos besos.

—Somos amigos ahora.

—Pero podemos ser amigos con derechos — sugirió en un tono divertido, una corriente eléctrica viajó por mi cuerpo y no pude evitar reír — .¿que decís?

—Eso me suena más un si que un no.

Carcajee nerviosa.

—No he dicho nada.

—Los silencios dicen más que mil palabras — iba a responder y me alejó, me tomó por las mejillas y plató un largo y dulce beso.

Lo alejé de mi por los hombros y negué, me miró perverso y divertido al mismo tiempo.

—Así no cuenta — le dije cuando vuelve a besarme.

—Ya no eres mi novia — recalcó.

—Pero no podemos ser amigos con derechos —gruñó —. Solo amigos.

—Con derechos.

—Sin.

—Con.

—¡Ezequiel!

—¡Nicole!

—Gafo.

—Pesada.

Rodé los ojos.

—¿Has oído de los obscurus?

—¿Los...qué?

—Eso que les pasa a los magos que reprimen su magia.

Sacudí la cabeza confundida.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Que si me reprimes los besos podría convertirme en alguien muy peligroso — estallé de risas —. Y si no quieres que nadie salga lastimado, por el bien de nuestros amigos lo mejor es que seamos amigos con derecho.

—Si, Luis —me levanté del sofá y me dirigí a la cocina. Sus pasos me seguían. Solté un gritito cuando me agarró por la cintura y subió a la barra de la cocina.

—Es nuestra última noche como novios — deslizó sus manos por mis muslos y prensó mis caderas, mis piernas se abrieron para darle acceso a su cuerpo. Mis manos se aferraron a su cuello —.  ¿Por qué no acabamos como dios manda, aprovechando que no hay nadie?

—¿Y cómo es eso?

Pegó su frente a mia, se quitó la camisa después de sonreír perverso para demostrarme.

—Asi — pegó sus labios a los mío y levantó mi camisa hasta pasarla por mi cabeza.

Mi cabello rizado cayó como cascada por mis hombros. Zequi se quedó mirándome admirado. Mis mejillas se volvieron rojas ante su mirada intimidante.

—¿Qué pasa? — ya no aguantaba tanta presión.

—¡Eres la tía más hermosa que haya visto en mi puta vida joder! —exclamó emocionado, rei apenada y más roja que hace un minuto —. ¡Eso pasa!

—Pero no te enojes.

—¡Claro que estoy enojado!— gruñó — . Acabo de perderte.

Mi corazón se hundió.

—No me has perdido zequi.

—No será lo mismo entre nosotros.

—Pero no me has perdido —insistí — terminamos pero eso no significa que es el fin —acaricié su cabello y su rostro —. Estaremos juntos otra vez.

—¿Me lo prometes moana?

—Te lo prometo, Muggle —volvimos a unir nuestros labios.

Los besos comenzaron suaves, tiernos y juguetones para un segundo más tarde volverse profundos y apasionados, enviando chispas por todo mi cuerpo.

Pasamos de la cocina a su habitación. El sonido de la puerta al cerrarse aceleró los latidos de mi corazón y me hizo reír con nerviosismo. Él se rió junto a mi al notarme temblar. Me dejó sobre la cama, me contempló con una sonrisa de lado a lado.

Imité sonrisa y cuando nuestros labios escuché que alguien ingresó a la habitación.

—¡¿PERO QUE MIERDAS?! — los dos giramos la cabeza en dirección a la puerta.

—¡SPENCER!— chillé cubriendo me los pechos.

—¡Se toca primero antes de entrar hijo de puta! —le espetó enfurruñado.

—¿Tocar la puerta de mi habitación? — replicó con ironía —. ¿Le voy a pedir permiso a los fantasmas?

Zequi cubrió mi pecho con la almohada y le exigió a spencer que cerrará los ojos. Ya que este no los apartaba de mi.

Me tomó por las muñecas, me cubrió con su cuerpo colocándome detrás de él y no le quitó la mirada a Spency que tenia una  expresión divertida.

—Te lo advierto tío, si la miras te pulverizo.

—Venga tío no seas egoísta — lo provocó —. Un poquito de piel no hace mal. ¿O si Janecita?

—No —bramó Zequi.

—¿Y cómo vas hacer cuando vaya a la playa? — le preguntó mientras salíamos de su habitación —. ¿La cubrirás con la bolsa negra? ¿O le podrás un traje de buzo?

—¡Gilipollas!

—¡Ya se! —negué —. ¡La cubrirás con la capa de invisible de Harry el sucio Potter!

Spencer rió malévolo y su risa se apagó cuando Zequi lanzó la puerta haciendo temblar el edificio por el estruendo.

Pasamos a la suya. Mi cara estaba cubierta por mis manos avergonzada. Tengo sus ojos recorriendo mi cintura y mis pechos.  Su cara fue épica y no la puedo borrar de mi mente. No sé cuándo tiempo va durar esa imagen de mi mente.

—Me parece que esto quedará cuando nos veamos otra vez.

—¡No! — se escandalizó y rogó que no me fuera — Es nuestra última noche Jul, no — besó mis nudillos acercó su rostro al mío — .No la dejemos pasar.

—Pero...pero me da pena Zequi y...

—¿Te da pena que te escuchen gritar? — bajé la vista, carcajeó con dulzura y elevó mi rostro hacia él —. Intentaré no hacerte gritar, lo prometo.

Mordí mi labio mirándolo indecisa.

—Yo seré quien grite — rei, sintiendo un cosquilleo en el estómago y aspiré varias bocanadas de aire cuando se acercó a besarme de nuevo se escuchó un quejido.

Era la voz de Eduard.

Zequi y yo nos miramos horrorizados. Salimos del cuarto, no sin antes haber puesto su camisa negra de una banda de un nombre raro.

Ingresamos a la sala y vemos a Eduard con una herida en el brazo. Mi cuerpo se estremeció de miedo al ver la sangre y salté a socorrerlo.

—¿Qué pasó? — pregunté alarmada viendo, que se retorcía de dolor.

—Un hijo de puta — dijo entre cortado —. Me intentó robar.

—Debemos ir al hospital — dije alarmada mirando a Zequi, mi voz temblaba y mis manos también.

Edu se inclinaba hacía atrás de dolor y expulsaba aire amortiguándolo.

—Estoy llamando a emergencias — dice con el rostro pálido, visiblemente aterrado —. ¡Joder! Me estoy mareando es mucha sangre.

También me sentía mareada, pero debía controlarme porque spencer ingresó a la sala y cayó mareado sobre el sofá.

—¿Qué pasó Edu?

—Me asaltaron spenc.

—¿Llamaron a la policía?— sacudió la cabeza —. Que digo a los bomberos. Oh, mierda, ver sangre me jode.

—Jul — alcé la vista, Zequi tambaleándose.

Oh no.

—Dame acá, yo llamo a emergencias — él asistió y como pude llamé, di la dirección del apartamento y en diez minutos los paramédicos ingresaron.

Zequi pudo recuperarse. Miró su sofá marchado de sangre y le prometí limpiarlo. Los tres subimos al coche y seguimos a la ambulancia dónde llevaban al pobre de Edu.

—Él estará bien — me consoló Zequi cuando ví como ingresaban a hermano a emergencia —. Tranquila.

—Había mucha sangre.

—La sangre es muy escandalosa janecita, no te preocupes — apretó mi hombro, lo miré. El color de su rostro había regresado —. Vamos por algo de beber para calmar los nervios, aunque sea un poco. ¿Vale?

Zequi y yo asentimos y por rato estuvimos esperando noticias de Edu. Spencer fue al baño y nos quedamos él y yo solos. Las sillas en la que estábamos sentados no tenían posa brazos y Zequi se dejó caer en mi piernas.

Lo estuve observando. Estaba tenso pero también no se notaba alegre. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y negaba con constancia.

—¿Te pasa algo? — curioseo.

—Se suponía que iba a ser una noche inolvidable — refunfuñó haciendo mueca.

—Bueeeno. Va ser una noche para recordar —vacilé y me miró mal. 

Reí y besé su frente arrugadita varias veces. Peiné su cabello hacia atrás y comencé a hacerle trenzas de esas que le hacen a las niñas.

Él se quejaba y me divertí un poco. Le hice varias trenzas más hasta que spencer llegó al mismo tiempo que la enfermera quien dió noticias de Edu.

Ella nos indicó que todo estaba bien y que podíamos irnos. Edu llegó hasta nosotros con un vendaje alrededor de su brazo y empujé a Zequi para que me dejara levantar.

—Solo tengo que tomar estás pastillas y tener en reposo unos días el brazo — explicó, se notaba bastante tranquilo, eso me alivia. El impulso de abrazarlo fue inevitable. Me angustió mucho y él se veía mal.

—Me alegra que estés bien, Edu.

—Si así van hacer los tratos, venga, que me hago que me apuñalen.

—¡No digas eso!

—Tus abrazos me dan algo vida — susurró dulce en mi oído y sentí que me alejaron por la cintura. Era Zequi.

—Podemos irnos — sonó obstinado —. Tengo hambre.

—¿Y si vamos sushi? — sugirió Edu, con una sonrisa.

—¿Asi? —lo señalé.  Él se miró y hizo una mueca —. Oh, parezco un carnicero.

Reí.

—Sushi, Sushi — refutó spencer —. Pidamos otra cosa.

—Me gusta el Sushi.

Hice una mueca.

—¿Y si pedimos hamburguesa? — opiné.

Edu me miró con una sonrisa.

—Hay un puesto de comida venezolana — comentó intercambiado mirada con todos — . He pasado por allí y me han dicho que es muy bueno.

—Las pedimos para llevar —comenté y todos estuvieron de acuerdo.

Volvimos al carro. Ayudamos Edu que se subiera y mientras lo hacíamos, Zequi bufaba de lo dramático que era su hermano.

Quien se aprovechó de molestarlo y decirle que yo le iba a dar la comida en la boca, porque su brazo estaba herido.

—¿Me darás la sopa en la boca cuñadita? — preguntó asomando la cara entre las dos sillas.

Lo miré por encima del hombro. Casi le digo ex- cuñada pero me aguanté.

—Todos te daremos sopita, Edu.

—Te hirieron el brazo izquierdo.

—Soy zurdo.

—Eres derecho.

—Ambidiestro — lo miré fascinada.

—¿En serio?

—Cuando me recupere del brazo te lo demostraré.

—¡Que fino! — sonreí.

—Déjala impulsivo controlador — dijo cuando Zequi me tomó del mentón y me hizo ver hacia adelante —. ¡Tóxico!

Y por un par de minutos me estuve riendo de los chistes malos de Edu. Hasta que llegamos al local. Era un sitio pequeño pero más venezolano que nunca. El corazón se me dividió al ver mi bandera en la entrada del establecimiento.

Había música de Luis Silva de fondo. La piel se me erizó y fue difícil no llorar. El lugar estaba un poco lleno. Olía delicioso, entre dulce y salado. Caminé sin borrar mi sonrisa.

¿Cómo es que no nunca habíamos venido?

Leímos el tablero de comida. Habían hamburguesas de todo tipo pero mis ojos se desviaron y no pude evitar señalar.

—¿Si mejor pedimos patacón?

—Pata...¿que? —me miró perdido —. ¿Qué es eso?

—Solo pidamos y sabrás porque me emocioné.

Se quedó unos minutos analizando lo que dije y asintió.

—Como desees.

—Les va a encantar — dije con afirmación y me miró medio dudoso, pensé que iba a decir algo pero se giró y fue a pedir los cuatros patacones.

Estuvimos esperando por diez minutos y medio hasta que al fin llegaron. Salté de emoción y casi que corro. Ingresamos al coche y Spencer junto al mal herido de Edu exclamaron con deleite.

—Huele muy bien.

—Pero no huele a hamburguesa — adivinó spencer — .¿que compraron?

—En casa verán — dije sonriente, no cabía de la emoción —. Lo amarán.

A todos le gustó menos a Ezequiel. Le pareció feo el tipo de comida y pidió aparte una pizza. Me sentí un poco mal. De verdad mis ilusiones estaban depositadas en él.

Ya que.

Él se lo pierde.

La vida sigue.

Spencer ayudó a Eduard comer cosa que no le agradó pero se divirtió con él a su gusto. Y yo no podía contener la risa por más que quisiera. Llenó su cara de salsa, su boca de plátano y le robó el relleno que constaba de vegetales y carne mechada.

Pasé un buen rato con ellos. Zequi estaba ausente. Solo se dedicó a observarme y nada más. Me pone nerviosa y él lo sabe así que jugó a su favor.

Terminamos de limpiar y dejar todo reluciente. Spencer y Edu les gusta que todo esté limpio y en su lugar. Todo lo contrario de Zequi y yo, pero más él. Que deja todo regado.

Nos despedimos en el corto pasillo. Mi panza tenía un gran bulto de todo lo que comí. Me sentía llena, sentía que iba a explotar, sin embargo me sentía satisfecha.

Ingresé a la habitación de Zequi justo cuando él ingresó al baño. Me encaminé hacia la cama, agarré la almohada, mi diario, mi muñeco funko y mi Game boy.

Voy a mudarme de habitación. Lo nuestro hace un par de horas terminó y no tengo nada que hacer aquí. Su momento cero empieza desde hoy.

—¿A dónde vas? — preguntó en el momento que iba saliendo —. ¿Qué haces con todo eso, Jul? — sentí sus pasos detrás de mi.

—Me mudo de habitación — dije, con dificultad y cerré los ojos con dolor a escucharlo jadear por la sorpresa.

—¿Por qué?

—A-acabamos de terminar.

—¿Y por eso te vas? — asentí atrapada en sus brazos. Mi cuerpo se electrificó cuando me agarró por sorpresa —No, July. Por favor quédate esta noche.

—Zequi...

—Solo hoy — suplicó — Quiero recostarme en tu pecho por última vez ¿si? Por favor — hundió su cara en mi pelo —.  O hasta que me quede dormido.

Moví mi cuello hacia donde estaba su cabeza y me recosté en ella luego de aceptar.

Zequi sonrió alegre, iba a besarme y se detuvo quedando a escasos centímetros. Gruñó negando con la cabeza y depositó un largo besó en mi frente.

Sostuve su rostro entre mis manos cuando quedó alineado al mío y besé mejilla. Sentí que sonrió.

Volvió a mi pecho. El lugar donde se acostumbró a dormir y entrelazó nuestras manos.

—Buenas noches Jane.

—¿Por qué, Jane? —no pude evitar preguntar, se escuchó tan extraño.

—Porque —sonó ronco —. Llamarte jul tiene un gran significado para mí. Te llamaré Jane hasta que volvamos a ser novios.

Sonreí de costado y se me arrugó el corazón.

—¿Y yo como te llamaré? —indagué, con voz melancólica —. A ti no te gusta que te llamen por tu nombre completo.

—Hazlo.

Parpadee.

—¿Es en serio?

Asintió.

—¿Y cuándo me enoje como lo sabrás?

Se ríe despacito.

—Con tu ley de hielo es suficiente — suspiró —. Dime Ezequiel, no me había dado cuenta lo lindo que se oye con tu voz.

Sonreí nostálgica y acaricié su nuca.

—Entonces — me sequé las lágrimas —. Buenas noches Ezequiel.

Se removió en mi pecho y exhaló aire tan profundo que sentí todo su peso.

—Buenas noches, Jane.

Ezequiel...

Desperté y no encontré a Jane a mi lado. Su almohada, su cobija y las pocas pertenencias que tiene se las llevó a la otra habitación — La que le había asignado cuando recién llegó —  hay demasiadas emociones dentro de mi que me presionan el pecho. Quería desahogarme. Tenía que sacar esta mezcla de todo que me está ahogando.

Me duche, me coloqué ropa deportiva y me fui al gimnasio. Todavía era temprano así que esperé un rato hasta que abrió. Ingresé, me fui directo hacia los sacos de boxeos y después de ponerme descargué toda mi frustración.

Las gotas de sudor caían por mi frente y las sentí recorrer mi espalda. Me faltaba el aire, mis brazos ardían pero no quería detenerme. Quería sacar este escozor que me quemaba el pecho.

Caí rendido en el suelo. Recosté mi espalda sobre la pared y eche la cabeza hacia atrás.

—Hola — me saludaron, moví mi cabeza lentamente y me encontré con la mirada de una joven.

—Eh...hola — dije mirando sus ojos y su cabello morado.

—Me llamo candela — se presentó y su nombre me sonó un poco familiar.

—Soy Zequi — al decir esto, sonrió.

—Si, lo sé — dijo y sentó a mi lado.

Me pregunté de dónde me habrá conocido y luego recordé que tengo una banda.

—No quiero ser grosero pero no estoy en buenas condiciones para firmar autógrafos — me disculpé y ella rodeó los ojos.

—Vaya, no has cambiado nada.

La miré de arriba abajo.

—Sigues siendo el mismo engreído del instituto.

—¿Te conozco? — ella sonrió y asintió.

—Por supuesto — suspiró — lo hacías, bueno, en realidad yo lo hacía.

Sacudí la cabeza.

Mi mente estaba en blanco.

—Soy la chica de los versos cursis — reveló — .Candela Jiménez. La gordita de las letras.

Abrí los ojos con impacto.

—¿Tu eres la chica a quien le destruyeron su cuaderno en pleno instituto?

—Si, la misma.

Solté una risita incrédula y me llevé las manos a la frente.  Luego recordé lo que sucedió y mis amigos que tenía ese tiempo fueron los responsables de haber dañado su poemario.

—Jamás estuve involucrado — me anticipé, ella soltó una corta risita —. Te juro que no sabía que era tuyo y traté de impedirlo.

—Tu mismo me lo aclaraste ese día, me ayudaste a comprar otro cuaderno — comentó alegre. Mi cabeza era un lío, no lo recordaba. Pero si recuerdo que mis estúpidos amigos le hicieron eso.

—Mi cabeza está hecha un lio — sinceré

—No te preocupéis eso pasó ya hace años y bueno la verdad es que nunca nos habíamos hablado en tantos años.

—Eso puede ser.

—Nunca había visto nadie golpear el saco de boxeo de esa forma — comentó —. Pareciera quisieras acabar el mundo. ¿Estabas descargando alguna frustración? Porque a veces suelo hacer eso cuando estoy muy llena.

—Tengo toda la mierda encima — recosté la cabeza hacia atrás, expulsando el aire de mis pulmones — . Terminé con mi novia.

—Oh — me imitó — .¿Y terminaron mal?

Sonreí con ironía.

—No —sentí su mirada en mi mejilla y froté mis sienes —. De hecho, terminamos bien. Lo hicimos porque soy un gilipollas, soy un inseguro y he ido detrás de mi ex tres veces.

—Joder —susurró impactada —. pero susan...

Solté una risita carente de gracia y la miré. Sus ojos verdes me miraron ingenuos.

—Susan y yo rompimos — aclaré, sus cejas finas se elevaron.

—¿Tu y la muñeca Barbie? —reí ante su impacto. La miré con disimulo. La verdad es que poco me acuerdo de ella, pero si mi mente no me falla ella era muy inteligente — . Creí que ustedes iban a ser amor eterno.

—También lo creí —vacilé y en ese momento sentí que debía decirle todo.

Necesitaba descargarme y hacerlo con los chicos implica regaños y en vez de hacerme sentir bien. Hace que me ponga peor.

—Siento que es la mejor decisión — habló rompiendo el silencio.

—¿Tu crees? —dudé.

—Hay muchos contratiempos y para mí es una clara señal que todavía no es el momento de ustedes —la miré atentamente —.Se enamoraron en el tiempo equivocado. Supongo que más adelante cuando todo esté bien podrán está juntos. Claro si el cariño se mantiene.

—Es el problema —expuse — .¿y si llega el momento y nosotros ya no nos queremos?

—Eso lo descubrirán cuando se vean — aseguró —. Pero hombre no le hagais cabeza. Solo céntrate en sanar y todo eso.

Asistí.

—Además con la manera que te expresas de ella lo dudo mucho —solté una risita tímida —. Mírate hasta te brillaron los ojos y apuesto que a ella también le resplandecen.

—Tendrías que conocerla.

—Uno se da cuenta Zequi — me dijo y me perdí en mis pensamientos —. ¿A poco tu no?

Sonreí volviendo en si, la miré y ella arrugó la nariz.

—Eres muy buena consejera — le dije y ella cerró un ojo con algo de gracia —. ¿Por qué nunca nos hablamos?

Subió y bajó los hombros.

—No tengo idea —se quedó pensando —. No, espera. Ya sé por qué. Me caías pésimo.

Enarqué una ceja.

—Eras muy indiferente — mis hombros vibraron al reír —. Pero me doy cuenta que no. La gente habla mierda. Eres un chico normal.

—Normal es...

—Esto que acabas de demostrar— me admiré —. He contactado a nuestros compañeros y todos son unos capillos, engreídos. ¿Recuerdas a Fredy?

—Si, eso creo.

—Me miró como un bicho raro cuando lo saludé ¿y sabéis que es lo peor? — hice una mueca al no adivinar —. Me trató indiferente. El tipo es un increíble cirujano plástico, bueno como le digo yo, Frankestein, pero es pésima persona. Se volvió porque era alguien dulce.

Reí.

—Vale, comprendo.

—¿Y qué has hecho durante estos años? — indagó con confianza —. ¿Seguiste en el boxeo?

—Me retiré — confesé.

—La mejor decisión, esa gente es loca, dándose puñetazos hasta perder la conciencia — negó con absurdidad —. ¿Y que haces ahora?

—Estudio informática y tengo una banda. Llamada Yellow. No sé si has escuchado de ella.

—Mmmh — negó — . No, pero ya mismo la averiguo. Soy fan de los futuras estrellas.

—¿Y tú qué haces? —ella miraba su teléfono —. Supongo que debes ser científico o no sé, ingeniero de la NASA.

—Ja — soltó y me miró —. Si supieras que todo lo que estudié no me sirve para lo que yo quiero.

—¿Y eso... es?

—Actriz — mis cejas se elevaron perplejas y sus mejillas se sonrojaron a todo dar —. y mientras cumplo ese sueño, trabajo en una tienda de trajes de gente importante.

—Nunca imaginé que tú...

—Si, eso dicen muchos — suspiró y se quedó mirándola a la nada, luego dió un saltito y se colocó de pie —. Es un placer volverte a ver Zequi.

Me levanté y quedé a la par, me sorprendió que le faltaban unos centímetros para estar a mi altura.

Yo la recordaba mas bajita.

—Oye ¿Quieres ir a tomar algo? — pregunté para compensar, haber hablado con ella me tranquilizó.

—Si, está bien —aceptó alegre — y si no te molesta. Cuéntame más de Janet por favor.

Sonreí con el corazón abatido.

—Perdona — se llevó una mano al pecho — .¿Fui muy atrevida? Es que me gusta hacer amigos y... No todos quieren serlo de mi, no se por qué. Pero debe haber un factor que no les gusta, como el hecho que hablo de muchas cosas y los chicos no les gusta de hablar de la vida, la cultura o historia — se cortó así misma y negó.

—¿Qué pasa?

—Estoy hablando como una lora otra vez.

Reí.

—No me digas nada que tenga que ver con el mundo porque no me sueltas y vas a correr — advirtió —. Hablo hasta por los codos y si me hablas de actores.

—Ya veo.

—¿Ves? — se llevó la mano a la frente — soy insoportable. Hasta por eso no tengo novio. ¿Quién va a querer hablar con alguien que no para?

—Alguien que sea igual que tú, estoy seguro — me miró con ironía —. Pero no me molesta, enserio.

—Si ves que me pongo inaguantable házmelo saber ¿bueno? Y no me hagas con los tipos que he salido. Que dicen que van al baño y no regresan.

Que mal rollo.

Pobre.

Si que habla como una cotorra pero no es para dejarla abandonada, eso no se le hace a una chica.

Que tan hijo de puta tienes que se para hacerle eso.

A  mi en particular las chicas que hablan poco o mucho no me molestan.

No tengo lío con eso.

Después de compartir un desayuno con Candela quien tuvo el cuidado de no hablar por los codos volví al apartamento.

Cuando ingresé me sorprendió ver a Jane. Me pregunté mientras me acercaba por qué no se ha ido al trabajo, luego de revisar la hora en mi teléfono.

Ella giró hacia mi y fue como si me hubiesen pegado en el estómago al ver sus ojos llenos de lágrimas. Me acerqué tan pronto como pude y la investigué.

—¡Ustedes se han vuelto locos!—bramó Edu y giré la cabeza hacia el pasillo — . No, no, eso no les da derecho a ninguno de hacerlo. Ustedes... ¡Joder!

—¿Qué pasó? — pregunté bajito, buscando su mirada —. Jane.

Edu seguía hablando por teléfono y ella no levantaba la cabeza. Parecía nerviosa de contarme. Jugaba con sus manos y no me miraba.

—¿Cuéntame que pasó?

—Mamá y papá — levanté la cabeza y me volví hacia a Edu — . Hizo que despidieran a Jane de su trabajo y la amenazó con reportarla si no aleja de nosotros.

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Poco para el final corazones ❤️🥰
gracias por leer.
Se les ama!!!

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