Capitulo 30
Disfruten y recuerden comentar 💜
Ezequiel...
Los ojos de mis padres se clavan en el sofá . Miré hacia abajo y Jul tenia la cara cubierta con ambas manos por los costado podía ver sus mejillas ruborizadas. Volví hacia ellos quienes me dieron una mirada descalificativa y desaparecieron de mi campo visual sin emitir una sola palabra.
Rodé los ojos con fastidio y llevé a Juliet a mi habitación casi arrastra. Ella no quería moverse del sitio. Me costó un mundo convencerla que mis progenitores estaban en su estudio y no la habían visto. Casi le da un ataque de nervios y comenzó a preocuparse sobre la opinión de mis padres.
—Jul no le hagas caso —le digo — .A ellos también se le calentaron las hormonas y lo hicieron como conejos por todos lados, ¿o como nacimos el petardo y yo? ¿Por arte magia? ¿Por satélite?
Rió ligeramente ocasionando que sus hoyuelos de sus mejillas se manifestaran. Sonreí malicioso y la empujé hacia atrás sobre mi vieja cama. Su voz soltó un gritito de susto cuando me subí sobre su cuerpo. Coloqué ambas manos a cada lado de sus hombros y me incliné para besarla. Trató de impedirlo pero me le impuse, ataqué sus costillas ya que había hundido los labios para evitar el beso.
Segundos después de luchar sonreí campante mientras devoraba su apetecible boca. Tenia un sabor esquicito, como a cereza o fresa, no lo sé pero es deliciosa y quisiera estar pegado a su todo los malditos días.
Los besos fueron y vinieron haciendo pausas para respirar, para jugar y reír a carcajadas como si no tuviera un asunto pendiente. Esos minutos agradables fueron interrumpidos por el llamado de mi madre desde el otro lado de la puerta.
Puse los ojos en blanco y miré a Juliet que estaba recostada sobre mi hombro a punto de quedarse dormida. Logré que se calmara y olvidara la opinión de mis papas. Me estaba contando un anécdota gracioso y sexy de su vida, donde por culpa de una ola quedó sin la parte arriba de su bañador o como le dicen ellos traje de baño.
—Ezequiel.
—¿Que?
—¿Podéis venir?
Resoplé con irritación. Miré unos segundos a Juliet antes de ponerme de pie. Me acerqué y besé su frente.
—Tranquila ¿si? —susurré cepillando sus mejillas con mis pulgares — . En un momento vuelvo y quiero que me vuelvas a contar como quedaste sin bañador.
—¿Otra vez?
—Quiero visualizar ese momento — dije.
—Era plana.
—Igual hubiese sido una delicia haber estado allí
Carcajeó ruborizada.
—Ahorita nos vamos.
Asintió y le dejé otro beso en su frente. Solté un respiro y giré el picaporte.
Mi madre estaba allí de pie. Quiso meter su nariz dentro mi habitación y la cerré antes que pudiera ver.
—¿Por qué no me dejaste saludar?
—¿Para qué? —la enfrenté — . ¿Para juzgarla? ¿para hacerla sentir mal? por dios mamá como si tu jamás lo hubieses hecho.
Apartó la mirada.
—No estoy haciendo nada distinto a lo que tu y Andrés hacían en su juventud —bajé el tono de mi voz — .Aquí traje a Susan muchas veces y nos encontraste en situaciones peores y no dijiste una sola palabra al respecto. Estabas encantada.
—Y lo sigo estando —negué dejando escapar una sonrisita irónica — . Susan es una niña educada, de principios y valores, proveniente de buena familia. En cambio esa muchachita no se sabe de donde vino. Si es cierto que trabajó para llegar aquí y no de un burdel como tanto sospecho.
Levanté la cabeza hacia el techo con exasperación y esperé que terminara de hablar toda la basura que tenia que decir.
—¿Ya conociste a su familia? —siguió — . ¿Qué te ha contado de ellos? ¿De verdad son lo que ella dice? ¿Has visto dónde viven? ¿Realmente su amiga la abandonó?
Bajé a la cocina y me dirigí directo a la nevera. Destapé la cerveza y le di un trago largo.
—Solo estoy siendo cuidadosa.
—Sabes que no —la contradigo — .Solo te estas dejando llevar por lo que dice la gente.
—¿Entonces por qué no has conocido a sus padres aun?
—Por las circunstancia no se han dado —dije simple subiendo y bajando los hombros.
—A mi me sigue pareciendo sospechoso y peligroso tener una mujer en la familia que viene de un pais donde la delincuencia y la prostitución es el plato del día. Dónde llegan aquí haciendo desastres y dando mal ejemplo.
Le di un trago a mi cerveza y distraje mi mente hasta que su voz me hizo regresar.
—¡Por favor Ezequiel presta atención! — la miré con recelo —. Esa chica es...
—Escuche suficiente —la detuve irritado —. Sé que ella no es ni la mitad de lo que me estás mencionado. A mí me da igual de dónde venga y que hacen su familia. Juliet es la persona con quiero estar, ¿que nos falta conocernos más? Si es verdad, quizás un poco porque con esta versión que tengo de ella es suficiente para mí.
Lancé el pedazo de manzana a la mitad a la basura y dejé la botella a la mitad sobre el muro.
—Hijo...
—¿Tu piensas que Susan es todo lo que ves mamá? —le digo girando en redondo , caminando hacia atrás —. ¿Quieres saber por qué rompí con ella?
—Porque te enamoraste de esta...— la miré con cautela —. Guarra.
Apreté los puños.
—¿Eso te dijo?
Se me quedó viendo fijamente y la capté en el aire. Solté una risita seca y lamí los labios con incrédula.
—Si —dijo con la frente en alto —. Y me pareció muy bajo de tu parte que hayas roto tu relación para empezar otra con una mujer que no se sabe de dónde salió. Si es una prostituta anda con delincuente o es una drogadicta. Que sé yo.
—Pensáis lo que te venga en gana.
—Trato de hacerte ver el error que acabas de hacer metiéndote con esa mujer. Para que entendáis que la gente que viene de esos países son de lo peor. Son ordinarios, groseros, escandalosos. Violan, matan, secuestran.
—Ya te lo dije —hago una ademán de rendición. No valía la pena seguir discutiendo con alguien tan terco y me cuesta creer que sea con mi madre. La verdad estoy impresionado —. Haz y piensa lo que quieras.
—Y para colmo mulata —negó como si fuera lo más horrible del mundo —. Lo que faltaba, una mujer de color en mi familia. ¿Qué van a pensar los demás?
—A mi me vale la opinión de la gente — dije enojado y decepcionado —. Esas se la pueden meter por el culo.
—Zequi...
—Y a Susan no la dejé por nadie — aclaré —.Yo la dejé porque se acostó con otros tipos a mis espaldas. Prácticamente me obligó a que tuviéramos una relación abierta para no sentirse culpable y seguir viéndome la cara de gilipollas mientras yo como un idiota pendejo no era capaz de mirar a nadie más.
Quedó entumecida en su sitió.
—¿Dónde quedaron sus principios? — no respondió —. En las pelotas de esos tíos.
—¡Ezequiel!
Me retiré de la cocina y me dirigí hacia las escaleras. Ignoré la presencia de mi padre que estaba en la sala estorbando la paz y las subí en largas zancadas con su mirada atravesando mi espalda.
Juliet se dio la vuelta sobresaltada. Estaba vestida con su uniforme del trabajo. Cuando me vio corrió hacia mi. Su rostro expresaba preocupación.
La tomé de las manos y la arrastré hasta mi pecho.
—Sácala esta guarra de aquí — mandó mi madre entrando a mi habitación.
—¡Mamá! —exclamé.
—A mí no me engañas con tu cara mosca muerta. Sé cómo son todas y no permitiré que dañes la imagen de esta familia con tu presencia. Recoge tus cosas y vuelve al burdel de dónde saliste. Guarra.
—Señora respete —exigió Juliet elevando su voz — . No soy nada de lo que usted está diciendo.
—La única que puede exigir respeto soy yo, mujerzuela.
—¡Rosmery!
—¿Y en qué la estoy ofendiendo?
—¿Y tengo que explicarlo? —sonrió ironía —. Lo que haces es vergonzoso. No confío en lo que dices que eres. Todos son iguales y tú no eres la excepción muchachita. Solo finges. ¿Te cansaste de la vida fácil? ¿De vender tu cuer...
—Suficiente mamá — bramé. Tomé la mano de July y enlacé nuestros dedos. Pude sentir la tensión en su mano —. Ahora si te pasaste.
—Aquí no la vueltas a traer. Te lo prohibido. Ella no es bienvenida a esta familia.
Ignoré lo que dijo salí de la casa. Los perros lloriquearon al vernos salir. Jul se despidió de ambos dándole un beso en la frente a cada uno, acarició sus mejillas y los abrazó con mucho cariño.
Subimos al coche juntos. Escuché un largo de suspiro de su parte. La miré mientras retrocedo. Tenía tanta vergüenza recorriendo mi cuerpo que no sé por donde empezar para disculparme con Juliet.
La cabeza me daba vueltas y mis ojos se cerraban al recordar sus palabras. Hay miles de emociones recorriendo mi cuerpo. Pero el que más me envuelve es la vergüenza.
—Pensé que conocía a mi mamá. Te lo juro —su cabeza estaba apoyada sobre mi hombro, mi mano no soltaba la suya. Conducía con cuidado para no alterarla —. Solo se está dejando llevar por lo que comentan los demás. Pero no le prestéis atención a nada de lo que ella te diga ¿vale? Has caso omiso y mándalos a la mierda.
—¿A tu-tu mamá?
—A todos —hice énfasis —. Y con groserías incluida.
Se quedó callada y moví mi hombro con intensión.
—No diré groserías.
—¿Y cómo te vas a defender? —pregunté —. ¿Pidiendo por favor que no lo hagan? —me pegó en el estómago.
—Puedo hacerlo pero sin groserías — negué —. ¿Qué me sirve ser grosera con quién me ofende? Solo lo empeora y no quedarán mal ellos si no está que está aquí.
—Seria muy sexy verte diciendo groserías —manifesté.
—¿Te parece sexy una mujer grosera?
—No —contesté —. En ti sería sexy y también tierno. Es como ver un Pincher miniatura rabioso.
Otro golpe va a mi abdomen y no aguanté la risa.
—Diga lo que diga no escuches a mi mamá y menos a mi papá —reiteré —. Y de Susan tampoco escuches nada. Ella va a buscar la forma de hacerte dudar y sea lo que sea lo que cualquiera de ellos te diga informarme ¿de acuerdo?
Bostezó.
—Si —musitó, rodeó mi abdomen, bese su cabeza.
—¿Comemos pizza? —sugerí.
—¿Pizza?
—Es masa aliñada, que meten en cajas cuadradas, es redonda y se divide en triángulos. — expliqué intencional. Me volvió a pegar —. Nunca había visto tantas matemáticas junta.
Se ríe.
—¿Te gusta matemáticas?
—No, la odié.
—A mi me encantó.
—¿Te gusta? — pregunté horrorizado —. Es la peor materia del mundo.
—Es muy sencilla.
—Mis huevos.
—¡Ezequiel!
Carcajee malévolo.
—Es verdad —dije riendo entre dientes —. Esa materia me hizo la vida un infierno cuando estuve en el instituto.
—A mi me pareció tan sencilla —negué en desacuerdo —. En cambio Química no.
—¿Qué?
—Era horrible.
—Química es la mejor materia.
—Obvio, no, era estresante y con ella sufrí todo el año —aplané los labios para no reír—. Lloré lágrimas de sangre, mis cuadernos están manchados de ellas.
Solté la carcajada.
—Casi la pierdo —dijo horrorizada —. Y eso no era lo peor. Porque te juro que hice todo mi esfuerzo. Pero la profesora era de esas que no te consideraban ¿sabes? Les gustaba verte padecer.
Rodé los ojos.
—Si, yo también tuve un profesor bien hijo de puta.
—La mía era eso — negué con una sonrisa. Le cuesta decir groserías. Es muy correcta. Necesito que se corrompa un poco. No puedo ser la mala influencia en esta relación. Que diga una grosería me basta. Una pequeña —. Perdí la materia con nueve. Le costó darme el punto.
—Hija de puta.
—Y eso no era lo peor.
—¿Y que puede ser peor que eso?
Tomó un largo suspiro.
—Mis hermanos y mi mamá — respondió con voz triste —. Cuando supieron que se me había quedado una materia. Me trataron como si hubiese cometido un delito. Ellos me dijeron que era un bruta, que no servía para nada y ella dejó de hablarme por dos meses.
—¿Por qué? —negué incomprendido —. Es que no entiendo porque tú familia te trata tan mal. Joder. Es tu madre ella debió apoyarte y no quitarte el habla. Es absurdo.
—Jamás lo he entendido —dijo en un hilo de voz —. A veces creo que no soy su hija y tal vez es la razón de su trato.
—No digas eso Jul —acaricié su hombro —. Hay padres y hermanos que son unos hijo de putas sin motivo.
—No debería ser así.
—Exacto, no debería, por está la jodida realidad — dije con pesar.
Ingresamos al establecimiento donde nos conocimos la primera vez. Tardó varios minutos en reconocerlo y no desaproveché la oportunidad para burlarme. Acribilló mi hombro dándome puños en signo de protesta. Me reí y le dije que tenía manos de algodón.
—¡Ya deja de reírte! —protestó.
—Eres inevitable.
Soltó un resoplido.
—Pero eres adorable —besé su mejilla y hundí mi dedo en su hoyuelo. Es curioso ver como se hunden cada vez que habla —. Eres como esos perritos peludos que se ven tiernos cuando se enojan. Provoca abrazarlos.
—Gafo.
Mis hombros se sacudieron al reír.
—Después de comer me gustaría visitar a Stef —estaba destapando mi botella de cerveza. Ella miró y me cuestionó con la mirada —. ¿Nos es muy temprano para beber?
—¿Tu bebes?
—No.
—¿Y cómo sabes que es temprano para beber? — entre cerré los ojos. Su rostro se enrojeció —. ¿Qué no me estás contando pequeña saltamontes?
Dejó escapar una risita nerviosa y la miré con intención para incomodarla.
—Siempre se lo escuché a mi papá — aclaró —. Él me llevaba por las tardes al taller donde trabaja y como a las cinco de la tarde sus amigos traían cervezas. Y les decía que era muy temprano para beber.
—Tu papá es mecánico — asintió —, y tú madre auxiliar de enfermería.
—Si.
—¿Y qué hacen tus hermanos?
—Daniel es mototaxista, él es el mayor y el menor trabaja en un cine.
—¿Todos son bachilleres?
—Si, todos gracia a dios. Daniel dejó la universidad y se dedicó a trabajar. Ricardo siguió los mismos pasos después de graduarse. Fui la única que quería seguir con los estudios pero mi mamá no quiso ayudarme. Mi hermano mayor menos y mi papá no podía porque no le alcanzaba el dinero.
—¿Y quien te ayudó?
—Mi abuelita —respondió sonriente —. Por ella empecé a estudiar y entonces llegó la propuesta de Gina y días más tarde la de Antonella. Hablé con mi abuela y le dije que iba a dejar la carrera para ponerme a trabajar. Ella estuvo de acuerdo y desde entonces no dejé de trabajar. Primero empecé en el taller de mi papá, luego en los supermercados, también fui mesera. Hice de todo.
—Woau.
—Cada centavo que ganaba era para mi viaje —comentó con la mirada perdida — . No fue sencillo y más cuando tenía una madre que me exigía que le diera dinero.
Negué.
Que mujer.
—Compré el boleto — continuó —. Llegué aquí y bueno tu sabes el resto de la historia.
—Y...— tomé sus manos —. ¿Estas arrepentida?
Alzó la vista hacia mi.
—¿A qué te refieres?
—¿Alguna vez te sentiste arrepentida de haber llegado aquí?
—Si —pasé despacio, sus dedos a acariciaron mi piel —. Al principio lo único que había en mi cabeza era irme, ahorrar dinero.
—¿Y qué te hizo quedarte?
—Todos ustedes, en especial tú —sonreí de forma automática, los latidos de mi corazón aumentaron el ritmo —. Tu eres el motivo que me quede en esta ciudad.
Mi sonrisa se amplió y me impulsé abrazarla.
—Si nunca te hubiese conocido, no me hubiese quedado —confesó, la apreté hacia mi cuerpo. Sus brazos rodearon mi cuerpo y su cabeza se acunó en mi pecho.
Suspiré profundo.
—Me encargaré que cada día tengas más motivos para quedarte y no para irte — le dije —. Que ni te pase por la mente querer dejarme.
Se rió en mi pecho.
—Jamás lo voy hacer Zequi —se apartó de mi y acunó mi rostro entre sus pequeñas manos —. Nunca ha experimentado esto de quedarte por un ser querido. Creí que solo sucedían en los libros...
—Espera —lo corté, mi cabeza acaba de dar un vuelco —.¿Leíste un libro?
—No —aclaró entre risas —. Me lo contó stef. Tu sabes bien que yo no leo libros.
—Ah, si —dice haciendo una mueca de decepción —. Si le dieras oportunidad a Harry Potter estoy seguro que cambiarias de parecer.
—Me gustaría más que me lo leyeras...
—Ni que tuvieras ocho años —me burlé y me pegó, rei malicioso —. Pero si te gusta así, te leería sin problemas hasta la Caperucita roja.
—No me gusta la Caperucita roja.
La miré atónito.
—¿Cómo que no? —negó —. ¿Me estáis jodiendo?
—Es muy cruel.
—Es divertido.
—¿Me dejas terminar? —reclamó sutilmente. Como siempre. Le robé un besito en la nariz.
—Adelante, moana.
—Odioso.
Hice un mohín.
—Nunca predije que esto iba a suceder en mi vida. Lo que estoy viviendo contigo es tan bonito y al mismo tiempo tan aterrador —fruncí las cejas.
—¿Por qué?
—Porque he visto como son las relaciones. Aunque nunca he estado en una —respondió —, y me da temor que todo cambié. He visto tantos ejemplos a mi alrededor que enserio me da miedo.
—Yo siempre seré el mismo —le aseguré —. A mí también me da un poco de temor pero vale la pena arriesgarse por alguien como tú.
Sus mejillas se enrojecen.
—Nos irá excelente Jul, incluso mejor —coloqué un mechón detrás de su oreja y me acerqué. Sus brazos rodearon mi cuello y nos dimos un largo beso — . Puedes confiar en mi. Recuerda que tengo el papel del idiota que siempre le rompen el corazón.
Janeet.
Las palabras de Zequi me dejaron pensativa. Lo disimulé durante la comida y el regreso a la casa para que no me indagara. Él me da su confianza pero no sentí que lo hizo conmigo. No sé que habrían hablado con su mamá. Quizás esa conversación le hizo dudar no estoy segura. Pero sus últimas palabras me han tenido pensativa.
Ingresamos al apartamento y calceto nos recibió como siempre. Este estaba ordenado, olía a lavanda y todo se veía reluciente de limpio.
No habían zapatos, ni guantes de boxeo, ni medias esparcidas por el pasillo, tampoco caja de pizza sobre la cocina y licuadora sucia en la base.
Todo estaba muy bien ordenado pero no duró mucho porque llegaron sus amigos y volvieron el apartamento un desastre.
Traté de volverlo a normalidad pero fue como pelear contra las olas y me pareció injusto. Sé le comenté a Zequi y me molestó su actitud indiferente. Entiendo su parte pero hay que reconocer que se está esforzando. Tuvimos una pequeña discusión, no le gustó que haya defendido a su hermano y mi no me gustó su comportamiento tan tajante.
Y la de los chicos tampoco.
Me enojé con ellos también.
Me encontraba en mi habitación, estaba tan molesta que no me encerré en el de Zequi. Stef y Spencer estaban conmigo. Ellos tampoco estuvieron de acuerdo con la actitud de los demás en contra de eduard.
—A veces Zequi puede ser un gilipollas — dijo spencer jugando con mi Game boy—. Vas a tener un novio muy pesado.
Stef me miró con una sonrisa dulce. A los que faltaba contar sobre nosotros casi les da un infarto. Al principio no se lo creían pero después nos felicitaron como si tal evento lo hubiesen esperado. Alegría que duró poco ya que ciertos individuos empezaron a portarse como uno niñitos.
—A mi no es que me caiga muy bien su hermano pero reconozco que no era la actitud. El enano se ve que se está esforzando — negué —. Por eso te apoyé.
—Igual yo dolzzella.
—Dentro de unos días es mi cumpleaños — anunció —, y yo no lo celebro porque me parece la cosa más cursi del mundo.
—¿Por qué? —dijo stef sorprendida.
—Pero este año decidí festejarlo con Adrián. Cumpliremos veintitrés y el quiere que lo celebremos juntos. Es patético lo sé —mi yo asocial está empezando a respirar en mi nuca —. No sé dónde será sin embargo les estaré avisando por el grupo de WhatsApp.
—Grupo de la mala influencia y Janecita —mencioné y stef se echó a reír.
—A que me quedó hermoso el nombre, ¿eh? —reí —. Le iba a poner Club de One direction pero sabía que Samuel protestaría y se amaría un rollo. Él no quiere entender que ellos son los mejores.
—Seguro.
—Me alegra tanto que hayas decidido quedarte —me abrazó stef — . Te irá muy bien aquí, estoy segura. Faltaría que sacarás la residencia y el permiso para trabajar legalmente.
Asentí.
Volvió a abrazarme, sonreí en su hombro y una lágrima bajó por mi mejilla.
—Yo te puedo ayudar con eso.
—Gracias amiga.
—¿Ya tus padres saben que decirte quedarte?
—Ni siquiera saben que me estoy quedando en esta casa, ellos creen que sigo en la residencia —cubrí mi boca con ambas manos —. En realidad nadie sabe.
—Va a ser una bomba cuando se lo digas —mordí lo labio — , ¿y que me dices de tu prima?
—A ella no se cómo le voy a decir pero debo hacerlo —comenté mirando a ambos con mortificación —. Se está esforzando mucho por mi y...
—Debes decirle janecita — dijo Spency con una mano en mi hombro —. Lo antes posible.
Suspiré y asentí.
***
Me quedé en la habitación el resto de la noche. Los chicos estuvieron conmigo un rato y después se marcharon. La pizza me había llenado así que no me dio hambre y no salí a buscar comida.
Me metí al baño y me cambié de ropa, me coloqué mi compuesto de pijama. Un pantalón de mi uniforme y una camisa vieja. Los otros pijamas que había comprado estaban sucios. Salí de mi habitación y me detuve en el pasillo un momento para dar un vistazo, hice una negación al ver que la sala seguí igual de desordenada.
Ingresé a la habitación de Zequi y noté que no se encontraba. Supuse que estaba en la azotea o salió con los chicos. No le tomé importancia. Agarré mi cepillo de dientes y me escabullí a pasos apresurados cuando escuché la puerta principal.
La puerta de su habitación se cerró y se abrió con lentitud. Cinco minutos más tarde volvió a abrirse. Creí que iba a ingresar a la mía, estuve expectante pero cuando escuché que se cerró de nuevo, relajé los músculos. Sin embargo me hubiese gustado que me buscara.
Apagué la luz de la lámpara, ajuste que la alarma de mi teléfono y cerré mis ojos para dormir o intentar, tengo a Gina rodando mi cabeza.
El sonido del teléfono me despertó al instante. Un poquito más y lo hago antes que ella hiciera su típico y molesto ruido. Estiré el brazo para apagarla. Me quedé unos segundos contemplando mi muñeco funko de Charles Letcrer cuando un peso sobre mi cintura.
Bajé la cabeza y vi un brazo descolgado. Miré por encima de mi hombro con el cejo fruncido y encontré el rostro dormido de Ezequiel. Sus cejas estaban un poco ceñudas y sus pómulos marcados por la almohada. Su cabello castaño claro era un revuelo hermoso y sus labios delgaditos se entre abrían unos centímetros.
Se veían tan tranquilo, parecía un angelito. Su respiración era serena y no hacía ningún ruido.
Traté de quitar su brazo pero gruñó, impuso fuerza y escondió su cara en mi espalda.
—Estas despierto.
—No, estoy dormido.
Rodé los ojos.
—¿Qué haces aquí?
—Es lo que yo me pregunto —murmuró —. Está no es tu habitación.
Hago un segundo intento y volvió a prestarme.
—Literalmente si.
—La tuya está allá al frente.
—Por ahora pienso quedarme aquí — refunfuñó.
—Todo por el estúpido de mi hermano — sentí su respiración en mi cuello —. ¿De que lado estás, Jul? Después de lo que te conté de él, todavía lo defiendes.
—Sabes que no lo defendía —lo miré por encima de mi hombro, su rostro y el mío quedaron cerca. Mi corazón dió un brinco y sentí mis mejillas ruborizadas.
Zequi bajó su mirada hacia mis labios y colocó una mano en mi mejilla. Intentó mantenerme firme, aunque no creo que dure mucho.
—Solo estaba siendo justa y lo que hicieron anoche fue muy malo — hizo una mueca —. Él se está esforzando...
—Es la pantalla que nos hace creer —me cortó —. Eduard es bueno engañando. Siempre es así. Hasta que se mete en problemas y vuelve a desaparecer. Es como un ciclo que no deja de repetirse.
—¿Y si está vez si lo está haciendo? — cuestioné.
—No lo va hacer lo conozco — insistió —. Lo conozco más que tú Jul, y se que esto es solo un momento hasta que vuelve a cargarla. Ya lo verás y me vas a dar la razón.
Me quedé en silencio. Sus ojos me miraban fijos. Lo que me hizo cuestionarme de nuevo.
—¿Y qué es lo hace? —indagué.
—Se mete en líos cuando va a los bares — comienza —. Ha tenido problemas con el alcohol y las drogas. Se ha metido con chicas menores que él. Es un desastre, jul.
—¿Qué tipo de drogas?
—Cocaina.
—¿Y todavía consume? —pregunté, estaba impactada.
—No lo sé —musitó —. Con Eduard se puede esperar cualquier cosa. Es por eso que no confío en lo que dice o hace.
Suspiré y nos quedamos mirando uno al otro. Mis orbes se desviaron hacia sus labios y noté que el hizo lo mismo.
—¿Tengo que prepararme para la ley de hielo? —acarició el inferior, no contesté y desvié la mirada —. Perdón Jul, no quise tratarte mal, te lo juro. Reconozco que me pasé. Admito que me molestó que lo hayas defendido.
—No lo hacía —repetí —. Solo estaba siendo justa.
—Discúlpame mi pequeña moana — pegó su cabeza a la mía —. Vuelve a la habitación, a la nuestra.
—Solo fueron un par de horas.
—Para mi fue una eternidad —nos miramos a los ojos —. Discúlpame.
Suspiré y rodeé los ojos, me acerqué y le deposité un beso en la nariz.
—Esta bien —sonrió feliz y me dió un beso sonoro en la mejilla, luego al cuello y comenzó a atacarme con cosquillas.
Mi teléfono repicó por tercera vez y el juego se detuvo. Los ojos Zequi se abrieron curiosos y no tardó en indagar.
—Es Gina — alejé el teléfono.
—O Jacob.
—Hace mucho que no me escribe — aclaré y vi su cara de alivio —. Me olvidó. Cómo siempre.
—Mejor —festejó, negué —. Cómo ayer rompí la dieta hoy voy hacer otro sacrificio. Voy hacer arepas.
Mordí mis labios con delicia.
—Te espero en la cocina.
—Te van a quedar deliciosas.
—A mi nada me queda horrible — dijo egocéntrico.
—Ahorita nos vemos don egocéntrico.
Carcajeó mientras se colocaba la camisa. Ezequiel era delgado pero tenía espalda muy llamativa.
Cuando quedé sola en la habitación el sonido de celular me hizo pisar tierra otra vez. Lo tomé sacudiendo la cabeza y abrí la pantalla de desbloqueo.
Efectivamente era Gina.
Abrí el mensaje y comencé a leer, le marqué enseguida y su dulce voz se se infiltró por mis oídos.
—Hola primita bella —dijo dulcemente—. Hasta que por fin te acuerdas de los pobres.
—Hola prima — dije apenada —. Es que he estado muy llena de trabajo.
—Te entiendo —sonrió —. Aquí es igual. ¿Leíste mi mensaje?
—Si- si — pausé un momento—. acabo de leerlo.
Soltó una risita emocionada.
—Quería decirte para cuando estuvieras aquí pero no me aguanté —carcajeó —. Vas a poder terminar la carrera tranquilamente y no te preocupes por los gastos. Tu solo te vas a dedicar a estudiar. Bueno si aceptas mi propuesta de estudiar aquí. Quise comprar el pasaje antes pero es complicado y me aconsejaron que no lo hiciera. Pero ya tengo el dinero ahorrado. ¿Te emociona?
—... ¿Y cuando empezaría a estudiar?
—En enero mi prima bella . Y no te preocupes por el idioma. En esta universidad es para comunidad latina. Te recuerdo si tu quieres — repitió —. Tengo que dejarte corazón. Debo volver al trabajo. Te quiero mucho. Cuídate.
Colgó y me quedé fría sobre la cama, con las manos cubriendo mi boca.
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Hola chamaaas ¿cómo están?
Disculpen la demora 😔
Tuve un accidente en una mano.
Me pico un animal y tengo días con el dedo inflamado.
Gracias a dios, esta bajando y pude escribir.
Espero que les haya gustado el capítulo y gracias por comentar.
Las amo.
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