Capitulo 29
Jane...
Los ojos de Antonella quedaron estáticos sobre mi al llegar a ella. Su rostro estaba mucho más que sorprendido, estaba perplejo, anonadado, como si no se lo pudiera creer.
La rabia se acumulaba con cada respiración. Tenía ganas gritar, de llorar, muchas cosas cruzaron por mi mente. Los recuerdos me abordaron hasta cristalizar mis ojos y nublar mi mente.
—Janette —dijo en un hilo de voz colocándose de pie y la aparté de mi con rechazo, con rabia pero no me ignoró. Volvió abrazarme —. Gracias al cielo estas viva.
Fruncí las cejas.
¿Me creía muerta?
Descarada.
—Estaba tan preocupada por ti.
—¿Preocupada por mi? —repetí con ironía y la alejé de mi con notable rechazo. Todos los presentes comenzaron a girar su atención en nosotras — . ¿Después de mas de un mes tienes el descaro de decirme esto?
—Claro que si amiga, no saber de ti...
—¡Jamás vuelvas llamarme amiga! — expresé asqueada — . Los amigos no hacen lo que tu me hiciste.
Dejó caer su cabeza y no fue capaz de encararme. Vi lagrimas corriendo por sus mejillas. Las mías estaban a punto de saltar sin embargo las reprimí como pude y respiré tan profundo como fue posible.
—A ti jamás te importó que pasó con mi vida. No finjas —le dije. Mi garganta ardía estaba seca — .Es obvio que te sientes aliviada porque estabas consiente que si me hubiese ocurrido algo. Tu tendrías toda la culpa y en parte mía por haber creído en alguien como tú.
Seguía en la misma posición, dándome la razón.
—Pero aquí estoy mas viva que nunca —dije sonriendo orgullosa, mientras las lagrimas se acumulaban en mis ojos —. Sali adelante sin tu ayuda. Ahora que lo pienso una ayuda que jamás la necesité, porque sola pude salir adelante.
—Eso-eso me alegra mucho —susurró con una sonrisa. Emití una sonrisa incrédula —.Siempre supe que eras una chica guerrera. Es una sorpresa volverte a ver.
—Alivio querrás decir —pasó saliva despacio — . Supongo que estarás en paz ahora que sabes que vivo, bien aquí estoy, puedes seguir con tu vida tranquila, así como yo.
—¿Estas comiendo bien? —me detuve antes de girar en trompo — . Por favor dime donde estas viviendo. Quiero irme tranquila sabiendo que estas bien. ¿Necesitas algo?
Abrí la boca indignada dispuesta para responder pero alguien más lo hizo por mi. Giré mi cuello con el corazón vibrante y me encontré con el perfil de Ezequiel.
—¿Eres Antonella?
Ella asistió entre la sorpresa y la confusión. La mano de zequi rodeaba mi cintura, no me había dado cuenta que me había pegado a su cuerpo si no es porque su fragancia — que me encanta y se ha vuelto tan familiar — no hubiese impregnado mis fosas nasales.
—Mucho gusto mi nombre es Zequi —extendió su mano. Lo miró desconcertada que no fue capaz de responder — . y Juliet esta muy bien, perfectamente. Come, duerme y vive como toda una reina. En un apartamento de lujo que está a toda su entera disposición y en una habitación con todas las comodidades.
Oprimí los labios.
—Ah, me faltó un importante detalle —mis ojos no se despegaban de él. Había diversión y perversidad en su mirada. Mi reacción fue anclar mi brazo con el suyo —. Duerme a mi lado, bajo mi protección.
Los orbes de antonella se expandieron.
—Así que no te preocupes por ella —le dijo, recosté mi cabeza un momento sobre su hombro, sus ojos no se despegaban de mi. Bajó su mirada hacia mi barbilla cuando zequi colocó sus dedos debajo y levantó mi cara hacia él. Le hice señas pero las ignoró por completo. Pegó sus labios a los míos unos segundos y luego murmuró con una sonrisa intencional — . Conmigo no le faltará nada. Solo recuperar las horas de sueño que le quitaré por las noches.
Mis mejillas ardieron. Pegué mi cara contra su pecho y me dejé resguardar en sus cálidos y reconfortante brazos cuando me estrecharon, olvidando que sigo en horas de trabajo y una Tamara viéndonos desde la caja.
—Te espero —me susurró en el oído, antes de dejarme un segundo beso y dejarme sola con mi ex-mejor amiga.
—Como ves me encuentro bien —le dije para finalizar. Deseando que luego de esto nunca más la vuelva a ver en mi vida —. Puedes llevarte tu hipocresía a otro lado. Si no vas pedir nada, me retiro. Hasta nunca.
—Jane, espera —la ignoré y me acerqué hasta donde Zequi me esperaba. Ignorando la mirada de Antonella sobre mi cuello.
Se estuvo como cinco minutos sentada mirando a la nada y luego se levantó resignada. Tomó su bolso, su chaqueta y salió sollozando del establecimiento con varios miradas sobre sus hombros.
—¿Puedes salir? —me susurró al oído envuelta en sus brazos.
Asentí y con la cabeza agachada salimos de la cafetería, me llevó hasta su coche que estaba estacionado no muy lejos de nosotros. Subimos a la vez y se todo se tornó silencioso. Zequi me arrastró hasta su regazo, acarició mis mejillas con sus pulgares mirándome fijamente.
Cubrí mi cara, reprimiendo mis ganas de llorar, me apoyé en su clavícula y no pude seguir aguantándolo.
Me dolía el pecho y los recuerdos invadieron mi mente. El suéter de Zequi estaba mojado de tantas lágrimas que derrame pero a él no le importó y no dejó de abrazarme hasta que me quedé sin lagrimas.
—¿Estas mejor? —limpié mis mejillas con las palmas de mis manos, no quería hablar del tema así que le pedí que no lo hiciera. Antonella murió para mí y no deseo ni mencionarla.
—Bien, jul.
Suspiré.
—.¿Quieres irte a casa?
—Tengo que volver al trabajo —le recordé y miré la hora. Todavía tenía tiempo para almorzar y volver antes de la una.
El tiempo se te pasa volando cuando estás tan ocupado.
—Vas mañana —me dice, niego asustada —. ¿Cuál es el miedo Jul? Si ya no te vas. Ese era tu gran temor ¿no? Quedarte sin trabajo en esta cuidad y no poder pagar el piso.
Asentí.
—Ya no tienes nada que temer —aseguro acariciando mis mejillas con sus pulgares. El calor de sus manos en mi cuello era fascinante —. Estas a salvo en nuestra casa.
—¿Y si un día te aburres?
—Nunca.
—¿Y si no soy lo que esperabas?
—Eres mucho mas de lo que espero.
—¿Y si consigues alguien mejor?
—Esta complicado —sonríe — . Tendrías que volver a nacer y yo por supuesto estaría dispuesto a buscarte.
Me quedé en silencio.
—Igual buscaré la manera de trabajar —dije precavida, viró los ojos y negó — .Es que un día me puedes estar diciendo esto y al otro podrías estar corriéndome de tu casa.
—No lo haré jul, por ninguno de los motivos que estas mencionando —sus labios buscaron los míos y nos besamos despacio y refunfuño cuando me aparté.
—Zequi hablo enserio.
Volvió a buscar mis labios.
—Yo también, pequeña saltamontes.
—Todo puede cambiar.
—Nada cambiará, créeme jul, a mi gusta como eres y cada día que pasa esto crece como no tienes idea —acarició mis muslos — . ¿Qué fue lo que te dijo tu amiga para que te pusieras así?
—¿Como sabes que es por eso?
—Estas actuando muy extraño más de lo normal —me dijo burlón.
Me miró sospechoso cuando no reaccioné.
—¿Qué te dijo? —presionó— .Jul.
—...No fue ella.
—Entonces.
Suspiré profundo y me solté el cabello para soltar la tensión. Zequi me miró ensimismado y sonrió de medio lado acariciándolo con admiración.
Quisiera saber que pasa en su cabeza cuando se me queda viendo mi cabello.
—Fue sussan —dije al fin y salió del trance.
—¿Sussan?
Asiento.
—¿Qué te dijo? —humedeci mis labios y le conté lo que me había dicho su ex. Él reaccionó negando con la cabeza y me sostuvo del cuello con sus calidas manos —. Por favor no escuches nada de lo que te diga y tampoco prestes atención. Sussan puede inventarse cualquier estupidez, cualquier nimiedad. Así que nada de hacerle cabeza o preocuparse. ¿Bien?
Asentí.
—Ignorala ¿vale? — vuelvo a asentir y enrollé su cuello con mis brazos. Me apoyé en su pecho y cerré los ojos al sentir sus brazos hacer presión a mi cuerpo —. ¿Vamos a comer?
Acepté subiendo y bajando con la cabeza.
—Voy hablar con Tamara para que te deje el día libre —hundi los labios insegura pero no me opuse. Me pasé al asiento del copiloto y lo esperé recostada en el respaldo que incliné hacia atrás.
Zequi apareció a los pocos minutos con mi mochila. Lo dejó en la parte de atrás y me miró de arriba abajo con los labios prensados.
Lo miré curiosa y no pude resistir investigar.
—¿Qué?
—Mejor no —sacudió la cabeza.
—Cuenta —coloqué mi mano en su hombro para convencerlo y me coloqué de lado.
Raspó la garganta y volvió a escanearme de abajo hacia arriba.
—¿Me vas a decir?
—No.
—¿Por qué?
—Prefiero hacerlo.
—¿Hacer qué? — seguía intrigada.
—Pronto lo sabrás.
Hice un mohin y me coloqué boca arriba. Colocó su brazo encima de mi abdomen, apretando el hueso de mi cadera con su mano.
—¿A dónde vamos?
—Es una sorpresa.
Sonreí como una niña.
—¿Y me va a gustar?
—Lo amarás — aseguró, mordí mi labio inferior emocionada y comencé a hacer cariño en su brazo, tal como le hacia a mis primos para calmar mi incertidumbre.
En el recorrido mientras mis uñas iban de arriba a abajo sobre su brazo, me estaba comentando acerca de una nueva canción que estar por terminar. No me dijo de que trataba pero quería que yo fuera la primera en escucharla. Le faltaba poco y con esta sería la sexta compuesta.
Su meta es grabar su primer álbum, sin embargo quieren esperar. Está más que seguro que con el estreno de la película, su popularidad se elevará.
El productor todavía no se ha contactado con ellos y es cuestión de días, quizás. Me confesó que estaba nervioso y al mismo tiempo muy emocionado, también asustado, sin embargo la sensación le encanta.
Porque está cumpliendo uno de sus más grande sueños.
Y en ese instante pensé en su hermano, en el sueño que aún mantiene vivo y que también está luchando por cumplir.
Él también tenía ilusiones y su padre se las aplastó. Es el culpable que Zequi deteste a Eduard y este mismo haya actuado en contra de su hermano, porque no siento que sea malo, no lo siento y tal vez este fingiendo no lo sé pero siento en el fondo que es un chico lindo.
—Llegamos —anunció. Me había quedado dormida sin querer. Mi cuerpo pegó un salto cuando escuché su ronca voz —. ¿Te quedaste dormida?
Sequé la baba de mi boca y me incorporé sintiendo dolor en la espalda.
—¿Estuve hablando solo por más de cinco minutos? —iba a contestar —. Todavía no te he robado las horas de sueño Jul.
Mis mejillas ardieron y lo empujé por el hombro. Sus carcajadas provocaron que me sonrojara más haciendome intimidar y no verle la cara otra vez.
Me besó en la mejilla y luego en los labios antes de bajarse para abrir la puerta. Puse un pie en el suelo, él me ayudó a salir extendiendo su mano. Le dediqué una sonrisa de gratitud y lo arruinó revolviendo mi cabello.
—Quisiera peinarlo —dice malévolo.
—Tu que lo haces y yo que te aplico la ley de hielo de por vida.
Levantó las manos en forma de rendición.
Rei y le saqué la lengua.
—¿Que es este lugar?
—¿Adivinas?
Negué.
Suspiró y me ofreció su mano, la tomé torpemente y comenzamos a caminar. Admiré la casa con fascinación. Era preciosa y estilo colonial. Techo de tejas rojas, paredes pintadas de blanco y ventanas doble puerta. Un largo balcón con barandas de madera que le daba la vuelta y un lindo corredor que también rodeaba la casa. Las columnas era de color marrón y el piso de ladrillo de piedra.
Al frente había una fuente circular y detrás de la casa mucha vegetación.
—¿Adivinaste? —
—¿Es tu casa?
—Es la hacienda de mis papás —explicó.
—Es hermosa.
—Si —dijo con una sonrisa —. A todos le encantaba este lugar.
Volví a darle otro vistazo.
—¿A quien no? —dije, la paz y el aire puro que se sentía era indescriptible —. Es muy pacífica y está lejos de todo. Me encanta.
—Ven.
Avanzamos de la mano hasta la entrada subiendo una amplia escalera. Dos perros nos llegaron al encuentro y nos saludaron moviendo su colita de felicidad. Eran labradores y no tenían buen semblante. Se le notaban los huesos y no olían bien.
—¿Quien vive aquí? — no pude evitar preguntar.
—A veces viene mi mamá.
—¿Y quien alimenta a estos niños?
—No lo sé —sonó indiferente.
—¿Ellos pasan hambre? — no contestó y abrió la puerta. Los caminos y yo entramos y la casa no me pareció tan interesante con lo que acabé de enterarme.
—Esos perros son de mi mamá — negué —. Ella se encargaba de ellos.
—¿Y tu no vienes ni siquiera a verlos? — no respondió, siguió de largo y crei que iba a buscarles algo de comer pero se dirigió a la cocina, sacó una cerveza y siguió la actitud fría —. Me sorprendes.
—No me gustan los animales —me dolió que lo dijera —. Acepté a calceto por ti pero hubiese sido por mi, lo mando al refugió.
Me llevé una mano el pecho y me costó creer que él tuviera ese tipo de pensamientos.
—En serio me sorprendes —Zequi bebió de su cerveza con la mirada puesta sobre mi. Tan indiferente. Como si nada le importara —. ¿Dónde está el alimento?
—No son tus perros Jul, no tienes por qué hacerlo.
—¿Donde lo guardan? —ignoré lo que dijo.
—Jul, no lo...
—En dónde —me impuse,sus ojos viraron y su cuerpo se movió a buscar lo que le pedí.
En dos platos hondos de color verde, le servi a cada uno una buena porción de comida. Los caminos se lo comieron en cuestión segundos y después bebieron suficiente agua.
Pobres estaba muertos de hambre.
—Hay que bañarlos.
—¿Que?
—Estan sucios Ezequiel y huelen terrible.
—¿Estas molesta? —no respondí y comencé a buscar yo misma ya que ni siquiera se inmutó —. Te traje aquí para que pasaramos una tarde juntos y enseñarte algo que se que te gustará. No para que te molestes por unos tontos perros.
—¿Tontos perros? —me indigné más —. Estan pasando hambre. ¿No te da lástima?
No respondió.
Alcé las cejas, más sorprendida.
—¿Puedes indicarme? — manifiesto con voz severa.
—Por favor no te enojes.
—¿Como puedes ser tan inhumano?
—No soy inhumano.
—Tu actitud hacia los perros me lo está diciendo todo.
—Perdon — me miró arrepentido —. No te enojes conmigo, no me apliques la ley de hielo.
—Si me ayudas, lo consideraré.
—De acuerdo.
Con una manguera en el jardín empecé a bañar a los chicos. Ellos estaban bien entranados. Con una sola orden, logré dominarlos. Zequi observó a lo lejos, y crei que se iba a quedar alli mirandome haciendo el trabajo yo sola. Se acercó con una semblante tranquilo, con las manos dentro de los bolsillos y terminó de ayudarme a los niños.
Los secamos con toallas, cortamos las uñas y limpiamos sus orejas. A la perrita llamada tostada le coloqué unos lacitos de color rosa en cada oreja. Se veía tan hermosa que le saqué varias fotos y ella junto a su hermano pastelito me agradecieron lamiendo mi cara.
Son tan hermosos.
—Subamos a cambiarnos — alcé la vista de pastelito a quien le terminaba de poner su collar —. Podemos morir de hipotermia.
—Tenemos que volver —me coloqué de pie y bese la cabecita de pastelito —. Estos chicos necesitan alimentarse todos los días —comenté siguiéndolo, subiendo las escaleras.
—Jul, yo no puedo venir.
—Si puedes salir a correr todos los días claro que puedes venir a verlos, solo te tomarán cinco minutos —no contestó y respiré hondo. Que testarudo —. Bien, si no lo quieres hacer tu, yo puedo hacerlo. De verdad a mi no me molesta.
Se detuvo a media medio camino y se volvió hacia mi.
—¿Hablas en serio?
—Si —dije firme —. Y si no quieres traerme no importa. Le digo a Eduard que me acompañe, creo que a él si le gustan lo perros.
Parpadeó como si estuviera procesando lo que había dicho.
—¿Con el bastardo?
—Si —tensó la mandíbula —. Sé que él no dirá que no.
Subí los escalones pasando por su lado y su mano me detuvo por el codo.
—Esta bien, vendremos.
—No te sientas obligado Zequi.
—Lo haré — dijo con firmeza, dudé por un momento —. De verdad, vendremos dos veces al día.
—¿Todos los días?
—...si —sonó inseguro.
—Mejor le digo a ed...
—No —me cortó —. Cuidaremos a los chicos todos los días. Solo tu y yo.
—¿Seguro?
Asintió y lo miré incrédula.
—Deja de mirarme así que si no fuese a cumplir —dice fastidiado —. Cuidaremos a los piojosos esos.
—No le digas así —lo regaño y uno de ellos llega hasta mi. Levanta las patas y las coloca en mi pecho. Tomó su carita hermosa y la lleno de besos mientras de mis labios salen lindas palabras que hace agitar su carita de felicidad.
De repente me siento tirada del brazo y en un parpadeo estoy una habitación, llena de pósters de bandas y boxeadores pegada a las paredes.
Un peso en mi cintura y mi mentón me distrae. Caigo en cuenta pero es muy tarde para escapar. El calor de su cuerpo cubre el mío y lo pega como si no quisiera que escapara.
—Sonara estúpido pero creo que estoy celoso de pastelito — crucé con sus ojos azules.
—¿Celoso?
—A mi no me mimas así — dijo en reclamo, solté una carcajada —. y eso me ofende.
—Es un perro.
—Yo quiero que me trates igual que un perro —estallé en risas —. Pero así, no que me eches a patadas.
—Fueraaaa —bromeé y sus labios aplastaron los míos.
Reímos en medio del beso y nos apartamos lentamente, pegó la su frente a la mia.
—Quiero enseñarte dos cosas que se que te van a encantar.
—¿Y que es?
—Primero cambiemonos antes que se nos congele el culo.
—Dale está bien —me besó en la frente y me presentó la habitación. Era la suya. Y percibí el aire adolescente en todo su esplendor.
También habían pósters Harry Potter y de pilotos de fórmula uno. Uno de ellos me atrajó como si tuviera un imán.
Contemplé la imagen de Michael Schumacher con una mirada nostálgica. Cerca de él también estaba Aston Senna y más campeones mundiales.
Sonreí al ver a Vettel entre ellos y Fernando Alonso.
Y sin olvidar a Lewis Hamilton.
—Increible.
—¿Te gustan?
—Son hermosos.
—¿Sabes quien es este? —señaló a otro piloto y mi corazón se desvaneció.
—Jules Bianchi —dije en un hilo de voz con la mano en mi pecho —. Murió tan joven. Todavía recuerdo ese día. Yo vi esa carrera. Fue horrible.
—Tenia tanto que dar —asenti.
—¿Y quienes son todos estos músicos?
—Ellos son Coldplay — señaló —. Y estos son Queen, Led Zeppelin, Bon Jovi y One direction.
Todos totalmente desconocido para mí, menos el último ya que spencer me habla de ellos.
—Y estos de aquí —apuntó —. Son boxeadores profesionales que admiré en su momento.
Asentí y seguí mirando con curiosidad. Había una pequeña biblioteca. Tenía varios libros entre ellos los de Harry Potter y carátulas de películas infantiles e hice una mueca al ver las de terror.
—Jul, cámbiate — giré mi cuello y algo me cubrió la cara.
Su risa perversa invadió mis oídos. No dije nada y me lo quité de la cara.
Era una camisa y un suéter.
Los detalle y ambos eran de su saga favorita. Olían bien a él y siento que cada día me encanta más su esencia.
—Aqui no hay jacuzzi pero hay una linda regadera en la que podríamos usar los dos para evitar el calentamiento global.
Mis mejillas se incendiaron y las mariposas en mi estómago se volvieron locas, rei nerviosa y solté un gritito cuando me arrastró con él hasta la ducha.
No, no, no.
Si, si, si.
Si darme tiempo a oponerme, cerró la mampara, abrió la regadera y comenzó a desvestirse delante de mi sin pena alguna con una sonrisa divertida en sus labios mienta el agua tibia caía por su cabeza.
Me arrastró y el agua comenzó a caerme a mi también. Traté de quitarme pero me enganchó con los brazos y me obligó a meterme debajo de la regadera.
Su risa y la mía no dejaban de hacer eco. Sabía que nadie podía escucharnos pero mi cabeza me hacía pensar lo contrario. Cómo también cuestionar mi comportamiento. Si mi madre supiera lo que he vivido con este chico, no me dejaría viva de tanto juzgarme y críticarme. Pero ella jamás sabrá lo que he vivido con él y espero que mi padre no le cuente cuando se lo confiese.
Mi ropa pesaba. Zequi no apartaba sus ojos de mi. Me la estaba quitando y él parecía ansioso que lo hiciera.
Quedé en ropa interior. Mis estrías en la panza y en los muslos no pasaron de desapercibido. Me sentí avergonzada y no pude evitar imaginar a Susan con su piel blanca y perfecta sin estrías o celulitis, sin pancita debajo de ombligo o manchitas en las caderas.
—Eres...— escupió el agua que le caía de la regadera. Mi cuerpo y mi mente estaban preparados para cualquier comentario — . Perfecta.
—¿Qué?
—Tal como me supuse —balbuceó, lo miré incrédula, sus manos estaban en la cabeza y se frotó los ojos —. Joder Juliet. Espero que no sea un sueño porque si lo es, ruego a dios que no lo sea, ha sido el mejor que he tenido hasta el momento.
—Has soñado conmigo.
—Infinidades de veces y tal cual —abri la boca sorprendida.
—Y después dices que soy pervertida.
—Tu lo eres al igual que yo y no tienes idea cuando soñé este momento — me voy a morir —. Lo que nunca imaginé es que fueras mejor.
Rei ruborizada y dejé de cubrirme. Sus palabras comenzaron a surgir efecto.
—¿Te confieso algo? — dije entre la conmoción y nervios —. Eres el primero en ver mi cuerpo. De esta manera. Así tan...íntima.
—¿El primero?
—Si-si.
Sonrió muy alegre y bajó las manos de su cabeza para colocarlas en mi cintura y acercarme hasta su cuerpo. Quitó el cabello mojado de mi cara que nublaba mi vista y se inclinó hasta quedar centímetros de mi boca.
—Y seré el último —murmuró contra mis labios llevandome hacia atrás por la cintura. Solté un gritito nervioso y patético cuando mi espalda y mi trasero sintió el frío de la pared ocasionando que una parte de mi quisiera salir corriendo y esconderse y la otra parte de mi me grita que me quedé.
Esa parte soy yo pendeja. Y te obligo a qué te quedes. No le des más vuelta al asunto. Quédate!!
Y eligi la primera opción.
Las comisura de Zequi se elevaron cuando coloqué mis manos en la parte de atras de su cuello y apreté su cabello entre mis dedos. Gruñó perverso y tiró mi labio inferior como una respuesta positiva.
Sonreí genuina y continuamos besándonos.
Los besos pasaron de dulces y cariñosos a profundos y apasionados.
Tragué nerviosa, rápidamente imaginé la siguiente escena de él y yo juntos. Los vellos de mi nuca se erizaron. La emoción y el miedo me invadieron ocasionando un aumento exagerado de mi ritmo cardíaco.
—Relajate jul —me dice al sentirme tan tensa, acarició mis brazos y mis hombros para calmarme —. Si no te sientes preparada solo dímelo ¿vale? Lo intentaremos en otra ocasión.
Asentí y no me despegué de su cuerpo. Parpadeó sorprendido. Estaba asustada pero eso no significa que no desee esto.
Es la primera vez que un hombre me hace sentir tantas emociones como que para acabe tan pronto. Definitivamente no quiero eso. Jamás había vivido una experiencia así y quiero vivirla. Mi diario me espera y creo que le sorprenderá.
—Espera preciosa —soltó una risita nerviosa cuando lo traje torpemente de vuelta a mis labios.
Sus mejillas se tiñeron de rojo, sus ojos no se despegan de mis piernas y de mis pechos. Los míos tampoco del suyo. Toda una obra maestra. Los tatuajes en su costillas le dan un toque muy sexy.
—Joder, tus piernas no me dejan concentrar.
Rei y mordí mi labio impaciente. Cerré la llave del agua para liberar un poco la tensión.
—¿Estas segura que quieres hacer esto? —preguntó precavido.
Asentí.
Aclaró la garganta y volvió a preguntarme.
—Si, no, bueno si.
Carcajeó y pegó sus labios a los míos.
—Tranquila Jul —llevó mi cabello hacia atrás —. Cuando en verdad te sientas segura, lo hacemos. Mientras podemos practicar ¿vale?
—Esta bien —susurré más tranquila y volví a cruzar mi brazos alrededor de su cuello, nos acercamos y juntamos nuestras bocas.
Ezequiel...
Terminamos de bañarnos después de besarnos en la ducha y acariciarnos. Me hubiese encantado haber pasado al siguiente nivel pero Jul estaba demasiado tensa y para ello debe estar relajada, quizás no del todo porque entiendo que es su primera vez pero si un poco, además quiero que sea especial, su primera vez tiene que ser como su primer beso, único.
Tengo la imagen de su cuerpo grabado en mi memoria. Alli entendí el verdadero significado de la realidad ha superado la ficción. Era hermoso con sus imperfecciones y todo. Esas manchas en sus caderas, sus estrías y la pancita debajo de su ombligo le daban un toque perfecto.
Me siento tan privilegiado en ser el primero en descubrir enigmático tesoro y quiero ser el único que descubra los demás. Esto que estoy viviendo con ella no lo había experimentado nunca, es muy especial y no deseo que nadie más lo descubra. Solo yo. Me moriría del cólera si alguien más lo hace.
Estaba en la cocina preparando pasta con albóndigas mientras ella corría en el jardín de arriba abajo con los apestosos perros de mi madre y el petardo de mi hermano. Había hecho una corona con flores que recogió del suelo y se la uso como cintillo.
A mí también me hizo una y me la quité un momento para poder cocinar.
Desde la ventana podía observarla se jugaba como si toda su felicidad dependiera de ellos. Sus gritos y risas se escuchaban desde aquí. Me pregunto por qué su madre y sus hermanos la ha tratado tan mal.
Terminé el almuerzo y salí al jardín. Los perros se me vinieron encima y les pasé por el lado, ellos lloriquiaro pero los ignoré llegué hasta mi venezolana favorita y la abracé por la espalda.
Acaricié su cara con la mía y respiré su aroma fresco. Besé sonoramente su mejilla y caminamos abrazos por el jardín.
—Quiero mostrarte algo más — le digo.
—¿Mas sorpresas?
—Si — pinché sus hoyuelos, son tan monos. Parecen culo de mono.
—¿Y que es?
—Si te digo no se será sorpresa.
—¿Es mejor que este hermoso jardín?
—Solo ven.
—Bien.
Me giré para que subiera a mi espalda y aproveché el momento para acariciar sus piernas.
Volvimos a dentro y subí unos pequeños escalones que me conducen a un salón. Le pedí que cerraba los ojos y me aseguré que lo hiciera. Cuando estamos adentro, doy varios pasos hacia adelante. Ella seguía con los ojos cerrados.
—Puedes abrirlos.
La miré expectante. Sus ojos estaban mirando en dirección al piano de mi madre con fascinación y perplejidad, no le quité los ojos de encima esperando que dijera algo o mejor dicho hiciera algo. Porque espero un montón de besos después de esto.
—¿Es un piano?
—No, es una batería —me golpeó en el hombro.
Rei malévolo.
—Si es un piano y estas son las teclas.
—Gafo.
Carcajee.
—¿Puedo tocar?
Extendí los brazos.
—Todo lo que quieras — sus mejillas se incendiaron.
—Me refería al piano.
Hice un mohin.
—Si, bueno, hazlo.
Besó la punta de mis labios y se acercó al instrumento corriendo. Me acerqué tranquilo para sentarme con ella pero deshice la idea y me detuve.
—Solo me se una canción — avisó, la miré de abajo hacia arriba detalladamente —. Y no te rías si me sale mal.
—Sabes que eso es imposible — le soy sincero —. Sin embargo tocas el piano desnuda, te aseguro que de mi boca no saldrá ningún crítica o burla.
Se rió nerviosa y ruborizada.
—No tengo ropa interior.
Mordí mi labio inferior.
—Esa es la idea —apartó la vista —. ¿Lo harás?
—¿Estas loco?
—Tu me tienes loco —sus mejillas se hundieron.
—Podria verme alguien.
Jadee sorprendido, mi pantalón comenzó a lastimar en la parte delantera.
—¿Eso que significa?
—Olvidalo — razonó —. No me quitaré nada
—Nadie va a venir —aseguré.
—Tus padres cuando vienen.
—La próxima semana.
Se quedó pensando.
—No.
—Vamos —la animé —. Por favooor.
Hice una mueca con los brazos cruzados y me dejé caer sobre el sofá de cuero. La miré molesto pero cuando me lanzó un beso al aire se me pasó.
Me acomodé para tener una mejor vista y traté de centrarme en la melodía y no en sus piernas desnudas. Tocó pero no sabía exactamente que era pero maravilloso no solo oírla, también verla. Porque la imágen que me regaló fue... increíble.
Joder.
Estoy jodido.
—¿Ya? —dije aburrido después que se levantó y se acercó hasta donde estaba recostado.
—Es la única que me sé.
—¿Y qué tocaste?
—Venezuela —me incorporé y la atraje hasta mi regazo. Acaricié sus piernas debajo de las telas.
—Tienes talento Jul —dije mirando fijamente sus ojos.
—Gracias.
Mordi mi labio inferior y no resisti el deseo de besarla. La llevé hacia atrás y la coloqué debajo de mi cuerpo exitado.
Si, estoy exitado y ella es la culpable, pero me encanta.
Pegó un gritito cuando enrollé sus piernas alrededor de mi cadera. Solté una risita y la observé. Sus mejillas estaban al rojo vivo. Pareciera que quisiera huir. Sin embargo no veo que lo haga tampoco veo que este incómoda.
Sonreí de costado mirando sus preciosos orbes marrones y me acerqué otra vez a sus labios. Tiré ligeramente de ellos con mis dientes y sentí los vellos de mi nuca erizarse y la temperatura de mi sistema elevarse cuando las palmas de sus manos recorrieron mi abdomen y sus dedos hundirse mis omóplatos. Su cuerpo y el mío estaban tan pegados que podía sentir la exitacion de su senos contra mi pecho. Lo que me provocó que me exite más.
Joder.
Mi erección dolía. Quería arrancarle lo que tenía puesto y apretarme dentro de su interior, escuchar gemir mi nombre con su preciosa voz.
Pero no quería fuera así. La primera vez de Jul debe ser perfecto y hermoso, memorable y único. Como el beso en parís.
—Jul..—eché la cabeza hacia atrás, cerré los ojos y me aparté de su cuerpo antes que perdiera el control y pierda su virginidad en ese horrendo mueble.
Mi respiración era irregular y podía escuchar que la de ella también. Me di la vuelta. Su cuerpo estaba tendido en el mueble y el suéter junto con mi camiseta enrollada hacia arriba.
Dioses, dioses.
—Yo...—pasé con dificultad. Ella miró mi erección y no pude ver su reacción porque una voz inrrumpió en el salón.
Levanté la vista y me encontré con el rostro de mi madre y de mi padre debajo del umbral de la puerta.
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