Capitulo 14
Jane..
Lo amigos de Zequi fueron mas sociables conmigo que Miguel y adrián. Me hicieron muchas preguntas en menos de minuto acerca de mi país. Les pareció muy atractivo mi acento y quisieron aprender palabras nuevas.
Les dije unas cuantas y los dos, no duraron en usarlas.
—Pana, tráeme agua a mi también —dice Spencer a Samuel que se dirigía a la cocina.
—Dalo por hecho — arrugue la cara, fue extraño oírlo en otro acento pero admito que fue divertido.
—¿Y piensas quedarte janecita?
Así me apodó después de yo misma presentarme, ya que zequi salió con su hermano y desde que se fueron no han vuelto.
Él no se veía nada contento con su aparición, se le notó molesto y disgustado. Recuerdo cuando me mencionó acerca de ser el hermano mayor y lo malo de serlo. Aunque no tengo idea que ha ocurrido entre ellos intuyo que han habido problemas.
Porque zequi parecía que lo quería aniquilar con la vista.
—No —dije después de pisar tierra.
—¿Por qué? — ladeo la cabeza intrigado — .¿no te gusta este pais?
—Es lindo pero...
—¿Te han tratado mal?
—En el trabajo he tenido...
—No te gusta la comida.
—La comida es buenísima, me encanta, solo que...
—Te están acosando en la calle — hundí los labios y deje que siguiera con el interrogatorio, porque así no llegaremos a ningún lado — . Todavía no te acostumbras al clima, la cultura...el ambiente.
—Joder macho, déjala que responda primero y después le haces la siguiente pregunta — protestó Samuel sentándose a mi lado.
Me acercó una taza. Miré su interior dudosa cuando lo estuve en mis manos. Olía a jugo de naranja fresca pero esto podía contener algo adicional y no quiero cometer el mismo error de anoche.
Todavía no puedo creer que anoche le haya dicho a Ezequiel que durmiera conmigo y tampoco creo que esta mañana desperté tan tranquila como si nada, como si fuera común en mi hacer estas cosas.
Bueno no es que habían más opciones, y no iba a dejar que él manejara medio tomado. Pude ser peor.
—¿Qué pasa janecita?
—Este jugo — señalé —. ¿Qué contiene?
Ambos intercambiaron miradas confusas .
—¿A que te refieres?
—Si tiene algo especial...— no quise sonar tan obvia, me daba vergüenza.
Además anoche me puse a cantar y descubrí gracias a Zequi que en el toilet había un juguete sexual de color morado, no sé cómo llegó allí pero eso no es mío.
—Si especial te refieres— miré a Spencer atentamente —. Este tío no usa azúcar blanca como los mortales.
Fruncí las cejas.
—Usa azúcar morena porque es más saludable que la blanca y... — se cortó así mismo. Suspiró exasperado frotándose los ojos —. Haber estado en el boxeo creo le dejó algo de trauma con la comida, no sé, porque hay días que quiere comer todo y luego al día siguiente está preocupado porque comió demasiado, que se pasó de grasa y todas esas cosas. Luego lo ves haciendo ejercicios todo el día para quemar toda esa calorías.
Enarqué ambas cejas.
—Es que en ese deporte tienen muchas exigencia — comentó Samuel —. Como la comida y el sexo. Creo que esa también fue una de las razones por la cual dejó tan insignificante deporte. Que para mí criterio no le encuentro sentido. Dos tíos dándose golpe hasta que uno cae desmayado o muerto.
A mí tampoco me parece y he hecho la misma crítica. A mis hermanos y mi papá les encanta. La sala parecía una grada más, porque los tres no dejaban. de gritar y hablar de golpes, llaves y todas esas cosas que nunca entendí y que tampoco me interesaba hacerlo.
Lo más cruel es que los estúpidos de mis hermanos me agarraban cómo saco de boxeo, porque después que mis papás le compró guantes a cada uno. Me agarraron de juguete.
—Eso, más lo que le hacía su papá — me giré hacia Spencer intrigada —. ¿Sabes por qué tiene todos esos cuadros y estos trofeos janecita?
Hice una negación con la cabeza.
—¿No te lo dijo? — negué ceñuda mirando a Samuel, que me miró a spencer extrañado.
¿Por qué les extraña?
Apenas Zequi y yo nos conocemos, no tenemos tanta confianza.
Después de dormir juntos yo creo que ya tienen bastante confianza.
—Para nunca más volver hacer lo que no le gusta — reveló spencer haciéndome regresar a tierra —. A él toda la vida le ha gustado la música. Su madre nos contó que cuando tenía cinco años que le regaló una guitarra y un micrófono en navidad. En menos de un mes aprendió a tocarla.
Enarqué ambas cejas impresionada.
—¿Qué dices de cantar? — prosiguió Samuel, Spencer hizo una seña como los italianos tal como hace stef cada vez que habla o algo de lo que come le parece delicioso — . Hay videos de él cantando canciones de Michael Jackson y es sensacional. Zequi tiene una muy voz privilegiada.
—¿Nunca te lo contó? — negué, volvieron a mirarse extraños —. Bueno no te preocupes, si no te cuenta él, lo hará su mamá cuando te conozca. Lo hace con todos y a Zequi le molesta.
Reí bajito.
—Así que si ves a Zequi medio lunático con la comida es por eso — asentí comprendida —. Entonces cuéntanos. ¿Por qué no te queréis quedar?
La pregunta quedó en el aire por el ruido de la puerta al abrirse. Los tres miramos en la misma dirección a ella y vimos como el hermano de Zequi ingresó con una amplia sonrisa feliz mientras él mostraba todo lo contrario.
—Familia, me quedo.
—Por unos días — Eduard rodó los ojos y se sentó en medio de Samuel y yo. Su hazaña provocó que me echara el jugo en el pantalón.
—Si eres idiota — masculló Zequi.
—Discúlpame.
—Tranquilo —dije limpiándome el pantalón, mientras todo lo miraban con desaprobación.
—Como nadie me presentó, lo haré yo mismo — dijo en tono de reclamo —. Mucho gusto soy Eduard Muñoz.
—Un placer, Janette.
Enarcó ambas cejas.
—¿Y de dónde eres? — se acercó —. Tu acento claramente no es de aquí.
—Porque no lo es, idiota — bramó Zequi y se sentó en medio de los dos. Lo cual agradecí —, y tampoco te dirá de dónde es.
—Solo por qué tú lo dices— exclamó.
—Si — le dió la espalda, Eduard se asomó por el costado de su hombro y Zequi le apretó la nariz haciendo que soltara un grito —. ¿Qué te dije?
—Pero...
—Rompes la primera regla y te marchas hoy mismo.
—Bueno, bueno pero suéltame — pidió pegándole en el hombro y Zequi lo soltó.
Estaba irritado y creo que se colocó más así cuando me echó el jugo encima de mis pantalones.
—Que pena, Juliet.
—Fue un accidente, no te preocupes.
—No hables con él.
—Te estoy escuchando ¿eh? — reclamó —. Y no puedes mandar a todo el mundo solo porque eres el hermano mayor.
—¡Cállate! — brinqué del susto, Zequi estaba cerca y casi me deja sin tímpanos —. No tienes derecho de hablar, ni de opinar.
—Soy tu hermano.
—Solo cuando te conviene — lo miró por encima de su hombro —. Cuando tienes el culo lleno de problemas.
—Jamás me has querido a tu lado.
—¿Por qué será?
—Eso pasó hace tiempo.
—Para mi no y si vas a empezar hacer lo que te vienen en gana, agarras tus maletas y ve a ver que haces — sentenció duramente y Eduard no volvió a decir una palabra después de eso.
Solo habló para decir que se iba a comer un pedazo de pizza y abandonó el apartamento con el trozo en la mano.
Los demás hicieron un ademán célebre y el ambiente cambió al instante.
—Por favor no pregunten — les pidió a todos y me sentí de alguna forma incluida — , y mejor ensayemos.
Los chicos acataron su orden y de inmediato se colocaron detrás de sus instrumentos.
Zequi se quedó conmigo como si quisiera decirme algo. Esperé pero no dijo nada, se levantó del sofá y tomó la guitarra que había dejado en el sofá.
Se colocó detrás del micrófono, se dió vuelta para murmurar algo a los chicos y estos asistieron. Volvió a su lugar y con una negación de impotencia se secó una lágrima que se le había escapado.
Mis orbes vibraron al verlo y sentí mi corazón hundirse. Aquel sentimiento se apoderó de mi y no pude contenerme a acercarme para darle un abrazo.
Su cuerpo dió un sobresalto. Mi cara quedó apoyada justo en el centro y podía escuchar los latidos suaves de su corazón con toda claridad. Zequi colocó su mentón sobre mi cabeza y sentí sus brazos detrás de mi espalda.
Me acercó un poquito quedando más pegados y mis manos acariciaron su espalda en forma de consuelo.
Volví al sofá sin decir una palabra, ignorando las miradas de sus amigos que recayeron sobre nosotros cuando me aparté y agarré mi juguito de naranja.
Ellos bromearon entre sí y Zequi empezó a cantar. Era una canción en inglés y yo no soy una experta en el tema — ya que escucho más canciones en español que en el inglés— pero está que están cantando es bonita.
La voz de Zequi se escuchaba increíble, haciendo que fuera fácil cantar. Los chicos también sonaban increíble y los instrumentos no se quedaban atrás.
Estuve allí sentada en el suave sofá, con el lindo de calceto en mi regazo escuchando otro par de canciones que me hicieron estremecer.
Entonces de la nada, zequi me hizo ademanes con la mano invitándome a cantar a su lado. Mis orbes se abrieron asustados y me negué rotundamente con cara de horror encogiéndome sobre el sofá, usando a calceto como escudo.
—Ella sabe cantar —les aclaró al ver su caras confusas. Ezqui me sacó del sofá y me arrastró hasta quedar a su lado.
Negué haciendo una ademan con el dedo.
—Tiene una voz muy bonita.
Abrí mi boca.
—Es mentira.
—Claro que si.
Desmentí a sus amigos negando con la cabeza y las manos.
—¿Dónde la oíste cantar? — indagó Spencer, recostado a un tambor de la batería. Mirándonos Intrigado.
—A ti que te importa— Samuel negó con una sonrisa —, solo que nuestra amiga aquí canta y ella nos hará una demostración.
Solté una risita nerviosa y volví a negar rotundamente.
—Ya les dije que yo no canto, jamás lo he hecho y me da vergüenza.
—Solo estamos nosotros tres, no estamos frente un público de mil personas.
—Para mi es exactamente el miedo escénico es igual.
Zequi enrollo mi muñeca y me arrastró hacia el pasillo.
—Anoche demostraste que lo hacías, sin miedo ni vergüenzas ¿por qué te niegas hacerlo? — me miraba incomprendido.
—Miedo escénico — recalqué —, y estaba bajo los efectos de la...maria esa.
—Solo somos tres personas.
—Para mi diccionario, es igual a una multitud de personas — negué.
—Anímate — me sonrió, dándome confianza.
—Se van a reír de mi y además tu estabas tomado.
—Tomado o borracho jamás olvidaré como cantaste una de mis canciones favoritas de Tarzán con tanta pasión —levantó mi mentón, mi corazón se detuvo dos veces o mas — . Me sentí en la jungla.
Solté una carcajada.
—Pero tus amigos...ellos podrían reírse.
—Si lo hacen, los mato, así de simple — envolvió mi mano — .Vamos.
—Y que voy a cantar, yo no sé ingles y no creo que tengamos los mimos gustos.
—¿Qué artista te gusta?
—No me gusta nadie — confesé — ,soy muy...
—Selectiva — mordí mi labio inferior.
—Si, como las películas.
—Exactamente.
—Te gusto la canción que cantamos.
—Muy hermosa aunque no entendí ni papa —sonrió de costado.
—Esa se llama My blood de Shawn mendes.
Lo miré perdida.
—No sabes quien...— sacudió la cabeza y retocó su cabello, por un segundo creí que iba a decirme en que planeta vivía pero se retracto —. ¿Qué canción te sabes en ingles? ¿Conoces al menos un artista americano? no tengo problemas con nuestros artistas con los demás, solo que me gustan mas —admitió con una sonrisita.
—Hay una que me gusta mucho — empecé a decir — . Es de ariana grande, es muy bonita y la tengo en mi lista.
—Ariana Grande, muy chillona para mi gusto pero bueno no importa — hice una mueca.
—La canción se llama...one last time — conteste — , disculpa mi mal ingles.
—¿Te la sabes?
Admití apenada.
—¡Cantarás esa! — mi corazón se detuvo y mis ojos se abrieron en shock. Me aferre a su brazo y me arrastro ligeramente como una pluma hasta la sola.
Los chicos estaban jugando con unos guantes de boxeo y al ver nuestra presencia, corrieron rápido a colocarlo en su lugar.
—Juliet cantará One last time de Ariana la chillona.
—Mentiras yo no voy a cantar — intenté huir pero me atrapó enseguida —, No voy hacer capaz, soy muy miedosa.
—¿Crees que eres miedosa? — cuestionó —. A mi me parece que eras la tía mas valiente que conozco. Enfrentar este pais tu sola te convierte en una persona que puede enfrentar cualquier cosa. Estoy seguro que nada te quedará grande.
Tragué a fondo, mis ojos se cristalizaron, sus palabras me conmovieron y no pude contenerme. Otra vez me encuentro abrazándolo.
—De acuerdo lo haré.
—Excelente —festejó chocando las manos conmigo. Mi corazón latía a toda marcha, no puedo creer que este por hacer esto. Pero Zequi tiene razón, me enfrentado a este pais sola y no solo eso, también mi miedo a relacionarme con las personas, eso también es otro logro grande. Si he podido — . Compartiremos mi micrófono.
Asentí.
—Luego compramos uno — no conteste y me coloque en frente del micrófono, zequi quedó a mi lado, me hizo corto asentimiento y con su guitarra empezó a tocar los acordes de la canción.
Suspiré profundo y cuando llegó la hora de cantar, cerró mis ojos y apreté con fuerza el micrófono. Mi corazón estaba a mil y toda la temperatura de mi cuerpo aumento. Las primeras notas fueron espantosas y arrugue la cara al escucharme.
Creo que Zequi leyó mi mente, porque estuve a punto de abandonar la sala cuando se acercó y me dio palabras de aliento con una mano en mi hombro.
Pude continuar, sin embargo los músculos de mi cuerpo seguía tenso. Mis manos no se despegaban del micrófono y no me atrevía a mirar a los lados, solo al frente.
Las gotas de sudor bajaban por mi espalda y llegaban hasta pretina de mi pantalón. Una a una la sentía y que dirección tomaban. Mis manos estaban igual y ya no sabía si me escuchaba bien o mal, pero juzgar por la sonrisa de Zequi que me había jurado hacia él, supuse que no estaba nada mal.
Se unió a cantar conmigo. Le había quitado el micrófono a spencer porque yo, tenía las manos tan tensas y pegadas al de él, que era imposible que lo compartiremos. No se despegó de mi y me pasó el brazo por los hombros. Cuando la canción terminó, sentí los brazos además de él, los de los de Samuel y Spencer.
—Respira janesita — todo mi cuerpo estaba temblando — , lo hiciste magnífico.
—Si, fuiste maravillosa — añadió Samuel dándole masajes a mi espalda. Me sentí incómoda. Estaba hecha agua y a él no pareció importarle —. ¿Quieres juguito de naranja?
—Anda, tráele más — Samuel asintió.
—Tranquila janecita — Spencer seguía abrazado a mi y escuché una exclamación de disgusto.
—¿Quieres ir a la azotea? — preguntó Zequi.
Noté que estaba lejos de los chicos y sola con en él, en el pasillo.
—¿Cómo-como lo hice? — era lo único que me importaba saber.
—Fue encantador — solté un risita entrecortada —. Tenemos que manejar un poco los nervios.
—¿Y mi pronunciación?
—Sin quejas — volví a reír y me quité el sudor de la frente.
—Tus manos están heladas — dijo cuando tomó una de ellas. Eso le causó diversión —. No fue para tanto.
—Para alguien que jamás había cantado frente al público, si —dije sintiéndome juzgada.
—No había público.
—Bueno, delante de ustedes.
—Ellos estaban atrás — carcajeó malévolo.
—Gafo.
Dejó de reír.
—¿Qué?
—Gafo — repetí, su rostro me miró con interés —, y si sigues riéndote no te diré que significa.
—Oye, me debes una palabra — reclamó mientras tomaba mis manos.
—Siga riéndose y serán dos.
—Ya dime qué significan — hizo un puchero y comenzó a darle calor a mis manos. Abrigándolas entre las suyas —, Ostras Juliet te pasas.
—Miedo escénico — recalqué observando cómo ahora les daba calor con su aire. Ya no estábamos solos, spencer y Samuel llegaron a mi costado —. ¿Acaso nunca lo has sentido?
—Si pero jamás me pongo así.
—Toma Janecita.
—Gracias Spency.
Sonrió como un niño.
—Ella me cae más que bien — reí.
—Chicos debemos seguir ensayando — anuncia Samuel pasando un brazo por mis hombros —. ¿Vas a cantar?
Negué en el acto.
—Ella no pero nosotros si — Zequi apartó el brazo de Samuel de mis hombros y me llevó de la mano hasta la sala.
Los chicos nos siguieron haciendo comentarios entre ellos acerca de un festival y volvieron a tomar sus instrumentos.
Zequi también lo hizo y no despegué mis ojos de él hasta que la canción culminó.
Tenía a calceto en mi regazo y con sus patitas aplaudí.
Tomaron un descanso para beber agua. Zequi se sentó unos segundos a mi lado para hacerle cariño el perrito y después alborotar mi cabello.
Horas más tarde los cinco nos encontramos en el sofá. Stef pudo desocuparse y no llegó tan feliz como es ella. Estaba molesta porque resultó que la maestra no le pagó completo y por más que discutió no pudo lograr que le pagasen.
Zequi la presentó con sus amigos y uno de ellos quedó flechado. Spencer y la ha brindando toda la atención posible.
Eduard llegó justo momento que estábamos escogiendo una película. Zequi lo miró con mala cara cuando se sentó en medio de los dos y pasó su brazo detrás del respaldo del sofá.
El ambiente cambió. Era evidente que la presencia de Eduard no era del agrado de nadie. Ya que ninguno contestó cuando preguntó que hacíamos.
—Estábamos escogiendo una película — corté el silencio.
—Magnifico — frotó las manos — . ¿Y cuál escogieron?
—El silencio de los inocentes — contesté por cortesía ya que nadie le contestó.
—Pero tu no estás invitado a esta reunión — Eduard entre abrió los labios disgustado y no protestó, sin embargo no se movió del lugar.
Zequi estaba más serio que nunca, su mandíbula estaba apretada. Me miró de reojo y no se por qué me dio la sanación que esa mirada era para mi. Porque Eduard no dejaba hacerme preguntas y yo por educación, le respondía.
Me levanté del sofá y me fui a la cocina. Sentí la mirada de Ezequiel en la nuca pero no miré hacia atrás.
Abrí la nevera, creyendo que encontraría una jarrita llena de agua pero me encontré con botellas pequeñas en la parte de abajo.
Mordí mi labio, incapaz de agarrar una y volví a cerrarla. Detrás de ella estaba Zequi y me dió un gran susto. Él por su parte le causó mucha gracia verme brincar del susto.
—¿Vamos a la azotea?
—¿Y la película?
—Tengo la sensación que no te gustará — aseguró.
—¿Cómo lo sabes? — crucé los brazos —. El título suena llamativo.
Soltó una risita.
—¿Y que te dice el título?
—Alguien que hace justicia a un grupo de personas que...— me corté a mi misma al ver su cara —. ¿De que trata?
—De un caníbal — arrugué la cara y recordé la película de hasta los huesos —. Que es transexual y mata a sus víctimas, utiliza su piel para..
—Basta — me agarré el estómago —. Ya comprendí.
—Ahora escoge — extendió los brazos —. ¿Película o azotea?
Ezequiel....
Es evidente que la presencia de Eduard no es lo que hubiese querido en mi vida, el día que tome la decisión de independizarme y alejarme de todo lo que me causo tanto dolor.
Pude haberle dicho que no, ya que es un hombre y tiene la edad suficiente para resolver sus propios asuntos pero se que al saber mi mamá que no lo dejé a su suerte, se pondrá muy mal, soy consciente cuanto lo ama a pesar de todo el desastre que es.
Si fuese por mi, lo mando a la misma mierda y que se las arreglé como pueda. Que madure de una buena vez y me dejé en paz.
Porque estoy harto de él. Desde que éramos jóvenes hizo que mi vida fuera un infierno de lo que ya era con mi papá y todas sus mierdas del boxeo.
— ¿Todo bien? — expulsé aire y negué con la cabeza, mis manos estaban el pecho y mi cuello en el respaldo de la silla.
Tenia ansiedad, y no tenia mis cigarrillos en el bolsillo.
—Lo estaba hasta que Eduard apareció.
— Problemas entre ustedes — se nota que no es entrometida, sin embargo lo soltaré. Quiero liberar la presión de mi pecho y soltar mi rabia.
—Muchos — mis ojos se cristalizaron —.Allí donde lo ves que no rompe un plato es el propio demonio.
—¿Tanto así? — sonó un poco incrédula.
—Por su culpa mi papá me daba unas palizas...
— ¿Pa-palizas? — me limpié las lagrimas con el borde de mi suéter — . Te lo voy a contar porque siento que voy a reventar.
—Si eso te hace sentir mejor — apretó suavemente mi mano, abrí los dedos para entrelazar los suyos.
—Ellos solo saben la punta el iceberg, saben lo que yo les he dejado saber — me giré quedando enfrentados. Ella observaba mis lagrimas caer y solté una risita al ver como sus ojos se cristalizaron — .No te he contado y ya estas llorando.
—Perdona por ser tan sentimental — rei.
Tomé un gran suspiro y me acerqué mas a ella hasta rozar nuestras rodillas.
— Cuando tenia cinco años mi madre me regaló una guitarra y un micrófono en navidad — comencé — . La sala se convirtió en mi escenario. A todos les gustaba mi admiración hacia la música, menos a mi papá, él lo detestaba y me prohibió tocar o cantar, me amenazó con romperlos si volvía a usarlos.
Pausé un momento, para tragar.
—Entonces los llevé a casa de mi abuela para protegerlo — sonreí al recordar—, y cada tarde después de la escuela, me iba a su casa a cantar y tocar mi guitarra. Mi secreto se mantuvo a salvó durante mucho tiempo. Hasta que él lo descubrió y le dijo a mi papá, sabia que mi papá no le iba a gustar y no sólo los rompió delante de mi, me dió una paliza por desobedecer.
—Dios...
—Se volvió una pesadilla — confesé —. Por un lado estaba mi papá con su obsesión que fuera el mejor boxeador y por el otro ese imbécil, que cada vez que se metía en problemas yo pagaba las consecuencias. Porque era el mayor y tenía que velar por él.
—Ahora entiendo porque me lo dijiste esa vez.
—Fue horrible —negué, las lágrimas calientes no dejaba de caer por mi rostro —. Cuando cumplí la mayoría de edad dejé el boxeo y me vine a la ciudad creyendo que así me dejaría en paz pero como ves nunca lo hace. Siempre aparece el día menos esperado. Es una pesadilla y admito, no lo quiero, es mi hermano pero no siento ningún cariño por él.
—Te entiendo — absorbió la nariz, sonreí al verla y sequé sus lágrimas con la manga de mi suéter —.Sé que se siente que tus hermanos te...
—Jodan, no sientas pena en expresarte y menos conmigo. Anda.
—Te jodan — soltó al fin, sonreí internamente —. Sé la sensación de impotencia y de rabia que te genera y más cuando es alguien cercano a ti. Esa era una de las razones por las cuales me quería largar de mi casa, porque no era feliz.
—Perdón por llenarte de mis mierdas — ella negó en el acto soltando un corto sollozo. Se acercó y llevó mi cabeza sobre su hombro cuando me refugió en sus brazos.
—No digas eso —sus dedos acariciaron mi cabello. Mis brazos rodeando su delgado cuerpo y hundí mi cara en su rostro.
La rabia que me comía fue desapareciendo. Comencé a calmarme y sentirme en paz. Cerré mis ojos para disfrutar lo que ella me estaba transmitiendo.
Estuvimos abrazados hasta que ambos decidimos separarnos. Le dediqué una sonrisa de agradecimiento y tomé su mano.
—Gracias por escucharme.
—A ti por confiar en mi — apretó suave mi mano —. Te prometo que esto nunca saldrá de aquí.
—Gracias Juliet.
—¿Te sientes mejor? — asentí — . ¿Vamos con los chicos?
Negué fastidiado. Me sentía mejor aquí a fuera con o sin ella, no pienso bajar dentro de un par de horas, no después sentirme mejor.
Sonaré como un agua fiestas, pero no me apetece ver la cara de Eduard.
—Si tu quieres bajar, anda, yo me quedaré un ratito más aquí —la entusiasmé —. Anda.
Negó haciendo una mueca. Gesto que me hizo sonreír de forma automática. Admito que yo tampoco quería que se fuera, iba a decírselo pero no quería que sintiera obligada o presionada.
Recosté mi cabeza en la suya en lo que la sentí recostada en mi hombro. Pasé mi brazo alrededor de su espalda y comencé a jugar con uno de sus rizos.
—Gracias Juliet — repetí.
—Ni lo menciones Zequi.
-------
Hola chamas
¿Qué tal?
¿Qué les está pareciendo la historia?
💜Muchas gracias por estar aquí💜
Les mando abracitos.
Mis redes :
Instagram: Forevercoffe1 ( subo adelantos)
Tiltok: Forevercoffe
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top