Capítulo 11


Jane...

Lo miré perpleja. Mis manos estaban en mi boca. Me quedé en blanco y no podía moverme un momento.

—No puedo creer que me hayas besado — dije al fin  —. Entonces no estabas tan borracho. Estabas consiente.

Me miró unos instantes y pensé que respondería mi pregunta, pero dijo otra cosa distinta que me dejó helada.

—Tu también estabas consiente esa noche y no hiciste nada para impedirlo — mi quijada casi se sale de su puesto —. Dejaste que te besara.

—¿Qué yo te dejé que me besaras? — repetí incrédula.

—Y no hiciste nada para impedirlo — señaló y mis cejas se elevaron impresionadas.

—¿Qué?

—Pudiste empujarme, pegarme, gritarme. Sabías que estaba borracho y no me detuviste, dejaste que lo hiciera.

Mi quijada tembló.

—Tu estabas consiente, sabías lo que estabas haciendo.

—Tu también.

—Yo no tenían idea que me ibas besar.

—Pero pudiste detenerme — repitió —. Y dejaste que lo hiciera.

Sacudí la cabeza incomprendida.

—¿Y por qué no lo hiciste tú? ¿Quién iba a besar a quien? — evadió mi mirada, noté como sus músculos se tensaron —. Además ¿Por qué me besaste si tenías novia?

—Mi novia y yo teníamos una relación abierta y ella me contó que se había acostado con tipo de su universidad...

—¿Relación abierta? — repetí, se cortó así mismo — . ¿Y tienes el descaro de decir que pude hacer algo para impedir el beso? Eres un cínico.

Bajé de la terraza furiosa y tomé las escaleras. Escuchaba sus pasos muy cerca de mi. Me llamó varias veces pero no me detuve, salí del edificio sintiendo que en cualquier momento va a alcanzarme.

Crucé los brazos debajo de mi pecho cuando lo hizo. Me regañé a mi misma por no correr más rápido. Zequi me acorraló contra un callejón y colocó ambas manos en mis hombros. La gente que transitaba por allí, voltearon a mirarnos curiosos.

—Juliet.

—Soy Jane —hizo una mueca.

—Nunca te ha disgustado que te diga Juliet.

—Pero ahora sí me molesta.

—Vamos Juliet.

—Jane.

—Ju...— lo miré sería —, Cómo sea. Por favor discúlpame. Sé que no debí descargar mi frustración contigo pero yo estaba muy mal. Mi chica me ha estado engañando y se inventó toda esta mierda de la relación abierta para tapar su infidelidad. Yo creía ciegamente en ella a pesar de eso pero igual lo hizo y yo...

—Me besaste por despecho — hundió los labios y asintió apenado luego de un corto silencio mirándonos a los ojos.

—Por favor discúlpame.

—Y me echaste la culpa — le reclamé, aparté sus manos de mis hombros.

—Joder, perdón.

—Eres...— salí del callejón.

—¿A dónde vas? — no contesté, apresuré los pasos — . Juliet.

—Chao...Ezequiel.

Gruñó.

—Déjame llevarte a casa.

—Tranquilo puedo hacerlo sola.

—Ni siquiera sabes dónde estás.

—Preguntando se llega a Roma, no te preocupes por mi.

—Juliet.

—¡Es Jane!

—Si no me quieres hablar hazlo, no lo hagas — crucé los brazos y no lo miré cuando se colocó en frente de mi. Odio correr tan lento —. Pero déjame llevarte.

Lo miré unos instantes y antes de acceder le advertí.

—Maneja con prudencia.

Ezequiel no manejó con prudencia, hizo todo lo contrario. Sospecho que lo hizo con intención para lograr que le hablara, porque sabia que comerse las luces rojas y excederse de velocidad era algo que no iba a poder resistir.

Logró su cometido pero lo único que consiguió fue que me enfadara más con él.

Entré al apartamento y pasé directo sin saludar a Stephanie que se encontraba en el sofá mirando la televisión. Ella no tardó en seguirme. Era obvio que lo haría. Jamás ingreso a la casa desde que nos conocemos sin saludar.

Dejé la puerta abierta para que ingresara aunque mi deseo era otro. Me quité el uniforme y me coloqué mi pijama. Stephanie ingresó justo en el momento que me subía a la cama.

—¿Qué-que pasó?

Ezequiel me mandó un mensaje pero lo ignoré, lance el teléfono cerca de mis pies.

—¿Jane?

—¿Puedes creer que Ezequiel me besó por puro despecho y tuvo el descaro de decirme que fue por mi culpa?

—¿¡Ezequiel te besó!?

Me quedé fría como hielo, había olvidado que ella no tenía idea que Ezequiel me besó.

—Pero no creas que fue por qué le gusto — anticipé, yo tampoco lo llegué a creer, hasta supe que era por despecho y no porque estaba borracho —. Lo hizo por despecho.

—¿Zequi tiene novia?

—Tenia — me miró confusa. Froté mis los costados de mi cabeza.

La pantalla de mi teléfono volvió a encenderse.

—Jane, ¿cuéntame qué pasó?  — suspiré profundo y le conté lo que sucedió.

Ella me miró perpleja y después me trajo una taza de chocolate para consolarme la cual agradecí enormemente.

Se quedó a mi lado hasta que me lo bebí todo. Stephanie especial y muy preocupada. Puede que sea muy risueña pero cuando se trata de brindar tu amistad es otra persona muy diferente, ella le da el verdadero significado a eso, lo sientes de verdad.

—¿Te sientes mejor? — asentí en su hombro — . Zequi es un tonto.

Rodé los ojos.

—¿Vas estar enojada toda la vida con él? — susurró curiosa.

—Hasta que se me pase.

—¿Y cuánto es eso?

—No sé.

—Tienes derecho a estar molesta pero no tanto por favor —reprimí los labios para no reír —. Zequi y tú son muy lindos juntos y no deben estar peleados.

—¿Quién lo dice?

—El universo — negué —. Jane, no puedes enojarte con él toda la vida. Se que no debió besarte por despech..

—A mi no me enojó que me haya besado por eso, a mí me molestó que me haya echado toda la culpa.

—Si, pero...

—Él sabía que hacía y no se detuvo, ninguno de los dos lo hizo.

—¿Y por qué no hiciste nada?

—Me paralicé toda — sentí que asintió —. Raspé mi garganta y él no se detuvo. Todo pasó tan rápido. Cuando me ví, ya estaba siendo besada por él.

—¿Y que sentiste?

—¿Ah? 

—¿Te produjo algo? — mi cuerpo se tensó, y ella lo notó. Me miró de inmediato y comenzó a dar brinquitos sobre la cama que casi me bota de ella —. ¿Te gusta?

—¿Qué?

—Si ese beso te produjo alguna cosita en tu cuerpo es porque estás empezando a sentir por zequi.

—No, no sentí nada —dije muy rápido y la sonrisa de Stephanie incrementó.

—Te gusta.

Negué con la cabeza, pero mi sonrisa me delataba y mi corazón también por suerte no puede escucharlo.

—Claro no.

Tomó mis manos entre las suyas.

—Es normal sentir algo por alguien y tu te la pasas muy seguido con él—aparte la vista no pude mantener la suya. Sentía toda la cara roja y no podía cerrar mi boca —. Te gusta eh, te gusta.

—Es muy pronto para decirlo.

—¿Y eso qué? — me daba pena volverla a mirar —. Anda, dime te gusta. Bueno no lo culpo, con esa cara, ese pelo, esos ojos y ese cuerpo de tabla.

Solté la carcajada.

—Esa forma de ser, pesada y antipática pero al final es un chico bueno — prosiguió.

Miré pensativa hacia mi almohada y regresé en el tiempo, recordé las veces que estuvo para mí cuando más lo necesitaba.

—¡Estas sintiendo! — parpadee saliendo del trance — . ¡Estas pensando en él!  Lo sabía, lo sabía. Te gusta Ezequiel.

—Habla bajito.

—¿Quién me va a escuchar? — bajé la cabeza ruborizada — . Eres tan dulce cuando te sonrojas. ¿Le vas hablar pronto? o vas a esperar que él te pida perdón como en los libros.

—No se, no importa —tomé mi almohada y me hice bolita sobre la cama.

—¿Jane?—  recordé la llamada que me había hecho mi papá y mis ojos se llenaron de lagrimas — . No llores por zequi, quien actuó mal fue él.

—No lloro por él.

—Por tu abuela — se llevó ambas manos al pecho — disculpa mi ignorancia. ¿Quieres que te traiga mas chocolate?

—¿Puedes quedarte hasta que me duerma? — pedí, y me sorprendió haberlo hecho —, olvídalo, ni  que fuera una niña.

—Por supuesto que me quedó contigo amiga —se tumbo sobre mi y me beso la cabeza varias veces — . Cuando me necesites nunca dudes en hablarme.

—Gracias Stef — respondí al abrazo — . Eres una verdadera amiga.

—¿Quieres que te narré un poco del libro que estoy leyendo? —preguntó.

—¿Y que estas leyendo hoy?

—Sigo leyendo Falling, la historia me tiene atrapada — me acomodé sobre su hombro, abracé la almohada y cerré los ojos — . Jack esta tratando que Melina confié en él, porque tiene la sospecha que la apuesta y me gustaría saber ¿por que? ¿por que cree eso? 

—Quizás alguien le hizo lo mismo.

—Es lo que sospecho — me limpié las lagrimas — . Deberías leerlo, es muy bueno.

Hice una mueca. 

—Me gusta mas que me narres la historia — confesé — . Nunca me gustó leer y para las películas soy muy selectiva. 

—Tiene que llamarte mucho, mucho la atención para que pueda atraparte.

—Si —dije con un suspiro.

—¿Y las series?

—Mas o menos — respondí — . Lo que mas me gusta son las de crímenes, pero de historias reales. 

—A mi no me gustan esas series, son horribles.

Sonreí campante, por fin escucho algo que le disguste.

Estuvo hablándome de otros libros que leyó. Me distraía en varias ocasiones cuando mi teléfono se le encendía la pantalla. Lo tape con mi cobijita e intenté concentrarme en el libro de que stef me estaba contando.

****

Han pasado una semana desde la última vez que vi a Ezequiel. Sabia que él nunca vendría a mi trabajo o a la casa a pedirme disculpas como tanto mi amiga la italiana lo aseguraba. Estás cosas nunca me suceden, yo no soy una Antonella o Gina que son el tipo de chicas que los hombres les ruegan que los perdone — he sido testigo y también intermediario —.  Yo soy más bien a la que evitan o a la que les parece aburrida, menos simpática. Por eso no creo que Zequi se me aparezca en el trabajo pidiendo disculpas, tal vez lo haga por mensaje o tal vez ni lo haga y me siga hablando como si nada.

Y los mensajes que tanto había recibido la noche que discutimos no eran de él. Eran de Gina y el grupo de la familia que escribieron sus condolencias y enviaron fotos mi abuela.

Cómo le dije, esas cosas solo suceden en sus libros.

Los té de Stephanie me han tenido en pie y como sobrellevar mi dolor.  Mi abuela lo era todo para mí, ella llenaba ese vacío que mi madre nunca ocupó . Mi querida vieja siempre me apoyaba en mis sueños por más estúpidos y lejanos sonaran. Nunca le decía a nada que imposible, para ella todo se podía hacer realidad y es por eso la amo tanto y me duele tanto que ya no esté y no esté viendo mis pequeños logros.

El día ha estado lluvioso desde que amaneció y el frío ha descendido de una manera que jamás había experimentado. El suéter de Zequi, el otro que me prestó, me ha salvado de morir de hipotermia. Él de mi tía abriga bien, mucho más que los de Ezequiel pero es que esa cosa es tan fea, que no me lo pondría así mi vida dependiera de él, la verdad no sé porque mi tía compro tal cosa tan horrible.

—Benavides —matteo me tocó el hombro. Sabía que era él porque es único que me llama por mi apellido.

—¿Qué? — soné de mala manera sin querer. Hace unos minutos me había llamado mi mamá para reclamarme por qué no había escrito nada acerca de mi abuela —. Disculpa, dime.

—La mesa de allá de solicita — giré por dónde señaló y la mesa estaba ocupada por alguien que no se le veía el rostro porque estaba oculto con un periódico.

—¿Sabes quien es?

—No lo sé pero fue muy odioso, no quería que yo lo atendiera. Ten cuidado — advirtió desconfiado—. Cualquier irrespeto me llamas.

—Si, no te preocupes mattew— dije preparada.

—Es matteo, Benavides — sonreí vengativa —,  Vale ya entendí. Bueno al menos has sonreído hoy, aunque sea por maldad.

Me di vuelta antes que viera mis ojos humedecerse. Nadie sabe que mi abuela murió y no me apetece que lo sepan, no quiero sus condolencias, sé que eso me hará sentir peor. Ellos me han visto triste y creen que es por mi familia que está en Venezuela que me tiene así, y lo seguiré manteniendo hasta que está tristeza se vaya de mi.

—Buenas tardes — saludé cordial, después de pararme cerca de la mesa solicitada. La persona que usaba el periódico como escudo pegó un saltito del susto—. ¿Qué desea pedir?

Fruncí las cejas y trate de averiguar quién se escondía detrás del papel.

—¿Señor o señora? — dije sin saber a quién dirigirme. Este o está usaba guantes oscuros de tela y no quería dejarse ver —. ¿Hola?

Me quedé con la pregunta en el aire y me cuestioné si se trataba de alguna broma de mis compañeros.

—¿Va a pedir o no?

—Un café con leche y tres pastelitos.

Mis ojos se abrieron en shock y vi el rostro inconfundible de Ezequiel asomándose despacio por el borde del periódico.

Mi corazón se aceleró y las cosquillas en mi estómago se hicieron presente por todo mi sistema.

—¿Ezequiel?

—Si, soy yo pero no me llames por el nombre completo por favor— reclamó irritado —. ¿Sigues molesta conmigo?

—¿Qué-qué haces aquí?

—Vale, sigues molesta conmigo — bajó el periódico de su cara.

—Tengo que trabajar, Ezequiel, hablamos luego.

—Espera — me detuvo por el codo, miré a mi alrededor asustada. Por suerte todos estaban ocupados —. Reconozco que fui el tonto de los tontos. Jamás debí descargar mi frustración romántica contigo y menos culparte por ello. Soy un idiota y lo lamento profundamente.

—No te preocupes Ezequiel — dije incrédula, casi se me escapa una risita. Si Stephanie estuviese aquí estoy segura que lo diría.

—Sigues molesta conmigo.

Parpadee y negué.

—No, no lo estoy.

—Si lo estás.

—No.

—Me estás llamando por mi nombre completo.

—Eso no significa que aún lo esté.

—Pues para mí si.

Rodé los ojos.

—Debo seguir trabajando.

—¿Estoy perdonado?

—Hablamos luego — dije en voz baja, mirando por los costados de mi cuerpo.

—¿Vas estar enojada conmigo para siempre?

—Que no estoy enojada — repetí.

—Yo siento que si.

—Dios, que no lo estoy y suéltame que me van a regañar.

—Por favor dime qué no estás enojada.

—Ezequiel.

—¡Ves! Sigues molesta conmigo.

—Ahora si y si me despiden, no te hablaré por lo que me queda de vida — forcejeo —.¡Ezequiel!

—Sabia que no sería fácil lograr tu perdón y como muestra de mi arrepentimiento te traído esto— frente a él había bolsa y de allí sacó una cajita mediana de color blanco —. ¿Adivinas que es?

—Ezequiel.

—¡Es un muñeco Funko de Charles Letcrer! — lo giró y no pude evitar sorprenderme —. Me dijiste que era tu piloto favorito así que fui a la tienda y lo compré.

Abrí mi boca para decir algo pero no pude decir nada, estaba en shock.

¡Yo siempre quise un muñeco de esos!

—Y no solo eso — metió de nuevo las manos —. También está la gorra oficial original y la camisa de la escudería Ferrari, con el número de Charles. Más una mini cartita, tengo la letra fea no me hagas bullying.

La cartita decía perdóname Juliet con una carita llorona.

Que poético.

Negué reprimiendo mi risa.

—¿Me perdonas?

—Si, ya te perdono — guardé la cartita en el bolsillo de mi uniforme apresurada —. Ahora debo a trabajar o me van a despedir.

—Esta bien, no te detengo mas. Ya logré lo que quería— sonrió campante.

Rodé los ojos.

—Chao, chao.

—Julieeeeet — llamó en susurró, me detuve en seco y suspiré profundo — , ¿y mi pedidooo? ¿Dónde está? Tengo haaambre. Si no me traes mi comida, te voy a denunciar — le bajé la visera de la gorra hasta cubrir su cara maliciosa.  Soltó una risita de la cual no evitar contagiarme y me dirigí hacia la cocina antes que Tamara se diera cuenta que he estado jugando.

Cuando terminó la jornada fui directo a los baños para cambiarme. Ezequiel me estaba esperando fuera de la cafetería. Él se había ido al gimnasio y me prometió regresar para llevarme a casa. Al parecer tenía algo importante que decirme y eso me ha tenido intrigada.

¿Qué querrá decirme?

Salí de la cafetería cruzando los brazos debajo de mi pecho sintiendo como el frío se colaba a través de la tela. Miré para ambos lados para cruzar la calle y cuando estoy frente al auto de Ezequiel, veo como sale de este para abrirme la puerta.

Le di las gracias e ingresé a su auto a tropezones. Escuché su risa al otro lado de la puerta pero no le presté atención, hice que no lo escuché y esperé que se subiera al coche.

—Creo que esto es tuyo — sobre mi regazo dejó la bolsa que contenía lo que me obsequió —. Espero que te gusten.

Solté una risita escéptica pero no lo miré, introduje las manos dentro de la bolsa y saqué el muñeco Funko de Charles Letcrer.

Lo admiré con una sonrisa en los labios. Todavía no me podía creer que estuviera sucediendo. Se parece a las historias de Stephanie.

—Colócate la gorra anda — me alentó —. Quiero ver cómo te queda.

Lo hice sin titubear. Mi cabello quedó extendido por los lados y sentí como su mano se acercó para echarlo hacia atrás.

—Te mola muchísimo, ¿eh?

—¿Qué dijiste?

—Que te ve muy bien — asentí —. Mola significa cool, genial o bonito.

—Vale ya entendí.

—Me parece que no seré el único que deberá grabar las frases extrañas —  agitó su teléfono —. Que por cierto, ¿qué significa le lleva una morena? He tenido esa frase retumbando mi cerebro.

—Bueno eso significa... — no pude contener la risa cuando se preparó con su teléfono —. Que es mucho mejor, que no le lleva ventaja o es mejor que algo. Cómo por ejemplo. El doblaje latino.

Me miró de mala manera.

—Sabes que no, sabes que estás equivocada. El doblaje español es mejor que el latino.

—Claro que no — refuté, me puso mala cara —. Los actores parecen que estuvieran gimiendo cada vez que hablan. Y ustedes no hablan así hasta donde sé.

—¿Gimiendo? — repitió, pensé que iba a protestar pero empezó a reír profundo. Se agarró de estómago y se dejó caer sobre el volante.

—Niégamelo — dije mirándolo, él no dejaba de reír.

—Jamás había oído eso en mi vida.

Me uní a su risa, imposible de no contagiarse y le hice una demostración de como sonaban los personajes. Zequi se incorporó del volante en el momento que estaba imitando.  Mis mejillas se tensaron pero seguí con el juego. No sé cómo, la verdad nunca hago esto pero ya no me está dando tanta pena expresarme con libertad.

Hizo una mala cara, como no aceptando lo que le decía y después en un arranque, me alborotó mis rizos.

—¡Oye!

—Eso estuvo bien, pero no te burléis de nosotros.

—No me burlaba, solo estaba haciendo una demostración — aclaré.

—Pésima actuación, eres muy mala.

—Si no te gusta como lo hice yo. Busca a Belinda. Ella piensa lo mismo que yo...y todos los latinos.

Zequi entrecerró los ojos y lo hizo después de analizarme de arriba abajo.

No pude evitar acercarme hasta él y estar presente en el video, dude al principio, pero me dije a mi misma que nada iba a suceder si invadía su espacio personal. Zequi me miró y yo me paralicé, juré que iba a decirme algo pero entonces se hizo a un ladito para darme espacio y colocó el teléfono de modo que pudiera ver.

Juntos vimos el video y no perdí de vista su rostro para ver su reacción. Él cerró los al darse cuenta que era verdad lo que le estaba diciendo y repitió el video un par de veces mas. 

—Te lo dije.

Volvió a reír y después giró su cuello en mi dirección. Mi corazón se detuvo cuando casi se rozan nuestras narices. Me volví a mi asiento sintiendo como los vellos de mi nunca se erizaron.  Sentí que el tiempo se había paralizado porque él no se movió, ni yo tampoco.

Casi nos volvemos a besar.

Ah y tu enojada por eso, como si en tus sueños no lo has besado un par de veces. 

—Tendré que ver un video de doblaje latino para criticarlo — sonrió divertido, como si no hubiese ocurrido nada. Le seguí la corriente. Siento que todo lo estoy imaginando, creo que es culpa de las historia de Stephanie — . ¿Cómo te sientes? — dijo en un tono preocupado.

Lo miré confusa.

—Stef me contó lo de tu abuela —mis ojos se ampliaron — . Por favor no te enojes con ella, yo fui que le pidió que me dijera. 

Asentí.

—Lo que mas me duele es no haberme despedido de ella — colocó su mano en mi hombro.

—¿Te vas a ir para Venezuela? —negué con el ceño fruncido, una lagrimas escapó de mi ojo.

—Si me regreso mi madre me encierra y no me deja salir nunca — hizo un gesto de asombro —, Además eso no me regresará a mi abuela.

—Tienes razón — apretó levemente mi hombro — . ¿Quieres dar una vuelta?

Negué desanimada.

—Bien, vamos a casa. 

—Gracias.

—Me alegra hacer las paces contigo — sonreí y me recosté en su hombro sin decir una palabra, sentí una corriente por mi espalda cuando entrelazo su mano con la mía.

—Maneja con prudencia, no quiero morir todavía. 

Rio bajito.

—Esta bien, Julieth.

—Ezequiel — bramó. 


Ezequiel...

Me alegra haber quedado bien con julieth. Me sentí muy mal después de haberme comportado como un inmaduro.  Creí que nuestra amistad había llegado a su fin. No tuve el valor para llamarla y pedirle disculpas porque tenia miedo que me dijera que no quería saber nada de mi. 

Los chicos me aconsejaron que fuera a su trabajo a pedirle perdón,  que le comprara flores y caramelos, también le hiciera un estúpido cartel donde le pedía perdón. Pero yo no iba hacer esa ridiculez, además no sabia si a ella le agradaba la idea, no la conozco del todo. 

Sé poco y sé que le encanta el automovilismo y que su piloto favorito es Charles Letcrer, entonces por qué disculparme regalándole lo que mas le gusta y funcionó. Vi la felicidad en sus ojos a pesar que estos se veían apagado, como todo su semblante. Stephanie me contó que su abuela había muerto hace días  y haciendo las cuentas fue el día que discutimos.

Quería ahorcarme, con razón ese día la vi tan triste.

Que soy un tonto, pero el mas grande del mundo.

Es una suerte que juliet me haya perdonado.

Estacioné el coche frente a su edificio, ella estaba mirando todavía su funko que no se percató que habíamos llegado. La observé en silencio sin tener en cuenta  que sucedía a su alrededor. La detallé de arriba abajo y me quedé estacionado en su perfil y después en sus labios. Automáticamente reviví el momento que tomé su rostro y la besé, fue algo que hice por despecho y juré que no sucedería nada mas. Pero desde que lo hice no he podido olvidarlo y menos borrarlo de mis labios. 

—Oh, ya llegamos — su voz me hizo pisar tierra y me volví hacia el frente como un rayo. 

—Que detallista — no pude evitar decir.

—Odioso.

—Así me adoran  — estaba esperando que riera, pero no lo hizo. Me pareció extraño — .¿Que pasa?

—Es ese chamo — dijo, noté que estaba tensa y asustada, mire hacia donde apuntó. Cerca de la entrada había un hombre, recostado sobre las paredes del edificio. Miraba a ambas direcciones. Cómo si estuviera esperando a alguien.

—¿Qué sucede con él?

Se vio dudosa de responderme.

—¿Pasó algo malo? — ella no era capaz de hablar — Te hizo daño.

Negó.

—Puedes acompañarme hasta la entrada.

—Juliet, puedes decirme.

—Es estúpido.

Fruncí las cejas.

—Si lo es por que estas tan asustado —sus ojos vibraron — . ¿Te hizo algo?

—No me ha hecho nada pero desde que llegué no deja hacerme invitaciones a salir o a su apartamento — empezó a soltar, su voz sonaba temerosa — . Allí me esta esperando, todas las noches lo hace y ya me da miedo decirle que no porque me mira de una forma muy aterradora. 

Fruncí las cejas.

¿Por qué ha dicho que es estúpido?

Esto es preocupante. 

—¿Quieres que lo ponga en su lugar? — se volteó hacia mi alarmada, ella negó y me extrañó su reacción. Esperaba que me dijera que si. 

Bueno en primer lugar no debí preguntar, debí actuar.

—No, lo que quiero es que me acompañes — mira hacia atrás, la mire sin comprender.

—Unos cuantos golpes no le hará mal — aseguré.

—No Ezequiel — la miré ofendido — . Lo que puedes provocar es que el tipo este la agarre contra ti o peor contra mi. Tu solo me acompañas hasta la puerta del edificio y ya. 

—¿Crees que funcione?

—Yo ruego que si.

—Bien — aceptó resignado después de pensarlo mejor. Ella tiene razón, si me lanzo a los golpes eso solo empeorarías las cosas y no quiero que salga lastimada.

Bajamos del auto a la vez. El tipo no tardó en darse cuenta. Este sonrió de manera frívola y no dudo en acercarse a ella. Cuando lo hizo me adelante y llegamos al mismo el tiempo, él me ignoró pero no pudo ignorar mi mano alrededor de la cintura de Juliet.

—¿Se te ofrece algo? — él dejó su atención sobre juliet para enfrentarme, la mano de ella apretó mis dedos y sentí como su mirada de miedo se clavaba en mi cuello.

—¿Y tu eres?

Tomé el mentón de julieth y la besé delante del imbécil que me miraba con desafío. Su cuerpo brincó de la sorpresa y ruego que el imbécil este no se haya dado cuenta o se arruinara todo. 

—Su novio — dije volviéndome hacia él —. ¿Se te ofrece algo?

—Ven bebe.

Los ojos del tipo cayeron sobre ella y me le impuse al frente sin una gota de miedo. Me he enfrentado contrincantes que daban pavor, este ni si quiera me intimidan sus músculos. 

—Esfúmate.

—Vamos amor —Juliet rodeo mi muñeca y me jaló del brazo para ingresar al edificio.

—Espero que me des el baño de burbuja que tanto me gusta — dije intencional y pude apreciar el rostro de juliet enrojecerse, cuando ingresamos,  me soltó la mano y se aproximó hasta los ascensores. Cuando me reuní a su lado, no era capaz de enfrentarme, su cara seguía se hacia mas roja. 

Tenia una curiosidad muy grande, sé que no es el momento ni la hora, pero antes de indagar sobre el tipejo que la tiene acosada. Le pregunté.

—¿Habías besado alguna vez? — sus ojos se ampliaron y la bolsa se le escapó de las manos.




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