Capítulo 4

Dad gracias a mi insomnio por este capítulo xd



Estuve casi media hora cambiándome los pantalones —¿qué me había dado últimamente con cambiarme compulsivamente de ropa antes de salir?— para terminar decantándome por un vestido azul oscuro. Me delineé los ojos mordiéndome el labio por la concentración y luego me puse mi pintalabios favorito, el rojo oscuro.

Teníamos una fiesta en casa de Lana y me apetecía emborracharme, no voy a negarlo.

Los demás estaban en el salón. Bueno... todos menos Naya y Will. Él estaba aporreando la puerta de su habitación, impaciente, mientras ella le pedía cinco minutos más. Sue y Jack estaban en la cocina en silencio con cara de impaciencia.

No miré a Jack cuando me detuve en la encimera para meter mis llaves en el bolso, pero noté su mirada clavada en mí. No entendía su actitud. No me había hablado en todo el día. No desde salir a fumar anoche. Honestamente, esa noche solo quería pasármelo bien y olvidarme un poco de él.

—Me gusta ese pintalabios —me dijo Sue.

—Puedo prestártelo si quieres —le sonreí.

—¿Va a ir tu nuevo novio? —preguntó ella.

Le puse mala cara cuando vi que Jack cerraba la nevera con un poco más de fuerza de la necesaria.

Gracias por tanto, Sue.

—Curtis estará ahí, pero no es mi nuevo novio —aclaré.

—Te has arreglado mucho para Charlie —murmuró Jack sin mirarme.

No respondí. Apreté los labios.

Naya tenía una sonrisa inocente cuando apareció por el pasillo después de hacernos esperar durante más de media hora de silencio incómodo.

—¿Podéis sentaros un momento en el sofá? —preguntó ella.

—Ya llegamos muy tarde —le dijo Sue con una ceja enarcada.

—Es una fiesta universitaria. No llegaríamos tarde ni aunque quisiéramos.

Los tres suspiramos y nos sentamos en el sofá. Will y Naya se quedaron de pie delante de nosotros. Yo dejé a Sue entre Jack y yo estratégicamente.

—¿Qué? —preguntó Jack al ver que ninguno de los decía nada.

—Tenemos que contaros algo —dijo Naya, sonriendo entusiasmada.

—Sí —Will también sonrió—. Algo muy importante.

—Dime que no vais a meter a más gente a vivir aquí, por favor —murmuró Sue, negando con la cabeza.

Los tres los miramos cuando intercambiaron una mirada divertida.

—No podemos decir que no —Will sonrió.

—No, por favor —suplicó la pobre Sue.

—Pero... —Naya sonrió aún más—, no tendrás que preocuparte del espacio hasta dentro de unos nueve meses.

Un momento...

¿Qué?

¿Había oído bien?

Creo que los tres tuvimos la misma reacción perpleja. De hecho, Sue y Jack no parecían tener intención de decir nada mientras Will y Naya sonreían ampliamente, esperando una respuesta de nuestra parte.

—¿Estás...? —le señalé la tripa.

—De tres semanas —me dijo Will, sonriéndole a Naya.

—¿Qué...? —Jack se había quedado mirándolos con los labios entreabiertos, perplejo.

—Esperábamos un poco más de entusiasmo, la verdad —Naya puso una mueca.

—Un momento —reaccionó Sue por fin—. ¿Voy a tener que aguantar a un niño baboso, llorón y gruñón?

Ellos intercambiaron una mirada divertida.

—O una niña —dijo Will.

Me puse de pie y sonreí ampliamente al abrazar a ambos. Parecieron sinceramente agradecidos de que alguien reaccionara positivamente. Los otros dos seguían mirándolos fijamente.

—¡Enhorabuena, chicos! —les dije sinceramente, mirándolos—. ¡Seréis unos padres increíbles!

—Y, si no, tía Sue se encargará del bebé —bromeó Will, mirándola.

—¡A mí no me dejéis a cargo del bicho! —protestó ella.

Todavía no lo tenía del todo asumido cuando Will nos hizo un gesto para que los siguiéramos.

—Hoy conduzco yo para compensar la tardanza.

Sue estaba entre Jack y yo en la parte de atrás del coche, más tiesa que un palo. Noté que él me dedicaba varias miradas con los labios apretados, pero decidí ignorarlas mientras enviaba un mensaje a Curtis diciéndole que ya iba para allá. Había quedado en que me vería con los de mi clase.

Y... ¿en serio? ¿Naya estaba embarazada? Seguía sin asumirlo.

La residencia de Lana estaba tal y como la recordaba. Seguía pareciendo un museo de arte. Subí las escaleras con ellos y me quedé mirando la masa de gente bailando en la gigante sala principal. Hacía tanto que no iba a una fiesta que me pareció que había más gente que la última vez.

Naya enganchó su brazo con el mío.

—Venga, que estás que lo rompes —me animó con una sonrisa.

—Y tú estás... ¡embarzada! ¡Es muy fuerte pensar que ahí dentro hay... algo!

—Bueno, normalmente había comida. Ahora hay un bichito que irá creciendo —sonrió ampliamente.

—Dios, Naya. Enhorabuena, de verdad.

—Gracias —me dedicó una sonrisa tierna mientras me estrujaba—. Estoy tan entusiasmada... lástima que no pueda beber para celebrarlo.

—Un momento... ¿no bebiste cerveza ayer?

—Era sin alcohol —me guiñó un ojo—. Will las compró y las escondió en la nevera. Ni siquiera os habíais dado cuenta.

Me condujo a la cocina y me sirvió un vaso de alcohol. Ni siquiera pregunté qué era para darle un buen trago. Iba a necesitarlo. Vi, de reojo, que Will y Jack hablaban en voz baja. Jack sonrió y le dio un apretón en el hombro a Will. Se me hizo tierno verlos así. Will se adelantó y se dieron un pequeño abrazo antes de seguir hablando.

Y Sue ya estaba robando comida de la nevera, claro.

—Por el bichito —dije, levantando el vaso hacia Naya.

Ella sonrió y levantó su botella de agua.

—¿No es un poco pronto para enseñarle lo que es el pecado? —preguntó Sue mirando a su alrededor.

—Tiene tres semanas —Naya puso los ojos en blanco—. Es más pequeño que una nuez. No se enterará.

Sue se encogió de hombros, levantó la copa y se la bebió de un trago. Después, se llenó los brazos con comida y desapareció en la fiesta. Naya y yo nos quedamos ahí, charlando. Ella me sonrió misteriosamente.

—¿Has avisado a Curtis de que estás aquí?

—Sí, pero no creo que ahora mismo sea el mejor momento para que venga —murmuré.

Ella echó una ojeada a Jack y suspiró.

—A no ser que quiera que le partan la cara... —rió sin muchas ganas—. Aunque...

Puse una mueca cuando se le iluminó la mirada.

—¿Qué?

—Nada, nada.

—Naya... —advertí.

—No es nada.

—No quiero poner celoso a nadie.

Volvió a sonreír inocentemente, dando un trago a su copa.

—Naya —repetí, mirándola con una ceja enarcada.

—¡Yo no...! —dejó de sonreír, mirando encima de mi hombro—. Oh, oh.

Levanté las cejas y me giré. Curtis venía directo hacia mí con una sonrisa. Jack y Will dejaron de hablar al instante en que Jack clavó sus ojos en él como dos dagas.

Curtis ni siquiera se dio cuenta. Se detuvo a mi lado y parpadeó varias veces.

—Estás genial —me guiñó un ojo amigablemente antes de mirar a Naya—. Y tú igual, Naya. Un placer volver a verte.

—Igualmente —y se dieron un pequeño abrazo.

—Los de nuestra clase están perdidos por toda la fiesta —me dijo Curtis, sonriendo—. Podemos lanzarnos a la aventura e intentar encontrarlos o emborracharnos aquí.

Me puso una mano en el hombro y, al instante en que me tocó, me sentí incómoda. Y no por él, sino por el psicópata que observaba cada movimiento desde unos cuantos metros de distancia.

—Toma, bebe con nosotras —Naya le ofreció un vaso.

Curtis sonrió y le dio un trago.

—Whoa, esto es fuerte —dijo, sorprendido.

—La especialidad de Naya es emborrachar a la gente —bromeé.

—¡Eso no es verdad! —y empezamos a reír los tres.

Entonces, las risas murieron cuando una botella de cerveza vacía se clavó en la encimera a nuestro lado. Jack se posicionó a mi otro lado, mirando fijamente a Curtis, que dejó de sonreír al instante.

Naya parecía entusiasmada con la escena.

—¡Ross! —lo llamó alegremente—. ¿Te acuerdas del amigo de Jenna?

Lo miró de arriba abajo.

—Sí.

—Mira, estaba diciéndoles lo buena pareja que hacen, ¿qué opinas tú?

La miré con incredulidad.

Iba a matarla.

Pero Jack no respondió. Se limitó a clavar los ojos en la mano que Curtis seguía teniendo en mi hombro. Él, por instinto, la quitó y se la metió en el bolsillo.

—¿Qué tal? —le preguntó Curtis a Jack, intentando ser amable.

—No hace falta que le hables —le aseguré en voz baja.

—Pues muy bien —le respondió Jack, ignorándome—. Hace mucho que no nos vemos. Y eso que has quedado muchas veces con Jennifer.

Le dedicó una sonrisa de todo menos amable. Curtis se limitó a encogerse de hombros, sonriendo.

—No hemos quedado tanto.

—Oh, demasiado —le aseguró él.

—Jack —advertí en voz baja.

—Es Ross —me miró.

—Ugh, cállate.

—Solo estoy hablando con él.

—No, estás siendo un maleducado.

Nos miramos el uno al otro, cada cual más irritado.

—No pasa nada —me aseguró Curtis.

Ross lo ignoró categóricamente. Seguía mirándome con el enfado en los ojos. Y mi objetivo era no ser la primera en romper el contacto visual. Quería mi pequeña victoria.

—¿Has visto su película? —preguntó Will en medio del silencio, aunque estaba claramente incómodo.

—Más de una vez —aseguró Curtis—. Estaba esperando que se estrenara aquí para poder ir a la premiere.

—Pues nos veremos ahí, porque nosotros dos también iremos —comentó Naya con una risa nerviosa.

Al final, fui yo quien rompió el contacto visual con Jack, cansada. Will se estaba presentando a Curtis. Me acerqué a la nevera y escuché que me seguía. La cerró de golpe cuando vio que iba a agarrar una botella de alcohol.

—¿Qué haces? —pregunté, sorprendida—. ¡Podría haber perdido la mano!

—Es una nevera, no la boca de un maldito tiburón —me puso mala cara.

—Bueno, ¿me vas a dejar abrirla?

—No.

—¿Cómo que no? —fruncí el ceño.

—No quiero que te emborraches.

—¡Por Dios, no empieces!

Dio un paso hacia mí y se inclinó hacia delante.

—No quiero que te emborraches aquí.

—¿Aquí? —repetí, confusa.

—Aquí, rodeada de todos estos idiotas.

Puse los ojos en blanco.

—Ninguno de estos idiotas me ha tratado la mitad de mal que tú.

—Oh, perdón por no tratar como a una jodida reina a la chica que me dejó.

Aparté la mirada y sacudí la cabeza.

—Mira, Ross, ahora mismo no quiero tener esta conversación.

—¿Por qué? ¿Quieres irte con el imbécil?

Lo miré, irritada.

—Y si quisiera, ¿qué? ¿Tienes algo que decir al respecto?

No esperé una respuesta. Volví con Curtis, que sonrió cuando lo agarré de la mano.

—Vamos a bailar —le urgí.

—¿Problemas en el paraíso? —bromeó.

Me siguió dócilmente en medio de la multitud, donde por fin perdimos a Jack. Naya nos había seguido y bailó con nosotros, cosa que agradecí. No tardamos en encontrar a la gente de mi clase, que presenté a Naya. Me lo pasé genial. Ni siquiera me había dado cuenta de que habían pasado dos horas.

Volvimos a la cocina a reponer fuerzas. Curtis se apoyó en la encimera y me miró mientras Naya rebuscaba en la nevera por algo de comer.

—Me muero de calor —él puso los ojos en blanco, abanicándose.

—Ya me hablarás del chico con el que te mirabas ahí dentro —le sonreí.

—No estaba mal, ¿eh? —levantó y bajó las cejas, haciéndome reír—. ¿Sabes que tienes el pintalabios hecho un asco?

—¿En serio?

Me toqué debajo del labio y vi que mi dedo se quedaba un poco rojo.

—Ugh, creo que me he pasado la mano por la boca sin darme cuenta —protesté—. ¿Puedes intentar arreglarlo?

Él se acercó para limpiármelo con la mano.

Y, justo en ese momento, noté que me apartaba cuando alguien me rodeó los hombros desde atrás con ambos brazos, pegando mi espalda a su pecho. No necesité levantar la cabeza para saber quién era. El olor, la piel, incluso esa forma de abrazarme tan característica... lo conocía demasiado bien.

Y, aunque estaba furiosa con él por interrumpir de esa forma, mi estómago dio un vuelco con el repentino contacto.

—¿Qué tal, Curtis? —le preguntó secamente.

—Eh... —él pareció un poco descolocado al ver que me abrazaba—. Muy bien, la verdad.

—Sí, eso ya lo veo.

Intenté librarme de su agarre, pero fue bastante inútil. Puse una mueca.

—¿Quieres algo, Ross? —Naya se había acercado rápidamente al ver la situación de emergencia.

—Solo pasaba por aquí —dijo él, aunque su mirada no se había despegado del pobre Curtis, que parecía más incómodo que nunca.

—¿Puedes... soltarme? —protesté, desistiendo a intentar quitármelo de encima.

Will había aparecido de la nada y miró los brazos de Jack firmemente apretados en mis hombros. Puso una mueca cuando lo miré significativamente.

—Eh... Jenna, ¿no me habías dicho que querías ver la terraza? Ven, te la enseñaré —me salvó enseguida.

Jack lo miró, extrañado. Aproveché el momento de distracción para escabullirme y me deslicé con Will hacia la terraza, aliviada. Él abrió la puerta para mí y los dos salimos de la cocina. Sin embargo, no habíamos dado dos pasos cuando la puerta volvió a abrirse y cerrarse con un poco más de fuerza.

—Ross, tío, estás siendo un poco... —empezó Will al ver que iba directo hacia mí.

—¿Te has estado besando con él? —me preguntó directamente.

Se había detenido justo delante de mí, furioso. Le puse mala cara.

—Jack, no es...

—Tienes el pintalabios hecho una mierda —pasó un pulgar por debajo de mi labio inferior y vi que su dedo quedaba del mismo color que mis labios .

Incluso con la maldita situación en que estábamos, sentí un vuelco en el estómago cuando me tocó tan cerca de la boca.

—Déjame en paz —fruncí el ceño y me pasé los dedos alrededor de la boca, intentando limpiar cualquier desastre.

—¿Eso es un sí?

—Ross —la voz calmada de Will hizo que se girara hacia él—. Relájate. Nadie se ha besado con nadie.

Pues era cierto. Yo seguía intentando quitarme el desastre de pintalabios con ayuda de la cámara de mi móvil. Puse una mueca cuando lo apartó de delante de mi cara para mirarme.

—¿Te vas a enrollar con él?

—Será una broma.

—¿Te parece que esto bromeando?

—¿Te pregunto yo a ti si te vas a enrollar con cada chica con la que te cruzas? —pregunté, enfadada.

—¡No es lo mismo!

—¡Es exactamente lo mismo! —aparté la cara cuando intentó tocarme—. ¡Deja de quitarme el pintalabios!

Apretó los labios con fuerza, mirándome.

Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía las pupilas dilatadas. No lo había notado hasta ese momento. Fruncí el ceño al instante.

—¿Y tú me pides explicaciones? —pregunté, indignada—. ¡Mírate!

Pareció momentáneamente avergonzada.

—Puedo hacer lo que quiera —me dijo en voz baja.

—¡Y yo también! —miré a Naya, que se disculpaba conmigo con los ojos. Curtis no estaba. Esperaba que no se hubiera enfadado conmigo por culpa del idiota. Ugh, ¡solo quería una noche sin dolores de cabeza! Me giré hacia él, frustrada—. Se acabó. Gracias por arruinarme la fiesta. Me voy.

Vi que iba a agarrarme del brazo y lo aparté justo a tiempo. Él me miró como si quiera arrastrarme hacia el coche, pero me dio igual. Escuché que me seguía hacia la cocina.

—¿Te vas con él? —me preguntó bruscamente.

Me di la vuelta y lo miré, cansada.

—¡Voy a por un maldito taxi, Ross!

Crucé la pista de baile con tantas ganas de deshacerme de él que probablemente empujé a más de dos personas. Pero me dio igual. La mayoría se apartaba cuando veían a Jack caminando detrás de mí, furioso. Crucé el pasillo desierto con pasos rápidos, escuchando como me seguía. Ni siquiera me di la vuelta cuando bajé las escaleras a toda velocidad. Saqué mi móvil e hice un ademán de llamar a un taxi, pero me lo quitó de las manos.

—¡JACK! —estaba furiosa y agotada.

—No te vayas con un taxi —me frunció el ceño.

—¡Por al amor de Dios, déjame en paz de una vez!

Vi que Will, Naya y Sue aparecían por la puerta principal del edificio y se acercaban rápidamente a nosotros.

—Te llevo yo —me urgió él, agarrándome de la muñeca.

Me zafé de su agarre de un tirón. Apretó los dientes.

—Pero, ¿¡tú te has visto a ti mismo!? ¡No podrías conducir ni aunque quisieras!

—¿¡Quieres dejar de poner pegas a todo lo que te digo!?

—¡Pues deja de darme órdenes! —exploté—. ¡Me lo estaba pasando bien hasta que has decidido meterte en mi maldito camino!

—¡Estabas a punto de hacer una tontería!

—¿Una tontería? ¿Y qué sabes tú de mis tonterías?

—¡Enrollarte con ese idiota hubiera sido una tontería!

—¡Enrollarme contigo fue una tontería!

Me callé cuando me di cuenta de lo que había dicho. Él me miraba fijamente.

A veces, me da vergüenza ser tu conciencia.

Sus labios estaban tan apretados que le palpitaba un músculo en el cuello cuando dio un paso hacia mí.

—¡Si tanto te gusta ese imbécil, vete a vivir con él y no conmigo!

—¡Tranquilo, estoy deseando irme a vivir a cualquier otro lado para no tener que volver a verte!

—Chicos... —Naya intentó meterse en medio.

—¡Si tanta prisa tienes, haz la puta maleta y vete de una vez! —me gritó Jack.

—¡Lo voy a hacer! ¡Ni siquiera la he deshecho porque sabía que pasaría esto!

—¡Pues claro que sabías que pasaría! ¿Qué te creías? ¿Que ibas a volver y encontrarlo todo perfecto cuando tú misma lo dejaste hecho una mierda?

—¡Jack, no es...!

—¡ROSS!

—¡Pues Ross! ¡Me da igual! ¡Dentro de unas semanas me iré de tu vida otra vez y ya no tendrás a nadie a quien culpar de tus problemas!

Él se detuvo. Su pecho y subía y bajaba. El mío también.

—¡Pues que te aproveche la jodida residencia!

—¡Seguro que será mejor que tener que vivir contigo!

—¡Sí, y podrás traerte a todos los tíos que quieras!

—¡Que lo hagas tú no significa que yo vaya a hacerlo!

—¡Tú no tienes ni puta idea de lo que hago o lo que no hago, Jennifer!

Tardé un momento en responder y Sue lo aprovechó.

—Vamos, chicos, deberíamos irnos —dijo ella.

Me sorprendió que fuera ella quien me pasara un brazo por encima de los hombros y me guiara hacia el coche de Will. Me quedé sentada en la parte de atrás de brazos cruzados cuando vi que Jack y él hablaban en voz baja. Entonces, Jack se sentó al otro lado de los asientos traseros, volviendo a dejar a Sue en medio de ambos. Aparté la mirada de él y la clavé en la ventanilla.

Nadie dijo nada en todo el camino y lo agradecí. Por algún motivo, quería llorar. Tragué saliva con fuerza e intenté olvidarme de su presencia.

Cuando subimos al ascensor, seguíamos sumidos en un profundo silencio. Me atreví a levantar la mirada hacia el frente, donde Jack estaba apoyado con la espalda en el ascensor y los brazos cruzados. Parecía pensativo. Seguía teniendo los dientes apretados.

Él giró la cabeza y se encontró con mi mirada. No supe cómo interpretarla. Yo la aparté primero. En esos momentos, por muy arrepentida que estuviera, solo quería olvidarme de él. Y lo dejé claro cuando entré la última en el piso y noté su mirada clavada en mi nuca al ir directamente a la cocina. Me llené un vaso de agua. Lo necesitaba.

Apenas había dejado el vaso en la encimera cuando vi que nos habíamos quedado solos. Genial.

Él se había sentado en el sofá. Podía ver su perfil. No me miró cuando se pasó una mano por el pelo.

Me pregunté si tenía que decir algo. Nunca había estado en una situación así. Al final, me decanté por no hacerlo.

Estaba entrando en el pasillo cuando escuché su voz.

—¿Alguna vez me fuiste infiel?

Me detuve en seco, tensa.

No me acababa de preguntar eso, ¿verdad?

No me acababa de hacer esa maldita pregunta.

Me giré lentamente hacia él con el ceño fruncido. Me miraba fijamente. Sí. Iba en serio.

—¿Estás de coña? —pregunté en voz baja.

—Es solo una pregunta —dijo con voz sospechosamente calmada.

—Sabes perfectamente la respuesta.

—¿La sé? —se puso de pie sin dejar de mirarme. Se acercó lentamente—. Cada vez que te veo, me da la sensación de que había más cosas de ti que no he llegado a conocer nunca.

—¿Qué...? ¿De qué demonios estás hablando?

—Nunca fuiste del todo sincera conmigo, ¿no?

—Fui sincera contigo —le fruncí aún más el ceño, ofendida.

—Oh, sí. El último día lo demostraste muy bien.

—Yo no... —negué con la cabeza, frustrada, y me puse a la defensiva—. ¿Y tú qué, Ross?

—¿Yo, qué?

—¡Deja de hablarme así, como si no hubieras tenido ningún secreto durante nuestra relación!

Entrecerró los ojos, deteniéndose delante de mí.

—Nunca te mentí. Nunca. Ni una sola vez en esos tres meses de mierda.

—¡Pero tampoco fuiste completamente honesto! ¡Te pasabas el día evitando mis preguntas!

—¡Y ahora, viendo en lo que nos hemos convertido, me alegro de ello!

—¡Yo te lo conté todo!

—¡Y yo no te conté lo que no necesitabas saber de mí!

—¡Me da igual lo que necesitara, lo que quería era conocerte bien! ¡Y nunca me diste la oportunidad de hacerlo!

—¿Y qué hubieras hecho si te lo hubiera contado todo? ¿Me habrías dejado aún peor por haber sido lo suficientemente idiota como para confiar en ti?

—¡Me da igual, Ross, te conté todo de mi! ¡Incluso te hablé de mi maldito hermano mayor pillándome sin sujetador! ¡Te conté cada detalle y tú nunca me diste una sola pista de nada de tu vida! ¡Tenía que descubrirlo por los demás!

—¡Mi vida no es tu maldito problema, Jennifer!

—¡No, ya no! —lo empujé por el pecho y dio un paso atrás pese a que no había sido lo suficientemente fuerte como para hacerlo retroceder—. ¡Es tu problema! ¡Y te la estás destrozando!

—¡¿Yo me la estoy destrozando?!

—¡Sí, Ross! —volví a empujarlo, furiosa—. ¡Después de todo lo que yo... después de todo lo de Francia y de tener la maldita oportunidad de tu vida, mira lo que estás haciendo!

—¡Estoy haciendo lo que quiero!

—¡No, estás intentando ser alguien que no eres!

—¡No sabes quién soy! —me sujetó las muñecas delante de su pecho, furioso, cuando hice un ademán de volver a empujarlo—. ¡No sabes nada de mí! ¡Lo hubieras sabido si te hubieras quedado aquí, conmigo!

—¡Sé que no eres... esta persona!

—Esta persona —repitió con los dientes apretados.

—¡Sí, Ross! ¡Este... imbécil que no deja de meterse con todo el mundo, drogarse y emborracharse porque... no sé por qué!

—¿Y qué soy, Jennifer?

Dejé de forcejear para que me soltara y él mantuvo sus ojos sobre los míos, mirándome fijamente.

—Eres... —oh, no, tenía los ojos llenos de lágrimas—. Eres bueno, Ross.

Hice una pausa cuando él no se movió.

No sabía ni cómo empezar a decirlo, pero ya había explotado y no había marcha atrás. Tragué saliva intentando librarme del nudo de mi garganta y noté que sus dedos se apretaban en mis muñecas.

—Eres gracioso, asquerosamente encantador y tienes un don para salirte con la tuya siempre. Eres... un chico al que le gustan las películas y la comida basura, el cine y los superhéroes. Y que hace los recados de los demás porque le encanta aunque finge que no es así. Y eres... eres Jack, no Ross. Ross es lo que intentas ser para no salir herido, pero no eres tú. Y lo sabes.

Vi que él había dejado de fruncir el ceño, pero seguía teniendo la mandíbula tensa. Se tensó aún más cuando estiré las manos y también le agarré las muñecas, pasando los pulgares por su piel. Estaba muy tenso

—Sé que te hice daño. Y lo siento. Lo siento mucho. No sabes cuánto. Ojalá pudiera... —me corté a mí misma y sacudí la cabeza—. Sé que lo has pasado mal por esto. Y sé que... sé que ha sido por mi culpa. Pero... no eres así. No eres... simplemente no eres este, Jack. No necesitas serlo. En el fondo, eres el chico que conocí hace un año. Nunca has dejado de serlo.

Hubo un momento de silencio. Él me miraba fijamente. No sabía leer su expresión, pero se había callado. Noté que me bajaba una lágrima por la mejilla y le solté la mano para limpiármela.

Él soltó mi otra muñeca y dio un paso atrás, negando con la cabeza.

—Tú misma te encargaste de que el chico que conociste hace un año desapareciera —masculló.

Cerré los ojos un momento y negué con la cabeza. Él no había cambiado su expresión cuando los abrí.

—¿Por qué demonios has vuelto? —preguntó—. ¿Te creías que esto iba a ser bonito? ¿Que tendríamos una segunda parte maravillosa y que yo volvería a dejarlo todo por ti?

—Ross, no...

—¿Te crees que volveré a tragarme el mismo cuento dos veces?

—¡No era ningún cuento!

—¡Me dejaste, Jennifer, así que deja de insinuar que lo que hacías era real!

—¡Lo era! —me frustré.

—¡¿Y por qué me dejaste?! ¡¿Por qué demonios te fuiste?! ¡Te lo di todo! ¡Todo! ¡Y no me refiero a dinero, al piso, o a cualquiera de esas mierdas! ¡Te di todo lo que tenía de mí! ¡Aunque a ti te pareciera que no lo hacía, nunca me había abierto de esa forma con nadie! ¡Con nadie en el puto mundo! ¡Solo contigo!

Hizo una pausa, inspirando hondo. Yo no pude evitarlo y me empezaron a caer las lágrimas cuando vi que él estaba a punto de derrumbarse.

—Eras la única persona en el mundo que podía hacerme daño. Y lo hiciste.

—Jack... yo no...

—¿Y ahora te crees que tienes algún derecho a venir aquí a darme lecciones sobre cómo cuidar mi vida? ¿Te crees que me creo toda esa mierda de amiga preocupada? ¿Crees que quiero ser tu amiguito? No es que no quiera, Jennifer, es que no puedo. ¡No puedo estar cerca de ti! ¡Cada vez que te veo, es como revivir toda esa mierda otra vez! ¡Te veo marchándote después de que hiciera todo lo que estuvo en mi mano para que te quedaras! ¿Quién te crees que eres para volver justo cuando estaba empezando a olvidarte? ¿Quién te crees que eres para volver a sacar todo eso de la nada?

Se dio la vuelta, frustrado, y se pasó una mano por el pelo. Me quedé mirándolo con lágrimas en los ojos. Él se volvió a dar la vuelta y me miró.

—Sabes que te quería, ¿no? —me preguntó en voz baja—. Lo sabías perfectamente, pero no impidió que te marcharas. Y sigo sin saber por qué demonios lo hiciste. Porque no fue por el idiota que te esperaba en casa, ¿verdad?

Abrí la boca para responder, pero no pude.

—¿Sabes qué? No quiero saberlo —negó con la cabeza—. Debí haber hecho contigo lo que hacía con todas. Me habría olvidado de tu maldita existencia en una semana.

Apreté los labios, pero no dije nada. Él sonrió con maldad.

—Era lo que quería hacer cuando te conocí, ¿sabes? Quería echarte un polvo y mandarte a casa. Pero Will me pidió que no lo hiciera porque eras la compañera de habitación de su novia. Porque Naya parecía pasárselo bien contigo y sabía que no querrías volver a venir con nosotros después de que yo te mandara a la mierda. Fue lo único que me impidió hacerlo.

Hizo una pausa, apretando los labios con fuerza.

—Ojalá lo hubiera hecho.

Mi corazón latía a toda velocidad cuando se dio la vuelta y empezó a ir al sofá de nuevo. Lo seguí con los puños apretados. Me estaban cayendo lágrimas de pura rabia.

—¿Sabes cuál es tu problema? —le pregunté con voz cortada.

—No tengo ningún problema —murmuró sin mirarme.

—Sí, sí lo tienes. Tu problema es que sigues enamorado de mí, Jack.

Él se detuvo de golpe y vi que cada músculo de su espalda se tensaba.

Yo también me detuve y tragué saliva. Mi cuerpo entero era un manojo de emociones a flor de piel. Al menos, habían dejado de caerme lágrimas. Pero seguía teniendo las mejillas húmedas.

Entonces, él se dio la vuelta y clavó una mirada helada en mí. Tuve que esforzarme mucho para quedarme en mi lugar cuando rehizo el recorrido hasta quedar justo delante de mí. Tanto que tenía que echar la cabeza hacia atrás para mirarlo. Al hablar, usó un tono muy bajo.

—Y tú de mí, Jen.

Por un momento, no supe qué decir.

—Estás tan jodidamente enamorada de mí que no soportas vivir aquí. Por eso te fuiste, ¿verdad? Quizá no fue el principal motivo, pero fue uno de ellos. Y por eso quieres irte otra vez. Porque eres demasiado cobarde como para enfrentarte a eso. Como para afrontar que alguien te gusta lo suficiente como para que pueda hacerte daño. Que estás jodidamente enamorada de mí.

Hizo una pausa al inclinarse más hacia mí.

—Porque lo estás —añadió en voz baja—. Puedes odiarlo todo lo que quieras, pero es así.

—No estoy enamorada de nadie —mascullé.

Él sonrió irónicamente y se acercó un poco más.

—Pues apártate.

Cuando vio que no me movía, enarcó una ceja.

—Venga, apártate.

—¡Deja de ser un imbécil, Ross, sabes que no...!

—Oh, ¿lo sé?

—¡Eres un... engreído y... un maldito idiota!

—Puedes mentirte a ti misma todo lo que quieras, Jennifer, a mí no me engañas.

—¡No quiero engañarte! ¡No quiero nada contigo! ¡Tú eres el que tiene sentimientos que no quiere tener, no yo, porque...!

Me corté a mí misma cuando noté que me agarraba la cara con las manos y se inclinaba hacia delante, pegando sus labios a los míos.

Durante un momento, fue como si mi cuerpo entero se quedara sin saber qué hacer. Me quedé helada mientras él apretaba los dedos en mis mejillas y los labios sobre los míos. Todo el vello de mi cuerpo se erizó. Mi corazón empezó a aletear como no lo había hecho desde que me había marchado de ahí.

Y, entonces, se separó completamente de mí, dando un paso atrás. Su pecho también subía y bajaba rápidamente.

—¿Lo ves? —me señaló con la cabeza.

No supe qué decir. Era como si me hubiera quedado sin cuerdas vocales. Él esbozó una sonrisa triste.

—Al menos, tenías razón en algo. Tengo sentimientos que no quiero tener. Porque sigo queriéndote. Y no te lo mereces.

Abrí la boca, pero, de nuevo, no sabía qué decir. Él borró la sonrisa y negó con la cabeza.

—Nunca te has merecido que te quisiera, Jennifer. Nunca te lo merecerás. Pero soy lo suficientemente idiota como para seguir haciéndolo toda mi vida.

Nos miramos un momento el uno al otro antes de que él se diera la vuelta, agarrara las llaves y desapareciera. Escuché sus pasos por el pasillo hacia la ventana.

Por algún motivo, me encontré a mí misma acercándome a la puerta y rodeando la manija con la mano. Sin embargo, me detuve de golpe. No me había dado cuenta de que había estado llorando todo el rato. Apoyé la frente en la puerta.

Era una mierda de persona.

Tenía razón, no me merecía que me quisiera. No me merecía que nadie lo hiciera. Yo misma me había tirado de lleno en ese hoyo. Y nunca saldría de él. Era la única persona del mundo que me había dicho que me quería sintiéndolo de verdad y lo había destrozado.

Era una mierda de persona. Lo era.

Solté el pomo de la puerta y me arrastré de nuevo hacia la habitación. Cerré la puerta llorando como una idiota. Me senté en la cama, en su lado, y noté que mi cuerpo entero se relajaba. Era como volver a casa. Apreté su almohada con la palma de la mano sin saber muy bien por qué.

Quería que volviéramos al tiempo en que Monty era nuestra máxima preocupación.

Me giré hacia algo que me llamó la atención en su mesita de noche. El primer cajón estaba entreabierto. Lo abrí lentamente, quitándome una lágrima, y vi, en su interior, el cómic que le había dado por su cumpleaños. Volví a lloriquear cuando vi que tenía las páginas dadas de sí de lo mucho que lo había leído.

Lo devolví a su lugar y vi una sudadera roja que me resultaba muy familiar. La sudadera de Pumba. La agarré con fuerza y la abracé. Me recordaba tanto a él... no me podía creer que hubiera guardado eso durante un año.

Y, junto donde había estado la sudadera unos segundos atrás, estaba una foto. La única que teníamos juntos. Se me encogió el corazón al recordar la estúpida feria de mi pueblo, donde nos habíamos metido en esa cabina de fotos. En ese momento, pareció una bobada. Ahora, me entraban ganas de llorar al ver su cara de felicidad mientras le besaba los labios, la mejilla y le ponía una mueca, haciéndolo reír.

Ya no volvería a ver esa sonrisa.

Y todo porque era una mierda de persona y no me la volvería a merecer nunca.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top