Capítulo 3

Para todxs los que preguntaban: no tengo días fijos para subir capítulo. Intento subir uno por semana, aunque a veces puedo subir otro más.

De todos modos, en mi Instagram (joanamarcusx) voy subiendo pequeños adelantos y avisando de cuándo habrá nuevo capítulo. A veces, cuando nuestro querido Wattpad no notifica que hay nuevo capítulo, también aviso por ahÍ. Así que, si te interesa, ahí tienes el user :p

Y también aprovecho para deciros que habrá un libro narrado por Jackie, pero todavía no puedo decir mucho más :D

Ahora, a leer, pequeños saltamontes.





Admito que estaba un poco nerviosa cuando entré en el salón. Solo Naya y Jack estaban en casa. Ella estaba en el sillón con sus apuntes mientras que Jack miraba su portátil en uno de los sofás. Tragué saliva con fuerza.

—Eh... —empecé.

Los dos me miraron. Mis nervios aumentaron con la mirada de ojos entrecerrados de Jack.

—Tengo que hacer un trabajo de clase —empecé torpemente.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Naya, confusa.

—No, no es eso... es que... mhm... tiene que venir un compañero. Su compañero de habitación es un poco raro y no podíamos ir ahí, así que... eh... le ofrecí hacerlo aquí. Espero que no os importe. Solo será un ratito.

Naya sonrió.

—Por mi no hay problema. ¿Es Curtis?

Asentí con la cabeza. Su sonrisa se ensanchó mientras que Jack enarcaba una ceja lentamente.

—Pero podemos ir a la habitación o... —intenté arreglarlo.

—Quedaos aquí —me cortó Jack.

Lo miré, perpleja.

—Pero... vosotros estáis aquí.

—Veo que lo entiendes.

—Ugh, no empieces, Ross —Naya puso los ojos en blanco.

Él no respondió. Volvió a clavar la mirada en el portátil. Sin embargo, un segundo más tarde, todos nos tensamos cuando escuchamos el timbre.

—Creo que es... ¡Ross, vuelve aquí!

Ya se había puesto de pie e iba directo hacia la puerta. Naya y yo intercambiamos una mirada de pánico colectivo cuando la abrió con un poco más de fuerza de la necesaria. Vi que Curtis daba un respingo, mirándolo.

—Eh... hola —murmuró.

—¿Qué? —le preguntó Jack secamente.

Por el amor de Dios...

—¿Está... Jenny?

—No.

Y le intentó cerrar la puerta en la cara.

Metí el pie justo a tiempo, deteniéndola.

—¡Sí estoy! —le sonreí dulcemente antes de dedicar una mirada furibunda a Jack—. Pasa, Curtis.

El pobre Curtis pareció aliviado cuando aparté a Jack sin mucho cuidado. Pasó por delante de nosotros y saludó a Naya mientras yo me giraba hacia el idiota y cerraba la puerta. Él seguía teniendo los ojos clavados en la nuca de Curtis como si quisiera atravesarla.

—No empieces —advertí en voz baja.

—¿Empezar qué?

—Lo de ayer —le recordé—. Sabes perfectamente de lo que te hablo.

Hubo una pequeña chispa de maldad en sus ojos cuando los entrecerró y los clavó en mí.

—Solo quiero conocer a tu amigo Charlie.

—Se llama Curtis.

—Información vital para mi vida.

—Y es un buen chico. Y muy listo. Y mi compañero en tres proyectos más.

—Sí que te gusta Charles de repente.

—¡Se llama Curtis! Y no es cuestión de que me guste o no.

—Vas a tener que pasar mucho tiempo con Caleb si tienes tres proyectos más con él.

—Se llama... Bueno, da igual, solo... no lo espantes.

—¿Y si lo espanto... —dio un paso hacia mí— qué?

Me crucé de brazos.

—Pues que... eh... te mataré.

—Qué miedo.

—Ross, lo digo en serio.

—Claro, claro.

Cuando hizo un ademán de pasar por mi lado, ignorándome, le agarré el brazo por el impulso. Pareció un poco sorprendido cuando me miró, pero no lo solté.

—La mitad de la nota de tres de mis asignaturas dependen de que mis proyectos con él salgan bien —dije en voz baja—. No puedo cambiar de compañero. No quiero que las cosas sean incómodas para nosotros. Por favor, no lo espantes.

Él me miró durante unos segundos, considerando la oferta.

—Seré bueno —concluyó y sonrió angelicalmente.

Le dediqué una última mirada de advertencia antes de volver al salón, donde Naya había dado una cerveza a Curtis. Él estaba sentado en el sofá libre y me posicioné a su lado enseguida. Me alivió ver que Jack se iba al otro. Quizá iba a hacerme caso, después de todo. Me miró con una ceja enarcada cuando le dediqué una mirada de agradecimiento, pero no dijo nada.

Naya fingía mirar sus apuntes mientras estaba atenta a absolutamente todo lo que pasaba a su alrededor.

—Bonita casa —me comentó Curtis con una pequeña sonrisa.

—Es mía —Jack enarcó una ceja.

—Oh, bueno... eh...

—Pero es muy bonita, sí, eh... —solté una risita nerviosa mientras sacaba mis cosas—. Bueno, el proyecto... había pensado en...

Y empecé a parlotear sobre mis ideas mientras él escuchaba atentamente. Asintió con la cabeza mientras escribía rápidamente en mi portátil. Él apuntó las suyas e hicimos un diagrama sobre cómo queríamos que fuera la presentación. Ya casi llevábamos una hora y medio trabajo planteado cuando él sonrió.

—Será sensacional —bromeó.

Sensacional era una broma que teníamos los de clase. Uno de nuestros profesores lo pronunciaba como sensssssacional y no dejábamos de usarlo a modo de burla. Empecé a reírme como una idiota y él hizo lo mismo.

La mirada de Jack se clavó en mi mejilla y dejé de reír, roja como un tomate. Casi me sentía como si me hubieran pillando siendo infiel a alguien.

—Por cierto, ¿sigues teniendo mi carpeta? —preguntó Curtis.

—Oh... —señalé el pasillo—. Sí, voy a por ella. Vuelvo en un momento.

Remarqué lo de un momento mirando a Jack, que me dedicó una sonrisa angelical. Después, prácticamente, salí corriendo a la habitación.

Al volver, tardé un momento en reaccionar al ver que Jack sentado al lado de Curtis, que estaba claramente incómodo. Naya contenía una risa.

—¿De qué habláis? —pregunté con voz aguda.

Curtis parecía medio divertido y medio incómodo al mirarme.

—Le hablaba de nuestras clases a tu... mhm... ¿novio?

Silencio.

Horrible silencio.

Miré a Jack de reojo y vi que no se molestaba en negarlo. Él echó una ojeada en mi dirección, como si me retara a decir algo. Aproveché para sentarme al otro lado de Curtis.

—Es solo mi compañero de piso —remarqué.

Jack contuvo una risotada.

—Creo que soy un poco más que eso.

—No mucho más.

—Soy su exnovio.

—Mi exnovio de hace mucho tiempo.

—No hace tanto tiempo, nena —Jack me sonrió dulcemente.

¿Nena? Ni siquiera me había llamado así en su vida. Solo quería incordiar.

—Hace bastante tiempo, nene —me crucé de brazos, mirándolo fijamente.

Su mirada brilló con un poco de diversión maliciosa.

—¿Tan rápido te olvidas de todo lo que hicimos en ese sofá, nena?

Naya, que estaba bebiendo, se atragantó y empezó a toser. Me puse roja como un tomate. Curtis miró el sofá en el que estaba sentado con curiosidad.

—Nunca hicimos nada en ningún sofá —le dije con los dientes apretados.

—Es verdad, siempre nos las arreglábamos para llegar al dormitorio. O a la ducha, o a la encimera...

—¡¿A la encimera?! —Naya borró la sonrisa—. ¡Espero que, al menos, la desinfectarais después!

—¡Que no es verdad! —me puse roja.

Curtis parecía estar a punto de reírse, sentado entre nosotros. Miré a Jack con mala cara.

—Ross—le advertí en voz baja.

—Jennifer.

—¿Por qué no te vas a fumar un rato?

—Fumar es malo para mi salud. No creo que sea lo más adecuado.

Apreté los labios mientras su sonrisa se ensanchaba.

—Pues vete a tomar el aire. Te irá bien.

—Estoy bien, gracias por tu preocupación.

—¿Y por qué no te vas a tirar por el tejado, entonces?

—También estoy bien en ese aspecto, gracias de nuevo.

Él sonrió inocentemente. Yo lo asesiné con los ojos.

—Ross —esta vez, mi voz sonó más firme—. Vuelve al otro sofá.

—¿Acaso molesto? —se hizo el sorprendido.

—Sí.

—¿Te molesto, Carter?

—Curtis —corrigió él torpemente.

—Ah, sí. Connor.

—¡Es Curtis! —me exasperé yo—. Y sí, molestas. Vete.

—Él acaba de decir que no.

—No... yo no... eh... —Curtis me miró en busca de ayuda.

—Ross —le advertí en voz baja.

—Venga, Ross —le dijo Naya—. ¿No tienes ninguna película que ir a supervisar o algo así?

Vi que Curtis daba un respingo y lo miré, extrañada. Jack también le frunció el ceño, confuso.

—Un momento... ¿Eres Jack Ross? —le preguntó con voz aguda.

Jack se giró hacia él con mala cara.

—Sí.

—¡Soy muy fan de tu trabajo!

Oh, no.

Puse los ojos en blanco cuando Jack me miró, malévolamente divertido por mi expresión. Curtis parecía entusiasmado.

—¡Estaba en el primer festival en el que estrenaste la película! —dijo torpemente—. De hecho, no sé cómo no te he reconocido. Bueno... Jenny a veces te llama Jack y, eh... ¿puedo llamarte yo también...?

—No.

—Vale —se puso rojo—. Es un placer, de verdad. Soy muy fan de tu trabajo, Ross.

Yo tenía mi mirada furibunda clavada en Naya, que parecía divertida mientras Curtis hacía un ademán de apretar la mano de Jack, que la aceptó sin mucho entusiasmo.

—Dentro de poco estrenas la película en la ciudad, ¿no? —preguntó.

—En tres semanas —dijo Naya felizmente.

—Ya tengo la entrada comprada, así que... —Curtis me miró—, supongo que es un poco tarde para invitarte.

—Qué lástima —Jack me sonrió, para nada apenado.

—No quería ir —recalco, malhumorada.

Curtis se aclaró la garganta.

—¿Puedo usar el servicio?

—La primera puerta a la izquierda —le indicó Naya amablemente señalando el pasillo.

Jack y yo lo miramos desaparecer. En cuanto escuché la puerta del cuarto de baño cerrándose, agarré un cojín y se lo tiré a la cara a Jack. Él lo esquivó, sorprendido.

—¿Qué...?

—¡Deja de incordiarle!

—¡No lo estoy incordiando!

—¡Estás siendo un...!

—Bajad la voz u os oirá —murmuró Naya, repasando algo de sus apuntes distraídamente.

—Has dicho que no lo espantarías —le susurré, furiosa.

—¿Qué estoy haciendo para espantarlo? —me frunció el ceño, hablando también en voz baja.

Me lanzó el cojín de nuevo y yo lo atrapé en el aire.

—¡Para empezar, sabes perfectamente que se llama Curtis!

—Oh, pobrecito. Seguro que llora una semana porque me acuerdo de su nombre.

—¡Y estás haciendo que se sienta incómodo! —le lancé el cojín a la cara de nuevo. Él lo atrapó.

—Pues le caigo mejor que tú —me lo lanzó también, y también lo atrapé.

Empezamos a lanzarlos el cojín a la cara cada vez que decíamos algo.

—¡No es verdad!

—¡Sí es verdad, es mi fan!

—¡Seguro que solo lo ha dicho para quedar bien y tú peliculita es una... mierda!

—Mi peliculita es lo mejor que verás en tu vida —protestó—. Ah, no, que no estás invitada para verla.

—¡Pues me la bajaré gratis por internet!

—¡Eso es ilegal!

Los dos nos detuvimos. Yo tenía el cojín en la mano cuando Curtis volvió a aparecer.

—Pensaba que era más temprano —murmuró, mirando su móvil—, tengo que irme ya si no quiero quedarme sin agua caliente en las duchas, Jenny.

—No te preocupes, yo terminaré el diagrama —le aseguré, sonriendo.

Cuando se giró para ir a la puerta, le di con el cojín en la cara a Jack otra vez. Él me la devolvió y lo miré, furiosa.

Hice un ademán de lanzárselo otra vez, pero me detuve en seco cuando Curtis nos volvió a mirar.

—Ha sido un placer conoceros, chicos.

—Igualmente —le sonrió Naya, que intentaba no reírse con todas sus fuerzas.

—Sí, te echaremos de menos, Craig —le dijo Jack.

Cuando pasé por delante de él para acompañar a Curtis a la puerta, le hundí el cojín en la cara. Vi de reojo que se reía, sujetándolo.

Me detuve en la entrada con Curtis, que me miraba con cierta diversión en los ojos.

—Oye, Jenny...

—Te pido perdón si te ha hecho sentir incómodo —le aseguré enseguida—. Es que es... un poco imbécil cuando quiere.

—No me ha hecho sentir incómodo —me dijo, sorprendido—. De hecho, ha sido bastante divertido. Es bastante obvio que os gustáis el uno al otro.

Abrí la boca para decir algo, medio en blanco, pero él se adelantó.

—Y estaba bastante celoso —Curtis me puso una mano en el hombro—. Le has dicho alguna vez que solo somos amigos, ¿no?

—No.

—Igual deberías decírselo —me dijo.

—O no —entrecerré los ojos maliciosamente—. Y que se joda.

—Es otra opción. Aunque ponga mi vida en peligro —sonrió, divertido, e hizo un ademán de salir antes de girarse hacia mí—. Oh, esta noche vamos a ir a la bolera con los de clase. Podrías venir con nosotros si te apetece.

—Sí, claro —le aseguré enseguida. Quería salir un poco de ahí.

—Genial. Ya te mandaré un mensaje con la hora. Nos vemos, Jenny.

Me dio un pequeño abrazo y se marchó. Respiré hondo y me giré en redondo hacia el salón. Los dos presentes fingieron que no me veían mientras recogía mis cosas de mal humor. Jack no se había movido del sofá, así que tuve que aclararme la garganta varias veces para que se moviera y me dejara agarrar mis cosas. Eso parecía divertirle.

Al final, cuando lo tuve todo en mis brazos, pasé por delante de él para ir a la habitación.

—Te odio —mascullé.

—Gracias.

Me detuve en el pasillo y lo miré.

—Eres un inmaduro —le dije.

—Oh, no me hagas llorar —se llevó una mano al corazón.

—¡El pobre Curtis no querrá volver a venir!

—Que pena que tu amiguito no quiera volver a venir —me miró con malicia.

—Yo no montaría una escena si entraras con una amiguita tuya.

Mentirosa.

—¿Alguna vez me has visto con una amiguita? —preguntó, enarcando una ceja.

—Como sea. Inmaduro.

—Pesada.

—Idiota.

—Pesada.

—Capullo.

—Pesada.

—¡Imbécil!

—¿Acaba de decirme que me quiere, Naya? —preguntó Jack.

Ella sonrió.

—Yo creo que no quiero meterme en esto.

—Yo creo que sí me ha dicho eso —sonrió Jack.

—Idiota —me irrité aún más por su sonrisa.

—Pesada.

—¡Ugh, te odio!

—Yo también te quiero, pesada —repitió, sonriendo el ver mi enfado.

Hice un ademán de darme la vuelta, pero me detuve para mirarlo. Al girarme, vi que seguía teniendo los ojos clavados en mí. Los entrecerró al ver mi sonrisa malvada.

—Pues que sepas que esta noche he quedado con él.

Me giré justo después de ver que borraba la sonrisa y me metí en la habitación.

***

—¿Lo de la cita era verdad? —preguntó Naya, sorprendida, al sentarse en la cama de mi habitación.

—Sí —murmuré, probándome unos pantalones ajustados que no terminaron de convencerme—. Bueno, no es una cita. Estaremos todos los de clase.

—Pero, ¿a ti te gusta Curtis? —rebuscó en el montón de ropa que había sacado y empezó a separar lo que más le gustaba—. Quiero decir, es simpático, peeeeeero...

Peeeeero... ¿qué? —la miré, curiosa.

Ella sonrió inocentemente.

—Peeeeero... no es Ross.

Hubo un momento de silencio en que la miré fijamente mientras ella pretendía que buscaba entre la ropa para evitar mis ojos.

—Esta falda te quedaría genial —me aseguró, ofreciéndomela.

—¿Qué te hace pensar que esto tiene algo que ver con Ross? —pregunté, a la defensiva.

—No digo que tenga que ver directamente, peeeeero...

—Déjate de peeeeeros —protesté y me giré hacia ella completamente—. ¿Qué quieres decir?

—A ver —buscó las palabras adecuadas mientras fingía que alisaba la falda que no había aceptado—, lo vuestro fue... intenso.

—Fue, sí.

—Y, donde hubo fuego... —dejó la frase al aire, sonriéndome.

—No queda nada después del fuego —mascullé de mala gana, agarrando la falda y probándomela.

—Claro, claro —no parecía muy convencida mientras yo me sacaba el jersey por la cabeza y me probaba otro—. No me has respondido. ¿Te gusta Curtis?

—No. No así como dices, al menos.

—Lo suponía —ella sonrió ampliamente—. ¿Has visto cómo estaba Ross? Nunca lo había visto tan celoso. Ha sido divertido.

—No eran celos, eran ganas de irritar.

—A veces, estás tan ciega... —puso los ojos en blanco.

—Naya, Curtis es gay. Bueno, se supone que es bisexual, pero nunca lo he visto mirando una chica.

Ella me miró un momento.

—Oh, bueno —puso una mueca—. Pues supongo que no tiene Ross no tiene de qué preocuparse.

—No pienso decirle nada —añadí con una sonrisa malvada.

Naya se quedó en silencio durante un segundo antes de empezar a esbozar otra sonrisa malvada. Entonces, se puso de pie y me dio una palmada en el culo, entusiasmada.

—¡Y parecías buena chica!

—¡Se lo merece! —protesté.

—¡Pues claro que sí! ¡Quieres ponerlo celoso!

—¿Qué...? ¿Yo? No, no...

Me ignoró completamente y se lanzó a la cama conmigo, estrujándome y riendo. Yo también me reí, divertida por su reacción.

Las dos nos detuvimos de golpe cuando Sue abrió la puerta con cara de mal humor.

—Voy a intentar ser buena persona al deciros esto —empezó, mirándonos con cara de cansancio—. Pero... ¿tenéis seis años mentales?

—¿Tenéis seis años mentales? —Naya imitó su voz.

Sue enarcó una ceja.

—¿Quieres morir?

—¿Quieres morir? —la imité yo.

—Pienso dejaros un escarabajo dentro de los zapatos.

—Pienso dejaros un escarabajo dentro de los zapatos —la imitamos las dos a la vez.

Sue puso los ojos en blanco, irritada.

—Qué odiosas sois.

—¡Ven con nosotras, Sue! —le ofreció Naya.

—Prefiero pasar un año en el desierto, descalza, con un abrigo, sin una gota de agua y con el parásito también llamado Mike que acaba de llegar al salón como única compañía antes que venir con vosotras —replicó—. Pero gracias por la oferta.

Justo en ese momento, Will asomó la cabeza, extrañado.

—¿Qué hacéis? Se escuchan gritos hasta en el salón.

—Quitarme las ganas de tener hijos —dijo Sue, saliendo de la habitación.

Naya y yo intercambiamos una mirada malvada cuando Will se quedó de pie en la puerta, confuso. Cuando nos giramos a la vez hacia él, dio un paso atrás.

—¿Qué...?

Antes de poder reaccionar, Naya lo enganchó y lo tiró a la cama entre nosotras. Will empezó a protestar cuando cada una empezó a besuquearle una mejilla para mancharle con pintalabios que acabábamos de probarnos. Las dos empezamos a reírnos cuando intentó escapar, protestando.

Cuando levanté la cabeza, vi que Mike nos miraba desde la puerta, sacudiendo la cabeza.

—Creo que he encontrado el cielo —murmuró.

—¡Aaaah! —Will se puso de pie de un salto y se pasó una mano por la mejilla con mala cara—. Ya empiezo a entender a Sue.

Cuando se marchó, Mike nos sonrió ampliamente.

—¿Os apetece seguir...?

—Fuera de aquí —protestó Naya, lanzándole una almohada a la cara.

En cuanto nos dejó solas, me incorporé y miré la hora. En cinco minutos tenía que bajar. Me miré la falda, no muy convencida.

—Déjatela puesta —me dijo Naya.

—¿Te gusta?

—Sí, pero sé a alguien que le gustará más.

—Curtis no es...

—¡No me refiero a él! —puso los ojos en blanco—. A Will un día se le escapó una cosita sobre Ross que... bueno, igual no debería decirte nada... como no te gusta...

Sonrió ampliamente al ver que le ponía mala cara.

—Si insistes, podría decírtelo —añadió, levantando y bajando las cejas.

—No quiero saberlo —mascullé.

—Como quieras.

Me quedé en silencio, pensativa. Su sonrisa se ensanchó.

—¿Qué te dijo? —pregunté en voz baja

—¡TE GUSTA!

—¡Naya!

—¡Vale, vale! —se puso de pie y se acercó como si fuera a decirme el secreto del siglo—. Le confesó a Will que le volvían loco tus piernas y tu culo.

No sé por qué, pero me puse roja al instante en que recordé el día del vestido en nuestra primera fiesta juntos, cuando se quedó mirándome las piernas toda la noche. O la cantidad de veces que me había dado palmadas en el culo. O agarrado de él para abrazarme. O acariciado las piernas. O mirado, en general. Y... ejem... otras cosas no aptas para menores de dieciséis.

—¿En.. en serio?

—¡Te has puesto roja! —se entusiasmó.

—¡No estoy...! —bajé la voz—. Es que aquí hace calor.

—Sí, ese calor —me guiñó un ojo.

De pronto, me gustaba más esa falda.

Me despedí de ellos cuando Curtis subió a buscarme. La verdad es que fue una noche divertida. Los de clase eran muy simpáticos conmigo. Además, tuve un ataque de risa cuando nos detuvimos en un bar para beber unas cervezas y Curtis se atragantó con una. Se ofreció a llevarme a casa, como siempre, y detuvo el coche delante de mi edificio. Yo estaba un poco contenta por las cervezas, pero tampoco iba borracha.

—¿Te ayudo a subir las escaleras? —se ofreció, divertido, cuando miré mi zapato.

Me había querido poner unos tacones bajos para varias y... ya los había roto.

No había nacido para nada que no fueran botas o zapatillas.

—Sobreviviré —le aseguré, saliendo del coche.

De todas formas, me acompañó en el ascensor y me ayudó a sacar las llaves. En cuanto las tuve en la mano, hice un ademán de meterlas en la cerradura, pero la puerta se abrió de golpe. Levanté la cabeza y vi que Jack estaba mirando fijamente a Curtis.

—Hola —lo saludó Curtis, un poco incómodo.

Jack no le dijo nada, pero me miró fijamente. Cuando vio que iba medio descalza, apretó la mandíbula con fuerza.

—Solo quería asegurarme de que Jenny llegaba bien y...

—Jennifer —remarcó el nombre— ya está en casa. Pero gracias por la participación.

Puse una mueca.

—Ross, no seas...

—No pasa nada —me aseguró Curtis enseguida, divertido—. Nos veremos mañana en clase.

—Claro —le sonreí de lado.

Él hizo un ademán de abrazarme, como siempre, y me congelé cuando noté que Jack me enganchaba del brazo y tiraba de mí hacia la entrada. Le puse una mueca de disculpas a Curtis cuando me detuvo a su lado.

—Buenas noches, Curtis —le dijo Jack secamente.

—Buen...

Ya le había cerrado la puerta en la cara.

Hubo un momento de silencio. Seguía sujetando mi brazo. Levanté la cabeza y lo miré. No pude evitar esbozar una sonrisa divertida cuando vi que tenía los labios apretados.

—¿Mala noche? —pregunté.

Él me miraba fijamente.

—¿Te lo has pasado bien? —me preguntó casi en tono acusador.

—La verdad es que sí —admití—. Hacía tiempo que no me reía tanto.

Me miró con expresión frustrada antes de soltarme el brazo y meterse en la cocina de nuevo. Me fijé en que todavía estaba vestido con su ropa diaria. Acababa de llegar. Estaba intentando ver cómo funcionaba la sandwichera. Tenía el ceño fruncido mientras lo intentaba, lo que me hizo sonreír. Podía ser bueno con muchas cosas, pero la cocina no era una de ellas.

—Si tan bien te lo has pasado... —murmuró sin mirarme, pagando sus frustraciones con la pobre máquina—, ¿por qué has venido tan pronto?

—Porque solo he salido un rato con unos amigos.

—Unos amigos —repitió, apretando los labios y sin mirarme—. Sobre todo el idiota que te ha traído. También es tu amigo, ¿no?

—Curtis es un buen chico.

—Sí, ha hecho que te rieras más de lo que te has reído en mucho tiempo.

—Jack, nadie me haría reír nunca la mitad de bien de lo que tú lo hacías.

Hubo un momento de silencio cuando me di cuenta de lo que acababa de decir. Él dejó de forcejear para girarse hacia mí con una expresión indescifrable.

Me aclaré la garganta y me acerqué a él. Noté su mirada en mi nuca cuando quité el cierre de seguridad de la sandwichera y la abrí.

—Tienes que pulsar aquí —le dije, mirándolo de reojo. No había cambiado su expresión—. Y luego aquí si quieres que empiece a funcionar. ¿De qué lo quieres?

Pareció reaccionar por fin. Apartó la mirada y parpadeó varias veces, encogiéndose de hombros.

—Vete al sofá, ya me encargo yo —murmuré, abriendo uno de los armarios de arriba.

Cuando me estiré para agarrar el pan de molde, me di cuenta de que no se había movido. Me giré, extrañada, y vi que me estaba mirando fijamente las piernas. Cuando se dio cuenta de lo que hacía, se marchó y se sentó en el sofá, mirando fijamente la televisión con el ceño fruncido.

Sonreí disimuladamente. Tendría que darle las gracias a Naya cuando la viera.

Cuando volví al sofá, él parecía más relajado. Le dejé su plato delante y me frunció el ceño cuando vio que me sentaba a su lado dándole un mordisco al mío.

—¿Solo puedes comer tú? —protesté con la boca llena.

Beber me daba hambre, ¿vale?

No dijo nada al respecto.

Los dos miramos la televisión en silencio durante un rato. Era un programa de tatuajes mal hechos. No dijimos absolutamente nada, pero... por extraño que parezca, el silencio no era incómodo. De hecho, por un momento se me olvidó todo lo que había pasado y estuve a punto de acurrucarme contra él. No lo hice, claro, aunque el impulso seguía ahí.

Al final, me giré hacia él.

—Sabes que... —dudé un momento y me miró—. Sabes que puedes usar la habitación, ¿no?

Él me miró de reojo con el ceño fruncido. Al menos, no protestó. Era un avance.

—Podría dormir yo en el sofá —seguí—. Después de todo, lo mío es temporal. No me importa. Es tu casa.

Hubo un momento de silencio cuando apartó la mirada y apretó los dientes. No lo entendí. Me sorprendió ver que se ponía de pie.

—¿Qué...? —me puse también de pie cuando vi que iba hacia la puerta con su chaqueta—. ¿Dónde vas?

—A fumar.

Y cerró de un portazo sin volver a mirarme.

Me quedé mirando el lugar por el que había desaparecido unos segundos antes de suspirar. No entendía nada.

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