✉ Amistades y búsquedas [CAPÍTULO FINAL] ✉

Nota de la autora:

Habrá una escena narrada en primera persona desde el punto de vista de algún personaje. Para ello pondré el nombre del mismo para que se entienda mejor.

***********

A: Xico, andas por ahi?

X: ¿Qué onda, mija?

A: necesito pedirte un consejo, weon :v

X: ¿Consejo sobre qué?

A: bueno...

A: este...

A: sobre algo que ya conte >.<

X: ¡WEIT! ¡No me lo digas!

A: no te lo digo :v

A: xD

X: ¡Babosa!

A: BABOSO TÚ :v

X: Tiene que ver con el pituco tonto ese, ¿sí?

A: ....

A: bueno...

A: yo...

X: Ya no digas más :v

X: Lo siento, pero tengo cosas más importantes que hacer :v

A: :o

A: que cosas? :o

X: huevear por ahí :v

A: HUEVON!

X: XDDD

A: oye, ya en serio, necesito hablar contigo...

X: ¿Sobre el pituco ese?

A: si, sobre el

X: Ok. Suelta todo.

A: bueno, puede que lo vaya a ver mas tarde :3

X: ¿Qué? ¿En serio?

A: si :3

X: Asssuuuu mare. ¡Qué rápido el gil! Con lo zonzo que parecía, y bien que ya te conquistó para levantarte :v

A: ¡NO SEAS VULGAR!

X: Pero si es la verdad.

X: Cuando un tipo queda con una flaca que conoció en internet es solo para dos cosas:

X: a) Porque quiere ir al grano con ella. O sea, no pierde el tiempo y se van a un hotel.

X: b) Quiere tomarse su tiempo con ella. Puede que incluso se gradúe de termólogo, pero al fin y al cabo, quiere tener fucking con ella, solo que es tortuga.

A: ¬¬*

A: pucha, que vulgar eres huevón.

X: No soy vulgar. Soy realista.

X: Te digo cómo piensan los brothers en esta época.

X: Mi amigo conoció a una flaca así por internet.

X: Primero la pulseaba y floreaba: "Ay, qué bonita eres". "Ay, ¿por qué no tienes enamorado siendo tan bella?". "Ay, creo que me estoy enamorando".

X: Luego, la flaca se hacía la que no quería. Pero cuando, al fin, quedaron en encontrarse, no dudó ni un minuto en irse a un hotel con él.

A: IMBÉCIL! ¬¬

A: TAN POCO ME CONOCES COMO PARA PENSAR QUE HARÉ ALGO ASÍ CON EL, RECIEN AL CONOCERLO?

X: Bueno, no. Pero con las flacas nunca se sabe....

X: Aparte, pues estás cambiada, Aira.

A: como que cambiada?

X: Pues ya te lo dije el otro día. Te arreglas más, te pintas, y todo eso.

A: porq quiero verme mejor :3

X: Tú a mí no me la pegas. Tú lo haces por el pituco zonzo.

A: NO LO LLAMES ASÍ ¬¬

A: aparte, que tiene de malo que me arregle un poco porque me gusta un chico?

X: Uhm... pues... no sé....

X: Solo que es raro en ti.

X: incluso se te ve un poco mayor cuando te pintas xD

A: en serio?

X: Así es.

A: WIIII, AHÍ QUERÍA LLEGAR :3

X: ¿Cómo?

A: cuantos años me echas cuando me maquillo?

X: ¿Eh?

A: que cuantos años aparento cuando me pinto los ojos y la boca? :D

X: ehhhh, pues no sé...

X: ¿17? ¿18?

A: Bieeeen =)

X: El asunto es que...

A: que?

X: No, mejor no te digo, que te me enojas.

X: Y conociendo tu carácter de mierda, mejor me quedo callado.

A: Oe, suelta todo ya.

X: Pucha, no

A: HABLA, QUE SINO ME ENOJO CONTIGO ¬¬

X: si te lo digo, me llenas de golpes cuando te vea...

A: HABLA DE UNA VEZ, HUEVON ¬¬, O SINO NO T VUELVO A DIRIGIR LA PALABRA.

X: Ok, ok.

A: :D

X: El asunto es que... por semejantes melones que te manejas, pues nunca has aparentado tu edad real xD

A: pervertido de mierda!

X: Ok. Ya lo dije.

A: :o

X: *Xico opta por desaparecer del planeta*

A: ESPERA! LO DICES EN SERIO?

X: ¿A qué te refieres?

A: en serio aparento mayor edad por tener los pechos grandes?

X: Bueno, sí. Y si te maquillas pues...

X: Yo fácil te echo 18 o 19 años

A: Wiii, en serio?

X: ¿Me vas a hacer repetir lo que ya te dije o qué?

A: ok, pero es que tenía mis dudas de cuántos años podía aparentar

X: Pues ya te lo dije.

X: Y si para eso me estabas buscando, pues ya me puedo estar yendo.

X: Te veo mañana en el cole.

A: ESPERA!

X: *A la próxima, Xico se retira sin avisar*

A: ya pues, en serio te necesito para dos favores más :(

X: Dime...

A: tienes el DNI falso de la otra vez, cuando nos fuimos a beber al centro de Lima?

X: ¿Ese que compré en Azángaro?

A: asi es :3

X: Lo debo tener por ahí. ¿Para qué lo quieres?

A: lo necesito ahora.

X: ¿Para qué?

A: tu no preguntes, solo quiero saber si me lo puedes prestar más tarde que paso por tu casa...

X: ¡WEIT! ¿Para qué lo quieres?

A: asuntos mios, no seas chismoso. :v

X: ¿Qué cosas estás planeando, Aira?

A: no preguntes de mas, me lo puedes prestar si o no?

X: Bueno, si lo encuentro, sí.

A: geniaaal :3

X: ¿Y cuál es el otro favor? Espero que no sea para delinquir ¬¬

A: no, ahora este es otro favor legal :D
X: Desembucha :v

A: me puedes recargar S/. 10.00 a mi celular donde tu amigo que tiene el locutorio? Ando misia y hasta que no cobre lo que me deben los del colegio de las cosas que les vendi, no tendre mucho saldo :v

X: Oye, pero yo también ando sin plata.

A: pero tu amigo te puede fiar, huevon. Aparte de que tómalo como un adelanto del pago de la colonia que te vendi y que me debes :v

X: ¿Pero y si no acepta fiarme?

A: Claro que va a aceptar. Al tipo ese le gusto, no me lo contaste el otro día?

X: Bueno, sí.

A: dile que ese es mi número de teléfono, pues :v

X: ¡Eres una aprovechada de mierda! Tomas ventaja de que el huevón ese anda babeando por ti xD

A: solo hago uso de lo que más me conviene.

A: situaciones desesperadas necesitan de medidas desesperadas :v

X: Fuera de acá, aprovechada xD.

A: hazme ese favor, pues

X: Ok ¬¬

X: ¿Eso es todo, no?

A: yap :D

A: Ya paso en un rato por tu jato :D

Dos minutos después

A: Xico?

A: Xico?

A: me dejaste hablando sola, huevon ¬¬*

*************

Aira

Después de dejar a mi hermanito donde mi abuela, pasé por la casa de Xico para recoger el DNI falso.

Meses atrás al huevón se le dio por ir a las discotecas del Centro de Lima, porque le habían dicho que ahí se "toneaba" genial. Y una vez que sus amigos lo dejaron plantado, no le quedó otra que pedirme que lo acompañara. Aunque en aquella ocasión no me pidieron el DNI para entrar (y aunque según él idiota ese, gracias a que yo había mareado al vigilante con mis buenos pechos, algo me decía que no eran muy quisquillosos luego de ver que dejaban entrar a chicos en uniforme escolar).

Desde aquellas ocasiones yo había comenzado a beber cerveza de vez en cuando. Si bien al comienzo la odié, el relajo posterior que me provocaba tomar para luego divertirme y olvidar toda las penas que me agobiaban, hicieron que fueran más asiduas mis salidas con Xico a esos lugares. Y lo genial de tener un amigo con el cual puedes salir de aquí para allá sin que te insinúe algo más, era que puedes considerar a esta amistad como incondicional.

Más de un amigo de nuestro entorno decía que entre Xico y yo había algo más que una simple amistad. Sin embargo, solo las personas que hayan tenido un nivel de complicidad con alguien del sexo opuesto sin que nunca haya pasado a más, me entenderían.

A Xico yo lo conocía desde hacía varios años. Había sido la única persona que me había tendido una mano desde la primaria, cuando por entonces yo tenía miedo de hablar debido al trauma que tenía por lo que me había pasado con mi padre. El muy gil se sentaba a mi lado y disfrutaba de llamarme "la muda", al solo responder con movimientos de cabeza cuando me preguntaba algo. Nunca se burló de mí por ello, a diferencia de mis demás compañeros que me hacían bullying por entonces, si es que no me defendía cuando lo hacían.

Por entonces, yo encontré en la escritura un refugio en el cual desahogarme de todas las penurias que me habían pasado. Sentarme a escribir y plasmar lo mal que me sentía, lo mucho extrañaba a mi padre y fantasear mundos imaginarios en los que una niña de mi misma edad vivía en una familia que la quería, era mi modo de escapar de la realidad. En aquella ocasión el único lector de mis escritos era Xico, quien aunque no entendía ni un carajo lo que escribía, decía que le gustaba. No obstante, el solo saber que alguien podía gustar de aquéllos y apoyarme con su amistad incondicional fueron suficiente para poder salir adelante. Y es por todo esto que mi amistad con él era única.

Y ahora me hallaba en el bus, observando el último mensaje que el huevón me había enviado al whatsapp:

‹‹Buena suerte con el pituco zonzo, huevona›› podía leerse en el fondo de pantalla rosa que adornaba mi celular.

Aunque me había preguntado por qué quería el DNI falso que me había prestado, yo no le había querido responder. Y si bien Xico me insistió varias veces más, yo no le había querido soltar prenda alguna. Tenía mis motivos, pero no se los contaría... no hasta que llegara el momento oportuno.

Cuando el chofer del microbús indicó que habíamos llegado al paradero de Plaza San Miguel, me sentí como en otro lugar. ¡Cuánto había cambiado aquel centro comercial!

Hacía tiempo que no acudía a esta zona de la ciudad. Recordaba que, tiempo atrás, había ido con mis abuelitos al centro de diversiones "Coney Park", que se hallaba en la parte de atrás del mall. Ellos, aunque no tuvieran mucha plata, hacían un gran esfuerzo por verme feliz, cada vez que me recogían para pasar los fin de semana en su casa.

Por entonces, Plaza San Miguel era un centro comercial con menos tiendas que ahora. Todo era de una sola planta. Ahora no solo habían construido el segundo piso, sino también el tercero, con carteles de tiendas que no solía verse en la zona en donde vivía.

Asimismo, el estacionamiento estaba construido con una cerca metálica nueva. Recordaba especialmente esto porque solía correr en medio de los carros estacionados, recibiendo reprimendas de parte de mi abuelito porque corría el peligro de que alguien me atropellase. Ahora, con la cerca metálica, todo era más seguro.

Finalmente, recorrí varias tiendas para dar con el dichoso Starbucks. Sin embargo, luego de caminar por todo el primer piso y parte del segundo, me di por vencida. No sabía en dónde demonios me encontraba.

Sería por los nervios que no me dejaban tranquila, porque a cada paso que daba las hormigas en el estómago se multiplicaban; serían mis manos sudorosas, que me daban la sensación de que me iba a deshidratar en ese mismo instante: serían mis piernas que me temblaban mientras caminaba; el asunto era que no sabía dónde estaba parada. Cuando, finalmente, respiré profundo y se me dio por mirar mi reloj, este marcaba las 05:46 pm y no había modo de ubicarme. ¿En dónde diablos estaba?

Cuando decidí tirar la toalla y le pregunté a un vigilante por mi ubicación y luego de varios minutos más, di con el lugar. Un letrero luminoso de color verde y blanco de una mujer y con las letras de "Starbucks" se hallaba imponente, observándome a lo lejos en todo su esplendor desde el segundo piso del centro comercial. ¡Por fin había llegado a mi destino!

Antes de que pudiera subir a las escaleras eléctricas, una tipa me empujó. ‹‹¡Idiota! Fíjate por dónde caminar››, pensé en responderle, pero las palabras no salían de mi boca. Me hallaba muda por el nerviosismo que me invadía por completo.

No sé por cuánto tiempo me quedé parada al pie de esas escaleras eléctricas, mascullando mi rabia con mezcla de nerviosismo. Pero, cuando me di cuenta, por fin, mis pies pudieron subirse en aquéllas hasta el lugar a donde me llevaría mi destino...

Decir que mis manos me temblaban y sudaban más que antes, sería poco. Para el instante en el que mis pies tocaron el piso del segundo piso del centro comercial y me hallaba a pocos metros del Starbucks, ya yo debía de haber sufrido deshidratación extrema. Si me hallaba viva era por un milagro.

Cuando visualicé el lugar había una cola enorme para entrar. Por dentro se veía que estaba todo lleno de gente. Debía de ser porque era fin de semana. No obstante, me pareció un lugar poco adecuado para conocer a Rodrigo por primera vez. No pude evitar sentir un pequeño nudo dentro de mí dentro de mí por la decepción que me llevé. ¿En serio debía de ser aquí nuestro precioso primer encuentro? Sea lo que fuera, así lo había decidido él. Entonces, pues no me quedaba otra cosa más que entrar y buscar por él.

Cuando entré a la cafetería, el lugar, si no hubiera estado abarrotado de gente, me hubiera parecido acogedor. Una gran pintura de estilo vintage de algún local antiguo de Starbucks adornaba toda la pared izquierda. Pequeños sofás lo acompañaban, en los cuales la gente reía y charlaba mientras tomaba sus cafés. Un par de chicos con grandes gafas, que estaban sobre unas mesas de al lado de los sofás, estaban muy concentrados escribiendo en sus laptops, por lo que entendí que el sitio era de preferencia para gente que podía calificarse de hipster. Y la imagen que tenía de Rodrigo era así: un hipster al 100%.

Después de indagar por todo el ala izquierda del local y hacerme un hueco entre la gente que hacía cola para sus pedidos, no pude encontrar a nadie con la pinta de Rodrigo. En el lado derecho había pequeñas mesitas con gente sentada en ella y charlando, pero tampoco nadie se parecía a él. ¿A dónde habría ido?

Se me pasó por la mente preguntarle a los dependientes del mostrador, pero los vi tan ocupados y con gente tan ansiosa en la cola esperando para que los atendiera, que lo más probable es que ni me hicieran caso. Aparte, ¿qué cosa les preguntaría? ¿Conocen a alguien alto, con gafas, que parece intelectual, cuando varios de los que se hallaban ahí tenían la misma pinta que él? ¿Quizá lo conocerían por su nombre? Ni hablar. Así que, lo más probable era que no se encontrara ahí. ¿Pero si él me dijo que iba a llegar más temprano porque debía hacer no sé qué trabajo de la universidad? ¿En dónde diablos estaba?

Mi reloj marcaba las 06:08 pm y la ansiedad estaba haciendo mella en mi pobre estómago, así que opté por salir del lugar para enviarle un mensaje. Sea en donde estuviera, rogaba porque no me hubiera dejado plantada. Porque de hacerlo, nunca más sabría de mí. Rodrigo podría gustarme muchísimo y considerarlo el hombre más tierno y bueno del mundo, pero si ya empezábamos así, no era una buena señal.

Cuando vi mi teléfono, este marcaba que tenía varias llamadas perdidas y mensajes sin abrir. ¿Por qué no los había escuchado antes? ¿Había sido Rodrigo el que me había requerido? Rápidamente, apreté varias teclas. Mis manos me sudaban tanto que empañé toda la ventana de mi celular y tuve que secarlas con la manga de mi polera.

El último mensaje con hora 05:49 pm decía lo siguiente:

‹‹Había olvidado que los fines de semana el Starbucks suele estar muy lleno. Y efectivamente, cuando llegué estaba así. No pude encontrar un lugar en donde sentarme, así que me fui››.

¿Se había ido ya?

Rodrigo había estado ahí, en ese mismo lugar, a la misma hora en que yo me hallaba perdida buscando entre las tiendas y restaurantes del centro comercial. Maldije mi ignorancia al no ubicarme en aquel sitio. Maldije que fuera fin de semana y no un día cualquiera en el que quizá podía venir menos gente. Maldije que fuera tan impaciente y no me hubiera esperado, a pesar de que las circunstancias no eran propicias.

En ese instante, sentí que todo el piso a mi alrededor se hundió. Lágrimas pugnaban por salir de mis ojos. Tenía ganas de patear y lanzar el teléfono contra el gran ventanal del Starbucks que tenía en frente de mí, en donde podía ver mi patética cara, sola y abandonada como desde el comienzo. Sin embargo, cuando alcé el brazo derecho mientras peleaba contra las ansias de desahogar toda mi ira contra él, algo observé en el teléfono.

¡El mensaje de Rodrigo continuaba!

En menos de un santiamén, digité las teclas necesarias para poder leer su mensaje completo:

‹‹Odio estar en lugares llenos de tantas personas. No me sentiría cómodo. Además, con todo ese gentío, no lo considero un lugar digno para conocernos por primera vez. ¿No lo crees? Digo, el primer lugar en el que te vea en persona quiero que sea especial. ››

Bastó leer sus últimas palabras para sentirme en una nube de felicidad completa. Rodrigo podría ser todo lo pesado, snob, petulante, intelectual que quisiera, pero con estos detalles que tenía, desaparecía toda la tristeza que había en mí. ¡Quería un lugar especial para verme a mí!... ¡a mí!... a aquella chica que observaba a través del ventanal del Starbucks y que ahora irradiaba felicidad completa. Qué ironía pensar que minutos antes había querido destrozar aquélla con mi teléfono.

‹‹Conozco otra cafetería más íntima y que incluso los fines de semanas está vacía. Al frente de Wong, cruzando la Av. Universitaria, hay un local de Mc. Donalds. Tienen un Mc Café en el primer piso, cuyo Capuccino Tentación es mi preferido. Me gustaría invitarte uno si deseas››.

¿Que si deseo que me invite uno? ¡Por mí podía invitarme todos los capuccinos que quisiera!

Luego de digitar y ver su último mensaje de las 06:11 pm, en donde me confirmaba que se hallaba ahí y que ya había pedido dos Capuccino Tentación, las hormigas en mi estómago se recrudecieron más que nunca. Rodrigo se hallaba a pocos metros de mí, esperando por mí, por nuestro tan preciado encuentro.

Al bajar del microbús había visto el Mc Donalds al que se refería. Así que no dudé más, apagué mi teléfono y corrí como alma que me llevaba el diablo. Cuando ya salía del centro comercial, una lluvia de carros pasaban por la pista.

—¡Apúrense, desgraciados! —grité al aluvión de coches que pasaban en frente de mí. Cuando la impaciencia me venció, opté por cruzar rápido la pista a la vez que surcaba a los carros que pasaban, al mismo tiempo que escuché que un chofer me gritaba, seguro que llamándome la atención. Lo ignoré y seguí con mi camino.

Finalmente, llegué al Mc Donalds.

El edificio era el clásico local de esta franquicia. Con una enorme letra M de color amarilla que me observaba imponente, me pareció el centro de comida rápida más hermoso del mundo, aunque su comida chatarra no fuera mucho de mi gusto. Total, aquí vería a Rodrigo por primera vez y en mi mente enviaba cientos de bendiciones a quien fuera el dueño. Rápidamente, mis ojos se toparon con las pequeñas letras de "Mc Café" que estaban en la pared del local.

‹‹Aquí es››, dije en mi mente. Sin embargo, cuando quise entrar, mis pies no me respondían.

Si había batido la marca de velocidad desde el Starbucks al llegar hasta aquí, había perdido toda mi capacidad motora durante el camino. Por algún motivo mis piernas no obedecían a las órdenes que les daba para continuar. ¿Qué me pasaba?

—Vamos, malditas... ¡Anden ahora! —exclamé en voz alta, pero no me hicieron caso.

Cuando, por fin, mis piernas me obedecieron, me di cuenta de que el nerviosismo ya estaba haciendo estragos sobre mi cuerpo. ¡Tanta ansiedad, tanta impaciencia, tanto suspenso estaban a punto de inutilizar mi cuerpo y de llevarme a la tumba!

Al entrar al local, mis ojos se toparon con la sección de Mc Café que era distinta de la parte en donde se vendían las clásicas hamburguesas. Era un sitio con las paredes pintadas de marrón, con amplios ventanales hacia la calle, algunas mesitas bien colocadas alrededor del mostrador en donde había dos trabajadores, que charlaban distraídamente. Quitando a ellos dos, no había mayor movimiento ahí. Era un lugar tranquilo y sin mucha gente. Si era un sitio ideal para una primera "cita" (si podía llamarse así) Rodrigo tenía razón.

Al leer los nombres de los menús que adornaban el letrero del mostrador y toparme con el de "Capuccino Tentación", el estrujón de mi estómago se acentuó. ¡Estaba en el lugar indicado!

Luego de dar unos pasos más, observé que a lo lejos, en una esquina, había una mesa. Esta se hallaba ocupada por alguien que estaba de espaldas. Parecía ser del sexo masculino, con su pelo amarrado por una pequeña cola, mientras parecía estar concentrado en su laptop.

Mientras más me acercaba hacia él, mis sospechas eran fundadas. Era una pequeña mesita para tres. El ocupante de la silla que estaba de espaldas era del sexo masculino por la amplia espalda que tenía. En la silla de su costado había dejado su abrigo negro y un pequeño maletín azul.

Con mis pies pesando más que un plomo, finalmente, me hallaba a pocos metros del muchacho. Sin embargo, al estar tan cerca de él, no se me ocurría qué hablar.

¿Qué le diría? ¿Qué hay, Poetín tin tin? ¿Qué hubo, mijo? ¿Hola, qué tal, huevón? Sea lo que fuera, no hallaba las palabras para hablar. Un gran nudo se aprisionaba de mi garganta impidiéndome hablar, provocándome que tosiera para obligarle a mi boca a gesticular. No obstante, cuando menos me di cuenta, el ruido que aquélla hizo provocó que el muchacho volteara a observarme.

Por sus grandes e inconfundibles ojos verdes que me miraban de cabo a rabo, como si con ellos atravesaran mi alma, no había mayores dudas. ¡Era Rodrigo quien estaba frente a mí!

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