꒷꩜໋᪶˒꒰❛parte única❜𖦹̫ꪳ𝆃

Gorou sabía que debía tener paciencia. Que debería esperar pacientemente a que Kazuha superase la muerte de su antiguo amor, Tomo, quien hacía ya unos meses que había fallecido.

Comprendía que era duro. Lo había amado durante catorce años, y separarse de él de repente, sin previo aviso, había sido un enorme shock del que aún no podía recuperarse del todo.

Aún había noches en las que lloraba en brazos de su mejor amigo, quien solo aguantaba con un nudo en su garganta ver a Kaedehara en aquel estado de debilidad, tan indefenso que no podía soportarlo.

Porque él lo amaba. Desafortunadamente, llevaba años haciéndolo, y lo único que habían podido hacer había sido permanecer lejos de él, pues Kazuha amaba a Tomo y Tomo a Kazuha. Lo que le quedó a él fue apoyarlos, aceptando que debía superar a su primer amor, y alegrándose de que hubiera encontrado su felicidad en otra persona.

Sin embargo, aquella felicidad se había sentido efímera. Vino rápida como un soplo de viento, y de la misma forma desapareció. O al menos eso sentía el joven de orbes carmesí, quien ahora observaba en silencio el paisaje que el dulce invierno le ofrecía más allá del ventanal del hogar de Gorou, a la vez que tomaba con calma un vaso de té.

— ¿Te encuentras algo mejor?— Preguntó su mejor amigo mientras colocaba un par de platos sobre la mesa, acomodándolos junto al resto de utensilios colocados con anterioridad.

— Sí... Lamento haberte interrumpido. No era mi intención molestarte.— El de mechas blancas negó con su cabeza y le sonrió suavemente, procurando no sonar desanimado.

Porque ver a Kazuha así realmente dolía como el infierno.— No te preocupes, sabes que puedes venir siempre que quieras. Yo estaré aquí para ti.— Su mejor amigo hizo una mueca y desvió la mirada.

— Siento que estoy siendo un egoísta.— Confesó.— Cada vez que me encuentro mal vengo aquí... Tiene que ser deprimente.— Hizo el afán de sonreír, mas únicamente logró empezar a llorar de nuevo.— Y por más que intente evitar venir, siempre acabo volviendo. De verdad lo siento...— Murmuró aquello último, sintiendo los brazos ajenos envolverlo para protegerlo.

Se sentía cómodo. Se sentía querido, aceptado. Durante aquellos meses que creyó que serían de soledad, encontró un refugio en el que sentir calidez, y aquel refugio era Gorou.

Cada vez que lo visitaba sentía un regocijo en su corazón. Charlar con él se había vuelto su pasatiempo favorito, pasar tiempo a su lado lo hacía feliz. Algo que sabía desde hacía años es que su mejor amigo, más allá de ser divertido, era una persona muy compasiva y que fácilmente llegaba al corazón de otros, era amable y cálido.

Y por eso sentía que debía alejarse de él.

Cuando su mente comenzó a tornarse más clara, pudo percatarse de que la mirada de Gorou se había vuelto triste. Cada vez que iba a visitarlo porque se encontraba mal podía apreciarlo, notaba la inseguridad de sus acciones, el miedo que tenía de hacer algo mal y dañarlo.

¿Y si tal vez lo mejor era dejarlo ya? Ya había sido suficiente. Estaba haciéndole daño a Gorou al buscar sentirse mejor, no estaba siendo más que un egoísta.

Pero en el fondo le daba miedo dejarlo. Porque no quería alejarse de él, anhelaba seguir cerca suya y poder seguir estando como hasta ahora.

Mas, era consciente de que no era algo bueno para Gorou. Por su bien, aquella debía ser la última vez que fuera a visitarlo.

Debía afrontar su pérdida con madurez, ya era su momento de dejar de aferrarse a otra persona que lo que menos merecía era soportar verlo sufrir.

— Gorou, ¿puedo pedirte algo?— Ambos almorzaban en silencio, aún algo tensos por lo sucedido anteriormente. Entonces Kazuha había decidido hablar.

— Claro que sí. ¿Qué es?— Preguntó. El de orbes carmesí  escrutó su rostro en silencio, notando su clara preocupación por él. También notó aquel ligero cambio en su tono de voz.

— ¿Puedo pasar la noche aquí?— Se atrevió a decir. Ya que sería la última vez que haría esto... Quería permitirse ser egoísta por unas horas más.

— Oh. Por supuesto.— Sonrió suavemente. Se sentía feliz de poder pasar más tiempo con Kazuha, aunque también le preocupaba, ¿por qué querría hacer eso?— ¿A qué vino eso de repente?

— Simplemente quería pasar más tiempo contigo.— Por obvias razones, no quiso mencionar el motivo que lo había llevado a esa conclusión. Porque lo que menos quería era que Gorou conociera sus planes. Sabía perfectamente que evitaría a toda costa que se distanciase de él.— No te preocupes por mí, estoy bien.— Sonrió suavemente, en un intento de calmarlo.

Entonces no lo sabía. Y ahora se sentía estúpido, se arrepentía de todas las decisiones tomadas en aquel momento. Porque incluso habiendo aclarado algo más su mente, no fue capaz de ver lo mejor para ambos. No fue consciente de los sentimientos que comenzaban a florecer junto a la primavera, ni aquellos que ya existían de antes por parte de Gorou.

No lo vio a tiempo, no fue capaz de actuar frente a ellos y por eso ahora estaba solo.

— ¿Quieres darte una ducha? Puedo dejarte mi ropa.— Kaedehara asintió en silencio y se puso en pie, aceptando la amabilidad contraria. Su mejor amigo le dejó su ropa preparada en el baño y regresó a avisarlo, encontrándolo mirando en silencio una foto que tenía allí colgada.— Ah, esa foto...— Habló con nerviosismo.

— Te veías lindo.— Comentó, logrando sonrojar al contrario, quien no supo exactamente cómo reaccionar. Tomo salía justo a su lado en la foto, y la verdad es que le preocupó ver al contrario tan concentrada en ella.—  Y Tomo... Parecía un secuestrador. No sé quién le sacó la foto, pero no lo pilló en un buen momento.— El de orbes azules no pudo evitar soltar una risita, acercándose a su mejor amigo para poder ver mejor.

Cuando estuvo a su lado, Kazuha giró su cabeza ligeramente para ver su rostro y lo estuvo observando en silencio.

Todos esos meses Gorou había estado a su lado. Cada día de miseria lo había apoyado, cada lágrima que había escapado la había limpiado con sus dedos, cada llanto había sido calmado con su voz. Abandonar todo eso iba a ser duro y Kazuha lo sabía. Porque cada vez estaba empezando a anhelar más, lo quería más cerca, quería más de él.

Pero no podía arriesgarse si así solo le hacía más daño del que probablemente ya le estaba haciendo.

— Bueno, iré entrando ya en la ducha. Trataré de regresar rápido.— El de mechas blancas asintió y lo vio retirarse de allí.

Gorou se dirigió al salón en silencio y tomó asiento en el sofá. Estando allí, sacó su móvil y empezó a revisar rápidamente sus redes sociales. Aprovechó para leer sus mensajes y jugó un poquito a cualquier cosa, mientras su cabeza estaba ocupada pensando en su situación con Kazuha, intentando tomar definitivamente una decisión.

Seguir así iba a ser doloroso, pero él sería capaz de aguantar solo con tal de ver a Kazuha volver a sonreír como antes. Sinceramente, estaba cansado de verlo tan deprimido.

— Lamento la tardanza, me entretuve jugando con mi cabello.— La voz de su mejor amigo interrumpió sus pensamientos, logrando hacer que soltase su móvil al instante para prestarle atención. Acababa de tomar asiento a su lado.— Al final decidí dejarlo suelto.

— Te queda bien de todas formas.— Sin querer dejó escapar aquel comentario, logrando así avergonzar al contrario y también a sí mismo.

— A-Ah... Gracias...— Susurró, bajando su mirada hasta que su rostro quedó oculto tras su cabello.

— Kazuha,— Gorou apartó el cabello de su rostro y lo acomodó tras su oreja. El susodicho alzó levemente la mirada y lo observó en silencio.— ¿cómo te encuentras?

— Bien, no te preocupes.— Sonrió suavemente, dejando que sus frías manos fueran envueltas por la calidez de las ajenas, quien parecía genuinamente preocupado por él.— Sabes que pasar tiempo contigo me hace feliz.— Dolía.

— Es bueno saber eso...— Nuevamente regresábamos a lo mismo. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué aquel ambiente de tristeza sosegada tenía que aparecer cuando las cosas parecían bien entre ellos?

¿Qué era diferente? ¿Por qué dolía más de lo que debería?

Kazuha sentía su pecho doler. De la misma forma en la que dolía el de Gorou. Sin embargo, la diferencia es que solo uno de ellos era consciente de por qué estaba así.

— Sí, ha de serlo...— Murmuró Kaedehara, sin saber qué más decir. La tensión le había robado las palabras.

Ambos permanecieron un poco más en silencio, hasta que Gorou, algo cansado de aquella tensión, decidió romperla por completo proponiendo jugar un rato. Al final acabaron los dos sentados sobre su cama, jugando entre risas a cualquier cosa, intentando olvidar toda la tensión vivida anteriormente e intentando ignorar aquel malestar que se había instalado en sus pechos.

Tras aquellas horas que fueron llenas de felicidad, donde charlaron tranquilamente y pudieron cenar sin que Kazuha llorase nuevamente, decidieron irse a dormir algo más temprano que de costumbre, acabando juntos en la cama de Gorou, quien ahora acariciaba suavemente el rostro de aquel joven al que tanto amaba.

— Gorou... ¿Realmente ves correcto que siga viniendo aquí?— Quiso saber Kaedehara. El de mechas blancas asintió sin dudarlo, aunque en el fondo él mismo se había hecho esa pregunta.— ¿Seguro...?

— Desde luego. Ya sabes que estoy aquí para apoyarte... No dudes que quiero lo mejor para ti.— Su mejor amigo sintió un nudo en su garganta. Se abrazó de él y ocultó su rostro en el pecho ajeno, queriendo evitar ser descubierto.

No era eso lo que quería escuchar. Quería saber lo que Gorou realmente sentía.

Quería saber por qué parecía tan triste.

— ¿K-Kazu...?— Preguntó el de orbes celestes algo nervioso, sintiéndose algo avergonzado por aquella repentina acción. Temía que su corazón delatase el estado caótico en el que su mente se veía atrapada solo por aquel abrazo.

— Lo siento, simplemente quería algo de contacto.— Mintió en una suave risa, aferrándose con más fuerza al contrario.

Esta sería su última oportunidad de acercarse de esa forma a él. Porque cuando al día siguiente se fuera de allí, definitivamente lo dejaría tranquilo.

Ahora que era consciente de lo que estaba provocando, lo mejor que podía hacer era dejar de preocuparlo.

— Estás temblando. ¿Seguro que estás bien?— Gorou sonaba preocupado. Kazuha asintió con su cabeza, decidiendo no proferir ni una sola palabra por el momento, consciente de que su llanto sería descubierto. Al fin y al cabo, como era normal, su voz se rompía al llorar.— Eres un mentiroso.— Rio con tristeza.— Pero bueno, no te preocupes. Si es lo que quieres, no preguntaré nada. Simplemente permaneceré aquí.— Lo abrazó con más fuerza, reteniendo las lágrimas que ahora amenazaban por salir.

Aquel día fue el cierre de una etapa en su relación. Y un capítulo nuevo comenzaba a ser escrito, un capítulo en el que ambos se separaban sin quererlo, uno en el que sufrían lejos del otro y vivían a base de mentiras.

Un capítulo que ambos deseaban poder borrar de sus memorias. Porque fue realmente doloroso, y lo único que anhelaron fue volver a tener cerca al otro.

Y sin embargo, sentían que era imposible.

Porque ahora... Todo había cambiado.

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