7. Kamado Tanjiro [Kimetsu No Yaiba]
Tanjiro suspiró con cansancio y algo de vergüenza luego de que las niñas se fueran, no entendía como de una manera u otra, siempre terminaban gravemente heridos en la Finca de las Mariposas. Ya empezaba a acostumbrarse, a decir verdad, era al menos reconfortante seguir vivos y unidos... Y también ver a Kazuko, ¿para qué negarlo?
Claro que no llegaba al punto de ponerse a sí mismo en peligro con la única excusa de terminar en la finca, pero sí que se instalaba una minúscula felicidad cuando, luego de ganar una batalla caía en cuenta que sería ella quien lo cuidara. No obstante, esta vez no era lo que deseaba, desde que se había enterado que tanto la chica como Kanao habían dejado el lugar junto a Shinobu para una misión.
"Además de herido, ahora también estaba triste".
Eso no era lo único diferente en esta nueva "estadía", ahora no solo eran ellos tres los únicos pacientes en la finca, todo parecía un total caos pues había llegado un gran grupo de muchachos, todos los tsugukos del Hashira del Viento. Al parecer un entrenamiento que los sobrepasó a todos por lo que acabaron justo en el mismo lugar que él.
―Tanjiro, si vuelves a suspirar vas a causarme una crisis nerviosa ―se quejó su rubio amigo apenas entrando en la habitación, seguramente venía escuchándolo por el camino.
― ¿Tú crees que ella esté bien? ―Cuestiona, sentado en la cama mientras seguía viendo por la ventana.
― ¿Kazuko-chan? Ella es mucho más fuerte que todos nosotros, ¡claro que está bien! ―Exclamó ofendido al tomar asiento en la cama contigua― Dudo mucho que acabe igual de herida que nosotros luego de una pelea.
Para molestia de Zenitsu, el de hebras burdeos suspiró nuevamente con lamento, sin apartar la mirada esperanzada de la venta solo esperando verla cruzar el portal. Su conversación se vio interrumpida cuando varios de los tsugukos entraron con dificultad a la habitación que compartían con el problemático trío.
[...]
Hace unas horas el sol había caído y todos, o la mayoría, de los residentes en la finca se encontraban profundamente dormidos a excepción de cierto chico. Al aceptar que no conciliaría el sueño optó por dejar la habitación con cuidado de no despertar a nadie para acto seguido sentarse en la entrada de la instalación para tener la vista fija al umbral donde esperaba ver a la fémina cruzar en cualquier momento.
Dejó de sentir incluso la brisa gélida a pesar de su piel erizada, dejó de oír los ruidos de los animales nocturnos y únicamente se concentró en encontrarla, buscó en su mente el aroma típico de Kazuko, su dulce fragancia mezcla entre tierra mojada y flores, ella siempre olía a jardín estuviera donde estuviera. Pero no la olía, no la percibía, no estaba cerca.
Con la mirada perdida más allá de la entrada, lentamente sus ojos empezaron a traicionarlo cerrándose cada vez con más frecuencia a pesar de su batalla para mantenerse despierto, necesitaba esperarla y verla llegar, asegurarse que estaba bien.
[...]
Los escandalosos gritos de Zenitsu hicieron que el chico abriera los ojos de forma abrupta, luego de un examen rápido al lugar se dio cuenta que se encontraba nuevamente en su cómoda cama junto a las de sus amigos, siendo uno de estos el pobre rubio a quien obligaban a tomar su medicamento, aunque, mejor dicho, eran pobres las chicas que luchaban para lograr su cometido.
Inosuke también se encontraba en su respectiva cama al parecer mucho mejor que el día anterior aún con unas cuantas vendas en su cuerpo, lucían vendajes nuevos así que debían ser de minutos antes. De igual forma, en las otras camas estaban los demás chicos que entrenaban con el Hashira pero muchos menos que la noche anterior, aunque... ¿Cómo él había acabado de nuevo en su cama?
Se sentó con tanta rapidez que le causó un dolor de cabeza, el cual se intensificó cuando trató por todos los medios de recordar cómo había llegado desde la entrada hasta allí. No recordaba siquiera cuando se había quedado dormido y mucho menos recordaba haber caminado de regreso a la habitación.
― ¿Cómo te sientes, Tanjiro-kun? ―Giró para ver a Aoi quien entró con una bandeja en sus manos para ponerla en la mesita a su lado.
― ¿Cómo llegué aquí? ―Fue lo único que pudo preguntar recibiendo la taza llena de medicamento.
Por un momento, la chica solo lo miró confundida, pero siendo interrumpida por su compañera antes de que esta pudiera negar saber algo.
―Kazuko-chan lo recogió esta madrugada cuando llegamos. ―Tanjiro casi se ahogó con el líquido al escuchar a Kanao, tosiendo al escuchar ese nombre.
― ¿Kazuko-chan está aquí?
―Llegamos temprano esta mañana y estaba durmiendo en la entrada así que ella lo recogió y lo trajimos aquí ―explicó con su calma de siempre aún de pie en la puerta.
Sin pensarlo dos veces, el chico saltó de la cama sin escuchar los gritos de Aoi quien aún no terminaba de tratarlo, pero para cuando lo notó, él ya no estaba cerca.
A pesar de saber que ella se encontraba allí, le mortificaba no sentir su aroma sin importar cuanto lo intentara. Había demasiada gente, mucha más de la que había usualmente, razón por la cual todos los diferentes olores se mezclaban en su nariz sobresaturándolo.
Antes de darse cuenta, se encontraba frente a la puerta de la habitación que compartía con sus dos compañeras y sin más, sabiendo que ninguna de ellas estaba dentro, rodó la puerta hasta visualizar todo en su interior, pero ningún rastro de ella.
Aunque si lo había.
Se apresuró a adentrarse para tomar entre sus manos el haori violeta de la chica, dándose cuenta que se encontraba rasgado por un costado. Si la prenda había sido dañada, significaba que ella también podría estar herida, sin embargo, ni Aoi ni Kanao había dicho algo al respecto. O quizás no les dio tiempo.
No, para haberlo cargado ella no debía estar herida, al menos no tanto.
Alzó la cabeza cuando un aroma cercano se metió en su nariz, era conocido, pero no podría identificarlo, lo más seguro es que se tratara de alguno de los tsugukos ya que lo ubicaba desde hacía varios días. Tal vez no daría una buena impresión si el chico pasara por la puerta y lo viera "hurgando" entre las cosas de una chica y...
―Hola, Tanjiro-kun. ―La melodiosa voz femenina lo hizo detenerse por completo para girar hacia su dirección.
Perdió el aliento al verla ahí de pie como si nada hubiese pasado, luciendo perfectamente bien a pesar de una venda insignificante cerca de la muñeca. Aunque no la vio mucho tiempo más ya que dos segundos después ya la mantenía entre sus brazos abrazándola con tanta fuerza que podría dejarla sin respirar. Estaba tan feliz que creía poder ponerse a llorar en cualquier momento.
La extrañaba demasiado y poder por fin abrazarla lo hacía sentir completo de nuevo, tantos meses sin saber uno del otro donde lo único que les brindaba consuelo era no ver al cuervo del otro para dar la noticia de su muerte.
Pero ahora estaba ahí, de carne y hueso; sus bellos ojos, sus suaves manos... y el aroma de otro chico impregnado en ella.
―No llores, por favor~ ―le dijo entre risas nerviosas, abrazándolo nuevamente, siendo que solo entonces Tanjiro notó cómo las lágrimas corrían por sus mejillas.
―Te extrañé demasiado, Kazuko ―susurró mientras enterraba el rostro en su cuello por un instante antes de separarse cuando el aroma intruso lo abrumó.
Él quería su fragancia, el reconfortante aroma a jardín que le daba tanta paz.
Luego de pasar los ojos de nuevo por ella, buscando cualquier cosa que se viera diferente hasta que su mirada dio por fin con el detalle de su haori. No era el suyo, el suyo él mismo lo había dejado caer nuevamente al suelo cuando corrió a abrazarla.
De ahí venía el olor al tsuguko.
― ¿Estás bien? ―Preguntó en voz baja aun sosteniéndola cerca suyo, suspirando al verla asentir―. No te siento, ¿qué te sucedió?
Notó su rostro cambiando un poco a una mueca que rápidamente fue reemplazada de nuevo con su típica sonrisa, se separó de él, pero manteniendo unidas sus manos para acto seguido hacerlo entrar otra vez a la habitación antes de cerrar la puerta.
Su actitud incógnita empezó a preocupar al chico quien tan solo la siguió para sentarse ambos en el suelo de tatami, quedando uno frente al otro, visiblemente uno más preocupado que el otro.
―Esperaba que no tuviera aún ese asqueroso aroma y que no lo sintieras ―asegura con una clara vergüenza que asustó a Tanjiro―. Por la técnica del demonio, Kanao y yo acabamos cubiertas de una sustancia horrible, en serio. Nuestros uniformes quedaron destrozados y solo salvamos los haoris. Traté mucho de que ninguna de las dos oliéramos muy mal para no abrumarte, lo lamento si es así.
―No, no, no, nada de eso, ninguna de las dos huele mal ―se apresuró a decir viendo como la chica se avergonzaba cada vez más―. Me refería a que no sentí tu aroma en ningún momento y me asusté. Siempre hueles lindo, hueles a jardín y me gusta, pero ahora solo hueles a...
Las palabras se quedaron estancadas en su garganta y lo único que logró hacer fue dirigir su mirada a la prenda roja que cubría la parte superior de su uniforme. Entonces la mirada de Kazuko siguió la suya hasta darse cuenta de lo que realmente sucedía, teniendo que cubrirse la boca para no reírse.
Tomó sus manos al notar lo afligido que se veía el pobre chico, acercándose hasta que sus rodillas chocaron con las suyas.
―Uno de los tsugukos heridos, Eijirou, era mi amigo antes de volvernos cazadores de demonios, luego él empezó a entrenar con Sanemi y yo aquí en la finca ―empezó a explicar a la vez que acariciaba con suavidad sus manos―. Hoy me lo encontré en la mañana y estuvimos hablando un rato, entonces le robé en juego su haori y fue cuando noté la habitación abierta, he venido a ver y te encontré.
Mientras Tanjiro procesaba toda la información, Kazuko lo tomó desprevenido inclinándose hacia adelante para robarle un beso fugaz que lo hizo sobresaltarse para su diversión. Nunca se había imaginado ver alguna vez en su vida a Tanjiro celoso, mucho menos a Tanjiro triste y celoso.
La risa salió sin quererlo cuando cayó de espaldas contra el suelo luego de que el chico se lanzara sobre ella para abrazarla con fuerza de nuevo, enrollando sus brazos a su alrededor para cubrirla completamente con su cuerpo.
No lo diría, pero quería que oliera a él, aunque solo él pudiera percibirlo, quería que ella siempre tuviera su aroma y él el suyo, quería su fragancia acompañándolo todo el tiempo de ser posible.
―Por favor, no te alejes más, no te lastimes y no mueras ―dijo cerca de su oído aun abrazándola
―Yo viviré mientras tú tampoco mueras, lo prometo.
Suspiró enternecido al sentir sus suaves brazos rodeando su cuello estrechándolo a ella, estirando el rostro para dejar un pequeño beso sobre su mejilla el cual fue proseguido de otro y luego de otro y de esta forma empezó a besar todo su rostro haciéndola reír con dulzura.
Deseaba tanto poder guardar aquel momento y que durara por mucho tiempo más, poder quedarse a vivir en ese preciso instante donde no había nada más que le importara que concentrarse en sus dedos brindando caricias en su cuero cabelludo. Sentía que si la soltaba terminaría perdiéndola para siempre y no podría vivir con aquello, no sería capaz.
Luego de un último beso sobre su frente, Tanjiro volvió a sentarse trayendo consigo a la chica algo confundida por lo repentino de su movimiento, quejándose un poco por lo cómoda que se encontraba.
Sin dar ningún tipo de respuesta, el chico procedió a quitarse uno de sus pendientes bajo la atenta mirada de Kazuko y acto seguido estiró las manos hacia ella para ahora despojarla de uno de los suyos, no era más que una linda mariposa la cual tenía una gran importancia al haber sido un regalo de parte de su hermana mayor, Kanae.
―Sé que no siempre podemos estar juntos o cerca, por eso quiero que siempre haya una parte de mí que esté contigo y viceversa ―ante su explicación, el Kamado tomó su pendiente para colocarlo con cuidado en la oreja de la fémina.
―Pero estos pendientes son importantes para ti ―murmuró tocando la prenda que ahora colgaba de su oreja.
―Igual de importante de lo que eres tú ―asegura a la vez que ponía ahora la mariposa en su lóbulo―. E igual de importante como los pendientes de Kanae-san así que prometo cuidarlo con mi vida.
Con su corazón latiendo a mil latidos por hora, la chica no lo pensó dos veces y volvió a inclinarse hacia a él, pero para juntar sus labios en un dulce y lento beso. Solo en ese momento había dejado que sus emociones la abrumaran, recordaba lo aterrada que había estado la noche anterior cuando llegó a pensar que no vería más al tierno chico de cabellos burdeos, negándose a morir sin despedirse primero de él.
―Vamos a terminar con esto, Kazu, acabaremos con Muzan y viviremos tranquilos el resto de nuestras vidas ―susurró en un estrecho abrazo, acariciando la espalda de la chica al sentir sus lágrimas mojar su hombro―. Tendremos una linda casa en las montañas, unos lindos hijos y no tendremos que preocuparnos de separarnos nunca más.
― ¿Lo prometes? ―Inquirió con la voz rota mientras se aferraba a él.
Con sus seres queridos pasando por su mente, sus amigos y Nezuko, Tanjiro tomó un hondo respiro y habló con la mayor determinación y seguridad de su vida―. Lo prometo.
Kazuko和子: Niña pacífica y armoniosa.
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