Capítulo 5|| amigos
— Lo odio.
— Vamos, Rog, ¿en serio odias a alguien por eso?
— ¡Reemplazó a Steven Adler! —se justificó. Syd comenzó a reír, y Roger se unió a la risa.
— ¿Necesitan algo, chicos? —preguntó la madre de Roger ingresando a la habitación.
— No, gracias, mamá, todo bien —sonrió el rubio.
— Está bien, les hice galletas, ¿les traigo?
— ¡Sí! —exclamó Syd emocionado—. Digo, si no es mucha molestia...
Winifred se echó a reír, contenta porque su hijo tenía un amigo que no lo juzgaba por su condición.
— Está bien, les traeré galletas —sonrió y salió de la habitación.
— Tu mamá es muy genial —comentó Syd—. La mía pasa el día trabajando y con suerte la veo. Siempre que quiero hacer algo con ella, está ocupada... mi papá igual.
— Oh, lo siento.
— Tranquilo, está bien —se encogió de hombros.
— Mi mamá también trabaja, pero creo que durante la mañana o algo así —se encogió de hombros Roger esta vez—. De todas formas ella y mi papá siempre nos cuidan.
— Eso es genial —sonrió su amigo.
Siguieron conversando, entre tanto, la madre de Roger trajo las galletas. En un momento, a Roger le sonó su tono de mensajes. Extrañado, puesto que las únicas dos personas que le mandaban mensajes estaban con él, miró su celular, era Brian.
— ¿Qué diablos? —murmuró.
— ¿Eh? ¿Qué sucede? —preguntó Syd.
— Brian me envió un mensaje... —dijo—. Eso no pasaba desde el año pasado...
— Un momento, ¿qué pasó entre...?
— Solo puso hola —interrumpió Roger. Tenía los ojos vidriosos, extrañamente, y le temblaban levemente las manos. Syd lo miró preocupado y a la vez confundido—. ¿Qué debería responder? ¿Debería responder ahora o esperar?
— Yo... realmente no lo sé... —dijo Syd confundido, no sabía que habían vivido ellos dos. Roger no mencionaba a Brian nunca—. Depende de cómo te llevas con él, creo...
— No nos llevamos —dijo Roger instantáneamente.
— Entonces... eh...
— ¿Crees que John lo haya obligado? De seguro sí... él me odia... Freddie también... bueno, todos me odian en la escuela...
— Roger...
— Por supuesto que lo obligó, es tan obvio. No me hablaría ni aunque le pagaran por ello. Él es así. Siempre lo ha sido.
— Rog, no entiendo...
— Yo tampoco, digo, me aborrece. Debe ser para otra persona y se equivocó de chat...
Syd suspiró, claramente no entendía nada de la situación, y Roger estaba notoriamente alterado.
— Roger, solo... déjalo en visto, o no sé. Espera un rato.
— Sí. Tienes razón. Voy a esperar. Sí. No seré el idiota desesperado, ¿no? Digo, solo porque se acuerde que me gusta Greta Van Fleet no significa que... que le agrade... aunque... aunque lo recuerda...
— Rog...
— Al diablo, debí haberlo bloqueado desde un inicio —murmuró y arrojó su celular en la cama. Syd miró confundido su acción, y miró el celular, que seguía con la pantalla encendida mostrando la notificación, donde el contacto "Briii" había enviado un "hola".
— Aquí hay gato encerrado —murmuró Syd. Roger no lo escuchó.
(...)
Días después, el "hola" que había enviado Roger devuelta dos horas después de que le llegara el primer mensaje, había sido dejado en visto. El rubio ya había esperado algo así y se propuso no hacerse mayor problema. O intentó no hacérselo.
Por supuesto, el rizado estaba algo avergonzado de su desmedida acción, pero John le había dicho que le hablara.
— ¿¡Lo dejaste en visto!?
— Me dijiste "háblale" nunca me dijiste "respóndele" —se justificó el rizado mientras guardaba sus libros.
— ¿No es lo mismo? —repuso John—. Entiéndelo, Brian, Roger es un ser humano. Como tú, como yo, cómo Freddie. Es...
— ¡Es un bicho raro! —repuso—. ¡Es una falla biológica! Eso es lo que es.
— Brian...
— Está loco, tiene genitales que dan asco y punto —dijo y cerró su casillero con violencia.
— Estás siendo cruel, Bri...
— ¿Y qué diablos importa? —masculló—. Lo odio, eso es todo.
Y pronunció todo aquello sin saber que Roger oía desde su casillero.
Y claro, Roger escuchó todo aquello, sin saber que Brian no decía la verdad.
(...)
Lover, Leaver sonaba con fuertemente por sus audífonos, amenazando con dañar sus tímpanos. No le importaba, y se dejaba llevar por gritos y melodías mientras movía su pie.
— ¿Todo bien? —preguntó Syd.
— No, estoy en crisis —respondió.
— ¿Uhm? ¿Por qué? —preguntó este.
— ¡Perdí mi libreta de dibujo! —exclamó desesperado zamarreando a su amigo.
— Diablos, ¿te presto la mía?
— No sería lo mismo...
— Estamos en clase de arte, necesitas una libreta.
— Eh... bien, pero solo una hoja —suspiró, Syd asintió y le dio una—. Gracias...
— No es nada... ¿cuándo y dónde la viste por última vez?
— Hoy en la mañana —respondió—. En el salón principal.
— O sea donde tenemos casi todas las clases... ¿no? —preguntó Syd, aún no totalmente acostumbrado a los términos de aquella institución.
— Sí, ahí —respondió—. Y cuando volvimos del laboratorio ya no estaba...
— Quizás la guardó el conserje —sugirió Syd—. Deberías preguntarle.
— Supongo. Eso haré —dijo con tristeza y comenzó a dibujar lo señalado por la profesora.
Mientras salían de clases, Syd tuvo que devolverse a preguntarle a la maestra por el formato de la tarea, y Roger escuchó varios murmullos y risas. Los ignoró, hasta que notó una tapa familiar, con pegatinas hechas a mano de sus bandas favoritas. Rápidamente y con indignación, se acercó y les arrebató la libreta de las manos.
— ¿Qué mierda hacen con eso? —preguntó en tono agresivo.
— ¿Qué crees? Ver el contenido —respondió uno de sus compañeros quitándosela nuevamente.
— ¡Eh, dámela, es privada! —exclamó volviendo a intentar tomarla, pero no pudo por ser retenido por dos compañeros más.
— ¿Entonces tuviste tetas, Roger? —preguntó uno riéndose. Roger estaba nervioso, la libreta no solo contenía dibujos, sino que también varios pensamientos o cosas que significaron algo para él. Se maldijo por llevarla a la escuela.
— No es tu puto asunto —dijo.
— ¿Y además de anormal eres...? —antes de que continuara hablando, Roger le dio un golpe en la mejilla.
— No vuelvas a tomar mis cosas —dijo y tomó la libreta con violencia.
— Bueno, cosa —dijo un alumno, Roger se fue, y Syd salía del salón.
— ¡Hey, la encontraste! —dijo.
— La tenían esos idiotas.
— ¿Qué...? —miró hacia atrás molesto y dispuesto a dirigirse a insultarlos, pero Roger lo detuvo arrastrándolo del brazo.
— No sacas nada —murmuró.
— Lo siento, odio que te hagan esto.
— No importa, es parte dé —aseguró—. Solo vayamos a álgebra... ¿bien? Lo importante es que logré recuperar a mi bebé.
— Está bien, Rog, vamos —dijo Syd. Notaba que a Roger le pasaba algo que iba más allá a simplemente haber perdido su libreta de dibujo, y después haber esta sido expuesta.
(...)
El rubio encendió su cigarrillo y lo dirigió a sus labios. Pensando. Dio la primera calada y luego se quitó aquel veneno de su boca y botó el humo que producía el tabaco.
La actitud de Brian era extraña. De eso no cabía dudas. Era claro que no odiaba, ¿pero era necesario restregárselo en la cara todo el tiempo? ¿Recordarle que le desagradaba cada aspecto de él?
Le molestaba de sobremanera su actitud, pero no quería perder su tiempo en ir a encararlo. Brian tenía que dejar de joder y preocuparse de sus propios asuntos. Tampoco valía la pena poner algo de esfuerzo en él.
La risa en sus recuerdos se esfumaba y volvía el silencio, haciéndolo recordar, haciéndolo suspirar.
Porque ya nada iba a cambiar, inclusive si la serpiente cambiaba de piel.
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