Capítulo 17|| temores
Quizás cuando se viven experiencias traumáticas el cerebro humano es capaz de bloquearlas para evitar un mayor tormento en el afectado. Muchas veces hay situaciones que están allí, pero a la vez no, que necesitamos un ligero empujón o un ligero click para poder ver. Hay personas cuyos traumas de violación han sido recordados al momento de tener un hijo o una pareja, otros, traumas de muertos o maltratos, al ver situaciones sádicas.
Desbloquear un recuerdo bloqueado puede tener generalmente un efecto negativo en la persona, y Roger esperaba poder bloquear lo que estaba viviendo en aquel momento, para así no recordarlo nunca más.
Lágrimas gruesas y saladas hacían caminos desde sus ojos hasta su mentón. Lentas y silenciosas, expresando el terror que sentía, mientras revivía varios golpes y patadas, con su cuerpo expuesto totalmente, y siendo vejado y maltratado de la peor forma posible.
— Por favor déjenme en paz... yo no he hecho nada... —murmuró entre lágrimas. Le abrieron las piernas con brusquedad y enfocaron su intimidad con la cámara.
— ¡Esto es lo que se llama anormalidad biológica! —exclamó uno—. ¡Fenómeno!
— ¡Qué asco, tiene sangre ahí! —exclamó otro.
— Es el período —murmuró Roger mareado. ¿Tenía que alargársele tanto? ¿Una semana?
— O sea si se la meten se embaraza —dijo otro—. Pedazo de anormal.
— Deberíamos recordárselo. Está también demasiado gordo —dijo otro.
Sacaron un marcador permanente y comenzaron a escribirle insultos en el cuerpo y en la frente, Roger había vuelto a chillar del pánico, y le cubrieron la boca con unos calzoncillos usados. El rubio había comenzado con esto a sollozar, presa del pánico, presa del miedo, intentando soltarse, salir de allí.
Y entonces reunió la fuerza necesaria para dar él mismo una patada a quienes lo aprisionaban, lo cual dejó a los atacantes perplejos. Se puso de pie rápidamente y comenzó a correr, con miedo, con frío, mojado, desnudo, y totalmente humillado.
Se sacó el calzoncillo de la boca mientras salía del camerino avanzando por los pasillos. Comenzó a pedir ayuda a gritos. Los demás lo grababan mientras reía, y fue en ese entonces que cayó en cuenta de su desnudez. Cayó en cuenta de que estaba siendo expuesto frente a toda la escuela, que tenía escrito de todo en todos lados, que todos estaban viendo su cuerpo. Su aborrecido cuerpo.
Pronto una horda de sollozos se hicieron presentes y comenzó a retroceder, cubriéndose su rostro con la boca, llorando desconsolado, y asustado.
Se encogió, de cubrió con sus manos mientras se acuclillaba. Oía risas. Demasiadas risas. Escuchaba el sonido de la cámara de un celular al sacar una foto, o al grabar un video. Oía insultos, oía burlas. Era el infierno. Solo veía a quienes lo odiaban.
— ¡Oigan ya déjenlo en paz! —exclamó Brian, que traía unos pantalones en la mano y salió corriendo hacia donde estaba Roger para ponerse delante suyo. El rubio no dejaba de hipar y sollozar, avergonzado. No quería que Brian también viese su desnudez.
— ¡Hijos de puta, me la van a pagar! —gritó Syd y le rompió el celular a uno de los alumnos mediante un puñetazo, el contrario se puso a discutir con él. Cuando iban a irse a los golpes, apareció el maestro.
— ¿¡Qué demonios pasa aquí!? ¡Barrett no se...! —iba a regañarlo, cuando vio a Roger en el suelo, con los insultos escritos en todo el cuerpo, el cabello mojado, la desnudez a flor de piel, los moretones y las lágrimas incesantes brotando de sus ojos, acompañadas de aquellos desoladores sollozos que era incapaz de dejar de producir.
El rostro del hombre mostraba horror al ver el estado del chico, sintiéndose mal por todas las veces que Roger pidió ayuda y fue ignorado. Por cada vez que fue injusto.
Pero el error ya estaba hecho.
— ¡Dios mío, esto es inaceptable! ¡Es una atrocidad que hayan hecho esto! ¡A detención ahora mismo! ¡Llamaremos a sus padres!
Roger no se daba cuenta de nada, seguía llorando con la cabeza entre las piernas. Brian trataba de calmarlo, y Syd también se había acercado, cubriéndolo con una chaqueta.
— Señor Taylor... ¿se encuentra usted bien? —preguntó acercándose a Roger. Los alumnos empezaban a dispersarse, dedicándole un par de insultos más.
El rubio solo negó entre sollozos. Brian le acariciaba la espalda y le daba besos en la cabeza para calmarlo, lo cual no servía para calmar los sollozos, pero sí para tranquilizarlo un poco.
— Venga... iremos por su ropa —suspiró el maestro, iba a ponerlo de pie pero Roger negó y se aferró a Brian y a Syd, histérico.
— Hey, Rog, no vamos a dejarte solo... ¿verdad, Bri? —preguntó Syd. El aludido asintió.
— Tranquilo, Roggie...
— N-No me ve-vean así p-por favor —pidió entre sollozos y tartamudeos—. N-No me vean así...
— No lo haremos, Roggie, solo queremos darte ropa... —dijo Brian preocupado—. Y te llevaremos a la enfermería.
— N-No quiero ir a la enferme-enfermería —repuso Roger aún llorando—. Qui-Quiero ir con mi m-mamá.
— Ya llamaremos a sus padres, no se preocupe —dijo el maestro—. Barrett, vaya a buscarle ropa, rápido.
Syd asintió y salió corriendo lo más rápido que podía para ir a buscar el bolso con ropa de Roger, o la que había dejado fuera de la ducha. El rubio solo sollozaba intentando cubrirse lo más posible. Brian colocó sus propios pantalones para cubrirlo, y Roger de aferró a él en busca de amparo.
— B-Brian estoy asustado —murmuró. El rizado suspiró y le besó la cabeza.
— Tranquilo, yo estoy aquí —aseguró acariciándole el suave cabello dorado.
Syd volvió rápidamente con la ropa de Roger, y se la pasó. El rubio pidió si podían darse vuelta mientras se vestía y los demás obedecieron. Se vistió con rapidez e informó en voz baja una vez vestido. Brian se dio la vuelta y le dio un fuerte abrazo.
— Esos malditos... —dijo.
— ¿E-Encontraron sus cosas? —preguntó Roger limpiándose los ojos, avergonzado por haberse mostrado tanto, y no solo físicamente.
— En nuestros casilleros no —respondió Syd—. Las encontramos en unas plantas cerca de los baños...
— Es demasiado extraño a mi parecer —comentó Brian.
— Como en la fiesta —murmuró Roger.
— Alguien está fascinado con el arte de robar ropa ajena, por lo visto —dijo Syd dando un bufido.
— Señor Taylor, ya llamaron a sus padres y vendrán a buscarlo —informó el maestro.
— Gracias —dijo en voz baja—. Fui un estúpido por haber salido corriendo del camerino, pero estaba aterrado...
— Es una reacción natural. No se preocupe —asintió el maestro—. Iré a hacer los trámites necesarios para que los que iniciaron todo esto reciban su castigo.
— Muchas gracias —dijo en voz baja.
— No se preocupe, cuando quiera —aseguró, para luego irse.
— Tengo frío —dijo Roger en voz baja. Todavía tenía el cabello mojado.
— No te preocupes, Roggie... ven, te traeré algún suéter —dijo Brian con sutileza y le tomó la mano.
— Gracias a los dos por haberme ayudado —dijo en voz baja—. Lamento que hayan tenido que ver... eso.
— Roger, ya te dije que lo tuyo no es algo raro —intervino Syd abrazándolo por los hombros de manera fraternal—. Y ya te dije que quien pensara que era motivo de burla o de aislamiento, era un hijo de puta.
Brian tragó saliva ante lo dicho.
— Lo sé... —suspiró—. Aún así, gracias.
— No hay problema, Rog —aseguró el de ojos delineados—. Ven, te llevaremos a un lugar donde no hayan tantos hijos de puta.
— Te encanta decir hijos de puta —observó Roger.
— Es mi insulto favorito —explicó Syd—. En fin, vamos, así también te secas un poco el cabello, o te dará un resfrío.
— Sí, mamá Syd —dijo Roger con algo de ironía.
— No me hables en ese tono, jovencito —lo riñó Syd. Roger y Brian rieron un poco ante aquello.
(...)
— ¿Ves lo que te dije? Deja de intentar perjudicarlo —dijo John molesto—. Si sigues haciendo esas cosas no pienso seguir siendo tu amigo. Brian ya de alejó de ti.
— ¡Ya te dije que yo no hice eso! —exclamó Freddie frustrado—. ¡No le robé nada a nadie! ¡Y tampoco filmé la asquerosidad que tiene Roger entre las piernas! ¡Esos fueron unos psicópatas que no tienen límites!
— ¡Pero tú esparciste el rumor en primer lugar! —exclamó John—. Si no hubieras sido tan mal amigo, la situación de Roger sería distinta y lo sabes a la perfección. Brian ya abrió los ojos, ábrelos también tú de una puta vez.
— Dios mío, qué exagerado. Lo único que hice fue un meme —rodó los ojos.
— ¡Un meme que se viralizó como en dos horas! —repuso John—. ¡Imagínate cuando Roger...!
— ¡Roger no verá nada, es tan estúpido que con suerte puede usar Instagram! ¡Ya para John, todos hicieron memes, y a diferencia de mí, también lo grabaron!
— Sabes lo horrible que fue la situación... no puedo creer que seas tan tóxico y tan... tan malo. Vete al diablo, Freddie, si sigues así alejarás a todo quien te quiere.
— Si de verdad me quisieras me apoyarías en esto —repuso Freddie.
— ¿Apoyarte en qué? ¿En humillar a alguien? —preguntó John indignado.
— ¡Ya te dije que no iba a subirlo y que fue un error!
— Es cierto, Freddie, tú no quisiste subirlo, tú no lo publicaste de hecho, pero se lo enviaste al hijo de puta con más seguidores en la escuela, y que le encanta reírse de Roger. ¡Oh, claro! ¡El meme lo subió él! —exclamó John.
— Dios, hay miles de cosas de Roger en internet ahora, lo que menos le va a importar va a ser un meme. Para de armar tanto escándalo.
— Sí, Freddie, yo hago escándalo —bufó molesto y se fue.
— ¡Un meme, estás haciendo escándalo por un meme! —le gritó enfurecido, para luego irse.
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