Capítulo 14|| esperanzas
— ¿Me veo bien?
— Claro que sí, Roggie, estás precioso —sonrió su madre.
— Te ves muy guapo, hijo —aseguró su padre con una sonrisa.
— Eso espero... —el rubio sonrió leve, algo nervioso.
— ¿A qué hora vendrá Brian a buscarte? —preguntó ella.
— De hecho iré con Syd —respondió Roger—. Me juntaré con Brian allá.
— Oh, entiendo —sonrió ella—. ¿Llevas tus toallas, tu ropa de cambio?
— En la mochila —aseguró—. Y también llevo paracetamol para el dolor.
— Está bien, me alegra que por fin te atrevas a salir estando con el periodo —dijo su madre con orgullo.
— Sí... quizás ya era hora de dejar de encerrarme en mi habitación todos los meses —rió levemente el rubio algo avergonzado.
— Estarás bien, Roggie —aseguró Michael—. Disfruta y no bebas, ¿eh?
— Tranquilo, papá, no lo haré —sonrió un poco.
— Ni mucho menos te drogues —bromeó Winifred. Roger soltó una risa pequeña y asintió.
Tras un rato, el timbre de la familia Taylor sonaba indicando la llegada de alguien. Cuando Michael fue a abrir, encontró la mata de cabellos despeinados y algo rizados de Syd. Este saludó a la familia y se fue con Roger.
Caminaron por las calles de la avenida hasta llegar a la casa donde sería la fiesta. El lugar estaba prácticamente lleno, y Roger pensó en lo imposible que sería encontrar a Brian allí.
— ¿Ves al cerebro de pelo? —le preguntó Syd elevando el tono de voz para hacerse oír sobre la música, al menos para Roger.
— No —respondió—. Ya aparecerá, y sino, puede irse a la misma mierda.
— ¡Así se habla! —lo felicitó Syd—. En fin, divirtámonos.
— Syd, eh... nunca he ido a una fiesta —admitió avergonzado—. ¿Qué se supone que tengo que hacer?
— Solo diviértete. Sé tú mismo, baila, y no bebas o te corto las gónadas —respondió Syd con naturalidad.
— Las femeninas, por favor... —dijo Roger riendo levemente.
— Lo pensaré —dijo bromeando—. En fin, vamos.
Fueron a una zona no tan llena, donde comenzaron a tontear y bromear mientras fingían bailar, haciendo cualquier cosa, como mover los brazos o la cabeza.
Mientras Roger estaba con las rodillas flectadas, con las manos en los muslos y moviendo la cabeza en forma circular mientras reía, sintió que le tocaban el hombro. Avergonzado, se recompuso y miró hacia atrás, con el cabello hecho un desastre por la forma en la que bailaba. Se corrió un poco el cabello de la cara y le sonrió con algo de nerviosismo a Brian, quien le sonreía de manera tierna.
— Hola, Rog —le sonrió—. ¿Bailamos?
— Eh... y-yo... —miró de reojo a Syd, quien le hizo un gesto de aprobación desesperada con la mano, asintiendo. Luego empezó a hacer un gesto de llanto con una mueca y un puchero, lo señaló a Brian y luego a él, posteriormente tomó un globo redondo e hizo como si lo cortaba con las manos. Roger lo miraba confundido.
— Eh... ¿Rog? —dijo Brian mirándolo también confundido.
Syd frunció el ceño con una expresión que claramente "debe ser una broma", luego se pasó la mano por la cara y simplemente asintió haciéndole el gesto de aprobación con la mano, mientras gesticulaba "si te hace daño, le corto las gónadas".
El rubio entendió finalmente y soltó una pequeña risa, para luego volver a mirar a su acompañante y sonreírle asintiendo.
— Claro, bailemos —le sonrió.
El mayor puso una mano en su cintura, lo que hizo que Roger se pusiese algo nervioso al darse cuenta que el mayor notaría sus curvas. Sin embargo, solo sonrió algo rojo y dejó que Brian tomase su mano libre, mientras él ponía la suya en su hombro.
— Estás consciente que esta canción no se baila lento, ¿no? —preguntó Roger enarcando una ceja y mirándolo divertido.
— Lo estoy, pero quiero bailar así contigo —respondió con normalidad.
— ¿Quieres que llamemos la atención más de lo que ya lo hacemos, Brian? —preguntó aún con su ceja alzada.
— Quizás sí, quizás no. Solo soy un buen amante a la antigua —respondió y le dio una vuelta.
— Eres raro, Brian —rió un poco.
— Lo sé, por eso soy perfecto para ti —respondió.
— ¿A ti te abdujeron los alienígenas que andas tan romántico de la noche a la mañana? —siguió molestándolo mientras bailaban.
— Solo me di cuenta de lo imbécil que fui antes y en lo mucho que me gustaría besarte y hacerte mío. Y no en el sentido que probablemente piensas, me refiero a hacerte mío en el sentido de protegerte, cuidarte y darte tu espacio si tú me lo pides. Me refiero a hacer que me ames de la forma que yo te amaré a ti —dijo con seguridad mientras bailaban.
— ¿Cuánto tiempo estuviste buscando piropos en internet? —preguntó el rubio riendo levemente con las mejillas sonrojadas.
— Quizás un rato, pero lo que te digo es lo que realmente siento —aseguró—. ¿No te gusta el romanticismo?
— Para nada, me encanta —le guiñó un ojo. Brian sonrió, le besó la mejilla y siguieron bailando.
— Ese chico me llena de orgullo —dijo Syd mirándolo sonriendo. Luego una mano suave lo rodeó del cuello, unos labios pintados de púrpura le sonrieron y unos ojos de una matiz verdosa lo miraron.
— ¿Cómo estás, Barrett? —preguntó Lorelei casual. El mencionado sonrió viéndola a los ojos.
— Genial, ¿tú, Skidmoore? —le dijo.
— También genial.
— ¿Bailamos?
— Por supuesto.
(...)
— Imposible —dijo riendo.
— ¡Es cierto!
— ¡Es imposible que te hayas atragantado con un Durazo en conserva! —dijo aún riéndose.
— ¡Tenía cuatro años, Roger! —rió más.
— Pues a los cuatro años eras bastante estúpido —dijo sin dejar de reír.
— ¡Roger! —no dejaba de reír.
— ¡Eras estúpido! —no paraba de reír, ya no bailaban, solo seguían en la posición de baile, riéndose de las estupideces que el otro decía.
— Bueno, lo era. Lo fui hasta hace unas semanas, cuando me di cuenta lo estúpido que fui contigo.
— Y volvimos al conde de la conquista —bromeó—. Vamos, Bri, sé que esto lo haces por culpa. Y no es algo malo, la estoy pasando bien.
— Estoy hablando en serio, Rog. Ya me aburrí del rol del estúpido que pretende ser mejor que el resto. Créeme cuando te digo las cosas que digo.
— ¿No te dio una aneurisma por decir eso? —bromeó—. Lo siento, estoy acostumbrado a ser irónico.
— Me encanta que lo seas —le sonrió—. Te hace único —lo tomó de la cintura con ambas manos mientras volvían a bailar.
— No solo la ironía me hace diferente al resto —comentó aún con las manos en sus hombros.
— Abrázame, bailaremos mejor así —comentó—. Y... me gusta que seas diferente.
— Eh... estoy bien —murmuró algo avergonzado, luego habló en voz alta nuevamente—. Te da asco que sea diferente, Bri, y tampoco te culpo, ¿sabes por qué?
— No me das asco —repuso.
— Porque yo mismo siento asco de mí mismo —admitió con una sonrisa algo triste. Brian suspiró, no estaba seguro qué decir—. Y no solo de mi doble intimidad, también... también de lo que las hormonas me provocaron.
— ¿Qué quieres decir?
— Ya sabes, los cambios hormonales. En la pubertad me volví una especie de amorfosidad. Odio mis curvas, por ejemplo.
— Pues a mí me encantan —repuso y le dio una suave y tímida caricia en la cintura, lo cual hizo que sus mejillas se tiñeran de carmín—. Me encanta todo de ti.
— ¿Por qué...?
— Porque eres precioso tal y como eres. Eres único. No por tu físico solamente, también por cómo eres. Tu interior.
— ¿Mis ovarios...?
— ¡No! —rió un poco—. Me refiero... me refiero a tu personalidad, al brillo que se te hace en los ojos cuando dibujas o tocas batería, a tus respuestas rápidas, a tus ironías, tu risa. En serio.
— Cuando quieres eres tierno —admitió y se atrevió a rodear su cuello con sus brazos. El mayor sonrió por su acción.
— Pues el querer me está viniendo seguido —dijo y volvieron a bailar.
Roger miraba sus ojos, sus ojos avellana que brillaban al verlo. ¿Realmente aquello estaba sucediendo? Tenía miedo. Miedo de que fuese un sueño, y que cuando despertara, volviese a su misma terrible realidad. Los rizos de Brian se movían a medida que bailaban de forma ligera. Su sonrisa se mantenía y el brillo también.
— Sonríe, Rog. Este lugar necesita iluminación —le susurró cerca de su rostro.
— ¿Qué tipo de iluminación podría dar una sonrisa...? —preguntó.
— Toda —respondió y acarició su mentón con el pulgar, a tiempo que acunaba con suavidad una de sus manos en su mejilla, las cuales nuevamente estaban de color carmín—. Te ves precioso así.
— ¿Así cómo?
— Así como eres —respondió—. Rog, ¿puedo?
— ¿Qué cosa?
— No mates el romanticismo —rió un poco.
— Lo siento —rió levemente.
— ¿Puedo?
— ¿Qué cosa? —insistió.
— Besarte.
— Gánatelo.
Brian sonrió. No dejaba de acariciar la suave mejilla contraria, tan suave como el terciopelo, que seguía del mismo tono carmín.
— ¿Es un reto?
— ¿Qué crees tú? —preguntó el rubio.
— Que te gusta molestarme —respondió.
— Tienes razón, me encanta molestarte —respondió—. Gánatelo.
— Tengo toda la noche, ¿no? —arqueó una ceja—. Mi objetivo será cumplido si puedo probar tus suaves labios pata el final de la noche. Si mi objetivo es cumplido, podré estar tranquilo. Sino, haré lo posible por conquistarte, pero si tú no quieres me alejaré y viviré solo mi desgracia.
— Y ahora es cuando sale una rosa blanca y preguntas de dónde salió —bromeó—. Lo siento, lo siento, soy incapaz de tomarme las cosas en serio. Fue hermoso lo que dijiste.
— Tú eres hermoso —repuso.
— Llevamos toda la noche bailando —rió levemente.
— La noche es joven, Rog —sonrió—. Y la vida también lo es. Podemos compartirla, si quieres. Y no solo como pareja, me refiero como amigos, como confidentes. No puedo obligarte a amarme, pero quiero que puedas volver a confiar en mí.
— ¿Puedo confiar en ti?
— Por supuesto que puedes —siguió acariciando su mejilla—. Me aseguraré que te convenzas de eso.
— Bésame —le susurró.
— ¿Estás seguro? —acarició sus labios.
— Sí. Por favor —respondió. El mayor sonrió y con dulzura se acercó a su rostro.
— Eres alguien maravilloso, Roger Taylor. No lo olvides. No te menosprecies, no te avergüences de quién eres. Porque justo como eres, me tienes vuelto loco.
Sus respiraciones se mezclaban y sus labios se rozaban. Las mejillas sonrojadas de Roger estaban tibias, delicadas. Brian tuvo miedo de romperlas. De volver a romperlo. Y el menor cerró los ojos, dispuesto a recibir el beso que venía a continuación.
Y lo besó.
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